El Papa Francisco proclama Doctor de la Iglesia a San Ireneo de Lyon, Doctor unitatis
San Ireneo de Lyon, Carl Rohl Smith, 1883-84, Frederikskirken, Copenague

El 7 de octubre ya anunció su intención

El Papa Francisco proclama Doctor de la Iglesia a San Ireneo de Lyon, Doctor unitatis

Con un breve decreto el Santo Padre después de oído el parecer de la Congregación le ha declarado «Doctor de la Iglesia»

(InfoCatólica) La Oficina de Prensa de la Santa Sede informó el 20 de enero que el Papa Francisco proclamará Doctor de la Iglesia universal a San Ireneo de Lyon.

En el comunicado se informa que el Sumo Pontífice recibió la propuesta de la Congregación para las Causas de los Santos durante la audiencia que concedió este jueves al prefecto, el Cardenal Marcello Semeraro, quien solicitó al Papa aprobar «el dictamen afirmativo de la Sesión Plenaria de los Cardenales y Obispos miembros del mismo Dicasterio, sobre la concesión del título de Doctor de la Iglesia Universal a San Ireneo, Obispo de Lyon».

El pasado 7 de octubre, el Papa anunció su intención de proclamar a San Ireneo de Lyon Doctor de la Iglesia con el título de Doctor unitatis, Doctor de la Unidad. El anuncio lo realizó al recibir a los miembros del Grupo de trabajo mixto ortodoxo-católico «San Ireneo» en la Sala Clementina del Vaticano.

En aquella ocasión, el Papa destacó la importancia que la figura de San Ireneo tiene hoy para el diálogo ecuménico entre católicos y ortodoxos porque «vino de Oriente y ejerció su ministerio episcopal en Occidente. Fue un gran puente espiritual y teológico entre cristianos orientales y occidentales».

San Ireneo es el segundo Doctor de la Iglesia proclamado en este Pontificado. Antes, el Papa Francisco declaró Doctor de la Iglesia a San Gregorio de Narek en 2015.

En los Pontificados anteriores, Benedicto XVI nombró Doctores de la Iglesia a San Juan de Ávila y a Santa Hildegarda de Bingen.

San Juan Pablo II proclamó Doctora de la Iglesia a Santa Teresa de Lisieux. San Pablo VI nombró a Santa Teresa de Jesús y a Santa Catalina de Siena Doctoras de la Iglesia.

San Juan XXIII nombró a San Lorenzo de Brindisi Doctor de la Iglesia y Pío XII nombró Doctor de la Iglesia a San Antonio de Padua.

Proclamación

Con un breve decreto del 21 de enero, el Papa después de haber oído el parecer de la Congregación le declara «Doctor de la Iglesia»

San Ireneo de Lyon, que vino de Oriente, ejerció su ministerio episcopal en Occidente: fue un puente espiritual y teológico entre los cristianos orientales y occidentales. Su nombre, Ireneo, expresa esa paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad. Por estas razones, después de haber recibido la opinión de la Congregación para las Causas de los Santos, con mi Autoridad Apostólica es

DECLARO
Doctor de la Iglesia con el título de Doctor unitatis .

Que la doctrina de tan gran Maestro aliente cada vez más el camino de todos los discípulos del Señor hacia la plena comunión.

Semblanza de San Ireneo por Benedicto XVI

Durante las catequesis de Benedicto XVI, el 28 de marzo de 2007 el Papa realizó una semblanza del santo:

En las catequesis sobre las grandes figuras de la Iglesia de los primeros siglos llegamos hoy a la personalidad eminente de san Ireneo de Lyon. Las noticias biográficas acerca de él provienen de su mismo testimonio, transmitido por Eusebio en el quinto libro de la «Historia eclesiástica».

San Ireneo nació con gran probabilidad, entre los años 135 y 140, en Esmirna (hoy Izmir, en Turquía), donde en su juventud fue alumno del obispo san Policarpo, quien a su vez fue discípulo del apóstol san Juan. No sabemos cuándo se trasladó de Asia Menor a la Galia, pero el viaje debió de coincidir con los primeros pasos de la comunidad cristiana de Lyon: allí, en el año 177, encontramos a san Ireneo en el colegio de los presbíteros.

Precisamente en ese año fue enviado a Roma para llevar una carta de la comunidad de Lyon al Papa Eleuterio. La misión romana evitó a san Ireneo la persecución de Marco Aurelio, en la que cayeron al menos 48 mártires, entre los que se encontraba el mismo obispo de Lyon, Potino, de noventa años, que murió a causa de los malos tratos sufridos en la cárcel. De este modo, a su regreso, san Ireneo fue elegido obispo de la ciudad. El nuevo pastor se dedicó totalmente al ministerio episcopal, que se concluyó hacia el año 202-203, quizá con el martirio.

San Ireneo es ante todo un hombre de fe y un pastor. Tiene la prudencia, la riqueza de doctrina y el celo misionero del buen pastor. Como escritor, busca dos finalidades: defender de los asaltos de los herejes la verdadera doctrina y exponer con claridad las verdades de la fe. A estas dos finalidades responden exactamente las dos obras que nos quedan de él: los cinco libros «Contra las herejías» y «La exposición de la predicación apostólica», que se puede considerar también como el más antiguo «catecismo de la doctrina cristiana». En definitiva, san Ireneo es el campeón de la lucha contra las herejías.

La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la «gnosis», una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, que no pueden comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales –se llamaban «gnósticos»– comprenderían lo que se ocultaba detrás de esos símbolos y así formarían un cristianismo de élite, intelectualista.

Obviamente, este cristianismo intelectualista se fragmentaba cada vez más en diferentes corrientes con pensamientos a menudo extraños y extravagantes, pero atractivos para muchos. Un elemento común de estas diferentes corrientes era el dualismo, es decir, se negaba la fe en el único Dios, Padre de todos, creador y salvador del hombre y del mundo. Para explicar el mal en el mundo, afirmaban que junto al Dios bueno existía un principio negativo. Este principio negativo habría producido las cosas materiales, la materia.

Cimentándose firmemente en la doctrina bíblica de la creación, san Ireneo refuta el dualismo y el pesimismo gnóstico que devalúan las realidades corporales. Reivindica con decisión la santidad originaria de la materia, del cuerpo, de la carne, al igual que la del espíritu. Pero su obra va mucho más allá de la confutación de la herejía; en efecto, se puede decir que se presenta como el primer gran teólogo de la Iglesia, el que creó la teología sistemática; él mismo habla del sistema de la teología, es decir, de la coherencia interna de toda la fe.

En el centro de su doctrina está la cuestión de la «regla de la fe» y de su transmisión. Para san Ireneo la «regla de la fe» coincide en la práctica con el Credo de los Apóstoles, y nos da la clave para interpretar el Evangelio, para interpretar el Credo a la luz del Evangelio. El símbolo apostólico, que es una especie de síntesis del Evangelio, nos ayuda a comprender qué quiere decir, cómo debemos leer el Evangelio mismo.

De hecho, el Evangelio predicado por san Ireneo es el que recibió de san Policarpo, obispo de Esmirna, y el Evangelio de san Policarpo se remonta al apóstol san Juan, de quien san Policarpo fue discípulo. De este modo, la verdadera enseñanza no es la inventada por los intelectuales, superando la fe sencilla de la Iglesia. El verdadero Evangelio es el transmitido por los obispos, que lo recibieron en una cadena ininterrumpida desde los Apóstoles. Estos no enseñaron más que esta fe sencilla, que es también la verdadera profundidad de la revelación de Dios. Como nos dice san Ireneo, así no hay una doctrina secreta detrás del Credo común de la Iglesia. No hay un cristianismo superior para intelectuales. La fe confesada públicamente por la Iglesia es la fe común de todos. Sólo esta fe es apostólica, pues procede de los Apóstoles, es decir, de Jesús y de Dios.

Al aceptar esta fe transmitida públicamente por los Apóstoles a sus sucesores, los cristianos deben observar lo que dicen los obispos; deben considerar especialmente la enseñanza de la Iglesia de Roma, preeminente y antiquísima. Esta Iglesia, a causa de su antigüedad, tiene la mayor apostolicidad: de hecho, tiene su origen en las columnas del Colegio apostólico, san Pedro y san Pablo. Todas las Iglesias deben estar en armonía con la Iglesia de Roma, reconociendo en ella la medida de la verdadera tradición apostólica, de la única fe común de la Iglesia.

Con esos argumentos, resumidos aquí de manera muy breve, san Ireneo confuta desde sus fundamentos las pretensiones de los gnósticos, los «intelectuales»: ante todo, no poseen una verdad que sería superior a la de la fe común, pues lo que dicen no es de origen apostólico, se lo han inventado ellos; en segundo lugar, la verdad y la salvación no son privilegio y monopolio de unos pocos, sino que todos las pueden alcanzar a través de la predicación de los sucesores de los Apóstoles y, sobre todo, del Obispo de Roma. En particular, criticando el carácter «secreto» de la tradición gnóstica y constatando sus múltiples conclusiones contradictorias entre sí, san Ireneo se dedica a explicar el concepto genuino de Tradición apostólica, que podemos resumir en tres puntos.

a) La Tradición apostólica es «pública», no privada o secreta. Para san Ireneo no cabe duda de que el contenido de la fe transmitida por la Iglesia es el recibido de los Apóstoles y de Jesús, el Hijo de Dios. No hay otra enseñanza. Por tanto, a quien quiera conocer la verdadera doctrina le basta con conocer «la Tradición que procede de los Apóstoles y la fe anunciada a los hombres»: tradición y fe que «nos han llegado a través de la sucesión de los obispos» (Contra las herejías III, 3, 3-4). De este modo, sucesión de los obispos –principio personal– y Tradición apostólica –principio doctrinal– coinciden.

b) La Tradición apostólica es «única». En efecto, mientras el gnosticismo se subdivide en numerosas sectas, la Tradición de la Iglesia es única en sus contenidos fundamentales que, como hemos visto, san Ireneo llama precisamente regula fidei o veritatis. Por ser única, crea unidad a través de los pueblos, a través de las diversas culturas, a través de pueblos diferentes; es un contenido común como la verdad, a pesar de las diferentes lenguas y culturas.

Hay un párrafo muy hermoso de san Ireneo en el libro Contra las herejías: «Habiendo recibido esta predicación y esta fe [de los Apóstoles], la Iglesia, aunque esparcida por el mundo entero, las conserva con esmero, como habitando en una sola mansión, y cree de manera idéntica, como no teniendo más que una sola alma y un solo corazón; y las predica, las enseña y las transmite con voz unánime, como si no poseyera más que una sola boca. Porque, aunque las lenguas del mundo difieren entre sí, el contenido de la Tradición es único e idéntico. Y ni las Iglesias establecidas en Alemania, ni las que están en España, ni las que están entre los celtas, ni las de Oriente, es decir, de Egipto y Libia, ni las que están fundadas en el centro del mundo, tienen otra fe u otra tradición» (I, 10, 1-2).

En ese momento –es decir, en el año 200–, se ve ya la universalidad de la Iglesia, su catolicidad y la fuerza unificadora de la verdad, que une estas realidades tan diferentes de Alemania, España, Italia, Egipto y Libia, en la verdad común que nos reveló Cristo.

c) Por último, la Tradición apostólica es, como dice él en griego, la lengua en la que escribió su libro, «pneumatiko», es decir, espiritual, guiada por el Espíritu Santo: en griego, espíritu se dice pne²ma. No se trata de una transmisión confiada a la capacidad de hombres más o menos instruidos, sino al Espíritu de Dios, que garantiza la fidelidad de la transmisión de la fe. Esta es la «vida» de la Iglesia; es lo que la mantiene siempre joven, es decir, fecunda con muchos carismas. La Iglesia y el Espíritu, para san Ireneo, son inseparables: «Esta fe», leemos en el tercer libro Contra las herejías, «que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con cuidado, porque sin cesar, bajo la acción del Espíritu de Dios, como un depósito valioso conservado en un vaso excelente, rejuvenece y hace rejuvenecer al vaso mismo que lo contiene. (...) Donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está también la Iglesia y toda gracia» (III, 24, 1).

Como se puede ver, san Ireneo no se limita a definir el concepto de Tradición. Su tradición, la Tradición ininterrumpida, no es tradicionalismo, porque esta Tradición siempre está internamente vivificada por el Espíritu Santo, el cual hace que viva de nuevo, hace que pueda ser interpretada y comprendida en la vitalidad de la Iglesia. Según su enseñanza, la fe de la Iglesia debe ser transmitida de manera que se presente como debe ser, es decir, «pública», «única», «pneumática», «espiritual». A partir de cada una de estas características, se puede llegar a un fecundo discernimiento sobre la auténtica transmisión de la fe en el hoy de la Iglesia.

Más en general, según la doctrina de san Ireneo, la dignidad del hombre, cuerpo y alma, está firmemente fundada en la creación divina, en la imagen de Cristo y en la obra permanente de santificación del Espíritu. Esta doctrina es como un «camino real» para aclarar a todas las personas de buena voluntad el objeto y losconfines del diálogo sobre los valores, y para impulsar continuamente la acción misionera de la Iglesia, la fuerza de la verdad, que es la fuente de todos los auténticos valores del mundo.

 

15 comentarios

Feri del Carpio Marek
Excelente noticia. Será el doctor de la Iglesia más cercano temporalmente a los apóstoles, discípulo de San Policarpo, a su vez discípulo de San Juan.

Los doctores que le siguen temporalmente son San Atanasio, y San Hilario, llamado el "Atanasio de occidente", ambos luchadores contra la herejía arriana. Que añorados tiempos aquellos en que habían obispos que se gastaban y desgastaban por luchar contra las herejías, condenándolas sin tapujos... y en que el Papa estaba de su lado.

Ambos también podrían considerarse doctores de la unidad, por buscar la unidad en la fe de los apóstoles, que es la única verdadera unidad, y también porque debido a los forzados exilios que padecieron, terminaron siendo instrumentos de la Providencia para introducir en occidente la tradición monástica de oriente. San Hilario la conoció durante su destierro en Frigia, trayéndola a Poitiers y transmitiéndola a San Martin de Tours, padre del monacato galo. San Atanasio introdujo la tradición monástica oriental durante su destierro en Roma, donde dejó su famosa obra sobre la Vida de San Antonio Abad, de la cual hará referencia más tarde San Agustín en sus Confesiones.

Lamentablemente no se pueden venerar sus reliquias, pues fueron destruidas y arrojadas al río por los diabólicos herejes hugonotes.
20/01/22 4:19 PM
Isaac
No entiendo.
Si San Ireneo ya es Padre de la Iglesia, para qué hacerlo ahora Doctor ???
No es redundante ???
20/01/22 4:29 PM
Feri del Carpio Marek
Isaac, no entiendo. Casi la mitad de los doctores ya eran Padres de la Iglesia, ¿y recién ahora te haces esa pregunta?

Los Padres no son nombrados por la Iglesia, son designados por el consenso común de la tradición. Los doctores además de ser nombrados oficialmente por la Iglesia, tienen que haber llevado santidad de vida. Aquí te copio las condiciones, sacado de wikipedia:

«La Iglesia católica vincula el título a tres condiciones: la eminens doctrina, es decir, la eminencia doctrinal en materia de teología y culto; la insignis vitae sanctitas, es decir, un elevado grado de santidad, y la Ecclesiae declaratio, es decir, una proclamación formal por parte de la Iglesia, que Benedicto XIV precisó como afirmada por el sumo pontífice o por un Concilio Ecuménico.»

Hay grandes padres de la Iglesia que no serán doctores, porque cometieron algún error doctrinal o no tuvieron elevado grado de santidad, como Orígenes o Tertuliano.
20/01/22 7:06 PM
Néstor
Hay dos conceptos, tengo entendido, de "Padre de la Iglesia": el histórico y el teológico. El segundo es el que exige ortodoxia doctrinal, santidad de vida, y aprobación eclesiástica. Según este concepto de "Padre de la Iglesia", ni Tertuliano ni Orígenes lo son.

Eso plantea la cuestión del "Doctor de la Iglesia", que también debe tener ortodoxia doctrinal, santidad de vida y aprobación eclesiástica. Pero además debe tener "eminens doctrina", eminencia de doctrina.

Hay que notar que hay Doctores de la Iglesia que no son Padres de la Iglesia, como Santa Teresa de Ávila o Santa Teresita de Lisieux.

Los Padres de la Iglesia son ante todo testigos de la Tradición que viene de los Apóstoles. Los Doctores son tales ante todo por la gran utilidad que su doctrina presta a la Iglesia.

Saludos cordiales.
20/01/22 11:00 PM
Ecclesiam
Excelente noticia.

Cabe añadir a lo dicho por Feri del Carpio que, un requisito esencial para que un santo sea proclamador doctor, es que, como mínimo, no contradiga los principios de la filosofía de Santo Tomás de Aquino:

«Pero ahora decimos, además, que no sólo no siguen a Santo Tomás, sino que se apartan totalmente de este Santo Doctor quienes interpretan torcidamente o contradicen los más importantes principios y afirmaciones de su filosofía. Si alguna vez Nos o Nuestros antecesores hemos aprobado con particulares alabanzas la doctrina de un autor o de un Santo, si además hemos aconsejado que se divulgue y se defienda esta doctrina, es porque se ha comprobado que está de acuerdo con los principios de Santo Tomás o que no los contradice en absoluto» (Pío X, Doctoris Angelici).

El Aquinate es el juez de los doctores de la Iglesia, la piedra de toque. Ningún santo puede llegar a ser proclamado doctor si su doctrina contradice la filosofía de Santo Tomás.
21/01/22 12:44 AM
Feri del Carpio Marek
Néstor, ¿podrías citar algún documento eclesiástica donde se apruebe a uno o más padres de la Iglesia? Yo siempre he sabido que aprobación eclesiástica solo se da a doctores de la Iglesia.

Hablando de padres y doctores, y de doctores de la unidad, pienso que al padre que deberían hacer doctor (y de paso canonizar oficialmente) es al gran Juan Casiano, monje grandemente venerado tanto por católicos como ortodoxos, y tal vez el principal responsable de acercar occidente a oriente a través de sus entrañables "Colaciones", una de las más importantes obras de espiritualidad de todo el cristianismo. Sus intstituciones cenobíticas también constituyen una de las obras monásticas más importantes, y fue la principal inspiración para la regla de San Benito.
21/01/22 3:57 AM
Tino Paz.

Ningún santo puede llegar a ser proclamado doctor si su doctrina contradice la filosofía de Santo Tomás.

//////

Oye, tu te has leído a algún doctor de la Iglesia del IX para atrás en Oriente?

Me temo que no, porque todos contradicen a Santo Tomás de Aquino. Por eso, los ortodoxos no lo consideran.

Por cierto, desde cuando los católicos damos por buenas las opiniones de los Papás cuando estás no están en la Sagrada Escritura ni en la Sagrada Tradición?

Porque yo por mucho que leo las Sagradas Escrituras y a los doctores del siglo XII para atrás, por mucho que investigo, Aquino no me aparece por ningún lado.

A lo mejor a Francisco se le fue la olla y al Papa sarto también, pq la autoridad del Papa o un Concilio termina donde termina, y más allá, lo que hay es una opinión.

Leyendo a tomistas va a acabar pareciendo que Santo Tomás sabía más que San Pablo.

La noticia es el 37 Doctor de la Iglesia. Que por supuesto, también contradice a Aquino.
21/01/22 12:13 PM
Néstor
Sobre el concepto de "Padre de la Iglesia" dice la Enciclopedia Católica:

"Los teólogos modernos obtienen el mismo resultado en sus definiciones; por ejemplo, Josef Fessler define lo que constituye a un “Padre”:

Doctrina y conocimientos ortodoxos;
Santidad de vida;
(en los tiempos actuales) cierta antigüedad.

Los criterios por los cuales juzgamos si un escritor es un “Padre” o no lo es, son los siguientes:

Citado por un concilio general, o
En actos públicos de los Papas dirigidos a la Iglesia o concernientes a la fe;
Encomio en el Martirologio Romano como “sanctitate et doctrina insignis”;
Lectura pública en las Iglesias en los primeros siglos;
Citas, con alabanzas, como una autoridad en relación a la fe por alguno de los Padres más famosos.

Aunque pertenecen a la Iglesia, los autores primitivos que no cumplen este estándar son simplemente escritores eclesiásticos ("Patrologia", ed. Jungmann, ch. I, #11)."

El mínimo de "aprobación eclesiástica", entiendo, es que no tenga doctrinas condenadas por la Iglesia, como Orígenes, o que no haya terminado sus días como cismático, como Tertuliano.

Sobre Juan Casiano, entiendo que en su oposición a San Agustín fue precursor del semipelagianismo. Dice la Enciclopedia Católica:

"El error de Casiano fue ver un acto puramente natural, que procede del ejercicio del libre albedrío, como el primer paso para la salvación. Casiano no tomó parte en la controversia sobre sus ens
21/01/22 9:00 PM
Ecclesiam
Como siempre, demostrando la eminencia de la doctrina del Aquinate, no tardan en aparecer sus detractores, cuyos argumentos son más dignos de risa que de réplica.

Si hay algún santo Doctor que se pueda decir que esté de acuerdo con la doctrina de los Padres, ése es sin lugar a dudas santo Tomás, que es como la compilación de todos los padres y doctores que le precedieron.

Por otra parte, lo que allí dice el Papa san Pío X es claro: «se ha comprobado que está de acuerdo con los principios de Santo Tomás o que no los contradice en absoluto»

Dice "principios". Y en los principios de la filosofía del Aquino, todos los doctores están de acuerdo con santo Tomás o no lo contradicen. Que luego lo contradigan en otras cosas es claro, pero no lo contradicen en los principios, en los cuales todos están de acuerdo con él.

Y no, esto no es un tema opinable, por dos razones principales: porque incumbe a la fe de la Iglesia el que un santo sea proclamado doctor, de ahí que en la proclamación el Papa diga "con mi Autoridad Apostólica", y también porque es doctrina reiterada y repetida acerca de la autoridad suprema de santo Tomás, no es la opinión de uno o dos papas, es la proclamación constante de la cátedra de san Pedro sobre un tema para el que fue instituida la cátedra, es decir, la fe. 8 siglos de Magisterio constante y unánime lo demuestra, a pesar del odio a la verdad que desprenden los detractores de santo Tomás (lo cual es una corona más de gloria para t
21/01/22 10:36 PM
Feri del Carpio Marek
En cuanto a que sea un requisito para ser doctor que la doctrina no contradiga a la filosofía de Santo Tomás de Aquino, me parece un requisito redundante, pues si ya está como requisito la eminens doctrina, está claro que no puede contradecir a la filosofía "de santo Tomás", entre comillas, pues obviamente no es suya, sino de toda una larga tradición desde Platón y Aristóteles, después adoptada paulatinamente por los pensadores cristianos.



21/01/22 11:50 PM
Feri del Carpio Marek
Néstor, a lo que me refiero es que no existen documentos magisteriales que establezcan las condiciones precisas para ser Padre de lglesia, como sí la hay para ser Doctor. De igual manera, no existe una lista claramente definida de quiénes son los Padres de la Iglesia, como sí la hay para los 37 doctores. El concepto de Padre es algo más de cierto consenso general, que puede tener sus variantes.

En cuanto al texto que citas sobre Casiano, justo la línea anterior dice:

Los tres puntos de vista opuestos se han resumido de la siguiente manera: San Agustín veía al hombre en su estado natural como muerto, Pelagio como muy sano y Casiano como enfermo.

Ahora, de esas tres posturas, la de Casiano es la que coincide con la Católica, como recoge el Catecismo: «la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia")»
22/01/22 1:51 AM
Ramón montaud
A San Irineo hoy en día tendría algún que otro problema en reconocer su frase que en su día dijo respecto a la Iglesia:
"La predicación de la Iglesia presenta por todas partes una inconmovible solidez, manteniéndose idéntica a sí misma y beneficiándose, como lo hemos manifestado, del testimonio de los profetas, de los apóstoles, y de todos sus discípulos”.
22/01/22 7:28 AM
P. Thomas Hennigan
A Tino Pezĺ: No es cierto que ningún Ortodoxo conoce a Sto. Tomas de Aquíno. De hecho, en un periodo de aceptación de Calvinismo de parte de algunas altas autoridades de Patriarcadk de Constantinopla, algunos de los verdaderos defensores de la Ortodoxia acudieron a la doctrina de Sto. Tomas para rechazar el Calvinismo y defenderla Ortodoxia. Otros en la escuela de Kiev lo conocieron y apreciaron.
22/01/22 10:36 AM
Ecclesiam
Feri del Carpio;

Concuerdo, pero la eminencia de la doctrina no sólo incluye el requisito fundamental de no contradecir los principios de santo Tomás, sino además extraer de esos principios una doctrina luminosa y eminente.

Por otra parte, san Agustín también consideraba a la naturaleza humana como enferma (En todo caso, fue san Pablo quién decía que estábamos muertos [cf. Ef 2, 3-5], pero no en referencia a la naturaleza, sino al justo castigo por el pecado original). Cito a san Agustín de Hipona:

«Pues la naturaleza del hombre en su principio fue creada inocente y sin vicio ninguno; pero en su estado actual, ella, derivada por nacimiento de Adán, reclama un médico por no hallarse sana. Todos los bienes que posee en su constitución, la vida, los sentidos, la inteligencia, los ha recibido del soberano Creador y Artífice. Mas el vicio, que obscurece y debilita tales bienes naturales, de tal modo que necesita la iluminación y el remedio, no es obra de su inculpable Creador, sino consecuencia del pecado original, que fue cometido por el libre albedrío» (De la naturaleza y la gracia, I, 3).
22/01/22 4:15 PM
Feri del Carpio Marek
Con respecto a Santo Tomás, debemos mantener la prudencia de lo que dice en la cita que traes de San Pío X, dando la alternativa de que no contradiga a los principios de Santo Tomás.

La postura de San Agustín es la correcta con respecto a la gracia, y me parece que esa enciclopedia católica no representa bien las posturas.

Lo cierto es que la cooperación entre la gracia y la voluntad es un gran misterio, y en la época de San Juan Casiano no estaba todavía definida por el Magisterio, el Concilio de Orange vendrá un siglo después. Por eso no se puede decir que fue hereje, como tampoco Santo Tomás de Aquino fue hereje por negar la Inmaculada Concepción.

Ese error semipelagiano, que se encuentra en un capítulo de la decimotercera colación de Casiano, no le quita valor en nada a todo el tesoro que está en el resto de la obra de Casiano, de hecho es uno de los más influyentes en la espiritualidad de la Iglesia. Tampoco tendría por qué ser un impedimento para que los declaren doctor de la Iglesia. Me parece los doctores de la Iglesia cometieron errores doctrinales en sus obras, inclusive Santo Tomás de Aquino. Por cierto, creo que los ortodoxos afirman que el único doctor que no cometió ningún error doctrinal es San Gregorio Nacianceno... no lo sé.
23/01/22 2:19 AM

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