(RNW/InfoCatólica) El médico Jorge Peláez, vicepresidente de la no gubernamental Sociedad Cubana de Obstetricia y Ginecología argumenta que el 76 por ciento de las adolescentes embarazadas opten por el aborto «es un problema de salud pública». «Aparentemente (el aborto) evita un problema, pero crea muchos otros. Nunca va a ser la solución al embarazo en la adolescencia», dice Peláez. El «problema» es el embarazo precoz en alza en esta isla caribeña. En 2006, de cada 1.000 jóvenes de 15 a 19 años, 45 dieron a luz. En 2012, esa relación había saltado a casi 54 por cada 1.000. En esto Cuba no se diferencia de la región, donde la tasa promedio es de 80 por cada 1.000.
«Tuve un descuido con las pastillas (anticonceptivas). Cuando lo consulté con mi mamá, decidimos que lo mejor era tenerlo, aunque otras personas recomendaron el aborto», dice la joven Daniela Izquierdo, que tuvo un hijo a los 16 años y acaba de reincorporarse a clases en la enseñanza media. La paradoja es que, en este país de muy baja natalidad, las adolescentes aportan el 16 por ciento de la fecundidad total.
Cuba despenalizó el aborto en 1979, aunque desde 1961 ya se realizaba en instituciones médicas por decisión del Ministerio de Salud. Cualquier mujer puede acceder hoy a ese servicio sin costo en hospitales y clínicas. El personal de salud valora en cada caso si se puede realizar la intervención. Las menores de hasta 16 años deben contar con el consentimiento de sus padres o tutores y reciben una atención especial. Con el paso del tiempo, se hizo tendencia abortar como forma de controlar la fecundidad personal. «Es un problema reconocido por las autoridades y extremadamente complejo de resolver», apunta Peláez.
En julio, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de la Organización de las Naciones Unidas observó a Cuba «por la alta tasa de abortos, en especial entre niñas de hasta 12 años de edad» y la instó a «incrementar el acceso así como el uso de métodos anticonceptivos efectivos y de alta calidad para reducir la práctica del aborto como forma de planificación familiar».
Un estudio de este año entre 22 adolescentes encintas del municipio capitalino Diez de Octubre, efectuado por la Universidad de La Habana, halló que ocho habían tenido entre uno y dos abortos anteriores. Otra investigación, también de 2013 y en el municipio habanero de Playa, encontró el mismo antecedente en nueve de las 24 jóvenes analizadas.
Es la adolescente y su familia, sobre todo la madre, quienes enfrentan el problema y tienen la última palabra sobre continuar o interrumpir un embarazo no deseado. El papel de la pareja sexual es soslayado. Los varones, a su vez, no perciben que importe su participación en las decisiones y tampoco se sienten responsables del aborto de su pareja.
Las muchachas, a su vez, se preocupan más por la connotación social y menos por las secuelas de salud que puedan sufrir. Peláez, especializado en ginecología de niñas y adolescentes, insiste en visualizar el aborto como un asunto tan grave como la maternidad en la adolescencia. «Hay que lograr maneras más efectivas de concienciar a las familias, docentes y jóvenes sobre los riesgos», que son altos aunque «se haga por especialistas y en condiciones seguras». Por ejemplo, «provoca infertilidad, entre otros daños», enfatiza.