(Pablo J. Ginés/Zenit/La Razón) La instrucción ha sido aprobada expresamente por Benedicto XVI, por lo que goza de la autoridad propia del magisterio ordinario del Papa y se pide a los católicos que acojan estas enseñanzas «con asentimiento religioso». Toda la instrucción se basa en dos principios: que «el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción» y que el contexto en que debería ser concebido cada individuo de nuestra especie es «en el matrimonio y la familia» y «por medio de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer».
-Fertilidad asistida
La Iglesia admite tratamientos y ayudas hormonales o quirúrgicas a la fertilidad, pero se opone a la fecundación «in vitro» que produce a un ser humano, en vez de engendrarlo sexualmente. Además, esta técnica sacrifica hasta un 80 por ciento de los embriones implicados.
-Congelar embriones
No es justo tener a un ser humano congelado y almacenado como si fuese una cosa o posesión, tampoco en su fase de embrión. Además, tienden a acumularse y no hay una salida ética para ellos.
-Reducción embrionaria
Consiste en eliminar embriones «no deseados» y dejar vivir a otros considerados «óptimos», por ejemplo, para producir un «bebé medicamento». Es aborto y eugenesia y, por lo tanto, inmoral.
-Clonación
Implica fabricar seres humanos de forma no sexual. Es ilícito, y aún más si se fabrican para experimentar con ellos destruyéndolos.
-Células madre de embrión
Son ilícitas porque se obtienen destruyendo seres humanos en fase embrionaria. Las células madre de origen adulto son aceptables.
-Híbridos humano-animal
Los experimentos que introducen el núcleo genético humano en óvulos de vaca u otros animales ofenden a la dignidad humana. Producir híbridos, usarlos y destruirlos es injusto.
-Vacunas de origen injusto
Se considera ilícito usar vacunas y medicinas obtenidas de la destrucción deliberada de seres humanos. Debe pedirse a la ciencia una alternativa ética.