Monseñor Uriarte ya ha presentado su renuncia por edad

Cambio de ciclo en la Iglesia vasca

El obispo de San Sebastián presenta su renuncia ante la Santa Sede. Con él desaparece el modelo de obispo vinculado al nacionalismo que alcanzó su auge con monseñor Jose María Setién. Uriarte, consciente de que con él desaparece el último de los obispos vascos cercanos al nacionalismo, ha intentado imitar las condiciones en las que él llegó a la sede guipuzcoana en el año 2000. Entonces Setién se retiró antes de tiempo a cambio de influir en el nombre de su sucesor. No cabe esperar que Uriarte logre lo mismo.

(José R. Navarro/La Razón) «El señor obispo no ha podido venir porque está muy cansado y, además, tiene que preparar su carta de renuncia ante el Papa». En los últimos días, este comentario se ha podido escuchar en varios actos de la diócesis de San Sebastián, donde su obispo, Juan María Uriarte, cumplió 75 años el pasado sábado 7 de junio, y, por obligación del Derecho Canónico, presentó su renuncia ante Benedicto XVI. Es evidente que preparar una carta no requiere un trabajo de meses, pero sí que es cierto que monseñor Uriarte lleva un tiempo intentando preparar no su renuncia, sino su sucesión.

Uriarte, consciente de que con él desaparece el último de los obispos vascos cercanos al nacionalismo, ha intentado imitar las condiciones en las que él llegó a la sede guipuzcoana en el año 2000. Pero, entonces, el controvertido Setién ofrecía su renuncia –tres años antes de cumplir los 75– a cambio de influir sobre el nombre de su sucesor, mientras que, ahora, Uriarte es fruta madura y es la obligación del Derecho Canónico la que le retira.

Preparar la sucesión

Así, ha visto cómo, a pesar de sus constantes viajes a Roma, se frustraban todos sus intentos de dejar en San Sebastián a un obispo de su confianza. Primero, cuando el entonces obispo de Santander, José Vilaplana, al que Uriarte había invitado a dirigir los ejercicios espirituales del clero donostiarra, era nombrado obispo de Huelva y, más tarde, cuando de los nombres de sus dos vicarios generales no gozaron del respaldo vaticano. En San Sebastián parecen ahora conformarse con que sea el actual obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi, quien sustituya finalmente a Uriarte.

Pero la llegada de este salesiano, nacido en Pamplona en 1940, es vista como un mal menor. Asurmendi ha secundado a Uriarte en momentos conflictivos, como la pastoral de los obispos vascos contra la ley de partidos que ilegalizaba a Batasuna, pero no se ha significado nunca por sus posiciones cercanas al nacionalismo. La escasa relevancia pastoral que ha demostrado en Vitoria garantizaría un relevo sin sobresaltos, y unos años de transición en los que los planteamientos que Uriarte heredó de Setién apenas fueran removidos. Pero el sector más nacionalista del clero es consciente de que ya es muy difícil que uno de ellos alcance el Episcopado. De esta forma, con Uriarte se cierra una etapa en la que la connivencia entre Iglesia y nacionalismo tenía la bendición o, cuanto menos, era tolerada por la jerarquía.

Un modelo de Iglesia que no sólo se agota en el episcopado, sino que en el clero, aunque menos con menos relevancia pública, también lleva camino de su extinción. La media de edad de los sacerdotes de las tres diócesis vascas es una de las más elevada de España. En Bilbao, donde la mayor parte de su clero ya cobra su pensión de jubilación, la media de edad es de 60 años. En San Sebastián es de 55 y en Vitoria de 54. No es de extrañar que el número de fallecimientos sea también de los más altos del país.

Secularizaciones

A ello hay que sumar las secularizaciones, que en los últimos años han sido mas numerosas de lo habitual en San Sebastián (6) y Vitoria (4). Por contra, las ordenaciones son cada vez más escasas (en 2007 no se ordenó ningún sacerdote en las tres diócesis).

De no cambiar la actual progresión, en menos de dos décadas, las diócesis vascas tendrán menos de la mitad de los actuales sacerdotes. Y los datos no parecen apuntar ese cambio, ya que ahora sólo hay cinco seminaristas en Bilbao, uno en Vitoria, y ninguno en San Sebastián (aunque la diócesis, a efectos estadísticos, compute a los jovenes vinculados a la pastoral vocacional). Otra particularidad es que cada vez es más habitual que los jóvenes vascos con vocación acaben en seminarios de fuera del País Vasco, como en su día hicieron los obispos Iceta y Munilla.

Además de escasos, los nuevos sacerdotes poco tienen que ver con el clero nacionalista. Tradicionalmente en el clero vasco ha habido tres grupos de sacerdotes. Dos minoritarios; pero muy significados públicamente: los más nacionalistas y los absolutamente contrarios al terrorismo etarra; y uno mayoritario que ha intentado convivir con el problema y centrarse en su labor pastoral, sin tomar una posición pública significada por ninguna de las dos anteriores posturas. Entre sus parroquianos tienen tanto a las víctimas, como a los familiares de los terroristas. Y tratan de trabajar pastoralmente con todos. Este grupo es que el que están engrosando las nuevas incorporaciones.

Parece casi obligado que con esta realidad la Iglesia vasca encare un futuro lleno de cambios, un nuevo ciclo que comenzará cuando el Papa acepte la renuncia de Juan María Uriarte.

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