León XIV: «aspiren a cosas grandes, a la santidad, no se conformen con menos»
Papa León XIV, misa Tor Vergata del 3 de agosto | © VaticanMedia

Jubileo de los jóvenes

León XIV: «aspiren a cosas grandes, a la santidad, no se conformen con menos»

Cerca de un millón de jóvenes regresan hoy del Jubileo. Ayer en la homilía de la Santa Misa en la explanada de Tor Vergata, el Santo Padre advirtió que la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, sino de lo que acogemos y compartimos con alegría.

(VaticanNews/InfoCatólica) León XIV ante una explanada vibrante de jóvenes recordó que la fragilidad no es un «tabú» que se debe evitar, sino parte de nosotros que no hemos sido hechos para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. En su homilía de la Santa Misa de clausura del Jubileo de los Jóvenes, el Papa aseguró que el verdadero sabor de la vida no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, sino de lo que se acoge y se comparte con alegría, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.

Una multitud de personas, cerca2 de un millón, unos 7 mil sacerdotes, más de 450 obispos, provenientes de todo el mundo, pertenecientes a diversas culturas, participaron, hoy, en la celebración eucarística presidida por el Santo Padre, en Tor Vergata, con la que se cierra una semana de encuentros, cantos, reconciliación y oración.

«¡Buon giorno a tutti! ¡Buona Domenica! ¡Good morning! ¡Buenos días! ¡Bonjour, Guten Morgen!» Este fue el saludo del Papa León sobre el palco y desde allí invocó la bendición de Dios sobre todos y expresó su deseo de que «la gran celebración en la que Cristo nos ha dejado su presencia en la Eucaristía» sea «una ocasión verdaderamente memorable para cada uno de nosotros».

«Cuando estamos juntos como Iglesia de Cristo, seguimos, caminamos juntos, vivimos a Jesucristo»

La vida no es lo que poseemos

Días «memorables» en los que, como dijo el Papa, los jóvenes han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena. Días en los que las inquietudes que llevan a muchos jóvenes a preguntarse «¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?», han tenido una respuesta: «la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos» sino de lo que «sabemos acoger y compartir con alegría».

«Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales», para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros ‘sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia», de perdón y de paz, como los de Cristo»

La esperanza no quedará defraudada

León XIV aseguró que solo en Dios, comprendemos cada vez mejor lo que significa que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado».

«Queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús», afirmó el Pontífice, al invitar a todos a mantenerse unidos a Él, a permanecer en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente y la caridad generosa, poniendo como ejemplo a los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que pronto serán proclamados santos.

«Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor».

Cristo cambia nuestra existencia

«Es el encuentro con Cristo Resucitado lo que cambia nuestra existencia, lo que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos», explicó el Papa, al inicio de su homilía, tomando como referencia el Libro de Qoelet, que advierte que «todo es vanidad» y que cada hombre deberá dejar lo que ha acumulado, para recordar la «finitud de las cosas que pasan».

Seguidamente, el Santo Padre recordó que el Salmo 90 también «nos propone la imagen de la hierba que brota; por la mañana florece» y luego «por la tarde, es segada y se seca». Son dos referencias fuertes, «quizá un poco impactantes»- aseguró León XIV-, pero que no deben asustarnos, «como si fueran argumentos ‘tabú’, que se deben evitar, pues «la fragilidad de la que hablan, en efecto, forma parte de la maravilla que somos». De hecho, advierte el Pontífice, la naturaleza se regenera constantemente, de sus debilidades, sequías donde los tallos delgados se rompen y secan, inviernos vulnerables en los que todo parece muerto, para luego en primavera renacer «en mil colores».

También nosotros, queridos amigos, somos así; hemos sido hechos para esto. No para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un «más» que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar. No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla.

Abrir el alma a Dios

Escuchar es para el Papa abrirnos «a la ventana del encuentro con Dios», que «nos espera», que «llama amablemente a la puerta de nuestra alma» y «abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia los espacios eternos del infinito». Y recordando a San Agustín quien decía que «el objeto de nuestra esperanza no es la tierra, ni algo que proviene de ella como el oro, la plata, la cosecha, el agua, sino que hay que buscar a quien las ha hecho, «porque Él es tu esperanza», el Papa afirmó que «la respuesta está en Cristo», como decía su predecesor San Juan Pablo II, en la vigilia de oración de la XV Jornada Mundial de la Juventud del año 2000, porque suscita el deseo de hacer de la propia vida algo grande, para mejorar a uno mismo y a la sociedad, haciéndola más humana y más fraterna».

El Papa León encoméndo a María, la Virgen de la esperanza a los miles de jóvenes presentes en Tor Vergata, para que, con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. «¡Buen camino!»- concluyó el Papa.


Jubileo de los jóvenes

Santa misa

Homilía del santo padre León XIV

Tor Vergata
Décimo octavo domingo del tiempo ordinario, 3 de agosto de 2025

Primeras palabras antes de la celebración:

Buenos días y feliz domingo:

Espero que todos hayan descansado un poco. En breve comenzaremos la mayor celebración que Cristo nos dejó, su presencia misma en la eucaristía. Que Dios los bendiga a todos. Y que esta sea una ocasión verdaderamente memorable para todos y cada uno de nosotros cuando, juntos, como Iglesia de Cristo, lo seguimos, caminamos juntos y vivimos con Jesucristo.

Queridos jóvenes:

Después de la vigilia que vivimos juntos ayer por la tarde, volvemos a encontrarnos hoy para celebrar la eucaristía, sacramento del don total de sí que el Señor ha hecho por nosotros. Podemos imaginar que recorremos, en esta experiencia, el camino realizado la tarde de Pascua por los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35). Primero se alejaban de Jerusalén atemorizados y desilusionados; se iban convencidos de que, después de la muerte de Jesús, ya no había nada más que hacer, nada que esperar. Y, en cambio, se encontraron precisamente con él, lo acogieron como compañero de viaje, lo escucharon mientras les explicaba las Escrituras, y finalmente lo reconocieron al partir el pan. Entonces, sus ojos se abrieron y el gozoso anuncio de la Pascua encontró lugar en sus corazones.

La liturgia de hoy no nos habla directamente de este episodio, pero nos ayuda a reflexionar sobre aquello que allí se narra: el encuentro con el Cristo resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos.

La primera lectura, del libro de Qohélet, nos invita a tomar contacto, como los dos discípulos de los que hemos hablado, con la experiencia de nuestros límites, de la finitud de las cosas que pasan (cf. Qo 1,2; 2,21-23); y el salmo responsorial, que le hace eco, nos propone la imagen de «la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita» (Sal 90,5-6). Son dos referencias fuertes, quizá un poco impactantes, pero que no deben asustarnos, como si fueran argumentos tabú que se deben evitar. La fragilidad de la que hablan, en efecto, forma parte de la maravilla que somos. Pensemos en el símbolo de la hierba: ¿no es hermosísimo un prado florecido? Ciertamente, es delicado, hecho con tallos delgados, vulnerables, propensos a secarse, doblarse, quebrarse; pero, al mismo tiempo, son reemplazados rápidamente por otros que florecen después de ellos; y los primeros se vuelven generosamente para estos alimento y abono, al consumirse en el terreno. Así vive el campo, renovándose continuamente, e incluso durante los meses fríos del invierno, cuando todo parece callar, su energía vibra bajo tierra y se prepara para explotar en miles de colores durante la primavera.

También nosotros, queridos amigos, somos así; hemos sido hechos para esto. No para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar. No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios. Nos encontraremos ante él, que nos espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma (cf. Ap 3,20). Y es hermoso, también con veinte años, abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con él hacia espacios eternos del infinito.

San Agustín, hablando de su intensa búsqueda de Dios, se preguntaba: «¿Qué es, entonces, esa cosa tan esperada […]? ¿La tierra? No. ¿Algo que se origina en la tierra, como el oro, la plata, el árbol, la mies, el agua? […] Todas estas cosas causan deleite, son hermosas, son buenas» (Sermón 313/F, 3). Y concluía: «Busca a quien las hizo: él es tu esperanza» (ibíd.). Pensando, luego, en el camino que había recorrido, rezaba diciendo: «Y he aquí que tú, Señor, estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando […]. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz» (Confesiones, 10, 27).

Hermanas y hermanos, son palabras muy hermosas, que nos recuerdan lo que decía el papa Francisco en Lisboa, durante la Jornada Mundial de la Juventud, a otros jóvenes como ustedes: «Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen […] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá […], a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro […]. No estamos enfermos, estamos vivos» (Discurso en el encuentro con los jóvenes universitarios, 3 agosto 2023).

Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?

Durante los días pasados ustedes han tenido muchas experiencias hermosas. Se han encontrado entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a culturas distintas. Han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, han dialogado con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Después, en el Circo Máximo, acercándose al sacramento de la penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena.

De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio (cf. Lc 12,13-21); más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría (cf. Mt 10,8-10; Jn 6,1-13). Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las cosas celestiales (Col 3,2), para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, solo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia (cf. Col 3,12), de perdón (cf. ibíd., v. 13) y de paz (cf. Jn 14,27), como los de Cristo (cf. Flp 2,5). Y en este horizonte comprenderemos cada vez mejor lo que significa que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).

Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, […] para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna» (XV Jornada Mundial de la Juventud, Vigilia de oración, 19 agosto 2000). Mantengámonos unidos a él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor.

Los encomiendo a María, la Virgen de la esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!

9 comentarios

Rosita
Qué bonito! Me recuerda a Juan Pablo II ♥️
4/08/25 2:25 PM
José Ramón
Mientras tanto, en Alemania, el obispo Georg Bätzing, presidente de la Conferencia Episcopal, apoyó la ley alemana del aborto para defender a una candidata al Tribunal Constitucional que fue rechazada, en particular por su apoyo radical al aborto.
Es que sólo saben excomulgar a monjas desnortadas. Dónde está León XIV?
4/08/25 3:52 PM
José Ramón
Sería de agradecer un pronunciamiento de León XIV sobre la postura de la jerarquía alemana en cuestiones como el aborto.
El cardenal Marx afirmó que la ley que permite el aborto hasta las 12 semanas "contribuyó a la paz" en Alemania
El cardenal Reinhard Marx dijo que el régimen de aborto de Alemania, que resulta en alrededor de 100.000 niños no nacidos asesinados cada año, respeta "la difícil situación de la mujer", convirtiéndolo en el último obispo alemán en elogiar la ley pro-aborto del país.
No hay ninguna reprobación?
4/08/25 3:57 PM
Ángel Manuel González Fernández
Creo, no sé, creo que cada vez más esto se parece a la última oportunidad de Dios a la Iglesia y al Mundo.
Dice el Señor que "no sabemos ni el día ni la hora".del Fin del Mundo, y del fin de los descendientes de Pedro, el Fin de la Iglesia, tampoco sabemos nada.
Así pués, no se sabe ni la hora, ni el día, ni la semana, ni el mes, pero el número perfecto es el 8 y el 888 es el número de Jesús: y ese 888 señala al año 2.031.
(La hoja de reclamaciones por numerorogía y profetismo de calamidades solo estará disponible para el año 2.032).
4/08/25 6:43 PM
Francisco Javier
Creo que el cáncer alemán creció tanto desde el 2013 que hoy se necesita mucha valentía y poder para extirparlo.
4/08/25 8:08 PM
anawim
Las ex-monjas de Belorado pidieron ellas la excomunión.

Respecto a algunos obispos de la Iglesia de Alemania, el Papa sabe lo que tiene que hacer, no hace falta que le demos consejos ¿no?
El Santo Padre León XIV, ya nos ha dicho cómo es ¿qué más queremos?
En la Iglesia cada uno tenemos nuestra misión, si nos ocupamos de hacer lo que tenemos que hacer bien mejor, y si nos desocupamos del trabajo que tiene que hacer el Papa mejor que mejor. La Iglesia ya tiene muchos problemas en el mundo, no seamos nosotros también un problema para la Iglesia.
4/08/25 8:26 PM
Angeles Wernicke
Agradezco a Dios por el Papa Leon XIV, porque habla de Jesucristo, adora a Jesucristo en el Santísimo Sacramento, y todo su comportamiento desde el momento en que fue elegido es comparable a Bendicto y a Juan Pablo II... Dios lo bendiga, lo ilumine y lo ayude!
5/08/25 12:13 AM
José Ramón
Respecto a opinar en cuestiones de fé, sólo un récordatorio.
Canon 212, del C. De Derecho Canónico:
Derecho de los fieles a expresar su opinión.
212§2: Tienen derecho a manifestar a los pastores sus necesidades y deseos, especialmente espirituales.
213- §3: Tienen el derecho —y a veces el deber— de expresar su opinión sobre asuntos que afectan al bien de la Iglesia, según su conocimiento, competencia y prestigio, siempre con respeto a la fe, las costumbres, y a los pastores, y teniendo en cuenta el bien común y la dignidad de las personas.
6/08/25 5:27 PM
José Ramón
Respecto a los cardenales alemanes que defienden el aborto.

Según Santo Tomás de Aquino, en la Suma Teológica (II-II, q.33, a.7), cuando el pecado es público y causa escándalo, la corrección debe ser pública para evitar que otros se vean confundidos o arrastrados por el error:

> “A los que pecan públicamente, repréndelos delante de todos, para que los demás tengan temor” (1 Tim 5,20).

Esto se aplica especialmente a:
- Pastores que enseñan públicamente algo contrario a la fe.
- Figuras eclesiásticas que elogian leyes o prácticas gravemente inmorales.

🧭 ¿Qué implica esto para el Papa León XIV?

Como Pastor Supremo de la Iglesia:
- Tiene la responsabilidad de corregir públicamente a un cardenal si sus declaraciones públicas contradicen la doctrina.
- El silencio o la corrección solo privada no basta si el escándalo ya ha alcanzado al pueblo de Dios.

Como recuerda el ejemplo bíblico de San Pablo corrigiendo a San Pedro en Antioquía (Gálatas 2,11–14), la corrección pública entre pastores es parte del deber apostólico cuando está en juego la verdad del Evangelio.
6/08/25 5:30 PM

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