(Fides/InfoCatólica) La fuerza evangelizadora de los niños, tantas veces destacada por San Juan Pablo II, se hace realidad en el corazón de Tailandia gracias a la Infancia y Adolescencia Misionera (IAM). Desde la diócesis de Chiang Rai, la hermana Elizabete Ferreira de Souza, misionera javeriana brasileña con 15 años de misión en el país, confirma: «Es verdad lo que San Juan Pablo II afirmó en varias ocasiones, especialmente en el 150° aniversario de la fundación de la Obra Pontificia de la Santa Infancia: la cooperación de los niños en la evangelización es insustituible para el mundo».
Comprometida desde hace 13 años en esta labor, la hermana Elizabete se maravilla de cómo, en un país donde el budismo es mayoritario, los niños se convierten en verdaderos misioneros a través de la IAM. La Obra, presente en Tailandia desde 1990, se ha desarrollado principalmente en colegios católicos —en Bangkok está activa en 35 instituciones— y también ha echado raíces en varias parroquias locales, como en Tharai y Chiang Rai.
A pesar de los desafíos lingüísticos y culturales, la IAM ha logrado integrar a numerosos niños budistas, quienes participan con entusiasmo en las actividades. «Aquí el Espíritu Santo sopla donde quiere; lo que hago en Tailandia es un don de Dios. Trato de no perturbar la obra del Señor, porque Él quiere ser conocido y reconocido. Lo vemos con nuestros propios ojos: estos niños no solo evangelizan a otros niños, también me evangelizan a mí», afirma la misionera.
La acción evangelizadora se centra en tres pilares: la apertura al otro, la fraternidad y el conocimiento de Jesús. Las misioneras javerianas, presentes en el país desde el año 2000, son actualmente siete y se encuentran en Bangkok y en la provincia de Nan, en el norte montañoso, donde viven apenas unos 500 cristianos en medio de grupos étnicos diversos como los mon, los lao y varias tribus minoritarias.
«El 99% de los niños que participan en nuestras actividades no provienen de familias cristianas. Muchos son budistas o practican religiones tradicionales profundamente arraigadas, pero esto no impide que quieran conocer a Jesús. Para mí, eso es casi un milagro», afirma la hermana Elizabete. «A los niños cristianos los llamamos 'discípulos' de Jesús; a los budistas, 'amigos' de Jesús. Y Jesús está feliz de tener amigos tan inteligentes y entusiastas».
Cada semana, las actividades de la IAM combinan dinámicas de juego y música con momentos de catequesis, relatada a través de parábolas para hacerlo accesible a todos los niños. Una de las iniciativas más queridas es la visita a los enfermos, una acción que desafía profundamente los prejuicios culturales que vinculan la enfermedad con el castigo.
Además, temas como la paz y el cuidado del medio ambiente son abordados en talleres inspirados en la encíclica Laudato si’, buscando que los niños amplíen su mirada y se comprometan con la creación.
La misión de la hermana Elizabete no se detiene en los niños. La presencia de la IAM se extiende a las familias: «Trabajamos con las familias. En ellas están los abuelos, los pequeños, quienes tienen problemas sociales... tratamos de abrazar a todos», explica. Su método consiste en un acercamiento progresivo: «Cuando un niño asiste regularmente a nuestras actividades, visitamos a su familia, nos presentamos. Al principio son reservados, pero con el tiempo comienzan a confiar. Hoy, los padres nos confían a sus hijos incluso para pasar una semana en un campamento de verano. Es así, poco a poco, como entramos en sus vidas», concluye.