Nota interna sobre «Las seis puertas del enemigo»
Sobre el libro «Las seis puertas del enemigo. Experiencia de un exorcista» (Luzón Peña, Javier, Ed. ALTOLACRUZ, 2017).
«Las seis puertas del enemigo. Experiencia de un exorcista», escrito por el sacerdote español Javier Luzón Peña, está planteado, según el autor, «en forma de manual... [analizando] de forma ordenada y orgánica, desde la doctrina de la Iglesia, los múltiples fenómenos que suelen presentarse en la práctica del ministerio exorcístico» (p. 18).
El libro está divido en tres partes, con una bibliografía final. La primera parte trata las cuestiones más comunes en relación al ministerio del exorcismo, la segunda explica «las 6 puertas que emplean los inmundos para atacar a los humanos» y, por último, aspectos prácticos para ejercer este ministerio.
Lo que da nombre al título es la conclusión a la que ha llegado el autor: «los demonios emplean seis puertas para atacar a las personas: el pecado, el ocultismo, el rencor, los maleficios, las heridas de seno materno y las ataduras ancestrales».
Si bien en el libro hay doctrina común eclesial y en la bibliografía se citan algunos documentos del Magisterio, en muchos lugares es más bien la opinión del autor, basada en «su experiencia», la que determina de forma transversal sus afirmaciones.
Durante la lectura del libro surgen preguntas: ¿cuál es el fundamento en la Revelación o en el Magisterio de lo que dice?; ¿puede su «experiencia» personal ser el argumento de autoridad?; ¿por qué no recomienda las oraciones que el Ritual indica a los fieles en su apéndice II?
Ante la gran difusión de este libro, y con respeto a la persona del autor, se elabora esta Nota para uso privado e interno de los miembros de la Asociación Internacional de Exorcistas, centrada en examinar algunas doctrinas y prácticas que el autor propone:
- Comunicación entre vivos y difuntos de índole preternatural.
- Ataduras ancestrales y sanación intergeneracional.
- Clasificación de los demonios y su acción.
- Las seis puertas de los demonios.
- Ritos y oraciones.
Después de analizar su contenido, concluimos que este libro:
- no es aconsejable para quienes buscan una formación adecuada, con principios bien fundados y orientaciones seguras de comportamiento según las enseñanzas de la Iglesia católica, sobre la acción del demonio y la liberación de su acción extraordinaria; y
- no se recomienda como «manual» ni como texto de referencia para los sacerdotes que han recibido la licencia para ejercer el ministerio del exorcismo ni, tampoco, como guía para quienes sufren la acción extraordinaria del maligno.
1. Comunicación entre vivos y difuntos de índole preternatural
Una de las ideas transversales y fundantes que recorre todo el libro es, según el autor, que hay una «comunicación entre vivos y difuntos de índole preternatural».
Citando el Ritual de exorcismos, afirma que los «fantasmas» son seres que han muerto, que no han aceptado su muerte y siguen vinculados al mundo de los vivos. Por esa conexión que establecen los «espíritus de muerte» se produce la mediumnidad (pág. 83), es decir una conexión por la que estos seres perturban a veces, se aparecen, afectan a los lugares, etc. Esas almas serían:
- Bebés abortados que no pueden ir al cielo porque tienen rencor y han de pedir perdón a quienes los han abortado:1
Narrando un caso, dice que una mujer poseída «percibía presencias de almas perdidas, que resultaban ser bebés abortados. Al cabo de un tiempo, en una oración se hizo presente santa Teresa de Calcuta, quien reveló a esta persona, que soñaba con frecuencia con campos de bebés abortados, que había recibido la gracia de liberar a miles de niños abortados que estaban retenidos y que ya habían entrado en el cielo; y que ahora se le daba la posibilidad de escoger entre liberarse ella inmediatamente o de esperar todavía un breve espacio de tiempo para que se liberaran aún más niños» (pág. 54).
- Almas del purgatorio que, al no aceptar su situación, dan a los demonios la posibilidad de dañar a los vivos, o quedan adheridas a lugares u otras experiencias que el autor dice haber tenido:2
«Al poco de comenzar nuestras oraciones, a esta chica, que cada día detestaba más a la mujer de su hermano, le descubrieron un cáncer que le causó la muerte al cabo de dos meses. Y, durante un tiempo, rara vez era la sesión de exorcismo en que no se manifestara la furia de la difunta como forma patológica de mendigar el perdón» (pág. 128).
- Almas condenadas en el infierno usadas por los demonios:3
«...ancestros condenados que no quieren perder su poder de seguir haciendo daño a sus descendientes, con esa rabia del que estando mal sólo se consuela con el dolor de los demás» (pág. 151).
Partiendo de esa supuesta comunicación preternatural de las almas difuntas que el autor narra, el libro relata experiencias de supuestas almas del purgatorio o condenadas que se manifiestan a través de las personas poseídas. Pero no sólo se lee que son almas difuntas, sino que incluso describe que la Virgen María, San José, San Miguel y otros santos se muestran a través de un poseído en trance (cf. págs. 54 y 171, nota 53)4.
Todo lo expuesto por el autor sobre este argumento no es doctrina ni praxis católica:
- «La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10)» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1021).
- «Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedieto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedieto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306)» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1022).
- Según la fe de la Iglesia católica, como recuerda la «Nota doctrinal sobre la práctica de la “sanación intergeneracional”, 遵 de la Conferencia Episcopal Española, «no hay una biografía postmortal, modificando la personalidad o añadiendo acontecimientos sustanciales a una biografía ya terminada durante la vida terrena».5
- Santo Tomás de Aquino enseña: «Como dice Agustín en X De Civ. Dei y el Crisóstomo en Super Math., con frecuencia los demonios fingen ser las almas de los muertos [frequenter Daemones simulant se esse animas mortuorum], para afianzar en su error a los gentiles que creen tales cosas. Y así, en este caso es creíble que Simón Mago estaba poseído por algún demonio que fingía ser el alma del niño que él había matado» (ST I, q. 117, a. 4, ad 2).
- detalle de la nota al pie>Las «Líneas guía para el ministerio del exorcismo a la luz del ritual vigente»6 (núm. 210) señala a los exorcistas que el vocablo «preternatural» se ha de aplicar «únicamente al mundo demoníaco, puesto que la acción de los espíritus beatíficos (jerarquías angélicas), después de su elevación a la gloria, tiene que ser siempre calificada como una acción sobrenatural. Lo mismo se aplica a las almas de los hombres que gozan de la visión de Dios en el Paraíso, y a aquellas almas del Purgatorio, en las que la voluntad de Dios ya se cumple perfectamente».
2. Ataduras ancestrales y sanación intergeneracional
En relación a lo anterior, otra doctrina que recorre el libro son las «ataduras ancestrales». Basándose en su experiencia y en el hecho de que, en su opinión, la acción «carismática» en la Iglesia complementa a la jerárquica7, el autor afirma que, ante las consecuencias del pecado, herencias y ataduras ancestrales que se repercuten en los descendientes, es necesario realizar una liberación, la cual se logra con la oración de intercesión para la curación, o bien mediante el exorcismo8 realizado sobre los difuntos o la oración hecha por ellos.
Para ello, indica la oración de sanación de ataduras ancestrales y describe cómo realizarla, con toda una ritualidad pormenorizada por días (cf. págs. 214-216),9 y también, una oración de sanación intergeneracional10 donde incluso ruega para que «las aguas de mi Bautismo fluyan a través de todas las generaciones pasadas» (pág. 220).
El autor manifiesta que existen «cargas epigenéticas que nos llegan o bien a través de nuestros genes o bien con ellos, heredadas de nuestros ancestros» (pág. 146). Estas cargas epigenéticas espirituales, adheridas a los genes son unas ataduras, como de tipo espiritual, que predisponen al fracaso, a la ruina, a padecer abusos sexuales, a la soltería, al fracaso matrimonial, etc.,11 son «derechos que tienen los demonios para dañar a los descendientes de la persona que hizo algo especialmente grave»12. Por eso, «hay que sanar a nuestros ancestros porque han podido cometer errores muy graves que no solamente les han perjudicado a ellos en el momento de morir, sino que han ocasionado un daño a sus descendientes»13.
Subraya que, si bien rechaza la-transmisión del pecado intergeneracional, sí asume que se transmiten consecuencias espirituales de los pecados y hay ciertos pecados muy graves que tienen repercusiones en los descendientes si no se remedian en vida (consagraciones al diablo, maldiciones, etc.)14, además de aspectos psicológicos y psicosomáticos:
«se transmiten también ciertas adherencias malignas, que denominamos cargas epigenéticas (de epi = sobre, en griego que van sobre los genes junto con ellos, como las consecuencias del pecado original) y que son secuela de pecados especialmente graves que perturbarán a los descendientes del que los cometió por varias generaciones.
[Hace una relación de vivencias: prácticas idolátricas o antirreligiosas, masonería, infidelidades matrimoniales, etc.] que «pueden dar inicio a una cadena intergeneracional que esclavice durante un tiempo a la familia, y que hay que romper para que la cadena se corte.
Una persona puede cometer alguno de esos graves pecados. Pero si se arrepiente, Dios lo perdona y las consecuencias no pasan de las naturales que haya podido causar. Pero si esa persona muere sin haber rectificado en esta vida, puede contaminar a sus descendientes durante varias generaciones. [...] Si al morir rechazó la misericordia de Dios y se condenó, con estas oraciones se destruye la atadura, quitando al demonio el poder de seguir perjudicando a los descendientes de ese condenado» (págs. 146-147).15
Llega a indicar que se puede discernir la línea genealógica por los fenómenos físicos que se experimentan:
«Es muy frecuente incluso que cuando alguien es denigrado por los demás, perciba que le zumban los oídos. Y que, cuando es objeto de alguna malevolencia que le venga por vía familiar, suela notarla en la parte izquierda del cuerpo cuando se trata de la línea paterna, y en el lado derecho cuando tiene origen en la línea materna» (127).
Ante estas afirmaciones, hay que recordar que:
a) En los documentos de la Conferencia episcopal francesa y de la polaca16, que el autor conoce, pero minimiza su valor matizando sus afirmaciones, se cita como errada la doctrina sobre la sanación intergeneracional de dos autores Robert De Grandis17 y John Hampsch18, los cuales se encuentran como referencias bibliográficas en este libro y se observa su influencia en el autor.
b) En la nota doctrinal de la Conferencia episcopal española19 se afirma que en la fe de la Iglesia católica «no se contempla en ningún caso la transmisión de las consecuencias de los pecados de los difuntos del propio árbol genealógico a los vivos» (3.C), por eso, estas prácticas «se alejan de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, y pueden causar un gran daño moral y espiritual al pueblo santo de Dios» (Conclusión).
c) A nivel psicológico y espiritual, las llamadas oraciones de sanación intergeneracional o de ataduras ancestrales pueden llevar a la persona a buscar las razones de su sufrimiento fuera de sí misma, pensando que actúa bajo la mala influencia de las generaciones familiares que le han precedido y no por propia voluntad, o por las «cargas epigenéticas de tipo espiritual» que le predisponen y repercuten en su vida pudiendo hacerle pensar que está desvinculada de cualquier responsabilidad moral sobre el mal que hace. El autor del libro afirma que estas consecuencias intergeneracionales no disminuyen la responsabilidad personal. Sin embargo, esta vivencia «intergeneracional» puede dar lugar a un sufrimiento psicológico pensando que algo supuestamente habrá en «mi árbol genealógico que me está influyendo» y, en consecuencia, podría originar un no asumir la responsabilidad personal.
d) También, muchas veces, la recomendación que el autor ofrece de una cantidad de oraciones repetidas, obsesiona y centra excesivamente en una supuesta acción extraordinaria demoníaca de la que puede culpar injustamente a otros parientes, olvidando que ha de centrarse en Cristo, Salvador y Señor. Todo esto impide que pueda haber un verdadero proceso de recuperación psicológica y espiritual, y por eso, según el análisis del episcopado francés y español, es más un peligro para los fieles que una ayuda, «advirtiendo de los riesgos de esta práctica, así como del trasfondo teológico que la sustenta, ajeno a la tradición y a la fe de la Iglesia católica»20.
e) A nivel teológico, los fundamentos en que pretende basarse el autor para esta sanación intergeneracional son la comunión de los santos, el pecado original y sus consecuencias, la comunión en el pecado, el purgatorio, etc. Pero, más bien las declaraciones magisteriales son distintas: en la comunión de los santos la comunicación es de bienes positivos en un beneficio mutuo;21 el castigo del pecado original «no pasa a la siguiente generación, como afirman erróneamente los defensores de la sanación intergeneracional»;22 «las “estructuras de pecado”, que conducen al pecado, no es comparable con la idea de un “pecado intergeneracional”»;23 «no cabe, pues, sostener una transmisión intergeneracional del pecado sin contradecir la doctrina católica sobre el bautismo»24.
f) El efecto del sacramento del Bautismo es sólo sobre la persona que lo recibe y no «fluye» como sanación hacia «todas las generaciones pasadas».
g) «Conclusión: ...se postula que la autoridad de la Iglesia debe advertir inequívocamente contra el uso de los términos “pecado generacional” y “sanación intergeneracional” en la predicación. También debería prohibir oficialmente la celebración de las Santas Misas y los servicios con una oración por la curación de los pecados generacionales o por la curación entre generaciones»,25 «la introducción de tales intenciones en el ámbito de la celebración de la Santa Misa desnaturaliza y distorsiona gravemente la celebración eucarística»26.
3. Clasificación de los demonios y su acción
a) En las páginas 76 y 77, el autor hace una clasificación jerarquizada de los demonios, «del imperio infernal», distinguiendo entre: satanás, lucifer, belcebú, leviatán, muerte, dan, shobo, asmodeo, mátare, sindiago, lilith, etc. bajo los cuales sitúa a otros espíritus. A estos últimos los demonios de mayor rango les piden «ayuda cuando se ven en apuros».
b) La acción de los demonios: el autor ajusta su teoría de las seis puertas a la acción de los demonios. «Los diablos son muy diferentes en sus naturalezas y poderes que ejercitan en el cuerpo del afectado dependiendo de las puertas que hayan encontrado para introducirse» (pág. 72); «Es preciso... averiguar qué demonios están actuando [y ayudando para] vencerlos más fácilmente» (pág. 75).
c) Hace una clasificación propia de la posesión según los niveles de la psique, pero hay que precisar que es una teoría personal:
«Quien está poseído en su consciente a causa de una culpa suya, no se dará cuenta de lo que le pasa cuando entra en trance.
En cambio, el poseído puede mantenerse perfectamente consciente mientras su cuerpo es manipulado por los demonios durante el trance, en estos otros casos:
- Porque fue abusado (cuestión que ha relegado a su subconsciente);
- Por heridas recibidas durante su gestación (que le quedan en su inconsciente);
- Por un maleficio ancestral (con el que carga mediante ataduras epigenéticas en su infraconsciente)» (pág. 73).
Sobre esta clasificación de los demonios, puntualizamos que:
1º La Iglesia reconoce la existencia de los demonios como seres espirituales rebeldes, y que: «entre los ángeles apóstatas rige un orden jerárquico fundado sobre dones diferentes de naturaleza (intelecto y voluntad) y es cierto que cada uno de ellos se diferencia del otro tanto por su naturaleza, como por su mayor o menor propensión a este o a aquel otro vicio (Sto. Tomás de Aquino, ST I, q. 108, a. 1-8; q. 109, a. 1-4.)».27
Pero, la doctrina católica no ha hecho una clasificación detallada de los diferentes tipos de demonios y su jerarquía. Su enseñanza se enfoca en la realidad de su existencia y en la necesidad de combatir su influencia maligna.
2º «Es erróneo argumentar, por lo que acontece durante los exorcismos pronunciados sobre personas poseídas (o sea, por las reacciones que puede verificar el exorcista), que una persona es poseída por un demonio más poderoso y otra, por otro lado, por uno de más bajo nivel en su orden jerárquico. Esto por un motivo simple: ningún demonio actúa contra el hombre con la eficacia de sus fuerzas naturales, porque si pudieran hacer eso, inmediatamente todos los hombres serían asesinados. Al contrario, los demonios pueden obrar solamente según lo que les es permitido por Dios o les es ordenado por Dios. Así, por lo tanto, puede suceder que un solo demonio, entre los últimos y los más ínfimos, pueda causar más daño y mayor tormento en un poseso, de lo que puedan hacer más demonios de una orden superior en otra persona».28
3º En vistas a la liberación de la acción diabólica extraordinaria (incluida la posesión), «aunque parezca acorde con la razón que muchos demonios son expulsados con mayor dificultad que uno solo, o que una persona poseída después de un maleficio obtenga más difícilmente la liberación cuando el maleficio es renovado periódicamente (y otros convencimientos parecidos), contestamos que estas son falsas opiniones, introducidas por el diablo para inclinar a la superstición, desviar la atención de lo que es más importante y hacer de tal manera más difícil la liberación. En verdad no es así, porque si el exorcista actúa con la debida licencia y en los modos establecidos por la Iglesia, si en el fiel atormentado por el maligno hay una verdadera disposición y si la liberación es beneficiosa, no hay dificultad alguna en obtener este don»29.
4. Las seis puertas de los demonios
Para el autor es fundamental identificar las causas (puertas) por las que los «diablos atacan a los humanos» con «7 afecciones preternaturales» (cf. pág. 85).
Se lee en el libro que «la práctica religiosa no protege totalmente mientras existan otras puertas abiertas. Pues los diablos pueden aprovechar las malevolencias de personas envidiosas, o sus carencias emocionales y herencias ancestrales, para perturbar preternaturalmente a las personas» (pág. 89). Por eso, tiene como objetivo «explicar cómo emplean estos cauces los espíritus inmundos para atacar preternaturalmente los cuerpos de los humanos, y cómo colaborar con la gracia de Dios para cerrarlas lo antes posible»; «...hay siete tipos de ataques extraordinarios de los inmundos (infestación de objetos, animales y plantas, lugares, vejaciones, obsesiones, influencias u opresiones y posesiones). Y en cada uno de los ellos hay que averiguar las puertas de las que se ha servido los diablos para atacar de forma preternatural a los afectados» (pág. 188).
A la luz de todo lo referido anteriormente:
1º Para el acompañamiento espiritual de un fiel, que seguramente es víctima de una acción diabólica extraordinaria, ayuda «saber reconocer cuál es el frente por donde el enemigo lo ataca cada vez, de modo que cuando la agresión del maligno entre en el ámbito de las acciones diabólicas extraordinarias, sea contrarrestada con los medios adecuados, entre los que se destaca el exorcismo, y en los casos en los que la agresión entra en el ámbito de las acciones ordinarias (tentaciones), sea contrarrestada con los medios ordinarios de la gracia»30.
2º Si bien algunas de las «puertas» indicadas por el autor «pueden a veces ser causa ocasional de una acción diabólica extraordinaria, pero no son la causa eficiente. Es únicamente basándose en los efectos producidos por una eventual presencia y actividad del demonio que el exorcista tiene que hacer el diagnóstico y adquirir la certeza moral de la acción diabólica extraordinaria, no por acontecimientos o cosas que pueden ser las posibles causas ocasionales de esta acción».31
3º Los Praenotanda del Ritual de exorcismo no menciona ninguna de las razones por las que puede ser conveniente que una persona «agregada al pueblo de Dios e iluminada por Cristo para caminar como hijo de la luz hacia la vida eterna»32, sea víctima de una acción diabólica extraordinaria.
4º Hay que tener presente que la liberación del maligno no está ligada necesariamente al conocimiento de lo que ha causado su acción extraordinaria.
5º «La acción extraordinaria del demonio puede ejercerse tanto contra personas que han cometido una culpa, la cual se convierte en causa de dicha acción, como contra personas que no han cometido ninguna culpa».33
6º «La experiencia exorcística ha determinado que la frecuencia de algunas situaciones de pecado o de tipos particulares de pecado son causas ocasionales que pueden predisponer y favorecer que perdure la acción extraordinaria del demonio».34 También hay hechos, independientemente del grado personal de responsabilidad moral con la que las personas han vivido y que pueden estar al origen de una acción extraordinaria del maligno (prácticas ocultistas, técnicas y terapias ligadas a la New Age, ritos de iniciación en forma esotérica y con rituales esotéricos; escuchar frecuentemente música y canciones cuyo mensaje es una invitación al culto de satanás o a la violencia, a la necrofilia, a la blasfemia, al homicidio, al suicidio; etc.).
7º No se puede admitir como cierto lo expuesto por el autor como «puertas» en referencia a «las heridas de seno materno y las ataduras ancestrales»:
¿? «La mayor parte de las afecciones preternaturales de los demonios comenzaron durante las etapas embrionaria e infantil de los afectos» (pág. 136).
¿? «Cure heridas de seno materno... la gestación es una de las 6 puertas del Enemigo».
¿? «En mi experiencia, lo que en cambio sí puede ocasionar posesión es el abuso sexual. La violación está al mismo nivel de malignidad que los maleficios proferidos contra una persona. Y tanto peor, cuanto menor es la víctima y mayor su cercanía con el agresor» (pág. 127).
8º «En la fase de discernimiento, el exorcista debe dar poca importancia a los hechos que tienen como único valor ser posibles causas de la acción extraordinaria del maligno. Esto sirve para no desviar su atención en buscar los verdaderos signos de una actividad demoníaca extraordinaria y, al mismo tiempo, ayuda a las personas que se dirigen a él a desdramatizar su situación».35
5. Sobre el rito y oraciones
5.1 Sobre los objetos maleficiados:
a) «Es crucial anular los maleficios vigentes y destruir su materialización física, porque, si no se anulan los maleficios y no se rompen, destruyen y queman los objetos hechizados a tal efecto los entes malignos regresarán nuevamente después de las oraciones. Éstos saldrán solo temporalmente al término de los exorcismos para regresar enseguida, porque el ritual y conjuros maléficos aún quedarán en vigor. Y, como se comprueba tantas veces en las ataduras ancestrales, esta vigencia del mal impuesto a una persona por algún hechicero puede durar muchos años, pasando de generación en generación» (pág. 131).
No es admisible esta práctica que resta eficacia a la acción litúrgica y la pone en la destrucción de la materialización física.36
b) En las páginas 132 y 133, el autor describe cómo «romper estas ataduras» de los maleficios. Propone diversos modos, algunos tan «singulares» como:
- «Esferizarlos, es decir, ordenar que queden encerrados bajo el manto de la Virgen María, para que permanezcan aislados e incomunicados y ni puedan escaparse, y bloquearlos llenando esa esfera espiritual con la Sangre de Jesucristo».
- «Triturar y pulverizar los maleficios con el cetro de la Reina de los Cielos y aniquilar y anular el poder de los inmundos y brujos, traspasándolos con la espada de san Miguel».
- «Si el ataque está en el cuerpo del afectado, el ministro ha de extraerlo espiritualmente en el Nombre de Jesús». En esta parte del libro, el autor habla de objetos hechizados que son introducidos preternaturalmente en el cuerpo de la víctima o por los demonios o por los brujos, y que es necesario «extraer» y destruir. Cascos, corazas, dagas, lanzas, cadenas, candados, sellos, nudos, aldabas... están entre los posibles objetos hechizados, introducidos en el cuerpo, que deben ser eliminados (cf. pág. 134).
Estas expresiones pueden ser «poéticas», pero no se encuentran en la liturgia del exorcismo ni pueden ser consideradas como válidas. Además, la eficacia no está en «romper las ataduras» de los maleficios por medio de las oraciones y mandatos propuestos, sino que, después de adquirir la certeza moral de la acción extraordinaria del demonio, celebrar el exorcismo, según el Ritual, para la persona afectada y, hacia el instrumento del maleficio, utilizar el rito al cual hace referencia la rúbrica para exorcizar los objetos.
5.2 El autor afirma que un poseído no debe participar en oraciones de liberación o en celebraciones litúrgicas
«Un poseído es como una persona inmunodeprimida que no debe arriesgarse a acudir a lugares contaminados donde pueda contagiarse fácilmente. Por eso salvo que se encuentre en una fase muy avanzada de sometimiento de sus demonios no debe permitírsele participar en otras oraciones de liberación o en celebraciones litúrgicas -exposiciones del Santísimo, misas de sanación- que se prevé que podrían provocarle manifestaciones de los inmundos» (pág. 164).
Pero, la praxis exorcística indica que la aversión a lo sagrado no es para nada automática y no siempre se verifica en contacto con las cosas sagradas. «El imaginario popular, por ejemplo, está convencido que un poseído por el demonio no puede entrar en una iglesia, escuchar hablar de Dios o recibir una bendición sin reaccionar con gritos, cambiando la cara, alterando el ritmo de la voz y cosas parecidas. En realidad, aún en los verdaderos posesos, esto sucede raramente».37
5.3 «Exorcizar» objetos religiosos
Además de indicar el autor que hay que usar agua, aceite, sal «exorcizados», también lo aplica a:
«...escribir en tiras de tela las Bienaventuranzas y las 7 Palabras de Jesús en la Cruz para una vez exorcizadas emplearlas, según el caso, o bien como diadema o bien cosiéndolas al pijama» (pág. 171); también las imágenes del Señor, la Virgen o los Arcángeles han de estar debidamente exorcizados (cf. pág. 183).
Ni en la actual teología litúrgica ni en el Ritual de exorcismo ni en el Bendicional aprobado por la Iglesia católica, se indica la necesidad y el modo de «exorcizar» agua, aceite, sal, objetos religiosos, imágenes religiosas, etc. Por eso, hay que evitar esta práctica, pues, puede inclinar y exponer al peligro de pensar y actuar de manera supersticiosa.
5.4 Imposición de manos El autor afirma que:
- en el caso de que un sacerdote con doble vida imponga las manos «hay riesgo de que transmita influencias negativas provenientes de sus carencias personales» (págs. 179-180);
- los laicos con la imposición de manos pueden «facilitar a los demonios extender influencias negativas en la comunidad» (pág. 180).
¿Dónde se lee esto en la doctrina católica que un sacerdote con doble vida, al imponer las manos, pueda transmitir «influencias negativas»?
Y respecto a los laicos, la cuestión no está en que personalmente con la imposición de manos pueden «facilitar a los demonios extender influencias negativas» sino que:
a) los fieles laicos no pueden bendecir objetos o personas, sino dentro de los límites y términos provistos por las disposiciones de la Iglesia;
b) los fieles laicos, en particular, no pueden imponer las manos o hacer gestos que normalmente están reservados a los ministros sagrados.
5.5 Ordenar a los demonios que vayan a un lugar concreto
El autor afirma que una carencia del nuevo Ritual de exorcismos es que no señala a los demonios adónde tienen que marcharse al salir del afectado, afirmando que esto «es muy peligroso porque pueden quedarse adónde prefieran y atacar a los presentes», por eso, indica que hay que dar a los demonios órdenes de forma muy precisa, «siendo necesario concretarles el lugar adonde han de marchar, el momento y el modo» (pág. 186).
Si se basa en las palabras de Jesús cuando liberó al endemoniado de Gerasa (cf. Mc 5, 1-20), esto es una opinión del autor, pero no tiene ninguna base en la tradición litúrgica exorcística.
5.6 Oraciones para cerrar puertas a los demonios
El autor propone nueve oraciones para «el cierre de puertas que los demonios puedan estar empleando para perturbarles, de forma que estos pierdan progresivamente poder en el psicosoma de los afectados, hasta su total liberación» (pág. 191).
Por una parte, el autor indica que no hay que sobrecargar de oraciones, pero a la misma vez, aconseja «se dedique cada día de la semana a una de las oraciones de sanación y liberación que mantienen cerradas las 6 puertas al enemigo» (pág. 166-167); recitar oraciones «durante 30 días, al menos 3 veces al día» (págs. 193, 196); estar continuamente en esas oraciones, centra excesivamente a la persona en la acción del espíritu malo. Y, sobre todo, ¿por qué no recomienda las oraciones que el Ritual propone en su apéndice?
En su propuesta de oración de sanación interior desde el seno materno, se lee: «Madre de la Vida intercede ante tu Hijo para librarme de toda mediumnidad, si en mi vida hubiera alguna conexión con los muertos por causa de anteriores embarazos de mi madre malogrados o sucesos relacionados con la muerte [...] me impulsó a huir de la vida a provocar el parto antes de tiempo o bien a retrasarlo, o bien a no querer nacer [...] si el miedo me llevó a intentar ahorcarme con el cordón umbilical o bien a ponerme en mala posición para nacer» (pág. 209).
Nada de esto está en la tradición de la Iglesia católica y arriba se expuso esta errada doctrina.
1 Fetos abortados: bebés abortados que están como almas perdidas: ↩
«El primero que me encontré fue un médico medieval que vivía con un sentido de culpa terrible por los abortos que practicó y por haber envenenado al dueño del castillo en que vivía. Y los que siempre me han impresionado más han sido los bebés abortados, algunos con la píldora del día después, y que no podían encontrar el descanso y la paz por las heridas de rencor que padecían contra los que habían participado en su aborto.
Excuso decir la profunda alegría interior que me ha supuesto ayudarles a que perdonaran o se perdonaran y aceptaran su situación, y a que alcanzaran la luz y la paz: esa luz y esa paz que nunca aceptaran los demonios, quienes, a diferencia de las almas perdidas, no reconocen sus pecados ni piden perdón por ellos, ni oran, ni son humildes, ni reconocen a Jesucristo como a su Señor y su Dios» (pág. 84).
«Cuando ese rechazo lleva a provocar el aborto muchos de estos niños eliminados en estado embrionario o fetal luego andan como almas perdidas hasta que la Misericordia de Dios los conduce a encontrar la medicina de perdonar a quienes los abortaron. Es de las escenas más conmovedoras que me ha encontrado. Criaturas que uno nota que están adheridas a la persona poseída, y que no son demonios. Hay que ponerlas en manos de la Virgen para que Ella les permita expresarse y sanar su emotividad. Es asombroso cómo saben con todo lujo de detalles lo que les sucedió hasta llegar a ser abortados; muy doloroso contemplar cómo les cuesta perdonar; y muy gozoso presencias su liberación en el momento en que aceptan pedir por quienes los mataron para que no hagan a nadie más ese daño» (pág. 141-142).
[Para sustentar su afirmación de que «los embriones humanos, que hasta el momento de morir no habían tenido vida consciente» se abren a la misericordia de Dios y reciben la salvación, cita el documento «La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo», Comisión teológica internacional, 19 enero 2007. Pero, ¿dónde se encuentra en el documento alguna afirmación parecida? Y, sobre todo, ¿dónde se lee que los bebes abortados están «retenidos» o «necesitan recorrer un camino de purificación que les permita liberarse de las heridas del rechazo y rencor que su inconsciente registró neurohormonalmente durante el tiempo de su gestación» (nota 20) antes de entrar en el cielo?].
2 Almas del purgatorio ↩
«En otras ocasiones las perturbaciones no son maléficas sino que se deben a almas de personas fallecidas - lo que suele denominar fantasmas o almas perdidas- que o bien guardan una especial vinculación con el lugar -porque quedaron atrapadas en él, por ejemplo, a causa de que fallecieron de improviso-, o bien están relacionadas con las personas que lo habitan, y que en todo caso tratan de llamar la atención para que se ofrezcan sufragios por ellas que les alcancen la paz» (págs. 38-39). [¿Hay almas que han fallecido y están atrapadas en el lugar?]
«...me he encontrado casos de almas perdidas de personas que en vida realizaron cosas muy graves pero que con una responsabilidad moral limitada, en cuanto que vivieron aquejados de una fuerte trastorno emocional. Se trataba de personas muy desgraciadas que fueron muy agresivas más por su psique rencorosa y envidiosa que por su malicia moral. Y al fallecer tuvieron por un tiempo manifestaciones psicopáticas de resentimiento agresivo con algunos de sus allegados. Pero todo eso remitió al interceder por ellas para que alcanzaran la luz» (pág. 40). [Quienes han fallecido, ¿pueden tener manifestaciones de «resentimiento agresivo con algunos de sus allegados»?]
Afirma que las almas del purgatorio «todavía en camino de purificación, mientras persistan sus adherencias pecaminosas todavía no purgadas, éstas permiten alguna influencia de los demonios» (pág. 80).
Escribe que en alguna ocasión las almas del purgatorio se manifestaban a través de una persona poseída (cf. pág. 80), pues cuando el autor preguntaba a los espíritus que se manifestaban estos negaban ser demonios y que su «mayor o menor agresividad no procedía del odio sino de la tristeza», no desaparecían cuando se le asperjaba con agua bendita o no rechazaban rezar o besar un crucifijo o imagen de la Virgen, y, por último, cuando se rezaba por su conversión se disipaba esa presencia perturbadora.
«Por así decir, entre las almas del Purgatorio las almas perdidas están necesitadas de una propedéutica de purificación, que reciben precisamente a través de su oscuridad, hasta que se suscita en ellas el deseo de liberarse de su negatividad y de vivir en Dios» (pág. 81).
«Está claro que, cuando una persona no rechaza a Dios pero no acepta su situación post morten, habrá que sufrir con la oscuridad y la falta de paz las consecuencias de su ofuscación en un misterioso camino de purificación personal» (págs. 80-81).
«Ante todo, son personas desconcertadas y frustradas ante una muerte que no esperaban. Sean adultos, niños o incluso bebés no nacidos, no han aceptado su muerte y por eso viven apegadas al mundo de los vivos. Gimen por ello y se rebelan porque no se sienten oídas por Dios. Están sumidas en una terrible oscuridad, en la que no reconocen dónde se encuentran. Y por eso está importante pedir que brille para ellas la luz perpetua y el Señor les conceda el descanso eterno, la paz definitiva.
Este Purgatorio de sufrimiento por oscuridad y falta de paz explica que busquen luz en personas vivas que tienen mediumnidad, o que vayan reclamando la atención de los vivos con sus perturbaciones, como si de una patología infantil se tratara. En realidad, Dios permite a veces que ellos mendiguen así los sufragios que necesitan para entender su estado, cortar sus ataduras con los vivos y descansar en paz» (págs. 82-83).
«...dos hermanos padecían una posesión que provenía de la consagración a Satanás que su difunta bisabuela, que había sido bruja, había hecho de sus descendientes.
Uno de los dos hermanos se liberó enseguida, ante mi sorpresa. Al poco tiempo descubrí la causa, que era que el otro había ofrecido a Dios asumir la carga de su hermano y el Señor lo había aceptado. Pues bien, mientras orábamos con el aún poseído, cada vez que por mi parte hacía oración de corte de ataduras ancestrales, solían producirse unas manifestaciones muy violentas de la bruja que estaba en el origen del maleficio, quien mostraba su furor durante el trance del poseído.
Por eso, aunque me inclinaba a pensar que debía de tratarse de un alma condenada, al terminar cada exorcismo solía prescribir al interesado que prosiguiera con las oraciones de sanación del árbol genealógico. Hasta que un día, estando en trance el poseído, la bruja se manifestó a través de él rompiendo a llorar y pidiendo perdón por el daño que había hecho a sus descendientes, en particular a mi paciente. Y, a partir de ese momento, fue como si se destrabara el proceso de liberación» (pág. 98).
«Recuerdo una casa en la que la familia empezó a percibir ruidos [...]. Por las características de las perturbaciones, llegamos a la conclusión de que no era un espíritu maligno sino el alma de un familiar recién fallecido que había sido invocado por otro pariente para perturbar a esa familia y que abandonaran la casa. Con lo que se ofrecieron misas y otros sufragios por él y desparecieron esas perturbaciones» (pág. 129).
«Una enfermedad, un accidente o el fallecimiento de un ser querido puede dar lugar a que el espíritu de Muerte se apegue a la persona ocasionando que luego sea alguien apagado, negativo, pesimista y enfermizo, o incluso, como explica enseguida, que quede afectado de mediumnidad» (pág. 142).
«La experiencia me ha enseñado que ese fenómeno puede deberse también a la resistencia a desprenderse de un determinado lazo o apego por parte de algún ancestro que esté en el Purgatorio: pues son muy diversos los niveles de afectación por el mal en las almas del Purgatorio. Por otra parte, esas perturbaciones, al ser señal de la efectividad de nuestras plegarias y de la irritación de los malignos, no han de llevar a asustarse y desistir, sino a sentirse interpelado a profundizar en esa oración: tanto para ayudar a completar su liberación de esas ataduras a aquellos antepasados que están abiertos a la misericordia, como para arrancar a los pertinaces su poder maléfico sobre sus descendientes» (pág. 152).
3 Almas condenadas en el infierno: ↩
El autor afirma que «no suele ser difícil discernir si se trata de una influencia maléfica de diablos o almas condenadas o una anomalía que proviene de almas perdidas» (pág. 39).
«Presencias de condenados del infierno que en ocasiones podrían ser usados por los diablos para dañar más eficazmente a alguno de sus descendientes» (pág. 77).
«También se efectúan maleficios recurriendo a la invocación de ciertos muertos cercanos al maldecido, sobre los que los diablos tengan algún poder. Pues, de esta forma, a través de personas naturalmente vinculadas al maldecido, el poder de los demonios para dañarlo se incrementa» (pág. 126).
«...ancestros condenadosque no quieren perdersupoderde seguirhaciendodañoasus descendientes,
con esa rabia del que estando mal sólo se consuela con el dolor de los demás» (pág. 151).
«No se trata de una “posesión” de la persona por parte de San Miguel, sino que Dios mostró el camino a través de su mensajero, que se comunicó a través del poseído en trance. Así sucede a veces, también con intervenciones de determinados santos, entre los que me he encontrado más frecuentemente -además de la Virgen María y de san José, a quien se le conoce como el terror de los demonios- a san Pío de Pietrelcina, santa Teresa de Calcuta y santa Laura Montoya, así como otros santos que en cada caso estaban especialmente relacionado con el afectado. Estos fenómenos hay que discernirlos con extrema cautela...» (pág. 171, nota 53).
4 Nota sobre manifestaciones de santos a través de poseídos: ↩
[No hay una nota específica en el texto para esta referencia, pero se menciona en el contexto de la página 171, nota 53. Se incluye como placeholder para mantener la numeración.]
5 Conferencia Episcopal Española, «Nota doctrinal sobre la práctica de la “sanación intergeneracional”», reunión CCLXI del 7 de marzo de 2024, (3.C). ↩
6 Las «Líneas guía para el ministerio del exorcismo a la luz del ritual vigente» (a partir de ahora «Líneas Guía»), si bien es un texto para uso exclusivo e interno de los miembros de la Asociación Internacional de Exorcistas y no constituyen una interpretación auténtica de la disciplina de la Iglesia en materia de exorcismos, fue sometido al Dicasterio de la Congregación para el Clero, que lo examinó y corrigió, valiéndose también de las aportaciones de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los sacramentos y la Congregación para la Doctrina de la Fe según sus respectivas competencias. ↩
7 En las explicaciones que da el autor en sus conferencias, dice que después del documento de la Conferencia polaca, la Congregación para la Doctrina de la Fe en respuesta publicó la Carta Iuvenescit Ecclesia (2016), pues no hay que rechazar lo carismático sino encauzar, orientar, pulir y evitar los excesos. Esto es verdad, pero no fue en respuesta al documento de la Conferencia episcopal polaca. ↩
8 «La idea de la “curación intergeneracional” proviene del Dr. Kenneth McAll (1910-2001), un médico terapeuta y misionero anglicano que nació en China y estudió medicina en Edimburgo, Reino Unido. Influido por el pensamiento chino, concluyó que existía una conexión entre ciertas enfermedades y las fuerzas del mal. En terapia, combinó las tradiciones aprendidas de Oriente con la práctica médica. Concluyó que los espíritus ancestrales juegan un papel importante en las enfermedades somáticas de sus descendientes. El Dr. Kenneth McAll sufría de un trastorno mental. Sus obras dieron lugar a una búsqueda de curación en las generaciones pasadas. También se refiere a él el padre Robert DeGrandis SSJ, autor del libro antes mencionado. ↩
La práctica de la “curación intergeneracional” deriva de la tradición arraigada en las creencias de las religiones orientales, que rodean a sus antepasados con un culto especial y creen en la reencarnación. Es decir, la práctica es el resultado del sincretismo religioso, que ha desarrollado un nuevo fenómeno llamado “reencarnación del pecado"» (Documento de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia episcopal polaca, nn. 2 y 3).
9 En esta oración de sanación de ataduras ancestrales se lee: «Pido a Jesucristo que someta y ate también la influencia de cualquier alma errante o perdida que pueda estar presente [...]. Señor Jesús prohíbe a todo espíritu perdido [...]. Cristo Jesús te pido que no haya comunicación directa entre ninguna de estas generaciones...» (pág. 215). ↩
10 «...rompe el poder del mal sobre mis antepasados (pág. 219) [...] las obras satánicas que me hayan pasado a través de las generaciones [...] remuevas de mis antepasados todos los efectos derivados de haber participado en actos oscuros y ocultos del poder de las tinieblas [...] Corta, Jesús, los vínculos que me atan a las idolatrías en mi genealogía [...] te ruego ahora que las aguas de mi Bautismo fluyan a través de todas las generaciones pasadas, a través de mi árbol genealógico [...] Que tu Sangre … fluya a través de padres e hijos, hasta la duodécima generación (pág. 220). Pon fin a toda transmisión codificada que impida las relaciones duraderas... toda transmisión de violencia, venganza y rencor... rompe las cadenas de estos vínculos malignos (pág. 221) ... rompe y disuelve ahora todos los lazos que en mi linaje hirieron a los niños [...] lazos de enfermedad mental y locura que puedan estar codificados en mi genealogía ancestral (pág. 222). Instruye a los míos de todas las generaciones (pág. 223). … corta su conexión con las raíces maléficas de todas las enfermedades físicas y debilidades inexplicables (pág. 224). Respuestas de odio enraizadas en mis ancestros (pág. 225). Cese ahora la transmisión de esa propensión a muertes horribles y fuera de lo ordinario [...] canales genéticos de depravación, de sometimiento, pobreza, estrechez económica, esclavitud... (pág. 226). Trasmisión del sufrimiento generado en mis ancestros por las diferencias por aquellos que se sintieron feos, raros... (pág. 227). Danos el discernimiento y el don de ciencia que nos permita conocer las situaciones de nuestras generaciones pasadas que aún pueden afectar o siguen afectando a nuestra vida personal (pág. 230)». ↩
11 www.youtube.com/watch?v=gSgES7KIh6U ↩
12 Explicación del P. Javier Luzón en «Puertas que se abren al demonio: (6/7) 6ª puerta: Las ataduras ancestrales» (HMTelevisión) www.youtube.com/watch?v=5gJBNbYN1S8&list=PLm4ZK2l2J2zvZWuKUIFjey2Jqpul85XuG&index=7 ↩
13 Ibíd. www.youtube.com/watch?v=5gJBNbYN1S8&list=PLm4ZK2l2J2zvZWuKUIFjey2Jqpul85XuG&index=7 ↩
14 Se basa el autor, entre otras, en la comunión de los santos, la oración por los difuntos, la necesidad de oración para las almas del purgatorio. Llega a afirmar que en la medida que [las almas del purgatorio] se van purificando dejan de haber cargas en sus descendientes» (La sanación intergeneracional en la Tradición viva de la Iglesia, www.youtube.com/watch?v=gSgES7KIh6U). ↩
Para reforzar su argumento, dice que San Juan Pablo II hizo un acto de petición de perdón por los pecados en el pasado que nos están repercutiendo en el presente y tenemos que liberarnos de ellos «si queremos entrar en el nuevo milenio con un buen paso». Pero el sentido de San Juan Pablo II, se refiere:
a) Tres son los motivos por los que pide perdón, dado el vínculo que une a unos y otros en el Cuerpo místico, y aun sin tener responsabilidad personal ni eludir el juicio de Dios, somos portadores del peso de los errores y de las culpas de quienes nos han precedido: «por las divisiones que han surgido entre los cristianos, por el uso de la violencia que algunos de ellos hicieron al servicio de la verdad, y por las actitudes de desconfianza y hostilidad adoptadas a veces con respecto a los seguidores de otras religiones» (S. Juan Pablo II, homilía, Jornada del Perdón, 12 de marzo de 2000).
b) La Comisión teológica internacional afirma: «La única responsabilidad capaz de continuar en la historia puede ser la de tipo objetivo, a la cual se puede prestar o no una adhesión subjetiva en cualquier momento de modo libre. así, el mal cometido sobrevive muchas veces a quien lo ha realizado a través de las consecuencias de los comportamientos, que pueden convertirse en un pesado fardo sobre la conciencia y la memoria de los descendientes» (Memoria y reconciliación. La iglesia y las culpas del pasado, capítulo V, n. 1). Estas consecuencias a la que el documento se refiere son las que recogerá San Juan Pablo II en su homilía: la división de los cristianos, el uso de la violencia al servicio de la verdad, la relación entre los cristianos y los hebreos y nuestra responsabilidad por la negación de Dios en sus múltiples formas hoy.
También cita la Exhortación Reconciliación y Penitencia de San Juan Pablo II (2 de diciembre de 1984) en su número 16, cuando habla del «pecado social» y de la «comunión en el pecado» que afecta a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero, añadiendo el autor «...y, desde luego, a sus seres más cercanos».
15 «Estas oraciones [para cortar las cadenas intergeneracionales] no suponen en absoluto ninguna invocación de muertos. [...] Pero en otros momentos de estas oraciones, el que reza puede experimentar una gran animadversión: lo que muestra que todavía hay oposición o, simplemente resistencia por parte de algunos de sus ancestros. ↩
Así me ha pasado en el caso de dos pacientes que habían sido consagrados a Satanás en un ritual maléfico realizado por un antepasado suyo. Cada vez que rezábamos para romper esa consagración, se experimentaban perturbaciones notables, En el caso de uno de ellos, se habían formado una cadena de posesiones que pasaban de una generación a la siguiente. Hasta que se anuló la consagración» (pág. 151).
16 Nota de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Francesa, «Sobre la curación de las raíces familiares por medio de la Eucaristía (Note Doctrinale N° 6 sur la guerison des racines familiales par l’Eucharistie)» (19 enero 2007). Documento de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia episcopal polaca (5 de octubre de 2015). ↩
Algunos obispos también han advertido a los católicos contra las prácticas de «curación del árbol genealógico», por ejemplo: obispo Paul Choi Deog-ki de Suwon (Corea), directorio pastoral del 2 de noviembre de 2007.
17 Documento de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia episcopal polaca, nn. 1, 2 y 9. ↩
18 Nota de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal Francesa. ↩
19 Conclusión, Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 2024. En esa misma conclusión los Obispos españoles añaden: «Frente a aquellos que afirman la transmisión intergeneracional de los pecados de los antepasados, apoyándonos en la Palabra de Dios, queremos afirmar que a nadie puede imputársele pecados ajenos ni se le debe hacer responsable de los pecados de generaciones anteriores, sino que cada uno es responsable de su propia vida y de sus propios pecados. ↩
20 Nota doctrinal Conferencia episcopal española, Justificación inicial. ↩
21 Cf. Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 3.C. ↩
22 Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 3.A. ↩
23 Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 3.A. ↩
24 Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 3.D. ↩
25 Documento de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia episcopal polaca, n.10. ↩
26 Nota doctrinal Conferencia episcopal española, 3.E. ↩
27 Líneas Guía núm. 309, a. ↩
28 Líneas Guía núm. 309, b. ↩
29 Líneas Guía núm. 310. ↩
30 Líneas Guía núm. 165. ↩
31 Líneas Guía núm. 166. ↩
32 Ritual de exorcismo, Praenotanda, núm. 1. ↩
33 Líneas Guía núm. 167. ↩
34 Líneas Guía núm. 168. ↩
35 Líneas Guía núm. 169. ↩
36 Ritual de exorcismo, rúbrica para objetos maleficiados. ↩
37 Líneas Guía núm. 200. ↩