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5.12.18

Lecturas: “Conversaciones con Paco Pepe”

La editorial Homo Legens acaba de publicar el libro de Gabriel Ariza, “Conversaciones con Paco Pepe. Entrevista a Francisco José Fernández de la Cigoña”, Madrid 2018, 275 páginas.

Creo que es un libro que conviene leer. Y no solo porque Paco Pepe sea un comentarista de asuntos eclesiales muy seguido en Internet, sino porque se trata de una persona - y de un personaje  - que merece la pena conocer. También por lo que comenta en su contribución Estanislao Cantero, “Paco Pepe historiador”: “Su afamado blog sobre la Iglesia actual no debe eclipsar ni hacer olvidar sus estudios históricos”, especialmente referidos al siglo XIX.

Si una palabra se repite en este libro es la palabra “amistad”. D. Francisco José Fernández de la Cigoña es hombre de muchos y buenos amigos. Y lo es porque resulta muy fácil llegar a ser amigo suyo. Basta una muestra de afecto, de cercanía, para que Paco Pepe se rinda y pase a ser amigo para siempre.

No voy a negar que de la Cigoña es, en ocasiones, un deslenguado. A veces, un poco de más. Pero quien se sienta afrentado por él lo tiene fácil para desactivar ese presunto ataque. Basta con que le ofrezca amistad. Es un cebo en el que una buena persona, en el fondo “una hermanita de la Caridad” como Pacopepe, siempre va a caer. Lean, si no me creen, lo que se cuenta en el libro sobre el mal comienzo y el buen final del encuentro y desencuentro con el cardenal Amigo.

El cardenal Amigo que, de ser menos amigo y menos buen fraile, hubiese tratado de excomulgar a Paco Pepe, le contestó, sin embargo, con una carta amable y llena de franciscana humildad. Y esa respuesta ha desarmado para siempre a de la Cigoña en sus ataques.

A mí, sin llegar a tanto, me pasó algo similar. Me enfrenté con él, por entender – yo – que se metía sin razón con quien era mi Obispo. Luego comprobé que no era así. Y, desde entonces, tan amigos.

Hoy evoco un texto que escribí, hace ya mucho tiempo (2007), a propósito de la primera vez que físicamente vi a Francisco José, en su pazo veraniego. Lo reproduzco con nostalgia y con agradecimiento:

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