InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Categoría: Importado

19.04.09

Hans Küng: Verdad y poder

El reciente libro de Hans Küng, “Verdad controvertida. Memorias” (Ed. Trotta, Madrid 2009, 764 páginas, 42 euros), constituye la segunda entrega – y posiblemente no la última – de las memorias del conocido teólogo suizo. Hay acontecimientos que marcan una vida, que imprimen en ella una impronta tan honda que nada de lo que vendrá después y, de alguna forma, nada de lo que ha habido antes, resulta inteligible prescindiendo de ese hecho significativo. En este sentido se ha señalado – aunque algunos historiadores relativicen su importancia - la decisiva trascendencia de la llamada “experiencia de la Torre” en la biografía y en el pensamiento de Martín Lutero. Si buscásemos un “acontecimiento central” que unifique el período que abarca estas memorias (comprendido entre 1968 y 1980) habría que destacar la resolución de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 15 de diciembre de 1979 según la cual “el profesor Küng, en sus escritos, ha faltado a la integridad de la verdad de la fe católica, y por tanto […] no puede ser considerado como teólogo católico” ni puede enseñar como tal (p. 629-630). En torno a ese eje central gira todo el contenido del libro. Razón y pasión se entrelazan, porque, obviamente, el pensamiento no puede separarse de la vida. Dice Küng que ha querido “evitar ataques personales y vengativos ajustes de cuentas” (p. 695), pero resulta patente que el juicio sobre situaciones, personas y actuaciones está mediatizado por la respectiva incidencia en “el hecho” de su vida.

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18.04.09

El día primero de la semana

El Señor Resucitado se encuentra con los suyos “el día primero de la semana”. Son estos encuentros, estas apariciones, las que, bajo la acción de la gracia, hacen nacer la fe de los discípulos en la Resurrección.

La Resurrección de Jesucristo es un acontecimiento único, que no tiene parangón con los demás acontecimientos de este mundo. No se trata de un retorno a la vida terrena, como en el caso de las “resurrecciones” obradas milagrosamente por Jesús: la de la hija de Jairo, la del joven de Naím, o la de Lázaro.

En la Resurrección de Cristo nos encontramos con la novedad absoluta del paso de su cuerpo del estado de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 646). Como ha explicado el Papa Benedicto, usando una imagen tomada de la teoría de la evolución, nos encontramos con “la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo”. Su cuerpo se llena del poder del Espíritu Santo y participa, para siempre, de la gloria de Dios.

La Resurrección de Jesucristo es un acontecimiento trascendente que irrumpe en la historia. El Pregón Pascual dice que sólo esa noche santa “conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos”. No hubo testigos oculares de ese acontecimiento. Nadie vio el hecho mismo de la Resurrección.

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11.04.09

Buscad los bienes de allá arriba

San Pablo, en la Carta a los Colosenses (3,1-4), expone las consecuencias que tiene para nuestra vida la Resurrección de Jesús: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba”.

¿Qué significa buscar “los bienes de allá arriba”? Significa, primordialmente, buscar a Dios. No se trata de escapar de la realidad, ni de desentenderse del mundo, sino que se trata de no perder la orientación, el sentido del porqué y del para qué vivimos y actuamos.

A veces pensamos, equivocadamente, que todo lo que tiene que ver con Dios constituye una segunda dimensión, aparentemente superflua, en relación con la existencia cotidiana. Parece que lo esencial radica en otra cosa: en buscar la justicia, en asegurar el bienestar temporal para el mayor número de personas, en procurarnos una vida más digna y más próspera.

Todos estos afanes son legítimos. Pero lo secundario no debe hacernos olvidar lo principal. Y lo principal es solamente Dios: “Se podrían enumerar – comentaba el Papa Benedicto XVI – muchos problemas que existen en la actualidad y que es preciso resolver, pero todos ellos sólo se pueden resolver si se pone a Dios en el centro, si Dios resulta de nuevo visible en el mundo, si llega a ser decisivo en nuestra vida y si entra también en el mundo de un modo decisivo a través de nosotros” (7.XI.2006).

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Ya no muere más

En la Carta a los Romanos, San Pablo considera el carácter definitivo de la Resurrección: “Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más” (cf Rm 6,3-11). Su muerte fue un morir al pecado “de una vez para siempre” y su vivir “es un vivir para Dios”.

El anuncio luminoso de la Resurrección del Señor constituye el eje central, no sólo de la solemne Vigilia de Pascua, sino de toda la fe cristiana. Como a las mujeres que acuden al sepulcro para embalsamar a Jesús, también a nosotros nos sorprende la capacidad de Dios de obrar lo nuevo, de hacer que de un sepulcro brote la vida definitiva, el vivir para Dios que no acaba, la superación para siempre del dominio de la muerte.

La luz de la Pascua permite leer de un modo nuevo, e interpretar en su justo significado, la totalidad de las Escrituras. Jesús Vivo es el inicio de la nueva creación, prefigurada en la primera creación de Adán y de Eva. Jesús es el nuevo Isaac, que sigue vivo después del sacrificio de su muerte en la Cruz. Su Pascua es el verdadero paso del Mar Rojo, a través del poder destructor de las aguas. En la Resurrección, Dios recoge a su Hijo, abandonado en la muerte, para darle la vida nueva.

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10.04.09

Un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia

Roma es una ciudad singular. Entre otras razones, porque allí tienen sus sedes tres Jefes de Estado: el presidente de la República italiana, el Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta y, no en tercer lugar en cuanto a importancia, el Papa. En Roma confluye el mundo, en una especie de ONU anterior a la ONU. Desde el mundo a Roma - y desde Roma al mundo - , llegan los ecos, normalmente fidedignos, de casi todo lo que acontece en el planeta.

Que el Embajador de España cerca de la Santa Sede haya dicho que “hay en estos momentos un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia desde distintos sectores del pensamiento” es una afirmación digna de ser tomada en cuenta. Y lo es porque, sin excesivo esfuerzo, puede verificarse la verdad del aserto. Y, además, porque razonablemente podemos pensar que quien hace esa afirmación es un hombre que puede estar, que debe estar, bien informado.

El Embajador se refiere a un ataque “ordenado y reflexionado y perfectamente coordinado”, a una “tergiversación y manipulación constante que se hace de la figura del Papa actual”, a que se interpreta lo que él – el Papa – dice “de forma torticera”. Resulta obvio que es así. Sin esta mala fe, sin esta voluntad de enmarañar las cosas, no resulta comprensible, por ejemplo, la enésima polémica – sin duda, no la última – desencadenada sobre unas matizadas palabras del Papa acerca de la lucha contra el SIDA en África.

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