Carmen Aparicio, teóloga
No ha llegado a ser mi profesora. Su tesis doctoral, La plenitud del ser humano en Cristo. La revelación en la “Gaudium et spes”, fue publicada por la colección “Tesi Gregoriana” en 1999, haciendo el número 17 de la serie dedicada a Teología. La mía, También nosotros creemos porque amamos, es el número 66 de la misma colección y serie. Es decir, que la Profesora Carmen Aparicio casi pudo haber sido mi profesora y casi, también, mi condiscípula, sin llegar a ser propiamente ni lo uno ni lo otro, aunque ambos nos hayamos especializado en la misma materia, Teología Fundamental.
Mi opinión sobre la Profesora Aparicio Valls es muy buena. Es una persona competente, trabajadora y modesta, con la que se puede hablar, sin que sus muchos saberes, que desbordan los de un interlocutor como yo, se conviertan jamás en una muralla de distanciamiento o prepotencia. He sabido, por otros alumnos, que la Profesora Aparicio es rigurosa y exigente, quizá por la forma mentis que imprime el hecho de ser también especialista en Matemáticas.
Pero no es sobre su persona sobre lo que quiero hablar, sino sobre la entrevista que reproduce Religión en Libertad acerca del próximo sínodo sobre la Palabra de Dios. Ciertamente, “la” Palabra de Dios no es la Escritura. La Escritura es palabra de Dios, en tanto que inspirada, pero “la” Palabra, con mayúsculas, es Cristo. En este sentido, el Cristianismo no es una “religión del libro”. El testimonio principal de la Palabra de Dios es la Escritura unida a la Tradición. Ambas, Escritura y Tradición, conforman el único “depósito” de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia.