Agresión al cardenal Rouco y miseria ciudadana
Yo creo que hay cosas que no se deben dejar pasar por alto, como si no tuviesen importancia. La agresión al cardenal Rouco, la de ayer, cuando él iba a celebrar Misa a una parroquia de Madrid, es una de ellas. Dirán, algunos, que no lo han matado. Dirán, otros, que solo le han tirado bragas manchadas de sangre - o de pintura roja -. Dirán que solo le han insultado; que, en suma, no le han pegado un tiro… Dirán. Pero es grave.
Si de verdad este país fuese un Estado de Derecho, las personas que han perpetrado esa agresión, ese abuso, estarían ya a disposición de los jueces. ¿Lo están? No me consta. Y cabría pensar que eso, estar a disposición de los jueces, sería lo mínimo. ¿No podemos, los ciudadanos, salir a la calle sin temor a que nos ataquen? ¿Hay que contar con que, si uno sale, puede esperar, a la vuelta de la esquina, a unas energúmenas que nos agredan? ¿Sale gratis ese modo de proceder?
La actuación de esas señoras anti-sociales, siendo penosa, no es lo peor. Que es penosa, es obvio. Atacan, como energúmenas, vociferando medio desnudas. Atacan lanzando a la cabeza de su “objetivo” prendas de ropa interior, teñidas de lo que, según ellas, es sangre menstrual. ¿Se imaginan la que se montaría en este país si unos energúmenos, al menos tan energúmenos como estas individuas, atacasen a una mujer, representativa en la vida social, con calzoncillos manchados de semen?
Lo que hagan estas locas es repudiable. Y mucho. Pero la miseria moral no está solo en ellas. Está en quienes les han aplaudido y en quienes – hasta desde los medios de comunicación – no les han aplaudido, pero sí justificado.

En un Sermón, a propósito de la Fiesta de la Presentación del Señor, San Sofronio, después de glosar los motivos principales de esta festividad, añade: “Esto es lo que vamos celebrando, año tras año, porque no queremos olvidarlo”.
Homilía para el Domingo III del Tiempo Ordinario
Ni la Iglesia, como institución, ni los católicos, como tales, podemos imponer nada a nadie. Y menos al Estado. Las leyes se elaboran en el Parlamento y obedecen a la “lógica” de las mayorías. Lo que hoy está prohibido, mañana, si hay una mayoría favorable, estará permitido. O viceversa. Y lo prohibido o permitido puede ser cualquier cosa: el aborto, la pena de muerte, la discriminación racial… La historia da pruebas de ello.






