Carta a mis feligreses
Queridos amigos:
Pienso, en primer lugar - es lógico que así lo haga - , en los feligreses de mi parroquia territorial, la Parroquia de san Pablo, de Vigo. En este año, 2020, estamos celebrando el 50 aniversario de catorce parroquias de nuestra ciudad; entre ellas, la nuestra.
En nuestra parroquia lo hemos conmemorado, solemnemente, el 25 de enero, fiesta de la conversión del apóstol san Pablo. Hemos sido los primeros en festejar esta efeméride, sin el agobio ocasionado posteriormente por el asqueroso virus. ¡Gracias a Dios!
Pero nuestra parroquia abarca a todos los que se asocien a ella. En realidad, lo de las parroquias es muy importante, pero no lo es tanto como la Iglesia. El significante – la comunidad de los fieles – puede ser mayor o menor. El significado – la fraternidad de los creyentes – es lo verdaderamente decisivo.
Soy muy consciente de que este texto no va a llegar a casi nadie, a casi ninguno de mis feligreses; a muy pocos, en el mejor de los casos. Pero yo deseo que llegue a alguno. Con eso, habría cumplido mi discreto objetivo.
¿Qué puedo aconsejar? Ante todo, que no se despeguen de la Palabra de Dios, de la Sagrada Escritura. Está muy cerca de nosotros: “el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan ‘el sublime conocimiento de Jesucristo’, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. ‘Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo’ “.