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18.02.19

Eugenesia y aborto: “Que venga sanito”

La “eugenesia” es el estudio y la aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana. En principio, nada que objetar, siempre y cuando sea respetado, en su dignidad, cada ser humano.

No solo importa la especie humana, sino que importa cada ser humano, cada persona humana, que, como decía Kant, es fin en sí misma y no medio; tiene dignidad y no precio.

La razón humana es un instrumento muy potente. Nos permite conocer, comprender, planificar, calcular… Para que este grandioso medio no se ponga al servicio de lo peor, necesita partir de bases adecuadas, de buenos principios. Sin ese fundamento estable, cualquier cosa – hasta la más disparata – puede ser ejecutada según los dictados de la razón. La historia y la experiencia de cada día lo atestiguan más que de sobra.

Si la eugenesia se vuelve loca, si en aras del supuesto perfeccionamiento de la especie humana, vale todo o casi todo, estamos ya perdidos. Si vale “todo”, ese todo incluirá el sacrificio de “un” individuo, o de dos, o de los que sean necesarios, siempre y cuando salga – supuestamente - beneficiada la especie.

Y, por otra parte, ese perfeccionamiento que “todo” lo justifica queda al dictado, o al capricho, de los pocos que mandan en el mundo y que pueden – con el poder que da el dinero - hacer valer sus criterios.

Apliquemos esta cuestión al problema del aborto. Si el principio del que partimos es el de que el embrión humano es algo y no alguien, una cosa y no una persona, una realidad que puede ser tratada como un objeto y no como un sujeto… empezamos muy mal. De ese principio se puede seguir una aprobación completa del aborto, únicamente sometido al albur del que manda.

Si el concebido aún no nacido es solamente algo, un bien, que no tiene derecho a ser tratado como alguien, resulta difícil, a mi modo de entender, oponer cualquier razón al argumento de muchas feministas: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. Argumento que las feministas usan a discreción, ya que ese mismo motivo no parece convencerlas cuando se trata de los llamados “vientres de alquiler” (también paren las “madres de alquiler”, también podrían decidir…).

Si el concebido aún no nacido es solamente algo, un bien, que no tiene derecho a ser tratado como alguien, resulta difícil, a mi modo de entender, oponer razones de peso a los argumentos proclives al mal llamado “aborto eugenésiso” – abortando a un individuo no veo cómo se mejora la especie - . La ley de aborto vigente en España dice que se podrá abortar cuando “no se superen las veintidós semanas de gestación y siempre que exista riesgo de graves anomalías en el feto y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la intervención por dos médicos especialistas distintos del que la practique o dirija”.

Si el concebido aún no nacido es solamente algo, un bien, que no tiene derecho a ser tratado como alguien, resulta difícil oponerse a que, sin límite temporal, se pueda abortar cuando “se detecte en el feto una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico y así lo confirme un comité clínico”.

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15.02.19

Justicia, sí; linchamiento, no

Una sociedad civilizada ha de apostar por la justicia: por el derecho, por la razón, por la equidad. Una sociedad menos civilizada se conformará con el linchamiento, con ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo.

Hoy parecen coexistir los dos sistemas: el judicial, que no es infalible, pero que observa unos procedimientos, y el simple “linchamiento”, que pasa por encima de esas “reservas”, que la prudencia pide.

El respeto a las víctimas exige, para que no se pierda ese respeto, un mínimo de garantías de que las víctimas son realmente tales. Las garantías de que, en efecto, han padecido las consecuencias de un delito.

Nada sería más injusto con las verdaderas víctimas de algo que esa condición se adjudicase simplemente, sin mayor rigor, a cualquiera que se quejase buscando, sin motivos, la compasión.

Para evitar el linchamiento, las sociedades civilizadas han elaborado códigos y procedimientos. Han establecido, incluso, períodos de “prescripción” de los presuntos delitos.

Estoy completamente convencido de que, si alguien ha cometido un delito, debe pagarlo. Debe ser juzgado y condenado, si es el caso. Pero no debe ser linchado. Y, ante todo, estoy convencido de que los primeros que tienen derecho a este juicio y a esta condena son las víctimas que han padecido los daños ocasionados por ese delito. Siempre quedará, hasta en el mejor de los supuestos, un cierto margen de incertidumbre. Debemos intentar que ese margen sea residual; cercano al cero.

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