InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: Febrero 2011

10.02.11

El fracaso de un pequeño libro: Novena de oración por la vida

Es un dato significativo, no a nivel personal, pero sí a nivel, creo yo, objetivo. En la editorial CCS he publicado, hasta la fecha, siete títulos.

¿Cuál ha funcionado mejor? Pues muy bien, relativamente siempre, los siguientes títulos: “Novena de Nuestra Señora de la Salud”, “Novena a la Virgen María”, “Novena a la Inmaculada” y “Treinta y un días de mayo".

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9.02.11

Una revista: “Liturgia y Espiritualidad”

Quizá se me pueda objetar que no soy imparcial a la hora de hablar de la revista “Liturgia y Espiritualidad”. Imparciales, lo que se dice “imparciales”, nunca somos. Ni yo ni nadie. Lo honesto es poner las cartas sobre la mesa. Pues yo las pongo: Colaboro en esa revista- lo cual es un honor - , que dirige una persona muy admirada por mí, el Prof. Jaume González Padrós, director del Instituto Superior de Liturgia de Barcelona.

El número de enero de 2011 – que hace el primero del año XLII de la revista - coincide con un cambio de formato en la presentación de la misma: “aprobamos esta remodelación [se lee en el editorial] para que la lectura sea más agradable a la vista e incluso al tacto” y para que colabore a una relación más confortable con cada uno de los ejemplares de “Liturgia y Espiritualidad”.

Cambia el formato, pero no el contenido o el estilo. ¿Cuál es el contenido? Si nos centramos en este número, veremos que existen diferentes secciones: Una crónica, a cargo de X. Parés, sobre la dedicación de la Sagrada Familia de Barcelona. Un comentario a la oración de dedicación de la iglesia y el altar, escrito por F. X. Aróztegui. Y un estudio, de Pedro Fernández, titulado “Del ‘ars celebrandi’ a la ‘actuosa participatio’ ”.

El Prof. R. González, delegado de liturgia de la diócesis de Orense, comenta “La carta del Papa a los seminaristas”. Se hace un “in memoriam” sobre el P. Hildebrand M. Miret, de Monserrat, y sobre el canónigo y músico Domènec Cols Puig.

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7.02.11

Trascender la letra

He leído, con gran interés, la ponencia de D. Domingo Muñoz León, Presidente de la Comisión Técnica para la traducción de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española, sobre “La Biblia de la Conferencia Episcopal Española: criterios técnicos y desarrollo de la obra”, pronunciada en el Congreso sobre la Biblia que se está desarrollando estos días.

Hay dos afirmaciones de D. Domingo Muñoz León que, sin ánimo de ser exhaustivo, me gustaría subrayar:

1) “La Constitución `Dei Verbum’ que hoy es considerada como la joya del Vaticano II, llevó consigo un impulso decisivo, obra de la asistencia del Espíritu Santo, en relación con la Divina Revelación y en consecuencia con el valor de la Biblia como regla de fe y como palabra de Dios al hombre. La Constitución iluminó la relación entre Sagrada Escritura y Sagrada Tradición y expuso los criterios fundamentales para la interpretación del texto sagrado. Así mismo insistió en la consideración de la Palabra de Dios como fuente de la que vive la Iglesia”.

2) “El Sínodo de la Palabra y la exhortación ‘Verbum Domini’ han llegado en un momento providencial de coincidencia con la terminación de la ‘Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española’. Los discursos de Benedicto XVI durante la celebración del Sínodo y en otras ocasiones del período de preparación de la exhortación postsinodal, son preciosos documentos para comprender el valor de la Escritura para la Iglesia y para toda la humanidad.

La exhortación ‘Verbum Domini’ recuerda que la Iglesia vive de la Palabra y de la Eucaristía: Somos servidores de la palabra (‘Verbum Domini’ nº. 93). Los Obispos y los sacerdotes son los primeros llamados a formar a los fieles en el conocimiento autentico de las Escrituras (‘Verbum Domini’ nº. 94). Este pensamiento recurre también al hablar de la Homilía en la exhortación ‘Sacramentum Caritatis’ (nº. 46).

Para el mundo de la cultura ha sido especialmente importante el Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 de septiembre de 2008): AAS 100 (2008) que la exhortación cita repetidas veces. (Véase nº. 32, nota 99)”.

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3.02.11

Sal y luz: Vivir y enseñar

Homilía para el V Domingo del Tiempo ordinario (Ciclo A)

El Señor compara a sus discípulos con la sal y con la luz (cf Mt 5,13-16): “Vosotros sois la sal de la tierra”; “vosotros sois la luz del mundo”. ¿Qué significa ser sal y ser luz? La sal da sabor a los alimentos y los conserva. La luz ilumina, haciendo irradiar entre los hombres a Cristo, Luz del mundo (cf Jn 9,5).

Ser sal de la tierra equivale a conservar la alianza con Dios para, de este modo, hacer sabroso el mundo. Un mundo sin Dios es un mundo soso, sin gracia y sin viveza. No basta edificar el mundo solamente contando con la ciencia y con la tecnología; es preciso, asimismo, contar con la apertura a Dios y a los hermanos. Dios existe y es Él quien nos ha dado la vida: “Solo Él es absoluto, amor fiel e indeclinable, meta infinita que se trasluce detrás de todos los bienes, verdades y bellezas admirables de este mundo; admirables pero insuficientes para el corazón del hombre” (Benedicto XVI).

Abriéndonos a Dios, viviendo en comunión con Él, nos convertimos en “templo de Dios vivo” (2 Co 6,16). De este modo, Dios puede morar entre los hombres y hacer presente en el mundo el amor incondicional y el perdón sin límites. Para ser sal de la tierra, debemos ser dóciles a la acción del Espíritu Santo, dejándonos conformar con Cristo para convertir nuestra existencia en un culto grato al Padre.

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2.02.11

Caminar al encuentro del Señor

La fiesta de la Presentación del Señor se llama en la liturgia oriental la fiesta del Encuentro. Jesús, con ocasión de su presentación en el templo y de la purificación de su Madre, se encuentra oficialmente con su pueblo en la persona de Simeón.

También nosotros, como Simeón, como Israel, salimos al encuentro del Señor. Lo hacemos, no aisladamente, sino congregados en una sola familia por el Espíritu Santo, como miembros de la Iglesia de Dios. ¿Dónde viene hoy a nuestro encuentro Jesucristo? ¿Cómo podemos nosotros encontrarnos con Él?

El Señor viene a nuestro encuentro en la Eucaristía, en la Fracción del Pan. Bajo las especies eucarísticas su presencia es del todo singular. En el sacramento de la Eucaristía, Jesucristo nos ha dejado el memorial del amor con que nos ha amado “hasta el fin” (Juan 13, 1). La entrega de sí mismo al Padre en favor de los hombres para salvarlos se perpetúa en la Eucaristía. Él nos dice: “Venid a mi; a todos os convida mi corazón al celestial festín; soy el camino, la verdad, la vida, venid a mi; venid a mi”.

El encuentro con el Señor en la Eucaristía anticipa el definitivo encuentro que tendrá lugar, por su misericordia, en el cielo, si somos fieles a su gracia. Los días de nuestra vida, a la luz de ese encuentro definitivo, han de convertirse en momentos propicios para caminar por la senda del bien, orientados hacia la meta, que es la contemplación del esplendor de su gloria.

Sólo si llegamos a Dios no habremos corrido en vano nuestra carrera. Las palabras de Simeón ejemplifican el testimonio de una vida lograda: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos” (cf Lucas 2, 22-40). Ver al Salvador resume la aspiración máxima del pueblo de Israel y de toda la humanidad. Ver al Emmanuel, al Redentor, al Dios con nosotros: “Véante mis ojos,/ dulce Jesús bueno;/ véante mis ojos,
muérame yo luego”, escribía en uno de sus poemas Santa Teresa de Jesús.

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