InfoCatólica / Non mea voluntas / Categoría: Sin categorías

12.06.17

La liturgia interconfesional de Salamanca

Con gran éxito de público y crítica, y con motivo de los 500 años de la Reforma protestante, se ha celebrado en Salamanca (España, todavía y por el momento) por primera vez la liturgia luterano-católica: Common Prayer. “Del conflicto a la comunión", presidida por un buen plantel de figuras de diversas vitolas litúrgico-religiosas.

Por cierto y con ánimo de señalar, estoy convencido de que una cosa así solo podía darse o en la UPSA o en Comillas; y, en este caso, se adelantó Salamanca.

Prosigamos. Tan buen plantel que, en la clausura del evento, en la iglesia de La Clerecía de dicha ciudad, prácticamente había más gente arriba, en la presidencia, que abajo, en los bancos del público, donde raspaban la veintena de asistentes. ¡Todo un logro ecuménico de primer orden! Porque ya se sabe que las cosas siempre empiezan por poco, y las semillas plantadas suelen ser pequeñas en comparación con lo que dan luego de sí. Esperanza es poco…

Allí estaban el secretario del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, Brian Farrell, que presidía el Congreso de Teología, y el secretario general de la Federación Luterana Mundial, Martin Junge; allí no podía faltar -y no faltó, por razones obvias-, nuestro presidente de la CEE, Ricardo Blázquez; y estaba también el pastor de la Iglesia Evangélica Española, Pedro Zamora. Entre otros.

El problema me ha surgido cuando he empezado a leer alguna de las intervenciones de los predicadores y oradores; ya digo, todos ellos de postín, con curriculum y pedigrí, al menos a priori.

Porque claro, ya en la nota de prensa que sacó la UPSA, que tan brillántemente preside su rectora, lees que “la Liturgia es una conmemoración ecuménica, entre luteranos y católicos, que refleja en su estructura litúrgica básica, el tema de la acción de gracias, la confesión y el arrepentimiento, etc., etc.”.

Y ya ahí me he quedado pasmado; porque, en mi ignorancia, no sabía que los luteranos tenían “la confesión”, que en católico significa, sobre todo, el Sacramento de la Confesión, o del Perdón, o de la Penitencia, o de la Reconciliación. Vamos: lo que uno hace y a donde uno acude para confesarse de sus pecados, previo examen de conciencia, dolor de los pecados y propósito de la enmienda, a los que sigue la acusación de todos ellos, para cumplir finalmente la penitencia que te hayan impuesto. Vamos, un clásico de toda la vida de Dios en su Iglesia.

En segundo lugar, significa también la proclamación o defensa de la Fe: confesar la Fe, a veces a costa de la propia vida, como está pasando con los cristianos coptos en Egipto, o como ha pasado y pasa en Irak, Siria, Pakistán, India, Filipinas, Kenia y Nigeria, y en tantos otros sitios; porque la Iglesia es la primera institución que sigue sufriendo persecución a nivel mundial.

Y esto no son ocurrencias mías, ¡líbreme el Señor! Precisamente en la declaración Dominus Iesus, de 6 de agosto de 2000, después de recordar que Jesucristo es el único Salvador -frente a algunas propuestas que sugerían otras salvaciones y redenciones en paralelo-, se hacía también una alusión expresa -siguiendo al CV II- a que, mientras los ortodoxos son verdaderas iglesias locales, las comunidades eclesiales surgidas a partir de la Reforma protestante, debido a los avatares doctrinales e históricos, han perdido algunos elementos de eclesialidad, como son el ministerio y la Eucaristía [se debe sobreentender necesariamente que tampoco tienen Sacramento de la Penitencia]; por lo tanto, concluía, no son verdaderas “iglesias en sentido propio", sino más bien eso: ‘comunidades eclesiales’. Serán “iglesias” -añado yo de mi cosecha-, secundum quid -o sea, “de tercera regional"-, tomándole prestado el término a Santo Tomás de Aquino, uno de mis primeros maestros. Y lo de ‘comunidades eclesiales’ no supera tampoco ese baremo.

Esto, la verdad, les escoció mucho, muchísimo; de ahí sus protestas de entonces y de ahora. Y de ahí sus intentos -acomplejados y salidos de madre- de trasplantar los imperativos de la modernidad y la mundanidad a “su” realidad. Y nos lo quieren contagiar. Y aprovechan estas cosas. Pero es que, además, hay católicos encantados con el contagio, como se puede ver y oir, porque a la vista está.

Puntaliza la Dominus Iesus: “El encuentro entre las religiones no puede darse con una renuncia a la verdad, sino con su profundización. El escepticismo no une, ni tampoco el pragmatismo. Estas dos posiciones lo único que hacen es abrir la puerta a las ideologías que, después, se presentan todavía más seguras de sí mismas. […] La religión [no cristiana]… está siempre bajo el riesgo de perder su propia naturaleza. La religión puede enfermar y convertirse en un fenómeno destructivo.”

Y remata: “El diálogo [del cristianismo con otras religiones; y, por tanto, lo mismo la oración conjunta] no es una diversión sin un fin claro, sino que se dirige a la persuasión, al descubrimiento de la verdad, pues de otro modo carece de valor. […] El diálogo entre las religiones debería convertirse siempre en la escucha del Verbo, que nos señala la unidad en medio de nuestras divisiones y contradicciones.”

Pero claro. Con esto por delante, vas luego a la conferencia del líder alfa del luteranismo -una figura meramente simbólica en su propia realidad luterana, por otro lado-, y cuando llegas a aquello de “son 1.500 años de historia común” -ojo: “común” dice el tal líder, cuando es historia de separación y de segregación; y “por herejía", ni más ni menos-. Y para rematar su tirada de la moto -vamos, que estaba crecido el buen señor- añade: “la historia de las iglesias luteranas no comienza en 1517 sino en los tiempos de los primeros apóstoles (…) esa convicción tan obvia sigue tardando en imponerse en la vida de nuestras respectivas comuniones". ¡Y lo que tardará, chati!

Y aquí me he platado, la verdad. ¿Podría alguien explicarme dónde está el luteranismo -que “nace” en 1517, lo afirma él mismo-, en los tiempos de los apóstoles? ¿En los tiempos de los apóstoles estaba lo de las obispas, lo de los homosexs y las lesbis entre sus miembros y jerarcas? ¿Estaba no tener más sacramento que el bautismo? ¿Y no hacer ni caso de Pedro; es más: abominar de él, precisamente por ser Pedro, y abominar -y marcharse- de la Iglesia de la que es Piedra?

Podría seguir; pero todas estas preguntas son inútiles porque, mientras no se admita que lo que se busca es la verdad de Cristo -lo que dijo e hizo el Señor-, no hay ecumenismo ni digno de ese nombre, ni siquiera posible…; excepto si consideramos el ecumenismo como un mero ejercicio pseudoreligioso que se entretiene en hablar del sexo de los ángeles. O así.

Lo de la UPSA bien podría llamarse “el contubernio de La Clerecía". Lógicamente con las firmas al pie de los del pedigrí.

Siempre con todo el respeto a quienes piensan y creer y esperan distinto, por supuesto. Porque cada uno se apunta a lo que quiere; que esa libertad aún la tenemos. Creo. Y cada uno también se autoengaña con lo que quiere y como quiere.

2.06.17

"El diablo no existe". El "papa negro", sí

Lo acaba de declarar, tal cual y de un tirón, el sr Sousa, actual jefe supremo o prepósito general de los jesuitas de todo el mundo: “el diablo es un invento de los hombres". Hay que reconocer que, al menos, ha tenido la delicadeza de no dar nombres; ni siquiera el de Benedicto XVI, que no sé por qué se me viene ahora mismo a la memoria.

Y es un “invento", sigue empecinadamente intentando explicar su increíble invento, diciendo que “era un modo de dar nombre al mal". Está todo en una entrevista a un diario español de cuyo nombre no me acuerdo: palabrita… Pero está.

Este buen hombre es todo un hereje declarado; no “camuflado” porque no pretende ocultar nada de nada. Bien porque tiene barra libre, y así lo cree él; bien porque de la doctrina católica no solo no tiene ya ni un remoto recuerdo, sino que está en perfecto y total desacuerdo con ella. Y lo dice. ¿Qué pasa?

Leer más... »

20.05.17

Las ideologías del mal

Estamos sufriendo -aunque no lo queramos, que no lo queremos; pero se nos impone por la mera fuerza de las leyes inhumanas que nuestros embrutecidos legisladores nos regalan-, toda una brutal violencia, inimaginable hace apenas 25 o 30 años.

Violencia, que no solo no es ningún eufemismo ni mera exageración, sino que es la desnuda realidad, porque llega hasta matar y matarnos. Aborto y eutanasia están al orden del día. Y hasta llegar ahí, los espectáculos, día sí y día también, de padres pegándose en partidos de fútbol de sus hijos; de chicas pegándose en la calle mientras los compañeros de clase gritan “¡mátala, mátala!"; la misma “violencia de género” -la genere el hombre, la mujer, o el “neutro” de guardia- y que no puede sustraerse a lo que es: violencia…

Pero mucha más violencia, porque no es “física” sino MORAL -y precisamente por eso es más destructiva-, hay y se genera cuando se “educa” -¡qué sarcasmo y que burla para alumnos y padres!- para que los crí@s con 12 años estén ya enganchados en la bebida, en la droga y en el sexo; o cuando se genera -y se financia con dinero público- toda una mentalidad que lleva a ir unos ciudadanos contra otros, a enfrentar unas regiones contra otras, y unas instancias ciudadanas contra otras…

Para más inri, el código penal que nos han “regalado” nuestros legisladores protege más al delincuente que al ciudadano honrado: ahí están los que han sido pillados y juzgados decenas de veces, y están en la calle, tan campantes; o los ocupas que han denunciado a los dueños del inmueble que les cambió la cerradura y no les dejaban entrar: y el juez les ha dado la razón. Por último, nuestros políticos destacan más por las corrupciones en las que se enfangan -y que generan a su vez, como un alud de corruptos y de corrupciones- que por su honradez de vida, pública y privada.

¿Cómo se ha llegado a este estado de cosas, y en un tiempo record?

Aquí es donde entra en juego el título que explica -y denuncia- todo este tinglado, inhumano por inmoral, y corrosivo por naturaleza: “Las IDEOLOGÍAS del mal". 

San Juan Pablo II ya denunció hasta desgañitarse las que llamó “las filosofías del mal” -de donde tomo prestado el título-, desenmascarando el nazismo y el marxismo como las dos ideologías que más cruelmente se habían levantado contra el hombre, al que decían pretender “servir” e incluso “salvar".

Una claración: he sustituido a propósito el término “filosofías” por “ideologías” porque, dado el nivelón cultural en el que nos movemos en sociedad, podría resultar algo más “cercano", intelectualmente hablando, el segundo que el primero; pero y a día de hoy, en el fondo, vienen a ser lo mismo; porque la propia filosofía, desde Descartes a nuestros días -y salvo honrosas excepciones que las hay-, renunciando a su ser y tarea -"mostrar lo que las cosas son"-, se ha convertido en una ideología más, pretendiendo que las cosas sean lo que nos dé la gana que sean, que es lo que define exactamente a las ideologías. Y así le luce el pelo: a la filosofía y a nosotros, sus conejillos de indias.

Se ha sustituido el “respeto” a la verdad de las cosas -me he resistido a poner “amor” a la verdad de las cosas, porque hoy ya no se entiende de qué va el tema- por el “voluntarismo” -las cosas son lo que yo quiero que sean-; por el “buenismo” -las cosas son buenas y seguirán siendo buenas… “porque lo digo yo"; y así empalma con el primero-; por el “democratismo” -las cosas son lo que decide la mayoría, aunque sea a base de chanchullos: y empalma con los dos anteriores-; por el “positivismo jurídico” -las leyes que se generan no responden a criterios objetivos de bondad o maldad, superados por la fuerza de las cosas: solo dependen de la voluntad del legislador que, supuestamente, “hace caso” a la mayoría numérica; lo que además de ser falso de toda falsedad, porque sucede exactamente al revés, empalma también curiosamente con todo lo anterior-; por el “laicismo” -que pretende desbancar a Dios y a la religión del orden social: porque sí, o porque me da la gana-; y el rizo de los rizos, el no va más de “lo moderno” -que no resiste, por cierto, la más mínima confrontación con la verdad y con la realidad.: la “ideología de género” donde uno es lo que quiere ser: hoy nene, mañana nena, pasado “neutro", al otro gato, el mes que viene viborilla, y así…: “voluntarismo” en estado superlativo, aunque se dé de coces con la realidad reflejada en el espejo.

Todo esto se blinda en dos horizontes. El primero, en el del lenguaje -que genera “cultura", es decir “pensamiento"…, aunque la “pseudorealidad” que imponen sea lo contrario a “pensamiento” y “cultura"-, haciendo decir a las palabras lo que nunca han dicho. Y, en segundo lugar y para que esto se imponga verdaderamente, “se hacen” las leyes a la medida, y se persigue al discrepante precisamente por discrepante, sin entrar a si tiene razón o no, porque “tener razón” está obsoleto.

Así, poco a poco -"despacito"-, nos hemos metido otra vez, de hoz y de coz, en los engranajes de las ideologías más feroces, hijas del nazismo y del marxismo: las que destrozan al hombre y sus creaciones: familia, sociedad, cultura, ética, religión, hijos, verdad, bien.

Lo de los libros de textos para chavales -y no solo en Cataluña, que conste; y desde hace muchos años- son la demostración real y práctica de lo que acabo de escribir, aunque sea en un tema menor. Y todo, claro, con la complicidad, activa y pasiva, de los poderes públicos, y pagado -eso también-, con nuestro dinero, no con el de ellos.

14.05.17

Mero paganismo. O, simplemente, paganismo.

En la Iglesia Católica estamos pasando, a ojos vistas, del “mero cristianismo", como titula C. S. Lewis una de sus magníficas obras -con gran acierto, como no puede ser menos en él-, a un “mero paganismo” o a un "paganismo” sin más connotaciones. De modo que se están haciendo visibles, como ha denunciado el cardenal Burke, dos “iglesias": una para los que quieren seguir siendo fieles a Cristo, en la Tradición y en la Doctrina de siempre, y otra para los “modernos", “más conciliadora” y, por tanto, "menos exigente". O sea: falseada. Falsa. Porque no puede haber “dos"; como no puede haber dos dioses verdaderos y actuantes. O dos “cristos".

Y no lo digo a “humo de pajas", sino a lo que me suena cada una de las “declaradas” -en tiempos bien recientes, todo hay que decirlo, y es necesario decirlo- por parte de gentes de Iglesia, a cada cual más infumable por más en contra del tesoro de Doctrina acumulado en más de 2000 años de Vida Eclesial -gobernada por cierto por el Espíritu Santo-, y que no es que se apartan sino que están absolutamente en contra de “lo que se ha creído siempre, en todo lugar y por todos sus hijos".

Criterio, por cierto, que ha sido hasta no hace mucho el único válido en la Iglesia Católica: lo acuñaron los Santos Padres para discernir y separar el trigo de la cizaña y de la paja, y había cumplido perfecta y fielmente su propósito. De este modo, todos sabían a qué atenerse: también los que metían la pata en temas de Fe y Costumbres.

Porque estamos contemplando un espectáculo inimaginable hace 40 años. Ahora, parece que todo el mundo -todo el que quiere- tiene derecho a decirla más gorda; y con la absoluta seguridad de que nadie que debiera hablar -al menos por oficio, o por mantener su conciencia a salvo o, al menos, por vergüenza torera- se va a dar por aludido y va a decir algo en contra.

Porque esta es otra: la multiplicación de las “declaraciones", “notas oficiales", “escritos conjuntos” o por separado, en los que sus autores se ponen exquisita e intencionadamente de lado, o se sitúan perfectamente equidistantes entre dos posturas, pero sin señalar -¡ni se les ocurre, oiga!- qué está bien y qué está mal, qué es lo católico y qué no; pero a la vez lo hacen en nombre de la Iglesia, porque los escriben y publican los jerarcas correspondientes -en España hay excepciones, pero son tan pocas…; en Francia, por ejemplo y de cara a las últimas elecciones, casi 40 obispos se han “mojado” públicamente” respecto al tema: ¡qué envidia!-, es absolutamente lamentable.

Para más inri, aún desdibujan más y más lo que deberían haber dejado claro: qué es lo católico, lo justo, lo moral y lo bueno. Y si son temas “opinables” desde todos los puntos de vista, ¿qué pintan unos obispos reunidos en comandita, y que lo único que sacan es una nota “opinando", es decir, “poniéndose de parte” o dando esa impresión, y sin ser especialmente mal pensados? Y dejando, por lo mismo, de ser los obispos de gran parte de sus ovejas, que opinan exactamente lo contrario, como dicen las mismas encuestas “oficiales". “Ponerse de parte” quien no debiera por su oficio eclesial, lo llamo “mero paganismo".

Que un señor cura -jesuíta para más señas: pero esto ya no escandaliza a nadie, sino todo lo contrario: es tan normal como que en verano haga más calor que en invierno-, salga a decir públicamente y con publicidad que en el cielo hay santos gays, o que estarían en favor de los gays, y que, por tanto, la Iglesia tiene que ir cambiando ya -¡rapidito, oiga!- sus trasnochadas normas morales…, esto es “mero paganismo". ¡Si su propio jefe de filas ha dicho que en tiempos de Jesús no había grabadoras…, qué no va a decir él, pobrecillo!

Que salga todo un señor cardenal de la curia vaticana -el mismo que, precisamente, está al frente del tema- diciendo públicamente y con publicidad que ¿qué es eso de decir que las “ordenaciones” de los anglicanos son “inválidas"? Que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, no vaya a ser que ya no sea así. ¡Y es el que tiene que cuidar del temario! O sea: "la zorra cuidando a las gallinas". A esto lo llamo “mero paganismo".

El espectáculo de “misas” que, por sus puestas en escena, son más “Le Cirque du Soleil” que Sagrada Liturgia, a esto lo llamo “mero paganismo". Solo les falta que cobren la entrada.

El espectáculo de universidades “católicas” dando cancha al aborto -teórico y práctico-, a “la idología de género", a los movimientos LGTB, a las teologías de liberación, etc., como opciones perfecta y moralmente válidas -"católicas” cien por cien; aunque quizá ya ni se molesten en decirlo: dicen y dejan decir lo que sea, y ya-, a esto lo llamo “mero paganismo".

Unas “iglesias” en las que en el mismo espacio tan pronto se dice Misa, como se monta un taller, o se hacen meriendas y se ve la TV…, a esto lo llamo “mero paganismo".

Unas administraciones de Sacramentos en los que, intencionadamente, no se quiere discernir ya sobre la validez y la licitud para su administración y su recepción, porque ya no se quiere uno “mojar", que a esto hemos llegado…, a esto lo llamo “mero paganismo".

Pretender desdibujar el Derecho, la Doctrina, los Mandamientos, los Sacramentos, la misión de la misma Iglesia, el sentido de la vida humana en la tierra, la trascedencia de la vida humana que va más allá de las coordenadas terrenas, etc., todo esto engendra, porque lo “es", mero paganismo o paganismo a secas.

Aunque ya digo que lo más escandaloso es el silencio de los pastores. Del “Buen Pastor", ¿quién se acuerda o sabe ahora lo que significa? ¡Pobre Jesús!

No nos han llegado vídeos de Jesús. ¡Qué pena, con la falta que nos harían!

9.05.17

"Una Iglesia pobre para los pobres"

Con esta “bandera” -"Una Iglesia pobre para los pobres“- quieren presentar la nueva reunión de los obispos latinoamericanos, CELAM, que se celebrará en El Salvador, aprovechando el centenario del nacimiento de Oscar Romero, el obispo asesinado por su defensa de la Iglesia y de los hijos de la Iglesia frente a la tiranía de los poderosos, sean del signo que sean; que los hay -y los había también entonces- de todos los colores.

En páginas de religión más que “interesadas” -y en familias y entramados eclesiales determinados-, se quiere dar la impresión de que solo existe una maldad y una violencia denunciables: la que viene de los sectores “derechistas” -en el lenguaje secular-; a la vez, se propugna la “canonización” -pelillos a la mar, es un mal necesario para el advenimiento de la justicia…- de la violencia que ejercen, de modo sanguinario y brutal, los sectores “izquierdistas"; que, precisamente por ser “izquierdistas", pretenden bendecida por el mismo Dios. Y, por tanto -la conclusión es obligada, según ellos-, la Iglesia Católica no tiene más remedio que bendecirla también y con las dos manos, dándola por buena y legítima. Y “apropiarse” del obispo Romero -"secuestrando” y manipulando su persona, sus palabras y sus hechos-, no es más que una “táctica” para arrimar el ascua a su sardina.

Todo esto estaba y está en la “Teología de la liberación” que, gracias a esos “entramados” y a pesar de estar más que denunciada por la Jerarquía de la Iglesia Católica, se “resiste” a morir y desaparecer. Y sigue haciendo daño. Porque es un foco de podredumbre moral que está en las antípodas de lo que es la Iglesia. 

De hecho, no hay ni un solo sitio en hispanoamérica donde la TL pueda presentar resultados positivos de vida eclesial, de espiritualidad, de vocaciones…; ni siquiera de mejora material de aquellas “pobres” gentes -sus “preferidas", y las del buen Jesús, y las de la Iglesia, según su casposo e inútil ideario- a las que les ha caído en “suerte” la tal TL. Ni un solo sitio. Ni un solo resultado positivo. Al contrario: la descristianización y la “colonización” por parte de las sectas ha sido el resultado patente y palpable; eso sí, bien arropado todo y bien tapado por “palabritas” al uso. O silenciando sin más a sus opositores. Y así le va a la Iglesia Católica en esos países: de retroceso en retroceso, caldo de cultivo de toda aberración doctrinal y litúrgica, y negación práctica de lo que no debe ser NUNCA la Iglesia.

Y, necesariamente, no puede ser de otra forma. Porque “Una Iglesia pobre para los pobres” no es la Iglesia Católica: es su negación; o su negativo. Y lo es porque esto no ha salido de Jesús, que es el que la fundó y, por lo mismo, es su fundamento. Esto es un “invento” humano, del que Jesús -ahora sí-, nos dio la clave de interpretación para desenmascararlo -a este y a cualquier otro que haya salido o salga-, precisamente en el marco de Sus enseñanzas sobre la verdadera Caridad: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 16).

Guardaos de los falsos profetas [ojo a la entradilla, que dispara ni m´s ni menos que contra los ¡FALSOS PROFETAS!], que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. [¡Impresionante el lenguaje tan “políticamente incorrecto” de Jesús en persona! “¿Quién lo podrá soportar?” (Jn 6)] Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos. [¡Es tan “lógico” Jesús! Y así es todo -lógico y sencillo- en la vida espiritual y en la vida eclesial cuando lo que se busca es amar a Dios, y amar a la Iglesia, y amar a los demás. Y remata Jesús sus discurso:] Todo árbol que no da fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 15-20). Lo repite para que no se nos pase por alto.

El lema “Una Iglesia pobre para los pobres” me suena más a herejía que a catolicismo. Lo digo con total sinceridad y absoluta franqueza. ¿Me puedo equivocar? Me puedo equivocar. Pero agradecería que se me dijera en qué, cómo y de qué manera; no simplemente, “te equivocas” y punto.

Porque, y por poner una referencia ya que estamos en el tiempo pascual: uno se coge los discursos de Pedro en Pentecostés y días posteriores -los que hemos leído después de la Pascua-, discursos tras los que se convirtieron miles de personas, discursos en los que Pedro dice a los presentes que habían entregado a Jesús a la muerte, y que se arrepintiesen si querían salvarse…, y no hay ni una sola palabra al respecto: ¡es que ni nombra a los pobres!; y sería más que sorprendente inverosímil que algo tan esencial y fundamental como “la opción preferencial por los pobres” -para algunos, la única aportación “potable” del CV II- es que ni la nombrase. Y encima, ¡van y se convierten miles! que es lo más extraodinario y lo más incongruente si hubiese faltado lo más básico. Y finalmente y para más inri: la Iglesia no hubiese sido la Iglesia en casi dos mil años, cosa que es absolutamente no solo ilógico sino simplemente demencial.

A estas alturas -y con la que está cayendo-, pretender inventarse la Iglesia…, es como querer descubrir América.

Pues hay gente así. Y en la Iglesia. Fuera, también.