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29.04.21

Los "equidistantes" (por lo civil y por lo eclesiástico)

Se ha sentido obligado a salir al paso de las tortas que debe estar recibiendo; y defenderse: nada más humano; y no se lo reprocho, faltaría más. Me refiero a Pedro García Cuartango que se ha definido como “equidistante": o sea, lo que antes se señalaba como “ni chicha ni limoná”. Y claro, así le debe estar yendo.

Por supuesto, es una postura que abunda, en especial entre los que se tienen por “intelectuales", tanto fuera como dentro de la Iglesia. En esta, el proceso y la situación es la misma; solo que, en el mundillo eclesial y debido a los temas que están en juego -en concreto, las almas todas-, las consecuencias son infinitamente más graves. Como lo vemos y sufrimos cada día, a cada hora.

Claro que, para todos estos “equidistantes", tal postura les parece que tiene sus “ventajas"; a mi no me lo parece, la verdad: más bien, actúa en su contra. Y me explico.

La “equidistancia” es situarse en “el punto medio” entre lo que se ve o califica como “extremos": “¡nada de extremismos, por fa"!, se deben decir a sì mismos, “que es de mal gusto". Y se sitúan ahí. Aparte que, por otra parte, es la postura menos intelectual y más inmoral que existe; por lo que es muy fácil irse allí.

Claro que también la Iglesia Católica, al explicar la VIRTUD, habla del “punto medio"; pero “punto medio” entre dos extremos esencialmente MALOS: bien por defecto -no llegar al acto virtuoso: se qudan muy lejos-, bien por exceso: pasarse, pretendiendo que Dios es “tonto” (¡perdón, Señor!: lo digo para que se entienda por dónde va el tema): “Dios perdona siempre", etc.

Por ejemplo: la Esperanza, virtud teologal Infusa, se sitúa entre “el exceso de confianza", llamada PRESUNCIÓN, en la propia Salvación -"Dios es tan bueno…"; “no hay infierno", etc.-, y la “desconfianza” -llamada también DESESPERACIÓN- respecto a eso mismo: “El condenado por desconfiado”: todo un clásico.

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