La Pascua, los jóvenes y las redes sociales
La Pascua de Resurrección nos abre una cincuentena de días en los que 
celebraremos este imprescindible misterio: Cristo ha resucitado de 
entre los muertos para nunca más morir. El mismo Señor resucitado da el 
sentido a la fe cristiana, ya que no creemos en un galileo fracasado a 
los ojos de sus enemigos, sino a todo un Hijo de Dios, que ha muerto en 
la cruz, pero al tercer día ha resucitado como lo había anunciado.
La sociedad actual desea estar cambiando continuamente de objetos de 
placer. Aquí radica la fuerza del consumo y de las compras por impulso 
ciego. Las personas nunca se sienten felices con lo último que han 
comprado, éste mismo objeto les crea otras nuevas necesidades que 
buscan satisfacerlas con el último artilugio inventado y puesto a la 
venta de forma atrayente que hace caer a un montón de consumidores.
Este fenómeno de acción y reacción lo vemos en los campos de la 
telefonía, de la informática, de los automóviles, de los 
electromésticos, de la moda….Lo observamos en los niños y en los 
adultos que son los que les consienten los caprichos. Así nace el 
ciudadano esclavo y medio muerto en su libertad personal.
Porque solamente rompiendo con las ataduras de las falsas necesidades 
que la publicidad nos pone delante, es viable pasar, salir, resucitar, 
a la única libertad de los hijos de Dios, salvados por el Misterio 
Pascual de Cristo.
Es una pena observar el sector de la juventud sumido en el mero 
consumo de cosas, de aparatos, de instrumentos, que no les sirve para 
nada ya que no les da la felicidad, sino todo lo contrario, los 
esclaviza y los teledirige.

Un modo de esta dictadura está apareciendo en las redes sociales del 
ciberespacio. Es interesante estudiar cómo al grito de unos pocos 
aparecen unos muchos que les siguen como borregos para consumir alcohol 
y otras sustancias en las fatuas fiestas de la primavera que se han 
organizado en los últimos días. 
¿Qué mueve a estos jóvenes?. Lo he preguntado a ellos mismos en la 
clase del instituto. Las respuestas son variopintas y poco razonadas. 
Van desde los que piensan que el ser humano no tiene horizontes de 
esperanza y que no existe diferencia entre los animales  y las 
personas, como los que afirman vivir al día y gastar hasta la última 
gota de la vida en aspectos puramente materiales, que son en los que 
creen, porque se pueden pesar, medir y contar.
Un pequeño núcleo es más sensato y afirman que, como nadie les ofrece 
otras alternativas, son ellos mismos los que se fabrican sus ratos de 
ocio como pueden, aunque sea en manada; pero aseguran que si la misma 
Iglesia les ofreciera una esperanza de vida actuarían de otro modo. 
Aquí le ofrecemos que reflexionen sobre el misterio de la Resurrección 
de Cristo, así vivirán la alegría y el gozo de salir de su postración 
esclavizada.
Tomás de la Torre Lendínez




         


