2.03.15

La religión a palos...

Eso parece ser, según la progresía de turno, la adaptación del currículum de la enseñanza de religión y moral católicas en los centros educativos. Duras acusaciones: retorno al pasado más rancio, alumnos amedrantados obligados a rezar, manipulación ideológica…

¡Qué cantidad de despropósitos hemos leído estos días en tantos y variopintos medios de comunicación tan excitados como poco documentados! Y, ignorancia aparte, algo, a mi parecer, mucho más grave: una oposición rabiosa y una intolerancia radical a la legítima posibilidad de proponer de manera metódica y razonada a las nuevas generaciones la visión del hombre y del mundo que dimana de la fe cristiana. Y todo esto, en unos momentos decisivos en que se van a incoar las preinscripciones para el nuevo curso escolar.

¿Qué ha pasado? Pues, simplemente, una adaptación del currículum de la materia, como sucede en tantas asignaturas. Y yo creo que ha sido en su conjunto una buena adaptación. Durante varios años me dediqué a la enseñanza de la religión en institutos de bachillerato, en unos momentos más gloriosos para la enseñanza en general. Recuerdo gratamente aquellos años y el encuentro con tantos alumnos en unos momentos decisivos para sus vidas en la adolescencia y primera juventud. Estoy convencido que la asignatura de religión, debidamente impartida, puede hacer mucho bien a nuestros jóvenes, no sólo enriqueciéndolos culturalmente sino también en su maduración humana y cristiana.

El currículum de la asignatura lo ha establecido quien tiene competencias para ello, es decir, nuestros Obispos. La clase de religión no es catequesis ni pretende serlo. Es un importante ámbito donde los alumnos pueden conocer de manera sistemática los contenidos fundamentales y la misma razonabilidad de la experiencia cristiana, así como las claves imprescindibles para entender nuestra cultura y nuestras raíces de identidad. La clase de religión, tanto en la escuela pública como en la católica es impartida por excelentes profesionales que la Iglesia trata de cualificar continuamente y, ciertamente, todos los esfuerzos en este sentido, constituyen la mejor inversión en el proyecto de evangelización de la cultura. Sin duda alguna enriquece notablemente a nuestros alumnos. También hay que recordar que para los alumnos creyentes esta asignatura constituye la oportunidad de una evangelización de la inteligencia y del corazón del todo necesaria para una vivencia adulta y madura de la fe.

Conviene y mucho que los padres y madres cristianos tengan las cosas muy claras en este importantísimo asunto que concierne la educación ( en mayúsculas!) de los hijos. Si los padres no valoran lo que supone la clase de religión y no hacen todo lo posible para que sus hijos participen en la misma, muy pocos lo harán en nuestra sociedad. Me preocupa la actitud de ciertos políticos e ideólogos al respecto, pero me preocupa mucho más la dejadez de tantos  padres y madres de familia que no se implican.

Finalmente, por lo que respecta a la pretensión de  obligar a rezar a los alumnos en el ámbito de la enseñanza de la religión en la escuela pública, nada más alejado de la realidad. Lo que se pretende, y con razón, es que los alumnos sepan y comprendan los textos fundamentales de la oración cristiana en los que se expresa la fe. Lamentablemente, no se acaba de dar a la memoria el lugar que le corresponde en la enseñanza de nuestros alumnos. Que un adulto, hoy, y en nuestro contexto cultural, desconozca, por poner un ejemplo, el texto de los diez mandamientos, del Padrenuestro o del Símbolo de la fe, es, simplemente, un signo de crasa ignorancia. 

12.01.15

Matrimonio, ¿ideal o real?

He recibido una interesante pregunta a mi sección “El Consultorio” de Catalunya Cristiana y he intentado darle respuesta en el limitado espacio de la columna. Lo comparto también con los lectores del blog.

MATRIMONIO, ¿IDEAL O REAL?

¿Cree usted que la propuesta cristiana de matrimonio es hoy una propuesta realista para nuestra sociedad? No niego que un matrimonio para toda la vida, fiel y constante en el amor es un bonito ideal, ¿pero quién lo vive? La realidad va por otro camino. Yo veo que hoy la mayoría ya no se casa, conviven mientras se avienen y, si no, lo dejan. ¿No cree que la Iglesia debería ir aceptando estas nuevas modalidades de convivencia?…

Hubo un filósofo, creo que Fitche, al que le objetaban que sus teorías iban contra la realidad. El respondía diciendo que “peor para la realidad”. Bromas aparte, es un asunto serio ser consciente de la tremenda distancia que a menudo existe entre lo que es y lo que debería ser.

Su argumentación me parece falaz. Imagine que la aplicamos a otro aspecto de la “realidad”. Mire, la propuesta cristiana por lo que respecta a la economía y a la política es una propuesta de honradez, transparencia y espíritu de servicio por encima de todo. Pero como constatamos que la realidad va por otro camino y que muchos viven así, parecería que la Iglesia debería ir aceptando la corrupción, la hipocresía y el abuso de poder como nuevas modalidades de vivir la economía y la política. Ya ve que no se puede argumentar de esta forma.

La pregunta pertinente es si la propuesta cristiana, la propuesta que nos hace el cristianismo, responde a la verdad y a las exigencias del corazón del hombre que aspira a una verdadera felicidad. ¿Si o no? Para los seguidores de Cristo no hay ninguna duda. Él tiene la razón y si seguimos sus caminos aseguramos una vida feliz y llena de sentido.

También le cuestionaría y mucho su afirmación según la cual la mayoría ya no se casa. Mire más allá, mire al mundo entero y verá que es todo lo contrario: la inmensa mayoría de la humanidad todavía se casa y contrae matrimonio, funda una familia y aspira a una estabilidad.

Lo que no funciona, precisamente, es lo que está pasando en nuestras sociedades donde muchos se han cerrado no sólo a la fe sino también a la razón con un gravísimo impacto en la felicidad de las personas y las colectividades.

No lo dude, la disolución de la familia es uno de los más graves dramas que estamos viviendo. El camino: mostrar nuevamente la belleza del proyecto de Dios. El Papa Francisco lo expresaba en una hermosa oración: “Sagrada Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo haga tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios”.

¿Ideal versus real? No. En el fondo, cuanto más lo pienso, sólo el “ideal” me parece verdadero y real. ¿O acaso es más real que el Evangelio nuestras escuálidas vivencias del mismo?

14.12.14

La oración y los problemas de la vida...

LA ORACIÓN Y LOS PROBLEMAS DE LA VIDA

 

Me comentaba hace poco tiempo una persona que había dejado desde hacía años la oración y que, últimamente, gracias a un grupo de oración a la que fue invitada, volvía a rezar, pero, con gran sorpresa por su parte, nunca había tenido tantos problemas (de salud, familia…). Esta persona, perpleja, me preguntaba cómo sucedía esto y qué sentido tenía entonces rezar. Mi respuesta fue la siguiente:

 

Observe a su alrededor: ¿Quién no tiene problemas en un momento u otro de su vida? La vida conlleva dificultades, contratiempos y problemas. La diferencia la marca cómo los afrontamos, con qué espíritu los asumimos. Ser cristiano, tener fe, rezar, no nos exime de los problemas que sufren la mayoría de los mortales. Pero la fe y la oración nos hacen verlos y vivirlos de forma diferente. Los transforma. La unión con Dios nos permite afrontar los contratiempos y dificultades con mucha paz y esperanza, sabiendo que siempre estamos en manos de Dios y que los problemas nunca tendrán la última palabra. San Pablo escribía a los cristianos de Tesalónica, angustiados por el gran problema de la muerte, que “no lloraran sin esperanza”. No les dice que no lloren, sino que lo hagan con esperanza.  No le quepa a usted ninguna duda que todos estos problemas que tiene ahora rezando los tendría igual sin rezar. Mejor dicho, los tendría peor sin rezar porque la oración cuando es auténtica nos ayuda a afrontar los problemas con sentido y esperanza. Como sacerdote, visito a menudo enfermos y personas que pasan por grandes tribulaciones. Son muchos los que me dicen que sin el recurso a Dios por la oración, no lo soportarían. El sufrimiento forma parte de la vida en este mundo pero nada hay peor que sufrir sin sentido ni esperanza. No podemos confundir la oración con una especie de mantra o talismán que nos evita las contrariedades y el esfuerzo de afrontarlas cristianamente, eso es, perseverando en conocer y hacer la voluntad de Dios en las circunstancias que el Señor determine.

Hace poco, el Cardenal Barbarin declaraba que “la oración no es el último recurso de la Iglesia sino el primer deber del cristiano”. ¿Qué sentido tiene rezar? Todo. Tal vez si en la oración, en lugar de buscarnos a nosotros mismos, buscáramos a Dios y su designio, entenderíamos mejor este aspecto fundamental de la vida cristiana. Nos preocupamos excesivamente por la oración de petición, limitándola a menudo a aspectos muy secundarios y olvidamos dimensiones tan fundamentales como la adoración y la alabanza que debemos tributar constantemente a Dios, así como la acción de gracias. Con esto no digo que no debamos pedir, pero pidamos lo que Dios mismo nos sugiere en el Padrenuestro y no olvidemos implorar dos cosas fundamentales: la luz del Espíritu Santo para conocer qué quiere el Señor de nosotros y la fuerza necesaria para llevarlo a cabo. Todo lo demás se nos dará en añadidura. No deje de rezar e implore la fuerza del Espíritu Santo para hacerlo correctamente. Y me atrevería a decir, que ante muchos y gravisimos males que nos afligen actualmente casi sólo nos queda rezar intensamente… La fuerza de la oración es extraordinaria.

23.09.14

El tribunal de las urnas y el Tribunal de Dios

El tribunal de las urnas y el Tribunal de Dios

Me dicen que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha confirmado este martes la retirada del anteproyecto de Ley Orgánica de Protección del Concebido y los Derechos de la Embarazada redactado por el Ministerio de Justicia. Alega que no ha encontrado el consenso suficiente para sacar la reforma adelante y habrá pensado que de llevarlo a cabo lo pagaría ante el tribunal de las urnas. Es posible.

A mi parecer éste es un día trágico para ser recordado. Si yo fuera uno de los miembros de este Gobierno que se consideran católicos estaría sobrecogido ante la posibilidad de comparecer de improvisto ante el Tribunal de Dios sin haber podido confesarme, enmendarme y satisfacer debidamente. ¡Qué responsabilidad tan terrible! ¡Haber podido cancelar una ley que contradice abiertamente la ley natural y la Ley divina y no haberlo hecho! ¿Qué alegar al comparecer ante el Juez Supremo valedor de la vida de los más débiles e inocentes?

Del mismo modo que las matanzas de Egipto clamaban ante la justicia divina, hoy, el nefando crimen del aborto, en expresión del Concilio Vaticano II, clama ante Dios. Ciertamente, yo no estaría nada tranquilo. Dice D. Mariano Rajoy: «Creo que he tomado la decisión más sensata». Dios me guarde de cierta sensatez. Muy triste, muy penoso.

Hace muy poco nuestros Obispos nos recordaban una palabras muy realistas y oportunas del Papa Francisco: “entre los débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana (…) quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo (…). No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana”.

Y también nos recordaban que es tarea de todos responder a esas situaciones por el camino de la vida y no por el de la muerte de un ser inocente, porque un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo.

Después de esta gran decepción nos queda mucho trabajo: rezar mucho, reparar mucho, ayudar mucho, formar e informar mucho para que muchos abran los ojos a la verdad. Y, por supuesto, replantearnos muchas cosas en órdenes muy diversos. Intelligenti pauca.

Post Scriptum: Unas horas después de escribir este post veo que Gallardón ha dimitido. Bien por él. ha preferido quedar bien con Dios antes que con los hombres. ¿Imitarán otros su valiente decisión?

3.09.14

¿Estado "islámico" o estado "satánico"?

Desayuno hoy con horror y me lleno de “santa ira” (en el sentido que lo explica Santo Tomás de Aquino) leyendo en la portada del periódico una brutal noticia titulada “Los yihadistas decapitan a otro norteamericano” y en subtítulo dice “El Estado Islámico desafía a Obama con el asesinato de otro periodista…”. La noticia con su correspondiente foto: La víctima arrodillada como un cordero y el verdugo, engendro de los infiernos, con su antifaz y blandiendo el cuchillo. Y el mundo “civilizado” mirando hacia otra parte….

“Estado islámico”. A todos los musulmanes honestos que hay en el mundo deberían revolvérseles las tripas al oír semejante blasfemia. Es necesario que los musulmanes hagan oír este clamor ante el mundo, muy necesario. La verdadera naturaleza de este “estado” es satánica en su más pura esencia. Tanto horror, maldad y sadismo sólo pueden proceder del que Cristo llamó “homicida desde el principio”. No me cabe la menor duda que estos yihadistas son auténticos adoradores de Satanás que siempre exige la sangre de los inocentes. Con sus hechos lo acreditan. Me sorporende que aún haya gente que dude de la existencia del Maligno viendo lo que estamos viendo…

Hay que pararles los pies con los medios proporcionados. El Papa ha dicho que “es lícito detener al agresor injusto”. No sólo es lícito: es necesario y urgente. Evidentemente el Papa no precisa el “cómo” y ha apelado a esta eficientísima organización que es “Naciones Unidas” para que se ponga en marcha. Esperemos a que lo haga antes que la fiera los haya devorado a todos…

En estos días respondí a una pregunta que me llegó a mi consultorio sobre el tema. La ofrezco a los lectores del blog por si es de interés:

ARMAS Y GUERRAS

Lo que está sucediendo en Irak clama al cielo. El Papa ha dicho que “es lícito detener al agresor injusto”. Pero ¿es posible sin armas ni guerras? Un sacerdote amigo me dice que la guerra nunca es lícita ni la fabricación y comercio de armas y que los conflictos deben resolverse con diálogo. ¿Qué piensa usted?

Empezaré dándole mi opinión. Hay personas con muy buena fe y poco sentido de la realidad y ciertas propuestas me parecen de “Alicia en el país de las maravillas”. Claro está que si se puede solucionar con diálogo hay que hacerlo siempre pero también está claro que intentar dialogar con según quien es como hablar a la pared. El caso que usted concreta exige una acción inmediata para “para al agresor” y los medios deben ser proporcionados a la naturaleza y acción de dicho agresor. Lo que escandaliza es la pasividad de las cancillerías del mundo ante tanto terror y salvajismo. Por lo que respecta al tema de producción y comercio de armas le diré que es complejo. El Pontificio Consejo Iustitia et Pax afirmaba al respecto: “Ninguna transferencia de armas es moralmente indiferente. Al contrario, pone en juego toda una serie de intereses políticos, estratégicos y económicos a veces convergentes, a veces divergentes, que entrañan cada vez consecuencias morales específicas. La licitud de la transferencia –sea por venta, compra, o por cualquier otro medio– no se puede apreciar si no se toman en consideración todos los factores que la condicionan". En una humanidad herida por el pecado y con el peligro de que aparezcan constantemente “agresores injustos”, las armas son necesarias pero igual de necesario es extremar la vigilancia para que su uso sea justo, cosa que, desgraciadamente, no acontece a menudo. El mismo documento ofrece unos principios muy a tener en cuenta: 1. No a la guerra: la guerra no es solución de los problemas políticos, económicos o sociales.
2. El derecho a la legítima defensa, sin limitarse a asegurarla cada Estado en su territorio, sino en todo el mundo.
3. El deber de ayudar al inocente. No existe el derecho a la indiferencia ante un injusto agresor, una vez agotadas todas las negociaciones diplomáticas, cuando existe el riesgo de que sucumba una población.
4. El principio de suficiencia. A este principio se opone la acumulación excesiva de armas o su transferencia indiscriminada.


Según estos principios en el caso que nos ocupa se trataría de detener una guerra injusta promovida por un grupo de auténticos criminales. Defender a los inocentes que sufren este terror no sólo es un derecho sino un deber.

Concretando más podríamos decir que, del mismo modo que, por ejemplo, un policía tiene el deber de detener un agresor injusto usando los medios adecuados y, sólo procurando la muerte del agresor cuando no queda otro recurso, también en el caso de un grupo considerable de agresores injustos (como es el caso del “estado satánico”) hay que proceder de modo semejante. Proteger los inocentes y detener a los agresores según estos principios.

Anexo

Ante ciertas opiniones sobre el islam invito a leer el siguiente texto de Juan Pablo II tomado del libro “Cruzando el umbral de la esperanza":

PREGUNTA

Tema muy distinto, obviamente, es el que nos lleva a las mezquitas donde (como en las sinagogas) se reúnen los que adoran al Dios Uno y único.

RESPUESTA

Sí, ciertamente. Debe hacerse un comentario aparte para estas grandes religiones monotéístas, comenzando por el islamismo. En la ya varias veces citada Nostra aetate leemos: «La Iglesia mira también con afecto a los musulmanes que adoran al único Dios, vivo y subsistente, misericordioso y todopoderoso, creador del cielo y de la tierra» (n. 3). Gracias a su monoteísmo, los creyentes en Alá nos son particularmente cercanos.

Recuerdo un suceso de mi juventud. Nos hallábamos visitando, en el convento de San Marcos de Florencia, los frescos del beato Angélico. En cierto momento se unió a nosotros un hombre, que, compartiendo nuestra admiración por la maestría de aquel gran religioso artista, no tardó en añadir: «Pero nada es comparable con nuestro magnífico monoteísmo musulmán.» Ese comentario no nos impidió continuar la visita y la conversación en tono amigable. Fue en aquella ocasión cuando tuve una experiencia anticipada del diálogo entre cristianismo e islamismo, que se procura fomentar, de manera sistemática, en el período posconciliar.

Cualquiera que, conociendo el Antiguo y el Nuevo Testamento, lee el Corán, ve con claridad el proceso de reducción de la Divina Revelación que en él se lleva a cabo. Es imposible no advertir el alejamiento de lo que Dios ha dicho de Sí mismo, primero en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y luego de modo definitivo en el Nuevo Testamento por medio de Su Hijo. Toda esa riqueza de la autorrevelación de Dios, que constituye el patrimonio del Antiguo y del Nuevo Testamento, en el islamismo ha sido de hecho abandonada.

Al Dios del Corán se le dan unos nombres que están entre los más bellos que conoce el lenguaje humano, pero en definitiva es un Dios que está fuera del mundo, un Dios que es sólo Majestad, nunca el Emmanuel, Dios-con-nosotros. El islamismo no es una religión de redención. No hay sitio en él para la Cruz y la Resurrección. Jesús es mencionado, pero sólo como profeta preparador del último profeta, Mahoma. También María es recordada, Su Madre virginal; pero está completamente ausente el drama de la Redención. Por eso, no solamente la teología, sino también la antropología del Islam, están muy lejos de la cristiana.

Sin embargo, la religiosidad de los musulmanes merece respeto. No se puede dejar de admirar, por ejemplo, su fidelidad a la oración. La imagen del creyente en Alá que, sin preocuparse ni del tiempo ni del sitio, se postra de rodillas y se sume en la oración, es un modelo para los confesores del verdadero Dios, en particular para aquellos cristianos que, desertando de sus maravillosas catedrales, rezan poco o no rezan en absoluto.

El Concilio ha llamado a la Iglesia al diálogo también con los seguidores del «Profeta», y la Iglesia procede a lo largo de este camino. Leemos en la Nostra aetate: «Si en el transcurso de los siglos no pocas desavenencias y enemistades surgieron entre cristianos y musulmanes, el Sacrosanto Concilio exhorta a todos a olvidar el pasado y a ejercitar sinceramente la mutua comprensión, además de a defender y promover juntos, para todos los hombres, la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad» (n. 3).

Desde este punto de vista han tenido ciertamente, como ya lo he señalado, un gran papel los encuentros de oración en Asís (especialmente la oración por la paz en Bosnia, en 1993), además de los encuentros con los seguidores del islamismo durante mis numerosos viajes apostólicos por África y Asia, donde a veces, en un determinado país, la mayoría de los ciudadanos está formada precisamente por musulmanes; pues bien, a pesar de eso, el Papa fue acogido con una grandísima hospitalidad y escuchado con pareja benevolencia.

La visita a Marruecos por invitación del rey Hasán II puede ser sin duda definida como un acontecimiento histórico. No se trató solamente de una visita de cortesía, sino de un hecho de orden verdaderamente pastoral. Inolvidable fue el encuentro con la juventud en el estadio de Casablanca (1985). Impresionaba la apertura de los jóvenes a la palabra del Papa cuando ilustraba la fe en el Dios único. Ciertamente fue un acontecimiento sin precedentes.

Tampoco faltan, sin embargo, dificultades muy concretas. En los países donde las corrientes fundamentalistas llegan al poder, los derechos del hombre y el principio de la libertad religiosa son interpretados, por desgracia, muy unilateralmente; la libertad religiosa es entendida como libertad de imponer a todos los ciudadanos la «verdadera religión». La situación de los cristianos en estos países es a veces de todo punto dramática. Los comportamientos fundamentalistas de este tipo hacen muy difícil los contactos recíprocos. No obstante, por parte de la Iglesia permanece inmutable la apertura al diálogo y a la colaboración.