Visión cristiana de la persona frente al helenismo.

En el pensamiento griego siempre se consideró la realidad de lo individual, sin embargo, la madurez del conocimiento de lo individual, sólo se alcanzó con el reconocimiento cristiano de la persona. Los griegos no alcanzaron el nivel verdaderamente metafísico. En los griegos lo más importante no es tanto el individuo como el hombre, la humanidad. Pensemos en la idea de hombre eterna, inmutable y necesaria de Platón. Sócrates aparece como un ser temporal y accidental que participa de la irrealidad de la materia en la que se refleja la idea. Para Platón lo importante es la participación de una realidad común que es un ideal de humano para todos los hombres y que constituye lo verdaderamente real. Hay una diferencia entre Aristóteles y Platón porque en Aristóteles se acentúa la realidad individual. Pero, al final de cuentas, en ambos lo que acaba teniendo peso es lo universal. Es un hecho que en Aristóteles pesa la unidad de la especie sobre los individuos. Los individuos nacen, crecen, se reproducen y mueren para siempre, en cambio la especie permanece. En la visión aristotélica lo individual queda gravemente depreciado.

Por el contrario, en el cristianismo Dios ha creado humanos con un fin. No se trata de cuerpos y de almas sino de hombres que participan del mismo fin trascendente. Por eso en el cristianismo la resurrección es en cuerpo y alma. La creación, la conservación del hombre, la redención y la participación del hombre en su destino son totalmente ajenos a las propuestas de Platón y Aristóteles. La filosofía cristiana perfecciona radicalmente la filosofía griega.

En sentido estricto, para Aristóteles los individuos no cuentan porque lo que cuenta es la especie. Porque bajo su perspectiva, si la forma fuera principio de individuación,[1] cada individuo sería una especie y nada habría en común. Y es que Aristóteles deja ver que la forma es diferente porque la individualiza una materia diferente. Sin embargo, cuando vemos el tema abordado por Santo Tomás, aparentemente no hay diferencias con Aristóteles, las especies se distinguen por sus formas y esencias mientras que la materia distingue a unos individuos dentro de una especie. Pero para Santo Tomás, un individuo es un ser incomunicado ontológicamente con todos los otros entes y no divisible en otros entes. Para Santo Tomás, la humanidad está en cada hombre y existe la especie humana porque hay individuos humanos. El individuo es individuo porque no se le puede dividir. Se trata de una sustancia compuesta pero que es indivisible en cuanto el cuerpo y el alma constituyen un solo individuo. La materia es una parte sustancial incomunicable a título de extensión que hace al individuo un ente único en sí mismo incomunicable o irreductible a otro.

Lo que explica santo Tomás es que, aunque no habría individuos si no hubiese cuerpos, el cuerpo no es el que confiere al individuo humano su dignidad ni lo define como único e irrepetible. Es el compuesto humano o la sustancialidad del compuesto, es decir, la forma que comunica a su materia. La dignidad de la sustancia pertenece al sujeto en virtud de su forma porque la forma como acto actualiza al individuo.[2] Y es que el ser de la forma es el ser del compuesto porque la forma actualiza el compuesto. De aquí que el alma no pueda ser destruida con el cuerpo porque es el alma o forma sustancial la que actualiza el cuerpo. A santo Tomás le queda claro que el principio de individuación es la materia. Pero la individualidad de la persona, es algo distinto del principio de individuación que no consiste en su materia, sino más bien de su substancialidad concreta considerada como un todo. La materia es principio de individuación porque se integra al ser de la substancia como un todo compuesto en unidad de materia y forma. Santo Tomás observa que como el ser de la substancia es la forma, la individualidad es tanto de la materia como de la forma. La forma es aún más individual que la materia porque es la fuente de la substancialidad. La materia individualiza la forma, pero una vez individualizada, lo que es individual es el compuesto de materia y forma, aunque principalmente la forma. El alma es una forma individual no en cuanto forma, pero sí en cuanto esta individualizada por la materia.[3] Además es la forma la que confiere la existencia a la materia y le permite subsistir como un individuo completo, es decir, como una persona; como un individuo que posee una dignidad especial. Boecio la define como una substancia individual de naturaleza racional.[4]  Lo que significa que de entre las substancias hay unas que poseen una dignidad notable que consiste en ser principios autónomos de operaciones. A diferencia de los entes físicos inorgánicos, de los vegetales y los animales irracionales, el hombre puede aprehender el ser y elegir conforme a lo que la inteligencia le presenta. De este modo el hombre es dueño de sus actos, lo que significa que es libre. Se trata de un ser individual, inteligente y libre, por tanto, una persona.[5] La libertad humana hunde su raíz en la racionalidad de donde viene su subsistencia. Por eso el principio de individualidad es distinto del de individuación. El principio de personalidad que es la actualidad del alma que es capaz de razonar y que se comunica al cuerpo.

Como vemos, en Aristóteles el individuo está en función de la especie. Pero en el cristianismo es exactamente al revés: la especie es para el individuo. En el cristianismo, en el caso de las personas que poseen formas substanciales incorruptibles permanecen los individuos como fin de la especie. Esto es así, porque en la visión cristiana en el caso de las personas, la multiplicación de los individuos es una intención del creador que es Dios.[6] De la sustancialidad del alma humana inteligente y libre se deriva su inmortalidad, su dignidad y toda su actividad teórica y práctica, tanto técnica como moral.  Como muestra de esto podemos ver cómo Santo Tomás considera que no hay nada más digno en toda la naturaleza que la persona. Y de ahí procede a la profundización en el carácter análogo de la persona con las personas angélicas, con las tres Personas divinas y con la Persona de Jesucristo. Para el cristianismo ser persona es participar de la dignidad de Dios.[7] En el pensamiento cristiano continúa la filosofía griega que por lo mismo se hace cristiana, pues gracias a la filosofía griega, el cristianismo tiene filosofía, pero lo que aporta el cristianismo a la filosofía es de un valor infinito. Por todo esto podemos afirmar, con toda seguridad, que es el cristianismo el que recupera y hace brillar como nunca al pensamiento griego.



[1] Cfr. Aristóteles. Metafísica. A 1071 a, 27-29.

[2]Anima illud ese in quo subsistit communicat materiae corporali, ex qua et anima intellectiva fit unum, ita quod illud ese materiae corporali ex qua et anima intellectiva fit unum, ita quod illud ese quod est totius compositi, est etiam ipsus animae; quod non accidit in aliis formis, quae non sunt subsistentes”. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.76, a.1, ad.5.

[3] “Unde sicut diversitatem in genere vel specie facit diversitas materiae vel formae absolute, ita diversitatem in numero facit aec forma et caec materia; nulla autem forma, in quantum hujusmodi est haec ex seipsa. Dico autem in quiantum hujusmodi propter animam rationalem, quiae quodammodo ex seipsa est hoc aliquid, sed non in quiantum forma.” Aquino Tomas de. In Boet. De Trinitate, q.4, a.2, Resp.

[4] Cfr. Aquino Tomás de. S.Th., I, q.29, a.1, ad.1

[5] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.29, a.1, Resp.

[6] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.98, a.1, Resp.

[7] Cfr. Aquino, Tomás de. S.Th., I, q.29, a.3, Resp.

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