San Buenaventura y la gaseosa
Julián Marías no dudaba en denunciar que la enfermedad más perniciosa del mundo actual es la aceptación social del aborto, la matanza silenciosa indemne de millones de inocentes cada año sin que apenas se levante alguna voz dispersa de dolor y de protesta en defensa del más débil. Es un aplastamiento, una victoria clara de los intereses creados de las clínicas abortistas, aliados con las heces de ideologías burguesas, sobre un sentido común adormilado e insensible.
Se agradece pues la defensa valiente, constante, inalterable y lúcida que han mantenido siempre la Iglesia y otras confesiones cristianas de la vida del no nacido. La historia reconocerá con gozo este rastro de luz en medio de una época de locura. A esta voz se le van uniendo cada vez más otras de los sectores, quizá los más liberales y progresistas del mundo del pensamiento universal. Estamos tan idiotizados que sólo los hombres libres y los iluminados por la fe son capaces de ver a través del humo del pensamiento único las cosas como son. Son puntos de luz poderosa que no dejan de oírse en medio de un mundo materialista narcotizado por el egoísmo.