10.09.21

Laus Hispaniae, una revista sobre la historia de España en la que destaca la calidad de los autores

Juan Pablo Perabá es director de Laus Hispaniae, la nueva revista de historia de España. Es autor y colaborador en distintos medios de comunicación, tanto en revistas de divulgación como en prensa escrita. En esta breve entrevista nos explica de forma sencilla la razón de ser de la revista y lo que aporta al mundo editorial.

¿Cómo y por qué nace esta revista de historia?

Laus Hispaniae es una revista de historia de España que nace con el objetivo de divulgar el conocimiento de nuestro pasado y de resaltar las grandes aportaciones que nuestros literatos, inventores, teólogos y pensadores han ofrecido al conjunto de la Humanidad y al saber universal. Creemos que, mediante la divulgación histórica, podemos fortalecer los anclajes culturares en los que necesariamente ha de fundamentarse una nación, pero también fomentar la convivencia entre los ciudadanos, utilizando la historia no para dividir, como lamentablemente hace una buena parte de nuestra clase política, sino para unir. Creemos que dando a conocer todo lo que de bueno tiene nuestra historia podremos, dentro de nuestras posibilidades, hacer que los españoles nos sintamos sanamente orgullosos de lo que somos, que es resultado de lo que fuimos y de lo que hicimos.

¿Qué tipo de temáticas abordan en la revista?

En la revista tenemos una sección, Grandes batallas, en la que recordamos algunos de los hechos de armas más destacados de nuestro pasado, como la carga del regimiento Alcántara, los héroes de Báler, la batalla de la Rochelle o la de Cartagena de Indias; otra en la que mostramos apasionantes rutas por lugares de nuestra geografía cargados de historia y tradición: Paseos por la historia. Una de las secciones más importantes de la revista es Españoles cum laude, en la que trazamos un perfil biográfico de figuras insignes como Santa Teresa de Jesús, Francisco de Vitoria, Cervantes o Séneca, entre otros. En la revista tampoco nos olvidamos de combatir la leyenda negra y de recordar aspectos curiosos de nuestra historia (Curiosidades de la historia de España). En definitiva, tratamos de cumplir con los objetivos que nos proponemos cubriendo el mayor número de campos posible, no limitándonos a la mera historia fáctica, sino abarcando todo el espectro de lo que conforma el ingente patrimonio cultural de un país como España. Y todo ello con una estética muy cuidada, gracias al magnífico trabajo de maquetación y diseño de nuestra directora de arte: Helena Olmo.

Una cosa que le quería preguntar… Me ha sorprendido ver en una revista nueva la presencia de colaboradores de gran prestigio que no encontramos en otras revistas de divulgación.

Si de algo estamos orgullosos en nuestra revista es de la calidad de los autores que han trabajado con nosotros. Creemos que uno de los motivos que explican el éxito de Laus Hispaniae es el deseo de los lectores de encontrar una revista cuya razón de ser es mostrar una imagen menos estereotipada de la historia de España, y esto llevó a autores de reconocidísimo prestigio a colaborar con nosotros. La lista es larga, y en los próximos números seguirá creciendo. En el número de presentación participaron Pedro Fernández Barbadillo, autor, entre otros libros, de Eso no estaba en mi libro de Historia del Imperio Español, y colaborador en distintos programas de radio y televisión, Javier Martínez-Pinna, autor de Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media, y Alberto Ibáñez, autor de La leyenda negra, todos publicados en la Editorial Almuzara e Historia del odio a España. Posteriormente se unieron Pedro Insua, autor de 1492. España contra sus fantasmas y El orbe a sus pies, ambos publicados por la editorial Ariel, José Crespo-Francés, autor de Blas de Lezo y la defensa heroica de Cartagena de Indias, con la editorial Actas, y Miguel Ángel López de la Asunción, autor del superventas Los últimos de Filipinas, también en Actas. A ellos le unimos otros muchos como Esteban Mira, Sandra Ferrer, Javier Ramos, y, en breve, Marcelo Gullo, autor de Madre Patria.

¿Qué importancia tiene para ustedes la cuestión de la verdad histórica?

No creemos conveniente asumir una «verdad» histórica impuesta desde los poderes públicos ya que el conocimiento de nuestro pasado no debe depender de los políticos, sino de los historiadores cuyo trabajo consideramos fundamental porque el conocimiento de la historia, a nuestro entender, puede ser una herramienta perfecta para logar, si nos lo tomamos en serio, cambiar la tendencia actual que tiende a la disgregación y a la ruptura. Si logramos que la gente conozca y valore la historia de España, que la sienta suya, los que pretenden destruirla no lo lograrán, porque tendremos la base intelectual y moral para que sea posible la reacción. Nosotros vimos que desde donde mejor podíamos hacer esta labor era poniendo en marcha un proyecto de divulgación histórica –que incluye, por supuesto, todos los ámbitos del quehacer humano, no solo estrictamente político, sino el arte, la literatura, la ciencia, etc.–mediante el cual intentar inculcar en la sociedad un sano orgullo de pertenencia. En esta recuperación de la conciencia de lo que somos, por supuesto, también es necesaria la defensa de nuestras raíces cristianas, desde el convencimiento de que la tradición católica de España, en particular, y de Europa y Occidente, en general, es un pilar fundamental que hay que defender por las mismas razones de supervivencia a las que me referí antes.

¿Cómo se puede adquirir la revista?

En nuestra web, laushispaniae.es, se puede adquirir la revista, accediendo a la sección de tienda. También contamos con un blog en el que vamos colgando material igualmente interesante. Debido a las innumerables peticiones de nuestros lectores, también es posible adquirir la revista, en formato papel, por Amazon.

Por Javier Navascués

2 comentarios

  
Ramón montaud
Un gran desafío la vida de una nueva revista. Que su vida sea lo más larga posible. Animo!
10/09/21 9:57 AM
  
Claudio
¡Felicitaciones! Es imprescindible que todos conozcan con fundamentos, la verdad de la historia española.
Y ahora, aprovecho para preguntar sobre una monumental obra sobre la historia de España, escrita por Modesto Lafuente, que obra en mi poder.
¿Conviene leerla o es tendenciosa?
Agradeceré de todo corazón a quien pueda responderme.
10/09/21 10:30 PM

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6.09.21

Carlos Paz: “El cristianismo no es víctima del islam, lo es de la posmodernidad, relativismo y mundialismo"

Carlos Paz (Madrid, 1972) es escritor y analista político. Autor de diversos libros de narrativa, ensayo y entrevistas -los dos más recientes dedicados a Siria-, ejerce de articulista en diversas publicaciones y portales de Internet e interviene de manera habitual en diversos medios nacionales e internacionales. Así mismo, ha realizado numerosas conferencias sobre diferentes cuestiones de Oriente Medio en importantes y prestigiosas instituciones y universidades.

Ha cursado estudios en Derecho, Filología árabe e Historia del arte. Viajero incansable, y amante de la tauromaquia, ha desarrollado una larga labor de voluntariado social en varios organismos y de un tiempo a esta parte se encuentra inmerso en la realización de documentales.

Desde hace siete años representa al Frente Europeo de Solidaridad con Siria en España, motivo por el cual se ha desplazado repetidamente hasta este país y otros muchos de Oriente Próximo y del resto del orbe islámico, pudiendo entrevistarse con las máximas personalidades políticas, militares, económicas y religiosas. Tras varios años en labores radiofónicas en España e Italia, actualmente es colaborador de Decisión Radio y El Correo de España.

Carlos Paz analiza en esta entrevista su libro Descifrando el islam. Claves para comprender e interpretar el islam

¿Por qué un libro para descifrar el islam?

Descifrando el islam es el título del libro, pero tal vez el subtítulo, Claves para comprender e interpretar el islam, encaja más en la intención que me ha empujado a escribirlo. Sea como fuere, creo que era necesario escribir algo parecido dada la malísima bibliografía existente en España acerca de este tema -salvando los grandes trabajos realizados por algunos arabistas-, así como los errores, las malas interpretaciones y las torticeras narrativas que se ciernen a la hora de abordar esta cuestión. Y lo digo al respecto, tanto desde la izquierda, que con el buenismo como bandera parece desear entregar Occidente a gentes, ideas y querencias extraeuropeas, como a la derecha que en muchas ocasiones destilan fobia hacia cualquier cosa que suene remotamente a islámico.

Creo que la cuestión del islam durante muchísimo tiempo ha importado poco o nada pero que después de haber ido muchos de los países de mayoría islámica ganando peso y, sobre todo, tras el Once de septiembre que ahora se cumplen veinte años, el interés se ha multiplicado exponencialmente, y por ello legiones de advenedizos e intereses políticos e ideológicos han interferido a la hora de analizar el islam y todo lo que le rodea.

Creo que es muy importante, como en cualquier otra cuestión que nos ataña, distanciarse, examinarlo sin apasionamiento, conocerlo en profundidad y sin interferencias que distorsionen nuestro entendimiento, podremos así llegar a un análisis lo más certero posible. Primero hay que comprender algo para luego interpretarlo. Esa ha sido mi intención al menos.

¿Cuáles serían a grandes rasgos las principales claves para interpretarlo?

Al ponernos delante de una religión de estas dimensiones que tiene mil cuatrocientos años, mil quinientos millones de fieles y que se extiende por cuarenta y cinco países, no resulta tarea fácil sacar el bisturí y determinar de un plumazo cuales son las claves para interpretarlo, pero creo que es capital determinar en primera instancia qué es en verdad de lo que estamos tratando, qué naturaleza posee y cuales son sus ramas interpretativas, si es posible que evolucione o no, así como ver su historia y más aún dónde se desarrolla y cómo funciona en cada lugar, porque aquí radica una de las grandes claves, el comprobar que en última instancia, la religión islámica se supedita, se acomoda y se amolda a la cultura previa en la que se desarrolla y de ahí podrían explicarse muchas realidades del islam mismo.

No vale, como se está haciendo muy habitualmente, quedarnos en la explicación de que el islam es monolítico, una cosa fija e inmutable que nos ha llevado a quedarnos con una foto de la situación que igual explica el siglo VIII que el XXI, no. Diversas ramas del islam han evolucionado y han contado con pensadores que han ido haciendo evolucionar el mundo islámico y esto es ignorado constantemente, tal vez porque no nos interesa profundizar y estudiar… en último término porque que esto fuera así nos sirve para creer que comprendemos esa parte del mundo.

Para comenzar empieza aludiendo a una interpretación histórica del islam, ¿Por qué es importante conocer su historia y su contexto?

Parece obvio que resulta fundamental saber el origen y la génesis de cualquier cuestión si lo que pretendemos es conocer lo tratado. Creí por lo tanto oportuno que comenzar con una aproximación histórica al hecho islámico era lo más acertado.

Habitualmente nos encontramos con que a menos que caiga en nuestras manos un libro muy específico, los libros de historia del islam terminan su cometido de manera abrupta poco después de la Edad media o con el Imperio otomano como si desde entonces apenas hubiera sucedido alguna cosa, precisamente por esa imagen de “foto fija” que se nos quiere ofrecer del islam, y ni qué decir tiene que creo que es necesario que la historia se cuente de manera completa, de Mahoma al día de hoy, a la guerra de Siria o la situación en Afganistán.

Precisamente un cometido de la historia es proporcionarnos las claves, las pistas, de por donde van los tiros a la hora de interpretar el islam según sea su localización y la corriente a la que pertenezca, y porque, al fin y al cabo, conociendo la historia, nos será posible conocer gran parte del presente y en algunos aspectos, parte de un posible futuro.

Tras tratar la historia pasa a abordar la fe y los pilares del islam y del derecho islámico. ¿Cuáles serían por tanto los fundamentos del islam?

El islam es en principio una religión poco complicada y ahí radica en parte la explicación de su rápida aceptación y expansión. Simplificándolo al máximo podríamos decir que consiste en la creencia en un Dios único y la aceptación a someterse a su voluntad.

El islam no posee “unos mandamientos” ni una Iglesia, pero sí cinco preceptos básicos que hay que cumplir: pronunciar la profesión de fe, las oraciones diarias, el pago a los más necesitados, el ayuno en el mes prescrito y el peregrinaje a la Kaaba al menos una vez en la vida. Estos serían los requisitos desde un punto de vista formal, ahora bien, desde un plano teológico, la cosmogonía islámica no difiere tanto de la cristiana si consideramos que cree que hay un solo Dios creador del universo, en la realidad del Juicio final con la consecuencia de un premio y un castigo, o que Dios se ha comunicado con los hombres a través de los profetas. Pensemos que Jesús de Nazaret es el profeta más importante después de Mahoma o que su madre, María, es mencionada en más ocasiones en el Corán que en el propio Nuevo Testamento, siéndole reservado todo un capítulo. Y es el Corán y en la Sunna (las palabras y actos del Profeta) las que constituyen las dos fuentes primordiales sobre las que se establece tanto la teología como la legislación.

Ahora bien, la concreción de todo esto se plasma en el derecho islámico, eso que muy a menudo oímos que es la Sharía… que, al no ser un libro ni un código, queda a la interpretación de la comunidad de creyentes, una interpretación que viene muy condicionada según sea la rama del islam y el trasfondo cultural que tratemos. Es esta una cuestión trascendental: la interpretación que del islam se haga. Porque creo que cuando se habla del islam se hace de manera muy genérica, sin profundizar, y por eso creo también que es tan importante descifrarlo.

Luego habla de la localización geográfica, pero hay que tener en cuenta el carácter expansionista del islam… de hecho hay un sector que habla de reconquistar Europa…

Bien. La localización geográfica es importante… y más aún el trasfondo cultural y étnico que exista en una localización dada. Es el Hombre el que ha hecho una cultura determinada y no al revés. Quiero decir que no es lo mismo hablar de unos pastores del Hindu Kush, que cubren a las mujeres de pies a cabeza y tienen un código penal medieval, o de los habitantes del Creciente fértil o los persas, pueblos que cuentan con una larga historia y que han generado formas de cultura propia plenamente homologables con Occidente. Esto es muy importante tenerlo en cuenta. Sin embargo, desde aquí esta distinción no la hacemos y vamos y englobamos a todos como musulmanes de la misma manera y santas pascuas. No es serio. Sería como si desde donde fuera nos metieran en el mismo saco a norteamericanos, españoles y filipinos, y se hiciera un totum revolutum cultural por la estúpida simplificación de que somos cristianos. Absurdo, ¿verdad? Pues en estas estamos.

Con respecto al carácter expansionista… Decir primeramente que, de las tres grandes religiones monoteístas, solo el islam y el cristianismo cuentan con misioneros y un afán de proselitismo. Creer que se está en posesión de la Verdad mueve al Hombre a sentir la obligación de llevarla a los cuatro rincones del mundo. Ahora bien, dejando a un lado la manera de esa expansión, de la que bien se podría decir mucho… Es cierto es que una parte del islam habla, y así lo proclama abiertamente, de “reconquistar Europa”. Una vez más habrá que “descifrar” quienes lo dicen, quienes son los que apoyan este disparate y quienes lo sufragan… pero parece no importar mucho hacerlo porque nos encontraremos que son nuestros socios en Oriente Medio. Y es que Occidente, en franco estado de decadencia y con graves tendencias suicidas, apoya, sufraga y justifica a esa parte del islam que atenta contra Occidente, contra el cristianismo y contra la civilización europea que conocemos. Espeluznante.

En la parte segunda del libro ya habla propiamente del islam político, del islamismo… ¿Cómo se integra el mundo musulmán en las democracias modernas?

Vaya por delante que no creo que la democracia haya de ser la forma de organización política que tenga que existir en todo el cosmos…. porque este parecer resulta generalmente aceptado cuando se habla con muchísimas personas, periodistas, políticos… Creo firmemente que cada país ha de organizarse como mejor tenga a bien, en consonancia con sus propias particularidades e imponerle, en muchas ocasiones a cañonazos, la democracia, lo considero erróneo, estúpido y contraproducente.

El islamismo, el islam político, es la intencionalidad de plasmar el sentido religioso islámico en las estructuras políticas y no solo eso, si no que sea el islam la única fuente del derecho. A día de hoy desde el mundo sunní es el lugar desde donde se pretende imponer, bien de manera democrática bien de manera violenta según sea la ocasión, el islam como única forma de organización política tanto en el orbe islámico como fuera de él. Con esta idea presente nos daremos cuenta que el encaje con unas mínimas nociones democráticas es imposible.

Creo que resulta imperioso que Occidente entienda que su interpretación del islam y de su relación con él ha de ser una bien distinta de la que hasta el momento existe y que se ha de ser consecuente cuando enarbolamos los derechos humanos y la democracia y al mismo tiempo contamos con unos socios que no observan ni lo uno ni lo otro.

Si las sociedades de mayoría islámica han de cambiar, lo han de hacer desde dentro, ser ellos mismos quienes realicen dicho cambio, y evolucionar acorde a su idiosincrasia, porque de otra forma se verá indefectiblemente como una injerencia, como una imposición y el resultado será el opuesto, tal y como vemos que está sucediendo en los últimos cuarenta años.

También aborda el tema de la violencia del islam y del terrorismo, sin duda una amenaza para nuestro mundo.

Muy a menudo se relaciona el islam con la violencia, con el terrorismo…y tal y como dices se percibe como una amenaza. Como te decía antes, el islam era una cuestión que a pocos interesaba pero que desde hace veinte años con el atentado de Nueva York se presentó en sociedad de manera fulminante.

Son aquellas corrientes muy determinadas suníes las que alientan el terrorismo: el wahabismo y todo ese universo de la Hermandad musulmana que desde países que son fuertes socios de Occidente, alientan y sufragan el terrorismo. Y no solamente esos grupos que tristemente conocemos como al Qaeda o el Estado Islámico, si no una miríada de organizaciones que atentan día si y día también a lo largo y ancho del mundo. ¿Se hace algo para terminar con ellos? No solamente no se hace nada si no que se les protege de mil maneras diferentes, con dinero, con los medios de comunicación o permitiendo que se prodiguen en suelo europeo con subvenciones incluidas. ¿Es esto serio? La guerra de Siria ha sido un ejemplo de esto de lo que estoy hablando. Pero una vez más, en vez de analizar la situación, de esclarecer el asunto, lo oscurecemos y nos contentamos con decir que es el islam el que quiere atentar contra Occidente y no el islamismo, el mismo islamismo al que cortejamos obscenamente.

Por Javier Navascués

10 comentarios

  
Manuel Rodríguez Blanco
El principal aliado de Occidente el el mundo musulmán es Arabia Saudí. Ja, ja,ja
06/09/21 9:43 AM
  
c
El odio laicista nihilista fue siempre anti-católico (y incluso en el siglo XVI, hubo alianza en el sur de Francia entre los hugonotes y los mahometanos). La postmodernidad anti-familias, anti- nacimientos, pro nuevos derechos y valores inversos, acentuó el fenómeno. Y por supuesto todas las herramientas le parecen útiles a ese nihilismo postmoderno. Sin embargo no se sabe si el islam favorecido por la postmodernidad para destruir la cristiandad, no va a ser también el vencedor de la postmodernidad, sin la reconquista de las almas gracias a Dios. Oremos, terrible época.
06/09/21 10:53 AM
  
África Marteache
El Cristianismo es víctima de lo que se ha generado en su seno, en la genealogía de todo Occidente hay cristianos porque no puede haber otra cosa, por lo tanto lo periférico no es culpable de su descomposición interior. Los musulmanes nada tienen que ver con la sociedad líquida porque ellos no lo son, hace siglos que impidieron el pensamiento y, al impedirlo, pararon la degeneración para quedarse petrificados.
Los ateos, agnósticos, aficionados a las religiones orientales, New Age, gnósticos o medio gnósticos y herejes de todo tipo, incluidos los comunistas, vienen de raíces cristianas.
Así que el islam podrá infiltrarse en Occidente o podrá occidentalizarse, en el sentido de perder su fe, que es lo que Occidente exporta hoy en día. Lo que Francia exige al Islam no es que se cristianice sino que acepte los principios de Republique, que son los de la Revolución Francesa Anticristiana. Por lo que muy tontos son los islamistas atentando contra iglesias, parecen no haberse dado cuenta del cambio de situación. ¿Cómo va a ser su enemiga una religión en retroceso? Su enemiga, en todo caso, será la sociedad atea.
06/09/21 3:55 PM
  
Cos
desde un plano teológico, la cosmogonía islámica no difiere tanto de la cristiana si consideramos que cree que hay un solo Dios creador del universo, en la realidad del Juicio final con la consecuencia de un premio y un castigo, o que Dios se ha comunicado con los hombres a través de los profetas. Pensemos que Jesús de Nazaret es el profeta más importante después de Mahoma o que su madre, María, es mencionada en más ocasiones en el Corán que en el propio Nuevo Testamento, siéndole reservado todo un capítulo.
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Eso es así porque el Islam es una herejía, y establecer esas semejanzas entre el cristianismo y el Islam es engañoso. Nada tiene que ver El Jesús de Nazaret musulmán con Cristo, una de las tres personas de la santísima Trinidad. El islám es una falsa religión y así hay que proclamarlo con toda claridad si es que estamos afrontando la cuestión desde un punto de vista teológico. Y todos los practicantes de esta falsa religión están llamados a ser redimidos por la sangre del Cordero y a hacerse amigos de nuestro Señor en comunión con nuestra santa Iglesia.

06/09/21 4:34 PM
  
rocamador
En el libro "Cien preguntas sobre el Islam", del jesuita egipcio Samir Khalid Samir, se expone con la mayor claridad la radical diferencia entre Cristianismo e Islam, ésta sí una "religión del Libro", y creo que se explica mejor el concepto de "sumisión", que no deja al hombre la posibilidad de rechazar a Dios. Islam significa justamente eso, y todo ha de estar sometido a Alá. En el Cristianismo sí, y por eso el hombre puede condenarse. El Reinado de Cristo tiene un significado diferente.
06/09/21 6:24 PM
  
Centurión Cornelio
En "La abolición del hombre" C.S.Lewis distingue entre las gentes de Tao y los enemigos de la tradición, y en este contexto los musulmanes están más cerca de nosotros que el vecino del 2º derecha.
06/09/21 9:37 PM
  
Ramón montaud
Bueno España lucho, vivió, convivió y lucho contra el Islam desde el siglo VIII hasta el Siglo XV. Existieron los mozárabes , los mudéjares, los almohades, los almorávides, los benimerines. Nos dejó lo mejor en los cristianos como fue el martirio. Hoy en día es un actualizar el motivo de cualquiera de las invasiones que tuvimos, pero frente a Estados que
Ya no son cristianos.
07/09/21 5:22 PM
  
SS
En la primera guerra mundial, desaparecieron los imperios cristianos, el trabajo de 2000 años dió sus frutos, la cristiandad aniquilada, Basta ver y leer los medios,la enseñanza, las legislaciones, a nivel mundial, que confirman que el mundo entero está bajo el poder del maligno , incluso los que tenían que dar testimonio, son cizaña, pongamos el corazón en manos de Dios, y que se queden con sus mentiras.
09/09/21 7:30 AM
  
c
En la Francia de hoy muy laicista y islamizada, hay dos libros muy interesantes sobre ambos temas : « La laïcité, mère porteuse de l’Islam ?» escrito por el Padre Michel Viot y Odon Lafontaine (también autor de « Le grand secret de l'islam, l'histoire cachée de l’islam révélée par la recherche historique », y que se puede descargar gratuito).
10/09/21 11:18 AM
  
JUAN NADIE
Lo que dice este tipo esta muy bien, aunque hay algo en lo que me demuestra que no conoce el catolicismo. Es que patina clamorosamente.
Eso de que la cosmología es la misma,en el sentido de que hay un solo Dios creador y un juicio final y unos profetas, es una autentica patraña.
El Juicio final de ambos y sus consecuencias no pueden ser mas diferentes. El paraiso de los musulmanes es un paraiso terrenal, con goces terrenales basados en la posesión de 72 concubinas en el caso mas favorable y en el disfrute del cuerpo de las mismas. El paraiso cristiano consisten en gozar de la presencia de Dios que como San Pablo dijo ni ojo humano vio ni oido humano oyo lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman.
Lo de los profetas es otra falsedad. Los profetas católicos anuncian un mesias que es Cristo y no otro profeta posterior. Y Cristo no es un profeta sino Dios mismo. Vamos lo mismito que Mahoma.
Y lo de que el nombre de Mariam salga mas veces en el Coran que en los evangelios es otra tontería. María en los evangelios es la Madre de Dios en la tierra, es el vehiculo inmaculado de la Encarnación. Para Mahoma es una figura mas, junto con Cristo de las que pretende aprovecharse para atraer a los cristianos, desvirtuando completamente sus figuras, y por supuesto rebajandolas miserablemente. No hay ninguna coherencia en la supuesta continuidad de Mahoma entre el antiguo testamento y Cristo y Maria. Es todo un burdo bluff, una historia mágica donde se inventa una nueva vida de Cristo.
Ademas los musulmanes actuales desprecian a Cristo. Entre otras cosas porque odian la Navidad, porque no tienen nada similar que oponer. Si realmente fueran sinceros se alegrarían de la Navidad.
Muy burdo todo. Me gustan muchas de las cosas que dice sobre como ha enfocado el trabajo, pero en eso es un perfecto desconocedor.
10/09/21 3:03 PM

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4.09.21

Verbum Gloriae, una plataforma para la difusión de la belleza del canto gregoriano

Amadeo Santiago Muñoz es graduado en Publicidad y Relaciones Públicas y también en Psicología, con un Máster en Diseño Gráfico y Creatividad Digital y formación como terapeuta en el Método Tomatís. En la actualidad está dedicando por completo su tiempo y recursos en hacer crecer este proyecto de apostolado del canto gregoriano que acaba de lanzar, a la vez que ofrece sus servicios como cantor litúrgico y formador en gregoriano.

Les invitamos a entrar en su nueva web y en su canal.

Las personas interesadas en el canto gregoriano y la liturgia tradicional pueden contactar en el siguiente correo:

[email protected]

¿Cómo nace su afición al canto gregoriano?

Mi gusto por el canto gregoriano me viene de hace mucho tiempo, sin embargo, mi amor por este me viene de hace muy poco.

Ya desde mi niñez mis padres solían ponerme muchísimos casetes de los monjes de Solesmes, costumbre que ha perdurado a lo largo de toda mi vida, y eso a pesar de ser católicos de bodas, bautizos, comuniones y para de contar. Los escuchaba y me gustaba, aunque nunca supe realmente qué era lo que estaba escuchando; para mí era simplemente una música muy bella y serena de unos señores encapuchados en algún recóndito y antiguo lugar que me ponían mis padres de tanto en tanto.

No empecé a comprender y a amar el gregoriano sino hasta hace apenas dos años, gracias a que, después de haberme alejado mucho de la fe y adorado ídolos de barro en mi búsqueda de la verdad –pues siempre creí que había algo más allá–, Dios tuvo la misericordia de reconducirme al redil de la Iglesia mediante una serie de acontecimientos personales que solo Él en su infinita bondad pudo haber entretejido en el momento de más necesidad.

De tal guisa, a mediados de diciembre del 2018, empecé a asistir a misa los domingos, probando aquí y allá en busca de una en la que decir «esta es la mía». No fueron muchas hasta que el Señor quiso que mis padres se enteraran de la existencia de la misa tradicional y nos diera por ir a ver de qué iba aquello.

Allí fuimos ese domingo, el segundo después de Epifanía. Jamás olvidaré esa sensación de no acabar de comprender qué estaba sucediendo mientras andaba perdido pasando las páginas del misalito; todo a la misma vez que el corazón me decía con una certeza exacta que esa era la Misa en la que quería estar. Y así fue como empezamos a asistir todos los domingos.

En la Misa estaba encargada del canto gregoriano una pequeña schola cantorum. Y, a pesar de estar –como estaba yo por aquel entonces– tomando clases de canto, aspiraba a la lírica y no quería saber nada del coro ni de cantar en misa. Ni aún a pesar de un amigo que hice de la schola que, a sabiendas de que cantaba, me repetía una sí y otra también que me tenía que apuntar al coro; y no, no daba mi brazo a torcer: me resistía.

Tuvieron que pasar seis meses para que Dios decidiera tomar cartas en el asunto y, sin yo haberlo buscado ni pedido, me diera la posibilidad de asistir al cuadragésimo curso semanal de canto gregoriano que anualmente realiza en verano la Asociación Hispana para el Estudio del Canto Gregoriano en la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Decidí tomarla aún sin saber muy bien a qué iba, con una vaga idea de que «en cualquier caso, algún bien me hará».

Y vaya si me hizo bien. Fue un poco como la primera vez en Misa. No entendía el tetagrama ni las notas –aun siendo músico–, andaba perdido intentando seguir de oído lo que escuchaba… mucha información y toda de golpe. Pero a pesar de todo, la experiencia de poder cantar gregoriano en la misa y de poder cantar las vísperas con los monjes fue tan elevadora, única y decisiva que, en mi corazón, nuevamente supe que eso era lo que quería hacer.

Pues ya desde el mismo domingo en que estuve de vuelta del curso en Sevilla me metí de cabeza en el coro y, desde entonces hasta hoy, no he dejado de cantar. Es más, cuanto más he cantado, más he aprendido y más he avanzado en mi formación como cantor, más amo el gregoriano, más amo a la Iglesia y más amo a Dios. Porque solo Él en su infinita Bondad pudo inspirar en nuestros primeros Padres un canto de alabanza tal como es el canto gregoriano, sin parangón en su belleza, armonía, santidad y universalidad.

¿Qué sentimientos inspira en su alma el canto gregoriano?

Podría diferenciar dos estados: aquel que me transmitía cuando la percibía solo como «música» y cuando la entendí como la «oración» que realmente es.

Atendiendo exclusivamente a su carácter musical, es un canto que me serenaba. Podría decir que, en la vorágine que vivimos hoy en día, es un canto que me ayudaba a salir de ella y me ayudaba a desconectar de mis preocupaciones. Es más, el hecho de estar en latín me ayudaba a no estar pendiente de qué decía la letra, ya que no entendía nada. El que sus melodías estuvieran construidas en escalas modales y no tonales –a diferencia de la música clásica, popular o contemporánea– me daba esa sensación de estar siendo transportado a otra dimensión, en contraste con el mundo sonoro en el que estamos acostumbrados a vivir. Más ese ritmo melódico tan libre, marcado en una respiración lenta y profunda, que me liberaba de todo. Ya por no mencionar sus melodías en las que jamás hay un exabrupto, una alteración ni la más mínima desarmonía; todo ligado, todo armónico, todo en paz: eso era lo que me transmitía en una palabra, paz.

Pero, cuando comprendí que no era simplemente música ni tampoco un «canto muy bello» a secas, sino que era ante todo oración, plegaria y alabanza al Dios vivo, el único bueno y verdadero… y que ¡encima! prácticamente todo el repertorio gregoriano era anónimo, que el texto era de la mismísima Sagrada Escritura y que éste constituía las oraciones propias de cada Santo Sacrificio del Altar… entendí que jamás pudo ser fruto del hedonismo del hombre, sino únicamente inspirado por el mismo Dios para que pudiéramos, pobres de nosotros, tributarle las debidas alabanzas a su mayor Gloria en este valle de lágrimas, a la misma vez que, por su Bondad, nos beneficiamos de todo lo bueno antes mencionado para el camino a la santidad al que estamos llamados; por lo que ahora le digo que no es paz, sino la Paz de Cristo lo que me transmite: una paz que, estando en este mundo, no viene de él.

Háblenos de la importancia del canto gregoriano en la Iglesia.

Simplemente con lo ya expuesto en la pregunta anterior valdría para atisbar su importancia; pero como quizá alguno podría decir que todo eso es, a fin de cuentas, una percepción subjetiva y personal, añadiré a mi favor lo que ha dicho la propia Santa Madre Iglesia al respecto.

Citando al Papa Pío X en su motu proprio Tra le sollecitudini, las cualidades de la música sagrada son la santidad, la bondad de las formas y la universalidad; por lo que, si analizamos el canto gregoriano bajo estas premisas podremos observar que es el máximo exponente de santidad, por ser estas composiciones hechas exclusivamente en y para la liturgia, en las que no hay atisbo de profanidad. Que sus formas también sacan la mayor puntuación en bondad, de la que ya he dado ejemplos en la anterior pregunta. Y que, finalmente, la universalidad –resultado de las dos primeras– es total. Dos muestras de su universalidad quiero dar: primero, que ¡hasta la Nueva Era se ha dedicado a vender CDs de gregoriano! –como churros, añadiría–. Y, segundo, que en el poco recorrido que lleva mi canal de YouTube, he recibido comentarios y visitas de católicos de países tan dispares como Vietnam, Indonesia o Corea, cuyas culturas son tan distintas de la nuestra. Así pues, me pregunto, ¿podría acaso no ser verdaderamente universal si es capaz de atraer desde católicos de países con culturas tan diferentes de la occidental como hasta la misma Nueva Era?

Por eso, Pío X añadía poco después en el motu proprio citado anteriormente que, encontrándose estas cualidades en grado sumo en el gregoriano, éste «fue tenido siempre como acabado modelo de música religiosa». Y hasta tal punto «acabado modelo» como que lo nombró ¡el canto propio de la Iglesia Romana!

Pero es que no fue solo cosa de Pío X, bien que años más tarde Pío XII refrendaría en su carta encíclica Musicae Sacrae lo dicho por su antecesor, afirmando que la Iglesia «el canto gregoriano con razón lo considera patrimonio suyo». Todo esto siendo de nuevo confirmado en la constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, donde en su numeral 116 sentencia que «La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana;» y va más allá, indicando que «en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.»

¿Cuándo vio que podía ser un buen apostolado?

Desde el momento en que tomé conciencia del valor que este inmenso tesoro suponía para la Iglesia, la gloria de Dios y el bien de las almas: o, como dije antes, desde el momento en que empecé a amarlo.

Haciendo uso de las palabras del Señor, fue como encontrar el tesoro enterrado en el campo: cuando di con el canto gregoriano supe que con lo que me acababa de topar era el no-va-más –en lo que a la oración cantada respecta– y fui a venderlo todo para comprar ese terreno. Así fue como, cuando la luz del gregoriano inundó mi vida por completo, no pude de ningún modo plantearme dejarla bajo el celemín o guardármela para mí mismo. Más aún si cabe, viendo el estado casi extinto del canto gregoriano en nuestras iglesias y sabiendo lo que éste aporta al Santo Sacrificio del Altar y al Oficio Divino.

Háblenos de su canal y su web ¿Con qué finalidad nacen?

Pues continuando con el hilo, para poner la luz del canto gregoriano sobre el candelero: para que así más y más almas puedan conocerlo, comprenderlo y amarlo tanto como yo –y más si cabe–; y que así, tanto a los que Dios haya dado el don del canto, como el de la escucha, puedan todos alabar a la Santísima Trinidad mediante éste, el más excelso canto de alabanza inspirado por y para Dios. Por Su mayor Gloria y el bien de las almas.

A tal fin decidí iniciar este proyecto de apostolado del canto gregoriano al que he nombrado «Verbum Gloriae», esto es, el Verbo de la Gloria, que, siendo Jesucristo mismo, es también un símil del canto gregoriano: la forma de expresión –palabra o verbo– más sublime –gloria– que puede alcanzar el hombre en el alabar a su Dios y Creador.

Así es como, queriendo llegar lo más lejos posible con este apostolado, decidí hacer uso de las herramientas que consideré más apropiadas del mundo actual y creé sendos espacios de difusión, con seis meses de diferencia entre el estreno del canal y la página web.

¿Qué tipo de contenidos tiene?

En resumidas cuentas: todos los recursos que yo mismo hubiera deseado tener cuando por primera vez me zambullí de lleno en el mundo del canto gregoriano. Lo primero, vídeos en los que se pueda escuchar el canto de la voz de una sola persona y seguir la partitura al mismo tiempo, junto con el suplemento de la traducción del texto latino para poder entender bien lo que se está rezando.

Este es el material que considero más importante, pues ante todo, se aprende escuchando, imitando y repitiendo buenos modelos. Y ¡cuántas horas habré invertido en mis inicios en la búsqueda de grabaciones apropiadas con las que ayudarme! Además que, con los vídeos también se ofrecen enlaces de descarga de estos en MP4, de las grabaciones en MP3 y de las partituras en PDF y GABC –este último para su uso con editores de partituras gregorianas–.

También se podrán encontrar todos los libros de canto, rúbricas y liturgia que yo mismo he ido recopilando de internet y usando según avanzaba en mi aprendizaje, junto con algunos que yo mismo he diseñado y otros que he escaneado. Una pequeña biblioteca de enlaces a páginas web y aplicaciones de otros grupos y asociaciones que me preceden en esta labor de difusión del canto gregoriano y de los cuales yo mismo me he nutrido y me nutro. Y, en el futuro –Dios mediante–, tutoriales para aprender canto gregoriano desde cero.

Por último, ¿a quién quiere agradecer su apoyo?

Finalmente, a modo de últimas palabras, quisiera dar las gracias a todas las personas que me han apoyado y me apoyan en esta causa. Tanto aquellas que lo han hecho de modo material con sus donativos, sus partituras, ayudándome a conseguir libros, etcétera, como de forma espiritual, con sus oraciones, consejo y enseñanza o simplemente animándome y asistiéndome siempre que lo he necesitado. Sin olvidar, por supuesto, a todas aquellas asociaciones y grupos que, mucho antes que yo, empezaron la misión de difundir el canto gregoriano y que tanto han aportado a mi labor. A todas estas personas y grupos, gracias de corazón por haber hecho posible «Verbum Gloriae». Y gracias también al Sr. Navascués, claro está, por haber sido tan amable de ofrecerse a realizar esta entrevista.

Que todos nuestros esfuerzos sean para que el canto gregoriano surja de nuevo en nuestros templos y retome el lugar que le corresponde en la sagrada liturgia: por la mayor gloria de Dios, el bien de nuestras almas y el de toda su Santa Iglesia.

Por Javier Navascués

6 comentarios

  
Oscar
Muchas gracias a ambos, y oraciones. Tenia curiosidad por saber quien estaba detras de esta web tan util, excelente, muchas gracias.
04/09/21 10:09 AM
  
OV
Me parece una iniciativa maravillosa, muy al gusto del Espíritu Santo...
Creo que darle la máxima difusión puede ayudar a descubrir la belleza del gregoriano y fortalecer la fe de quien descubra esta perla escondida.
¡Gracias por darla a conocer!
04/09/21 5:02 PM
  
Jose
Precioso testimonio
05/09/21 10:36 AM
  
Edwards
Muy interesante 👍
05/09/21 5:22 PM
  
MARIELA
Muchas gracias por esta entrevista y a Amadeo por ese amor al Gregoriano que es capaz de contagiar. Sin duda, pasaré por "Verbum Gloriae" y sacaré provecho de ello. Mil gracias!
05/09/21 9:38 PM
  
Oscar García
Agradezco bastante este esfuerzo, ojalá también se incluya el Iubilate Deo, que es de muy poco conocimiento.
Siga adelante, Dios le va a recompensar.
26/12/22 4:51 AM

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3.09.21

Bicentenario del mártir ecuatoriano Gabriel García Moreno. Congreso internacional garciano

Una nueva generación de católicos ecuatorianos admiradores del presidente mártir ha organizado el evento virtual internacional

Después de casi un siglo de leyendas negras, difamaciones, burlas, es momento que el pueblo ecuatoriano, en especial los jóvenes, se den cuenta que Gabriel García Moreno es el mejor presidente que Dios nos ha dado y que él, hizo del Ecuador, una república verdaderamente católica, dijo Julio Matías, co-organizador del congreso.

Del 24 al 26 de septiembre se llevará a cabo el CONGRESO INTERNACIONAL GARCIANO, organizado por el Instituto Nacional Garciano, un instituto fundado en 1956, pero que cuenta con un impulso renovado fruto del interés de jóvenes católicos que buscan difundir su admiración por Gabriel García Moreno a sus coetáneos.

Este congreso será virtual y gratuito, abierto para todo público. De acuerdo con los organizadores, este evento buscará cubrir todos los grandes hitos cronológicos sobre Gabriel García Moreno, desde la profecía de la Virgen del Buen Suceso sobre este presidente mártir de la fe, hasta la creciente admiración que hay sobre este personaje en muchos grupos católicos en todo el mundo.

“Después de casi un siglo de leyendas negras, difamaciones, burlas, es momento que el pueblo ecuatoriano, en especial los jóvenes, se den cuenta que Gabriel García Moreno es el mejor presidente que Dios nos ha dado y que él, hizo del Ecuador, una república verdaderamente católica”, afirma Julio Matías, co-organizador del congreso.

Carlos Guerrero, presidente del Instituto, menciona que este evento lo hacen motivados porque el 24 de diciembre se cumplirán 200 años de nacimiento de Gabriel García Moreno. Acota, además, que el congreso sería el inicio de los preparativos para el Congreso Eucarístico Internacional, que se celebrará en el 2024, en el 150 aniversario de la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús. Cabe recordar que fue García Moreno quien dispuso, en su calidad de Presidente, que este país sea el primero en la historia de la Iglesia Católica en consagrarse.

Ponentes:

Son 19 expertos nacionales e internacionales. Cada uno de ellos abordará un tema en específico en torno a la figura de García Moreno:

P. PAUL KIMBALL(ESTADOS UNIDOS), JOSÉ LUIS ORELLA (ESPAÑA), CARLOS GUERRERO (ECUADOR), FREDDY PARRA (ECUADOR), P. CHRISTIAN VIÑA (ARGENTINA), HNAS. MA. DEL ALTISIMO QUIÑONEZ- MA. ALEGRE CEDEÑO (ECUADOR), HNA. CLAUDIA ORTIZ (PARAGUAY), P. LEONARDO LÓPEZ (ARGENTINA), P. JORGE LOPEZ TEULÓN (ESPAÑA), JEAN PIERRE ZAMORA (ECUADOR), LUIS ROLDÁN (ARGENTINA), HÉCTOR YÉPEZ F. (ECUADOR), HÉCTOR YÉPEZ M. (ECUADOR), ISABEL SALAZAR (ECUADOR), RINO CAMMILLERI (ITALIA), DAVID LÓPEZ (MÉXICO), MARCEL BARBOZA (BRASIL) Y ALBERTO BÁRCENA (ESPAÑA).

Link de inscripción: AQUÍ

https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSeBnZ-sfoigVKhU6NPWUnKBrHpDimGqELqkPBLA2ORwnrYkPw/viewform

4 comentarios

  
Ramón montaud
En 1939 se inició la causa de beatificación, si bien tiene el titulo de siervo de Dios, su reconocimiento por la vía del martirio está paralizada. La causa es que la Iglesia ecuatoriana no ha completado la fase de recopilacion de datos, por lo que los registro no pueden ser enviados a la Congregación para la Causa de los Santos y someterlos a los análisis competentes que permitan la beatificacion
03/09/21 9:00 AM
  
África Marteache
Me he quedado asombrada ante la biografía de este hombre, político y estadista, no había visto a nadie igual desde Santo Tomás Moro.
03/09/21 12:00 PM
  
Javidaba
(San) Gabriel García Moreno: Ruega por nosotros.
05/09/21 10:36 AM
  
Claudia
A vida do admirável Gabriel Garcia Moreno é estupenda (e foi predita por Nossa Senhora do Bonsucesso), foi um servo de Deus, que a Virgem Santíssima interceda pela sua beatificação para que mais pessoas conheçam como Nosso Senhor agiu na vida deste homem.
24/11/23 9:47 PM

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2.09.21

No se pierda la espectacular pintura religiosa italiana del Museo del Prado (siglos XV y XVI)

Ha trascurrido más de medio año desde la última publicación de Fernando Álvarez Maruri en InfoCatólica. Realizamos de nuevo un recorrido virtual por nuestro querido Museo del Prado. Esta vez visitaremos las salas de pintura italiana de los siglos XV y XVI.

La escuela italiana es, después de la española, la que cuenta con un mayor número de obras en el inventario del museo. Una de las imágenes más emblemáticas del Prado es La Anunciación de Fray Angelico. ¿Nos podría comentar esta tabla?

Efectivamente, La Anunciación de Fray Angelico, fechada hacia 1426, es un magnífico punto de partida a la hora de analizar las obras italianas de temática sacra del museo. El nombre original del pintor era Guido di Pietro da Mugello. Para muchos expertos en arte se trata de la Anunciación por antonomasia, la imagen arquetípica en la que se refleja de manera más sublime este misterio de fe. Este cuadro, pintado inicialmente para el convento de Santo Domingo en Fiésole, se encontraba en el Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid cuando fue descubierto por el director del Museo del Prado, el pintor Federico Madrazo; decidió trasladarlo a la pinacoteca con el fin de que pudiese ser admirado por un mayor número de público. Se trata de la primera versión que pintó el artista sobre el tema de la Anunciación. Como soporte se utilizó la tabla y se emplearon oro y temple para la ejecución de la obra. Desde el punto de vista compositivo, encontramos la escena principal, la Anunciación a María; en la predela o banco podemos contemplar cinco episodios de la vida de la Virgen, de tamaño reducido, en las que se representan el Nacimiento y Desposorios, la Visitación, la Adoración de los Magos, la Presentación en el Templo y el Tránsito. En esta composición se hace alusión a dos pasajes bíblicos relacionados entre sí, al pecado original y a la redención. A la izquierda se reproduce la expulsión de nuestros primeros padres del paraíso terrenal tras haber pecado contra Dios (Génesis 3:24). Como decorado de fondo, aparece un vergel con exuberante vegetación; en el primer plano surge una pradera salpicada de flores multicolores.

En un extremo, encontramos a Adán y Eva, profundamente apenados, vestidos con pieles, abandonando cabizbajos el jardín del Edén, lugar en el que alcanzaron la felicidad plena. A partir de ese momento, los hombres tendrán que ganarse el pan con el sudor de su frente y las mujeres darán a luz a sus hijos con dolor. La humanidad se enfrentará con la realidad de la muerte: “polvo eres y al polvo volverás”. Para expresar la desolación que experimentan nuestros primeros padres, el artista utiliza una gama cromática muy clara, tonos muy ténues; el color de su piel y sus rostros son de una palidez extrema. Encima de ellos y de entre la espesura surge un ángel, del que solo podemos contemplar la parte superior, viste una túnica de color rojo asalmonado con hilos de oro. Observa desde las alturas como los afligidos Adán y Eva abandonan el paraíso terrenal. En primer plano y ocupando la mayor parte del espacio de la composición, podemos admirar el tema central: La Anunciación. Este misterio aparece inserto en un marco arquitectónico consistente en un pórtico de mármol de arcos de medio punto, con finas y esbeltas columnas rematadas en delicados capiteles. En la zona superior de este pórtico encontramos un medallón en el que se representa a Dios Padre. En el interior, el artista apuesta por las formas góticas de una bóveda de arista, pintada de azul y coronada de estrellas doradas. Al fondo encontramos una pequeña estancia con un banco. Fray Angelico no domina la perspectiva, la profundidad de que pretende dotar a la composición es un tanto forzada. Este pasaje se recoge en el evangelio de San Lucas. El arcángel Gabriel fue enviado a una ciudad de Galilea llamada Nazaret. Se presento ante una joven virgen, llamada María, que se encontraba prometida con José, un hombre de la estirpe de David. A María se la representa a la derecha de la escena; se trata de una figura de extraordinaria delicadeza.

Tanto su rostro como las manos, cruzadas sobre el pecho, son de una blancura nacarada. Sus cabellos rubios aparecen coronados por un nimbo de oro. Viste una túnica de un rosa intenso, con cenefas doradas y se cubre con un manto de un azul ultramar; se trata de los colores característicos con los que se representa a la Virgen María. La futura madre de Dios permanece sentada; detrás encontramos un paño tejido con una suntuosa tela, en gama dorada. Ha interrumpido una lectura piadosa, inclina la cabeza y baja la mirada como señal de sometimiento a la voluntad del Todopoderoso. Las palabras del enviado de Dios turban a aquella sencilla muchacha de Nazaret. El arcángel Gabriel se agacha respetuosamente ante la joven María mientras envía su saludo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”… “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. La futura madre de Dios no llega a comprender como podrá concebir un hijo en su vientre ya que no conoce varón. Gabriel disipa las dudas de María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible. María contestó: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel (Lucas 1. 26-38). El artista representa al arcángel Gabriel de manera primorosa: un rostro de porcelana, cabellos rubios y rizados, coronado con el nimbo de oro. Las manos, al igual que la Virgen, las mantiene cruzadas en el pecho. Viste una túnica de un rosa intenso con bordados y cenefas de hilos de oro. El diseño de las alas es de una gran originalidad. En el extremo superior de la composición surgen las manos del Padre que envía un potente rayo de luz dorada. El Espíritu Santo flota en el aire, con su característica forma de paloma. Estilísticamente hablando, se trata de una obra de transición entre el gótico y el renacimiento. A la hora de representar los objetos, Fra Angelico utiliza un estilo muy minucioso, propio de un miniaturista; se trata de una reminiscencia del estilo gótico. Sin embargo, el colorido de esta obra es intenso, luminoso y suntuoso, en línea con los presupuestos del renacimiento. Desde 2016 el Prado cuenta con otras dos obras de Fra Angelico, procedentes de la colección de la Casa de Alba: La Virgen de la Granada, de extraordinaria belleza y una pequeña tabla en la que se representa El funeral de San Antonio Abad.

El Prado también posee un cuadro de Andrea Mantegna, uno de los pintores más sobresalientes del Quattrocento italiano. Háblenos sobre el mismo.

Se trata de El tránsito de la Virgen y está fechado en 1462. Mantegna es, sin duda, uno de los artistas más sobresalientes del Quattorcento italiano. La obra que nos ocupa está incompleta, le falta el tercio superior, un fragmento de la misma se encuentra en la Pinacoteca Nazionale de Ferrara. Procede de la Colección Real y formó parte de los fondos del Museo desde 1829. En cuanto al tema se refiere, el artista se basa en un pasaje de los Evangelios Apócrifos y de la Leyenda Dorada: el arcángel San Miguel se presentó a María para anunciarle el final de sus días en la tierra. Todos los apóstoles fueron citados para mantener un último encuentro con la madre del Salvador, a excepción de Santo Tomás que se encontraba predicando en la India. En el centro de la composición, en la parte baja, encontramos un lecho revestido con una rica colcha de terciopelo rosáceo. A María se la representa como una anciana, con el rostro surcado de arrugas, con los ojos cerrados y las manos cruzadas sobre el vientre. Descansa plácidamente, tras abandonar esta vida terrenal en busca de la gloria eterna. Debemos tener en cuenta que hasta 1950 no se promulgó el dogma de la Asunción de la Virgen, en cuerpo y alma, a los cielos; por este motivo encontramos el cuerpo yacente de María. Viste con manto azul oscuro, con reflejos dorados y túnica rosa; se trata de los colores con los que tradicionalmente se identifica a la madre del Salvador.

Los apóstoles se distribuyen alrededor de Nuestra Señora, de manera armónica; están colocados de forma estudiada, siguiendo unas pautas establecidas por el pintor. Presentan formas volumétricas de gran rotundidad. En el Renacimiento los artistas persiguen denodadamente la búsqueda de la belleza, el equilibrio y la perfección de las formas. Si bien es verdad que contemplamos un cuadro de reducidas dimensiones, la composición de la escena es excelsa, sublime, como la calificó el gran crítico de arte Eugenio D´ors. Se están celebrando las exequias fúnebres de la Madre de Dios. El pintor combina sabiamente las formas verticales de las pilastras y las figuras de los apóstoles con la horizontalidad del ventanal y el lecho de la Virgen. Uno de los apóstoles aparece inclinado, utiliza un incensario para dejar patente la santidad de María. El resto de los apóstoles presentan isocefalia, es decir que todas las cabezas aparecen a la misma altura; sin embargo, están tratados de forma individualizada, cada uno con sus rasgos faciales característicos. San Pedro aparece revestido con capa pontifical y porta en sus manos un misal. A su lado, otro de los apóstoles lleva un cuenco con agua sagrada y bendice a Nuestra Señora. Cinco de los seguidores de Jesús portan velas, tres de ellos mueven los labios, mientras oran o entonan cánticos religiosos. San Juan, vestido con túnica verde, lleva una palma en su mano. En cuanto al marco arquitectónico se refiere, Mantegna se sirve de él para crear la sensación de profundidad. El suelo presenta un dibujo ajedrezado, con baldosas de mármol blanco y rosa; aparecen una serie de líneas paralelas que convergen en un punto ideal; de esta manera se crea la ilusión de perspectiva espacial. Las pilastras son de gusto clásico, es decir que el artista se decide por un marco arquitectónico típicamente renacentista. Al fondo se contempla un paisaje en el que se representa una bucólica vista de un lago de Mantua, con el conocido como puente de San Giorgo y una serie de edificaciones al fondo. Los apóstoles que se encuentran en un primer plano presentan mayor tamaño que los que se sitúan en la lejanía; éste es otro artificio del que se sirve Mantegna para conseguir la perspectiva. El venecianismo del pintor también se observa en la gama cromática que emplea, optando por tonos fríos. Se trata de una composición en la que el dibujo adquiere una gran importancia; los colores aparecen perfectamente separados.

¿Podría citarnos alguna otra obra del Quattrocento italiano que tenga relevancia dentro de las colecciones de nuestra primera pinacoteca nacional?

Otro de los grandes artistas italianos de este periodo es Antonello de Messina. El Prado posee, desde 1965, una tabla de su autoría titulada Cristo muerto sostenido por un ángel. Está fechada entre 1475 y 1476. La obra se custodió en la población lucense de Monforte de Lemos y, antes de ingresar en el museo, estuvo en una colección particular de Irún. Se observa una clara influencia del veneciano Giovanni Bellini y del tratamiento que dicho artista realizó sobre el tema de la Piedad: a Cristo se le representa en primer plano y encontramos la presencia de un ángel. En cuanto a la técnica se refiere, emplea, al igual que los artistas flamencos del momento, la pintura al óleo; en esta época en Italia lo habitual era utilizar el temple al huevo. Messina nos presenta al Salvador como un cuerpo yacente en el que se reflejan las huellas del sufrimiento que ha padecido antes de su muerte. Gruesas gotas de sangre resbalan por su torso desnudo, tan solo cubierto por un paño de pureza. También brota un abundante chorro de sangre de la herida del costado y de la palma de la mano visible para el espectador.

El autor tampoco se olvida de reproducir las llagas que le produjo al Mesías la corona de espinas. El detallismo con el que se representa a las sagradas figuras nos demuestra que Messina ha estado en contacto directo con los primitivos flamencos: el cabello ensortijado de Jesús, los pelos de su barba, la boca entreabierta, los ojos cerrados, el rostro demacrado… Sin embargo, no abandona el idealismo y la perfección de formas tan características del arte italiano. El ángel, que sujeta a Cristo y lo muestra al espectador, aparece compungido, con un rostro desencajado; por sus suaves mejillas resbalan lágrimas de dolor. Las alas de este ser celestial están tratadas con minuciosidad y gran delicadeza, al igual que su rubia cabellera. Se trata de un ángel niño, que sujeta con gran esfuerzo el cuerpo inerte del Señor. Las figuras humanas de esta composición son de una gran monumentalidad, presentan formas rotundas, casi escultóricas. Sin embargo, el autor no renuncia por ello al empleo de un rico colorido, lleno de matices cromáticos. Evidentemente, se trata de una obra adscrita a los presupuestos del renacimiento, con un total control de la proporción y la perspectiva. El pintor domina a la perfección los cánones anatómicos a la hora de representar el cuerpo desnudo de Cristo. Al fondo, un cielo de un intenso azul ocupa la parte superior de la composición. En la zona baja está representado un paisaje idílico y luminoso, con una rica vegetación y en la lejanía aparece la ciudad de Messina, de la que era originario el pintor. Existe un contraste evidente entre la fuerza dramática que presentan las sagradas figuras y el marco natural. Messina ha renunciado a reproducir el monte calvario, sombrío y tenebroso.

El fiel se conmueve ante esta imagen del Redentor, un tanto descarnada y no exenta de patetismo; siente una profunda emoción y un sentimiento de piedad ante esta visión dramática de Nuestro Señor que entregó su vida para salvar a la humanidad del pecado.

Entre los grandes nombres de la pintura con presencia en nuestra primera pinacoteca nacional destaca Rafael. Coméntenos alguna de sus obras más representativas.

Rafael está considerado como uno de los más excelsos artistas del Renacimiento italiano. La pinacoteca madrileña cuenta entre sus fondos con siete obras de su autoría, además de otros magníficos cuadros salidos de su taller o ejecutados por sus discípulos más aventajados como Giulio Romano o Penni. Para esta ocasión he escogido una pintura legendaria titulada Caída en el camino del Calvario, realizada hacia 1516,cuando el pintor de Urbino se encontraba en el cénit de su carrera artística. Se baraja la posibilidad de que en la elaboración de la misma intervinieran algunos miembros de su taller; no obstante, el cuadro aparece firmado en una de las rocas que encontramos en primer plano. Para muchos historiadores del arte se trata de un claro precedente del manierismo pictórico. También se conoce como El pasmo de Sicilia porque inicialmente iba a presidir el altar mayor del convento de Santa María de Spasimo en Palermo (Sicilia). Según cuenta la leyenda, cuando fue transportado de Génova a Sicilia, el navío en el que viajaba naufragó y el cuadro se salvó de manera milagrosa. Felipe IV lo compró y en 1661 se lo envió a Madrid el virrey de Nápoles. Fue expuesto en la Capilla Real del Alcázar de Madrid; en la nochebuena de 1734 esta tabla fue rescatada del incendio que destruyó el mencionado palacio. Tras la invasión de las tropas napoleónicas de nuestro país, en 1808, se produjo la desaparición y expolio de un considerable número de obras de arte españolas. El cuadro que nos ocupa fue trasladado en 1813 a París para que formara parte del Museo Napoleónico. En la capital francesa se restauró y se transfirió de tabla a lienzo. En 1822 regresó definitivamente a España y finalmente, a partir de 1839, formo parte de las colecciones del Museo del Prado. En esta composición de temática religiosa, el artista nos presenta unos personajes que reflejan un dramatismo extremo; sus sentimientos internos se traducen en un lenguaje gestual no exento de teatralidad. Rafael para dotar a la escena de movimiento opta por el empleo de dos diagonales que convergen en torno a la figura Cristo, indudable protagonista de la historia. El resto de los personajes se distribuyen en el espacio en forma circular, con lo cual tenemos la sensación de estar contemplando una escena de marcado dinamismo, con una fuerte carga expresiva. En cuanto a la temática se refiere, el artista de Urbino hace mención en una única composición a diversos momentos de la Pasión de Cristo. Se representa una tradición, no recogida en los evangelios canónicos, según la cual María se encontró con su hijo Jesús cuando iba camino del calvario para ser crucificado. El inmenso dolor que experimentó la Madre de Dios al contemplar a Cristo en esas circunstancias le provocó incluso un desmayo. Este episodio se conmemora en el Vía Crucis o Los Siete Dolores de la Virgen. En este caso, la Virgen mantiene la consciencia, sabedora tal vez de que tras esta dura prueba el Hijo de Dios resucitaría. También aparece la figura del Cirineo al que, tras la caída de Cristo, se le obligó a transportar la cruz hasta el monte Gólgota; se le representa como un hombre fornido que sujeta con sus musculosos brazos la pesada cruz. Este episodio se menciona en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas.

En esta composición también queda reflejado el encuentro que mantuvo el Señor con las santas mujeres y al que se refiere San Lucas (Lucas XIII, 27-29). Posiblemente, el personaje a caballo que porta el bastón de mando, represente a Pilatos que fue quien finalmente condenó al Mesías a morir en la cruz. La Virgen María adquiere un gran protagonismo en esta representación de la Pasión, acompañada por las santas mujeres. Se establece un diálogo de miradas entre la Madre del Salvador y el Hijo de Dios; el pintor emplea el escorzo para crear una mayor tensión dramática entre las sagradas figuras. Las santas mujeres muestran sus doloridos rostros y miran profundamente apenadas al Maestro. Dos de los sayones obligan a Cristo a levantarse. Uno de estos esbirros, vestido de amarillo, color que se asocia con la envidia y la inquina, aparece en el primer plano de la izquierda, adoptando una postura inestable, marcando un atrevido escorzo con una de sus piernas, mientras sujeta al Señor con una gruesa cuerda. Otro de los verdugos le amenaza con una lanza, describiendo una diagonal trágica. Uno de los soldados a caballo dirige la marcha, mientras ondea al viento una inmensa bandera roja. Al fondo surge el Gólgota, con las cruces de los dos ladrones que fueron ejecutados junto a Cristo. Una comitiva de condenados, custodiada por soldados a caballo, se dirige a su destino final. Las figuras de este lienzo muestran una rotundidad escultórica, algunas de las cuales exhiben una musculatura hercúlea. Rafael domina a la perfección la técnica del claroscuro. Los rostros, además de expresivos, son de una extraordinaria belleza. Los estudiados pliegues de los tejidos dotan a los personajes de movimiento. El colorido es vibrante e intenso. En definitiva nos encontramos indudablemente ante una obra maestra del Renacimiento italiano.

Otro de los artistas más sobresalientes del Cinquecento es sin duda Sebastiano del Piombo. Coméntenos alguna de sus obras, de las que se custodian en el Museo del Prado.

Efectivamente, el veneciano Sebastiano del Piombo es uno de los artistas más valorados del renacimiento italiano; la mayor parte de su carrera artística la ejerció en la ciudad de Roma. Piombo tuvo como profesores a dos genios de la pintura: Giovanni Bellini y Giorgone. A la muerte de éstos, tomará el testigo de sus maestros y realizará magníficas obras de arte, cuadros que ocupan un lugar de honor en las más importantes pinacotecas del mundo. En la madrileña colección Thyssen-Bornemisza, muy próxima al edificio de Villanueva, podemos admirar su espléndido retrato del Cardenal Ferry Carondelet con su secretario. El Museo del Prado posee tres lienzos salidos de sus pinceles, dos de ellos en los que se representa a Cristo con la cruz a cuestas. Además, conserva en depósito La Piedad, un óleo sobre pizarra propiedad de la Casa Ducal de Medinaceli.

He escogido para esta ocasión su Bajada de Cristo al Limbo, que data de 1516 e ingreso en el museo en 1839. Se trata de uno de los laterales de un tríptico, en cuya tabla central se representa la Lamentación sobre el cadáver de Cristo, custodiada en el Museo del Ermitage de San Petesburgo. En otra de las tablas, desaparecida y conocida por una copia de Ribalta, se abordaba el tema de la Aparición de Cristo a los Apóstoles. En la obra que nos ocupa es indudable la influencia que ejerció Miguel Ángel en Piombo; se observa de manera especial en la figura de Cristo, a la que se le da un tratamiento monumental, como si fuera un volumen escultórico. Sin embargo, no renuncia a sus orígenes venecianos en el empleo del color y el dominio de la técnica de las transparencias y veladuras. El Mesías aparece envuelto en un paño de un blanco radiante; simboliza la luz que contrasta con la penumbra del infierno. En su mano izquierda porta el estandarte de su victoria frente a la muerte y el pecado; con su mano derecha indica a Adán y Eva que ha llegado el momento de ser conducidos al Reino de los Cielos. Nuestros primeros padres aparecen arrodillados frente al Salvador. El limbo se representa como un espacio arquitectónico de estilo renacentista con columnas de mármol; predominan los tonos ocres y la escena aparece envuelta en la penumbra. Detrás del Mesías contemplamos la figura de dos hombres, uno de ellos porta una cruz. En la lejanía el artista representa el infierno, envuelto en llamas. Este episodio aparece recogido en los llamados evangelios apócrifos y aconteció antes de la Resurrección de Cristo.

El Museo del Prado también atesora pinturas de otro de los más insignes representantes del renacimiento italiano; me estoy refiriendo a Andrea del Sarto. ¿Qué obra ha escogido para esta ocasión?

Nuestra pinacoteca nacional cuenta con una pintura de delicadeza extraordinaria, una sublime composición renacentista de este magnífico pintor florentino: La Virgen con el Niño entre San Mateo y un ángel, fechada en 1522. Perteneció a la colección real e ingresó en el museo en 1819, año de inauguración de esta institución. Andrea del Sarto está magníficamente representado en el Prado con media docena de obras. La que nos ocupa, también es conocida como la Madonna della Scala (Virgen de la Escalera); la Virgen y el Niño, indiscutibles protagonistas de la composición, aparecen elevados sobre una pequeña escalera. Se trata de un trabajo pictórico de gran relevancia, si tenemos en cuenta la multitud de dibujos preparatorios que se conservan. El artista se esmeró en el diseño del cuadro como lo demuestran los “arrepentimientos”, el dibujo subyacente que se ha encontrado al exponer el lienzo a los rayos infrarrojos. Fue precisamente un banquero florentino el que encargó esta obra al artista; posiblemente, éste sea el motivo por el que se representa a San Mateo, al ser el patrono de la banca. Del Sarto trabajó en Florencia rodeado de los grandes genios del momento, como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel. Existen dudas sobre el tema que se aborda en esta tabla y todavía no se ha dicho la última palabra al respecto. Con las debidas reservas y cautelas, podríamos relacionarla con el pasaje bíblico de la huida a Egipto de la Sagrada Familia, para ponerse a salvo de la matanza de los inocentes.

El personaje masculino, vestido de rosa, que aparece sentado a la derecha de la Virgen y el Niño, se ha identificado con el evangelista San Mateo pero para otros autores se trataría de San José o de San Juan Evangelista. A la izquierda del lienzo, y también en primer plano, se representa a un estilizado ángel, con un libro en la mano, sentado, con las piernas flexionadas; observa embelesado al Niño Dios que extiende sus brazos candorosamente, solicitando su atención. Al fondo podemos ver las figura de una mujer que sostiene de la mano a un niño pequeño; han sido relacionados con Santa Isabel y su hijo, San Juan Bautista. En la lejanía se dibuja una cadena montañosa sobre la que descansa una ciudad amurallada, de perfil difuminado. La influencia de la pintura veneciana queda patente al presentarnos tanto las figuras humanas como los elementos naturales sin contornos nítidos, buscándose así un mayor realismo y verosimilitud; se intenta imitar la realidad que contempla el ojo humano. Los personajes aparecen en relieve y nos da la sensación de que están rodeados de aire; esta técnica artística se conocía en su época como el diáfano o pintura tonal. Los colores muy vivos quedan mitigados, para ello el artista utilizó un barniz especial. Además, envolvió las formas humanas con unas sombras grisáceas, apenas perceptibles, que ayudan a disimular el dibujo y los contornos rígidos. La composición tiene un marcado carácter piramidal, apareciendo los personajes principales en primer plano. El vértice superior de este triángulo estaría definido por la cabeza de la Virgen y la base del mismo por los cuerpos del ángel y San Mateo. El florentino es un fiel seguidor de los principios de la pintura clásica, no desea adentrarse en el campo de la experimentación artística; busca, por encima de todo, la perfección de las formas. Los cuatro protagonistas de este relato piadoso se comunican entre ellos a través de las miradas. Del Sarto utiliza una espléndida combinación de colores: el delicado rosa de la túnica de San Mateo contrasta con la vestimenta verde, de reflejos dorados, que utiliza en ángel. Para el vestido de la Virgen se decanta por suntuoso y llamativo rojo asalmonado. El manto azul oscuro, con el que se cubre la Madre de Dios, aporta una nota de sobriedad y equilibrio a esta composición pictórica en la que el color adquiere total protagonismo. Para representar el celaje y el paisaje de fondo utiliza tonalidades neutras e indefinidas.

En esta relación de artistas italianos del Renacimiento no podemos obviar la figura de Correggio. ¿Qué cuadro, de los que cuelgan de las paredes del Prado, considera usted de mayor categoría artística?

El pintor Antonio Allegri es conocido como Correggio porque se cree que fue en esta población italiana donde nació. En sus trabajos se observa la influencia de otros grandes maestros italianos del Renacimiento como Rafael, Miguel Ángel, Mategna o Leonardo da Vinci. El Prado apenas cuenta en su inventario con dos obras originales del artista, siendo Noli me tangere una de las más excelsas de su producción; está fechada en torno a 1525. Posiblemente, esta tabla fue encargada para decorar algún oratorio privado. El espectador la iba a contemplar de cerca; esto explicaría la pincelada preciosista que emplea el pintor, el detallismo al representar el arbolado o la minuciosidad con la que reproducen las calidades táctiles de los tejidos y objetos en general. La obra fue regalada a Felipe IV y desde 1643 estuvo depositada en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial; ingresó en el Museo del Prado en 1839. El soporte inicial era una tabla pero finalmente el óleo se trasladó a lienzo. Se trata de una narración pictórica en la que se representa el pasaje evangélico, recogido tanto por San Marcos como por San Juan, en el que Cristo resucitado se aparece a la Magdalena. Esta santa mujer, llena de estupor al ser partícipe del acontecimiento sobrenatural, desea palpar al Maestro para comprobar que sus ojos no le engañan. Sin embargo, Jesús le pide que no le toque (noli me tangere) porque todavía no ha subido al Padre; noli me tangere también podría significar “no me retengas”.

En los evangelios se explica al lector que la Magdalena confundió a Cristo con un hortelano; para dejar constancia de ello, Correggio representa bajo un árbol una pala, un azadón y un sombrero de paja, herramientas tradicionales del labrador. En la composición tan sólo aparecen las figuras de Cristo y la Magdalena en primer plano, presentan actitudes muy distintas. La imagen de Jesús nos transmite serenidad y equilibrio. El Resucitado cruza su mirada con la santa mujer y eleva el brazo izquierdo, señalando con el dedo índice el cielo al que está destinado a subir. Su cuerpo se inclina ligeramente hacia el lado derecho, adelantando la rodilla y el pie; de esta forma Corregio dota a la figura de movimiento. Viste una túnica azul, color que no solía ser el habitual a la hora de tratar este asunto evangélico por los otros pintores; normalmente, Cristo aparecía cubierto por un sudario blanco o vestiduras rosas. Esta tonalidad azul se relaciona con el paraíso celestial al que ascenderá el Señor. La imagen de la Magdalena es fiel reflejo del arrobamiento místico. Aparece postrada de rodillas, el brazo inclinado, los cabellos y vestiduras en movimiento. Mira fijamente al Hijo de Dios, absorta en su contemplación. Viste un elegante traje de tono amarillo ocre, color con el que se solía representar a las meretrices; la tela es de un rico brocado y forma sinuosos pliegues que crean un magistral efecto de luces y sombras. Corregio maneja con singular maestría la técnica del sfumato, superponiendo diversas capas de pintura para crear unos contornos difusos de gran delicadeza. Los protagonistas de la escena aparecen entrelazados por una diagonal, cuyo vértice superior sería la mano elevada de Cristo y la zona inferior el pie de la Magdalena. El paisaje que aparece al fondo dota a la escena de profundidad. La masa arbórea del bosque, primorosamente representada, contrasta con las luces doradas del amanecer, que crean una atmósfera envolvente.

Uno de los cuadros que más impactan al espectador que visita las salas de nuestra pinacoteca nacional es, sin duda, El Lavatorio de Tintoretto. Háblenos de sus características técnicas y sus valores artísticos.

En realidad, esta emblemática obra no pertenece al Museo del Prado; se trata de un depósito de Patrimonio Nacional, la entidad que gestiona los bienes artísticos relacionados con la corona. En su día, se barajó la posibilidad de que este lienzo se expusiera en el futuro Museo de las Colecciones Reales; sin embargo, al final se decidió que continuase formando parte de las colecciones del Prado, por tratarse de una pieza emblemática dentro del discurso museográfico de la institución. Perteneció al rey Carlos I de Inglaterra, quien se vio obligado a vender su colección. Fue obsequiada a Felipe IV y permaneció en la sacristía del Monasterio de El Escorial hasta 1939, en que paso a exhibirse de forma permanente en el Prado. En dicho museo se custodian 22 lienzos de este pintor. Jacopo Robusti, artísticamente conocido como Tintoretto, forma parte de la trilogía de pintores venecianos más sobresalientes del Renacimiento; los otros dos nombres son Tiziano y Veronés. Una de las glorias de nuestra primera pinacoteca nacional es precisamente la pintura renacentista de escuela veneciana, de las que el museo madrileño posee la más completa y fascinante colección artística del mundo. La obra que nos ocupa fue realizada entre 1548 y 1549. Lo primero que sorprende al espectador es su formato, marcadamente apaisado, el más apropiado para desarrollar una escenografía compleja y audaz, que dote a la composición de tridimensionalidad y teatralidad. Debemos tener en cuenta que originalmente este lienzo fue destinado a decorar el muro lateral del presbiterio de la iglesia de San Marcuola en Venecia. Enfrente se situaba otro cuadro, también salido de los pinceles de Tintoretto, en el que se representaba la Última Cena. El fiel que asistía a los oficios religiosos contemplaría la composición desde un lateral. Ese es el motivo por el que la escena principal, el Lavatorio propiamente dicho, se representa en el extremo derecho, cerca de la mirada del espectador. A partir de ahí, el pintor veneciano desarrolla una compleja escenografía, muy estudiada, creando un efecto de marcada profundidad. Las formas geométricas del suelo, la disposición en diagonal de la mesa y el marco arquitectónico del fondo, con construcciones clásicas y paisaje inequívocamente veneciano, ayudan a crear la ilusión de perspectiva; todas las líneas de fuga confluyen en un punto lejano, concretamente en el vano del arco de triunfo que se alza en la lejanía. El cuadro se debe contemplar desde la derecha; de esta forma desaparecen los espacios muertos que encontramos si visualizamos la obra de manera frontal; de hecho en el Prado se decidió instalarla en la galería central por su mayor amplitud, para que el visitante pudiera moverse libremente y admirarla como la concibió su creador.

Los volúmenes se ordenan a partir de una diagonal que tiene su origen en los personajes sagrados del Salvador y San Pedro, continúa a través de la mesa en la que se dispuso la cena de Pascua, en la que se sientan la mayoría de los apóstoles, y se pierde en el arco de triunfo del canal. El artista diseñó primero el decorado de la escena y después distribuyó a los diferentes personajes del relato evangélico. Este pasaje aparece recogido únicamente en el Evangelio de San Juan (13:1-20). Durante la Santa Cena, Cristo se despojó de su manto, se anudó una toalla a la cintura y comenzó a lavar los pies a sus discípulos. Cuando le tocó el turno a San Pedro, éste se negó rotundamente a ello por considerarse indigno de tal atención por parte del Maestro. Jesús, sin embargo, le recriminó por ello diciéndole que si no se dejaba lavar los pies quedaría excluido de su proyecto de salvación. Pedro recapacitó y le dijo al Señor que le lavara también las manos y la cabeza, si éste era su deseo. Jesús replicó que el que se había bañado previamente no necesitaba más que lavarse los pies porque ya se encontraba limpio. Aunque matizó que entre los asistentes a la cena había alguien impuro; fue una clara alusión al discípulo traidor, a Judas Iscariote. En el flanco derecho, surgen los protagonistas del relato: Cristo y San Pedro. Detrás de una columna, el autor reproduce la escena de la Santa Cena pero de forma abocetada, con unas pinceladas muy sueltas e imprecisas. Un perro tumbado aparece en primer plano y en la zona central. Tintoretto se recrea en lo pintoresco y anecdótico al representar a uno de los apóstoles que se intenta desprender de las calzas ayudado por otro compañero. Otro de los discípulos de Cristo surge en el flanco izquierdo de la composición; apoya un pie en una banqueta y se despoja de sus sandalias. Los personajes presentan movimientos en escorzo, creando la ilusión óptica de que se trata de figuras en relieve, que sobresalen del marco espacial en que están representadas. La composición se caracteriza por ese marcado dinamismo, presente en la producción más selecta de este autor. En esta obra el color adquiere un gran protagonismo, en detrimento del dibujo, en línea con el venecianismo pictórico del siglo XVI. Encontramos una rica y variada gama de tonos, alternándose con gran acierto la presencia de colores fríos y cálidos. Los azules por ejemplo presentan distintas intensidades, apareciendo más o menos saturados. Este magnífico escenario se encuentra bañado por una tenue luz, muy matizada; se trata de un recurso técnico del que sirve al artista para crear la sensación de volumen.

Ha citado usted a Tiziano, uno de mis pintores favoritos. De las que se exponen en el Prado, ¿cuál considera que es su obra más emblemática?

Tanto por su cantidad como por su calidad, el Museo del Prado atesora entre sus muros la más excelsa colección de Tizianos del mundo, más de cuarenta lienzos. Está magníficamente representada la pintura religiosa, al igual que la de temática mitológica; también podemos deleitarnos con sus soberbios retratos. Vecello di Gregrorio, éste era su verdadero nombre, se trasladó a Venecia para recibir su formación artística; mantuvo un estrecho contacto con Bellini y Giorgone, grandes maestros de su tiempo. Fue admirado tanto por el Carlos I como por su hijo Felipe II. El emperador intentó sin éxito que Tiziano se estableciera en la corte hispánica y pusiera todo su talento al servicio de la corona. Ardua tarea ha sido para mí escoger un único cuadro de pintura sacra de entre los que figuran en el inventario del Prado. Al final, he seleccionado uno estrechamente vinculado con la casa de Austria, titulado La Gloria; fue realizado entre 1551 y 1554, por encargo del emperador Carlos V. Tras la muerte del primer miembro de la dinastía de los Austrias, su hijo Felipe II ordenó su traslado al Monasterio de El Escorial, donde permaneció hasta su ingreso definitivo en el Museo del Prado, en el año 1837. El soberano dio instrucciones precisas sobre como deseaba que se ejecutara la obra. Existe cierto consenso entre los especialistas a la hora de establecer cuál era la intencionalidad última de esta pintura. Al parecer, lo que se representa es el juicio particular del emperador Carlos V ante la Divinidad. La composición del lienzo se nos antoja de gran originalidad, destacando por su marcada verticalidad y grandes dimensiones. Como decorado de fondo, encontramos representado el paraíso celestial, cubierto de nubes e iluminado por una potente luz dorada que alcanza su máxima intensidad en la parte superior de la composición. Éste es el lugar reservado para la Santísima Trinidad; el Padre Eterno y el Hijo aparecen sentados en sendos tronos de nubes, enmarcados por cabezas de querubines, apenas esbozadas. En sus manos portan cetros y bolas del mundo. El Espíritu Santo, en forma de paloma y con las alas extendidas, surge de un haz de luz blanca de diseño triangular. Según el dogma teológico, las tres personas de la Santísima Trinidad son iguales entre sí. Por este motivo, las cabezas del Padre y de Cristo se sitúan a idéntica altura (isocefalia) y al mismo nivel que la representación del Espíritu Santo. El artista escoge el azul ultramar para cubrir las figuras del Padre y del Salvador; el manto que viste la Virgen María es del mismo tono azulado. Debemos tener en cuenta que tradicionalmente el azul aparece asociado al concepto de eternidad. María envía una mirada compasiva a los miembros de la Casa de Austria que comparecen en el juicio divino; ejerce su papel de abogada e intercesora de las almas frente a la Divina Providencia. Detrás de la Madre de Dios, a una altura ligeramente inferior, surge, de espaldas y con el torso desnudo, la fornida figura de San Juan Evangelista; por estar emparentado con el Mesías y ser considerado como su predecesor en el camino de la redención, ocupa un lugar de privilegio en el reino de los cielos. Debajo de la Trinidad, en el lado derecho del espectador, se distribuyen los miembros de la casa real. Abriendo la comitiva figura Carlos I, seguido de su esposa Isabel, de sus hijos Felipe II y Juana y de Leonor y María, hermanas del emperador.

La familia real aparece custodiada por ángeles portadores de palmas, de gran belleza, de rubias cabelleras y luminosos rostros. Los personajes reales visten blancos sudarios y adoptan una actitud de humildad, suplicando la misericordia divina. Como nota anecdótica, diremos que también encontramos el autorretrato de Tiziano. Formando un amplio círculo, se distribuyen los santos del cielo, adorando por toda la eternidad a la Santísima Trinidad; entre los bienaventurados se encuentran los protagonistas del Antiguo Testamento, como Adán y Eva, Noé, Moisés o el rey David. En el nivel inferior se representa el mundo terrenal; en un paraje boscoso encontramos a unos diminutos peregrinos que portan cayados y que muestran su asombro al ser testigos de este rompimiento de gloria. Encontramos por tanto, dos realidades entrelazadas entre si: la celestial, que ocupa casi todo el espacio del cuadro y la mundana, en la zona marginal de la composición. Tiziano dio sobradas muestras de su maestría a la hora de distribuir la luz dentro de la composición. Reprodujo con gran nitidez a los santos del cielo, los que se encuentran más próximos a la mirada de los fieles. Por el contrario, la inconmensurable realidad divina, la Santísima Trinidad, es representa con una pincelada suelta y abocetada, de formas diluidas, bañada por una intensa luz envolvente. Como conclusión, diremos que del propio Dios fluye la luz que ilumina la realidad infinita y eterna. Nos encontramos ante una escena llena de dinamismo, en la que el artista modula con gran acierto las gamas cromáticas. El color, siguiendo los presupuestos de la escuela veneciana, adquiere todo el protagonismo.

El Veronés es otro de los grandes nombres de la pintura veneciana del Renacimiento. ¿Qué cuadro ha escogido de este autor para comentárnoslo?

El pintor Paolo Callari, conocido artísticamente como Veronés por ser natural de Verona, es otro de los genios del Renacimiento veneciano. Por falta de espacio, me he dejado en el tintero a artistas de la talla de Jacopo da Pone, Bassano, perteneciente a una reconocida saga de pintores, o Jacopo Negretti, denominado Palma el Joven. En el inventario de pinturas de nuestra pinacoteca nacional figuran una docena de obras originales del insigne Veronés, todas ellas de extraordinaria calidad. Para esta ocasión, he escogido la titulada La disputa con los doctores en el templo, fechada hacia 1560. Formó parte de la Colección Real y decoró el Salón de los Espejos del Alcázar de Madrid. Después pasó al palacio del Buen Retiro para acabar en el Palacio de Oriente. Su destino final fue el Museo del Prado. El artista plasma en un lienzo de gran formato el último relato evangélico en que se hace referencia a la infancia de Cristo (Lucas 2, 41-50). La Pascua se consideraba la fiesta central en el calendario litúrgico del pueblo de judío. Como todos los años, José y María, en compañía de Jesús que contaba doce años de edad, acudieron a Jerusalén para celebrarla; cuando regresaban a Nazaret, descubrieron con gran preocupación que su hijo no se encontraba entre la multitud que volvía a su lugar de origen. Llenos de angustia, emprendieron la búsqueda del niño que dio su fruto al cabo de tres días. Finalmente, lo encontraron en el Templo, rodeado de los doctores con los cuales mantenía una discusión teológica al más alto nivel; los allí presentes se quedaron maravillados ante la sabiduría que emanaba de aquel muchacho. Cuando sus padres le recriminaron por haber desaparecido misteriosamente, Jesús replicó: “¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” La Sagrada Familia regresó a Nazaret, mostrando Jesús un sometimiento total a la voluntad de sus padres. El evangelio de San Lucas presenta un paréntesis en el relato de la vida de Cristo que concluye con el Bautismo del Salvador en las aguas del Jordán. Lo primero que llama la atención del espectador que contempla este lienzo es el gran despliegue escenográfico que diseñó el artista. La arquitectura adquiere un gran protagonismo dentro del cuadro; sirve de marco ideal para distribuir en el espacio, de forma abigarrada y a la vez armónica, a la multitud de personajes que se citan en este episodio evangélico. Las espléndidas construcciones de estilo clásico, levantadas con materiales pétreos de tono neutro, aparecen tenuemente iluminadas, casi en penumbra. A la derecha del espectador, destaca la marmórea columnata semicircular de estilo corintio, rematada por una balaustrada. Por el contrario, las figuras humanas, especialmente las que aparecen en primer plano, reciben un baño de luz intensa, resaltándose así el vibrante colorido de las telas; en las calidades de los tejidos se reproducen los tonos más representativos de la pintura veneciana: amarillos, rosas, verdes…

Para resaltar el protagonismo del Niño Dios, el artista decide elevar su figura; está sentado sobre una pequeña escalinata pétrea y enmarcado por dos columnas de fuste estriado. El Niño Jesús es representado como un joven de bellas facciones, rubia y ondulara cabellera y serena mirada. Para dotar de movimiento a Cristo, Veronés recurre al lenguaje gestual; eleva una de sus manos mostrándonos el dedo índice, mientras expone sus razonamientos teológicos. El otro brazo lo extiende formando un ángulo recto, moviendo con elegancia los dedos de la mano. Los sabios que le rodean, algunos tocados con exóticos turbantes, le observan con atención, incluso dan muestras de su asombro, con gestos de estupefacción. Adoptan las más variadas posturas, agrupándose de forma aparentemente caprichosa. Visten según la moda veneciana del siglo XVI, lo que supone un evidente anacronismo. Los personajes de la escena, a modo de figurantes, se ubican en la zona baja de la composición, a la altura de la mirada del espectador. Gracias a este recurso compositivo, destaca, si cabe aún más, la figura de Jesús, que se alza majestuosa sobre la concurrida audiencia que escucha sus enseñanzas. El maestro de Verona muestra en este lienzo un magistral dominio de la luz y el color, algo que caracteriza la pintura veneciana. Entre la multitud, nos llama la atención la presencia de un anciano de larga barba blanca que viste el hábito de Caballero del Santo Sepulcro, posiblemente se trate del mecenas que encargó el cuadro. Evidentemente, este caballero renacentista se encuentra desubicado en el contexto histórico en que transcurre la acción. Una vano, bellamente enmarcado por un frontón triangular, sirve de unión entre el marco arquitectónico y el mundo exterior; divisamos en la lejanía un celaje cubierto de blancas nubes. La Virgen María y San José han atravesado el umbral de la puerta y se entremezclan con otros fieles judíos que acceden al recinto sagrado. La tribulación dará paso a la alegría del reencuentro.

Por Javier Navascués

8 comentarios

  
Luisfer
Fantástica la representación de pintura italiana en el Prado. Más impactante para mí la veneciana. Sólo por ello merece el Prado considerarse la pinacoteca por excelencia.
Espléndido resumen el del artículo.
02/09/21 3:32 PM
  
Caballero Templario
¡Qué grande es nuestro Museo del Prado! La pintura italiana es, sin ningún género de dudas, una de sus glorias. En mis viajes a Madrid, casi siempre con visita al Prado, me dedico a deambular por sus salas. Me imprimiré estás páginas para fijarme de manera especial en la selección de obras renacentistas; de esta manera, no se me escapará ningún detalle. Espero que las próximas entregas lleguen pronto.
04/09/21 2:45 PM
  
Felipe
Qué buen artículo, me encantaría hacer una visita con él para descubrir todo lo que se nos pasa por alto cuando miramos un cuadro de esa categoría.
09/09/21 8:07 PM
  
José Francisco
Espectacular la pintura italiana y no menos espectacular es mi gran amigo Fernando con sus comentarios y exposición de las obras.Tengo el privilegio de haber ido con él varias veces al Prado,que es como si fuera su casa y cada día que pasa me sorprende con inéditas y originales interpretaciones del museo y sus maravillosas obras,recreándose en detalles y minuciosidades que sería casi imposible de conocer,sino fuera por sus explicaciones.
Ya estoy deseando visitar nuevamente el Prado con él,espero que sea pronto y disfrutar a lo grande de su compañía y de sus exposiciones.
Un abrazo amigo
12/09/21 2:14 PM
  
Fernando Álvarez
Estimado José Francisco:

Soy yo el que tengo que agradecer tu grata compañía en nuestras visitas al Museo del Prado. Mi amigo Pepe es un madrileño de nacimiento y corazón que ama esta ciudad con auténtica pasión; una prueba evidente es la próxima publicación de un libro suyo dedicado a las placas de cerámica que sirven de indicadores en las calles y plazas más castizas de la villa. He tenido la suerte de conocer previamente su contenido y es un auténtico regalo para los sentidos, totalmente recomendable para los enamorados de Madrid. Son ya más de dos años sin poder visitar la capital de España, por la pandemia y motivos personales. Espero que en mi próxima visita al Prado pueda disfrutar de tu presencia y caminar juntos por las salas de la planta sótano, dedicadas a la historia de la institución.
12/09/21 6:25 PM
  
Cecilio
Es una delicia poder disfrutar de estas maravillosas obras y poder sacar el máximo provecho de las mismas, gracias a las explicaciones y comentarios de este gran experto del Museo del Prado.
Confío en poder seguir enriqueciéndome de conocimientos de arte, con otras entregas.
27/09/21 8:03 PM
  
Belén
Con las descripciones y comentarios de Fernando en estas paginas, he podido valorar, mejor que nunca, cada cuadro seleccionado. También es de agradecer que nos explique el significado de cada detalle, color, etc.
Lecturas totalmente recomendadas para cualquier aficionado a la pintura.
28/09/21 6:36 PM
  
ignacio
Excelso conocimiento la de este experto en el Quattorcento y Cinquecento italiano, que tratare de observar cada detalle descrito en mi proxima visita a la pinacoteca. Muy didactico e interesante.
25/11/22 7:53 PM

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