El "desde" de los hijos

Hablando con la gente o haciendo un recorrido por la web y por otros medios es revelador observar no tanto la exposición llana de las noticias sobre lo que acontece en la Iglesia, ni tampoco la posición a favor o en contra del modo como las autoridades conducen su tratamiento, sino el “desde” en el que cada interlocutor, informador, editor, columnista, blogger o comentador está posicionado al pronunciar su discurso.


Dejando a un lado a los no católicos, llama la atención la asepsia con la que muchos católicos hablan sobre cuestiones muy dolorosas que nos toca vivir. Y lo hacen sin que se les mueva un cabello o expresen conmoción alguna.


No manifiestan que los dolores de la Iglesia les sean propios o les tocaran de cerca. No sienten con ella, y da la impresión de que no les importa causarle dolor o vergüenza. Desconocen su condición de hijos de la Iglesia y por lo tanto no la tratan como a su madre. ¿Quién expone a su madre a la vergüenza pública? Y si ella fue expuesta a la vergüenza por otros hermanos ¿cómo no corren inmediatamente a defender su honor y dignidad?


Muchos se dicen hijos, pero no se comportan como tales. Los hijos buenos honran y defienden a su madre. A estos les duele, realmente les duele en el alma que maltraten a su madre. A otros no: su “desde” no es el de los hijos.


Es llamativo ver cómo para opinar sobre asuntos internos se valen de aquel “todos somos Iglesia”, pero cuando vienen los ataques se sitúan fuera de la arena, se sientan en sus palcos de espectadores y comentan con aires de imparcialidad -en el mejor de los casos- sus impresiones sobre la batalla: “ese golpe lo tiene merecido”, “después de semejante golpiza tal vez se decidan a cambiar algo”, “mira qué mal han manejado este asunto”, “ya lo decía yo que algo así iba a ocurrir”, “ahí tienen el resultado del concilio”, “a la Iglesia le hace falta un sinceramiento”, etc.


Por otro lado encontramos el “desde” de los hijos que reconocen su filiación, aman a su madre y cuando hablan de ella lo hacen con respeto, se implican con ella y asumen su responsabilidad. Su discurso no es desde fuera, sino que habla de “nosotros”, de “nuestra Iglesia” ; y mientras lo escuchas o lees puedes captar que quien habla ama a la Iglesia y es tu hermano. Y ves que puedes con él hablar de tu madre con confianza y respeto, reconociendo su dolencia y buscando su bien. Y cuando vienen los ataques notas que no se va, se queda a recibir los golpes y a sangrar para defender a su madre que es también la tuya, herida quizás, pero hermosa y digna.


Tal vez no sea una regla para aplicar en todos los casos, pero distinguir el “desde” dónde hablan u opinan sobre la Iglesia las personas, aunque se digan católicas, puede ayudarnos a discernir el valor de su discurso.


Quienes crean con intención recta que la mejor manera de hacerle bien a nuestra madre es exponerla a la bofetada de todo el que desee propinársela, o abofetearla públicamente ellos mismos para que los demás vean nuestra capacidad de autocrítica, sepan que difícilmente tal vejamen pueda dar el resultado que buscan.


Por último, los que hacen daño a la Iglesia, sepan que ella no sólo es nuestra madre, a la que defenderemos siempre. Ella es también la Esposa de Cristo, Su Amada.

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3 comentarios

  
Maricruz
Se de lo que hablas.
30/03/10 1:49 AM
  
Maricruz
La madurez humana, no siempre va aparejada de la madurez espiritual.

Existen personas que viven resentidas con sus progenitores (como con la Iglesia) y sin haber alcanzado la plena reconciliación consigo mismas, éstas tienden a pensar que sus progenitores (o la Iglesia) merecen hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones y es cierto, deben hacerlo, pero eso no implica que estemos obligados ser crueles o perversos con ninguno de ellos.

30/03/10 1:11 PM
La tibieza en la defensa de la Iglesia, que aparece en muchas personas que se autodenominan católicas e incluso en instituciones eclesiales, puede deberse a que estas personas e instituciones desean realmente otra Iglesia diferente a la actual.

Cuando ven que se golpea a la Iglesia y a sus representantes, pueden sentir tristeza y hasta rechazo... pero entienden que solo si se derriba el árbol "caduco" puede crecer uno nuevo en su lugar.

En el fondo ellos desean conformar la Iglesia, más que la Iglesia los conforme a ellos. De igual forma, entienden que tienen la verdad y desdeñan ser contenidos por Ella.

Esto no es nuevo. Nada más iniciada la andadura del cristianismo, aparecieron alternativas que pugnaban por ocupar el lugar de la verdadera Iglesia. Las herejías se sucedieron una a otras hasta la actualidad... cuando vuelven a resurgir con fuerza.

Pero la Iglesia verdadera subsiste en todo aquel que la defiende y eso irreductible. La gracia de Dios lo hizo posible de forma sobrenatural en épocas pasadas y lo hace también en la actualidad.

Que Dios le bendiga Jerónimo :)
30/03/10 1:59 PM

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