Mensaje del Papa en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción

La belleza de María nos asegura que es posible la victoria del amor

El Papa pidió ayer por la tarde la intercesión de María para que todos los cristianos reciban el don de tener el valor de ser centinelas de la mañana y alma del mundo en esta difícil estación de la historia. En el tradicional acto de veneración a la Inmaculada Concepción, que tiene lugar cada 8 de diciembre en la Plaza de España de Roma, Benedicto XVI ha confiado a la intercesión de la Virgen a los más indefensos de la ciudad: los niños antes que nada, y sobre todo los gravemente enfermos, los adolescentes necesitados y cuantos sufren las consecuencias de duras situaciones familiares.

(RV/InfoCatólica*) En su hermosa veneración a María, el Papa le ha confiado también a los ancianos solos, los enfermos, los emigrantes con dificultades para adaptarse, las familias que fatigan para cuadrar las cuentas y las personas que no encuentran empleo o lo han perdido. “Enséñanos María –ha continuado el Santo Padre- a ser solidarios con quien está en dificultad, a equilibrar las cada vez más grandes diferencias sociales; ayúdanos a cultivar un sentido del bien común más vivo, del respeto de lo público, empújanos a sentir esta ciudad como patrimonio de todos, y hacer cada uno, con conocimiento y compromiso, nuestra parte para construir una ciudad más justa y solidaria”.

La belleza de María nos asegura que es posible la victoria del amor, como ha subrayado el Papa, atestigua que la gracia es más fuerte que el pecado y que es posible la liberación de cualquier esclavitud. El Pontífice ha pedido a María en su oración que nos ayude a creer con confianza en el bien, a apostar por la gratuidad, por el servicio, por la no violencia, por la fuerza de la verdad; que nos anime a permanecer despiertos, sin ceder a la tentación de las evasiones fáciles, afrontando la realidad con sus problemas, con valor y responsabilidad.

Precisamente hoy han concluido las celebraciones del 150 aniversario de las apariciones de la Virgen María a santa Bernardita. Y en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el nombre que reveló la Señora a Bernardita en su última aparición, esta expresión aflora en los labios del pueblo cristiano. “Y como un hijo alza los ojos hacia su madre y con su sonrisa olvida cualquier miedo o dolor, así hoy nosotros, encontramos en María la sonrisa de Dios, el reflejo inmaculado de la luz divina, reencontramos en ella nueva esperanza incluso en medio de los problemas y los dramas del mundo”.

Recordando la tradición de que el Papa se una al homenaje de la Ciudad a María con un cesto de rosas, el Papa ha subrayado que las flores significan amor y devoción, del Papa, de la Iglesia de Roma y de los habitantes de la Ciudad, que se sienten espiritualmente hijos de la Virgen María. “Simbólicamente, ha explicado después Benedicto XVI, las rosas expresan todo lo bello y lo bueno que hemos realizado durante el año, porque en esta tradicional cita, querríamos ofrecer todo la Madre, convencidos de que no habríamos podido hacer nada sin su protección y sin las gracias que cotidianamente obtiene de Dios. Pero – como suele decirse- no hay rosas sin espinas, y también sobre los tallos de estas estupendas rosas blancas no faltan las espinas, que para nosotros representan las dificultades, los sufrimientos, los males que han caracterizado y caracterizan la vida de las personas y de nuestras comunidades. A la Madre se le presentan las alegrías, pero también se le confían las preocupaciones, seguros de encontrar en ella el bálsamo para no abatirnos y el apoyo para continuar adelante”.

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