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10.08.18

La Fe es la Fe.

Y no lo digo por decir: al contrario. Y lo digo sin “perdón", por supuesto. Porque “la Fe es la Fe; y lo que no es la Fe, no lo es ni lo puede ser".

Lo que sí me parece curioso, como mínimo, es el “esfuerzo” en el que se compromete tanta buena gente con estudios y talentos, en pretender “fundar” histórica, literaria y filológicamente la VERDAD de la Escritura Santa y, no digamos, de los Santos Evangelios.

Lo más “gordo” a mi entender es cuando afirman, por ejemplo, que “no hay razones históricas de peso” para afirmar “tal cosa", que va en contra de lo revelado y recogido en ellas. Y quien dice históricas, dice filológicas, o de otro tipo. 

Les da como “repelús” decir que son razones lisa y llanamente FALSAS; como pasaría si uno dijera que la tierra no se mueve, o que El Pilar no está en Zaragoza…

Y quizá no se dan cuenta de que entrar al trapo de “negar razones de peso", puede implicar, o implica que, aunque de menos peso, “si las hay” o “puede haberlas".

. Y eso es grave; bastante grave, en mi opinión.

Porque, para la Fe, no hay “razones” a favor; solo hay UNA y UNICA “razón": que Dios nos ha hablado, se nos ha revelado; y, en consecuencia lógica, todo es Verdad y no puede no serla; no por definición, sino porque cualquier otra pretendida posibilidad es imposible. Y no hay más. “De peso", naturalmente.

También para negarla, solo hay una: “que no tengo Fe", no me la he encontrado o no me da la gana ejercerla.

Fuera de estas posturas, todo es liarla. Y me explico.

1. Al tiempo o momento de la Fe, lo primero es: CREO. Todo lo demás, todo lo que se pueda especular al respecto, es totalmente secundario; y, por tanto, viene después, si ha de venir…

2. Sin este primer y fundante CREO, es imposible no ya creer, sino ni siquiera entender algo de lo que es la Fe, y/o del actuar de las personas de Fe; ni de Cristo, ni de la Iglesia ni de las realidades sobrenaturales en general o en particular, porque se está en horizontes muy distintos y distantes.

3. Esta es la explicación, en mi opinión, del por qué Jesús afirma directa e inapelablemente -sin posibilidad de interpretaciones, vamos- que: el que crea se salvará, el que no crea se condenará. 

4. Además, Jesús, que yo recuerde ahora, NUNCA da “explicaciones", aunque se las piden tantas veces; en especial cuando sus interlocutores “se enrocan” en sus “razones” y no le admiten lo que Él dice o los “datos” que aporta.

El caso más llamativo por muchas razones -lo recoge San Juan en el cap. VI- es cuando les habla del misterio de la Eucaristía, tras la multiplicación de los panes y los peces: Yo soy el Pan de Vida. 

Indudablemente, que Cristo se haga Pan para nosotros, es el don más grande de Dios a los hombres; y, de hecho y en este contexto, bien podrían decirse las palabras de Cristo referidas a su Pasión: Yo para esto he venido.

Pero cuando se plantan con que si Moisés, con que si el Maná, con que qué señal aportas…, Jesús, erre que erre, sin entrar al trapo, prosigue: “Yo soy en Pan de Vida. Quien me coma vivirá para siempre. Y el Pan que Yo daré, es mi Carne para la Vida del mundo".

Se enrocan aún más, y Jesús prosigue como si no estuviesen diciendo nada -llegarán incluso a rechazarle: “dura es esta doctrina"-: “Mi Carne es verdadera comida, y mi Sangre es verdadera Bebida. El que me come, vive en Mi y Yo en él".

Y se le van. En su misma cara. Y eso que el día anterior “querían hacerle rey". Y que a día de hoy le han dicho: “danos siempre de ese pan".

El Señor podría perfectamente haberles explicado el “cómo” para que entendieran y admitieran “el qué". Pero no lo hace. Y no hay más explicación posible que esta: si no LE CREEN cuando les oferta ser Vida suya, Vida que da la Vida Eterna, no le van a aceptar nada. Y nada les dice.

5. Las explicaciones “eruditas” no les sirven a la gente “normal", a los católicos corrientes, porque son cosas de “eruditos, y para eruditos". Y para nada mas. Y nunca aportan nada que vaya más allá de lo revelado. Porque es imposible.

A los demás nos basta y nos sobra con creer para vivir nuestra vida cara a Dios, como hijos suyos.

Pero creer es exigente; y compromete, de arriba a abajo, a toda la persona. Por eso, además de “asentimiento personal” a lo que Dios mismo nos ha revelado, no he encontrado mejor definición de Fe que la que trae “Surco": “La Fe es la humildad de la razón que renuncia a sus propios juicios y se postra ante lo que viene de Dios y nos enseña la Iglesia” (san Josemaria Escrivá de Balaguer).

Y, a partir de ahí, que cada uno tire millas.

Porque ya me explicará el que sepa y quiera qué aporta a la Fe de la gente el que se diga que “según las investigaciones más modernas de los textos y contextos, no hay duda de que Marcos y Lucas escribieron los Evangelios que llevan sus nombres; mientras que los de Mateo y Juan, ciertamente se les atribuye, aunque puede haber dudas al respecto". Curiosamente, los dos de los Apóstoles.

Bueno, pues todas esas “dudas” -si fuese el caso- se desvanecen cuando uno cree lo que enseña la Iglesia Católica, que: “los Evangelios inspirados por Dios son cuatro, y tienen como autores a Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Mateo y Juan, discípulos del Señor; Marcos y Lucas de Pedro y Pablo respectivamente".

Pues la Fe está, entre otras cosas, para esto. Porque es de Dios y, por tanto, es Verdad.