Centenario de un Santo

Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 31

Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de San Francisco de Borja, quien nació en Gandía en 1510 en el seno de una familia ducal. El emperador Carlos I de España y V de Alemania le dio el título de marqués, se casó con 19 años y tuvo ocho hijos. Desempeñó cargos políticos relevantes en la corte del Emperador, sin embargo, llevó una vida ejemplar. Después de la muerte de la Emperatriz Isabel, cuyo cadáver acompañó hasta Granada, sufrió una transformación interior y llegó a despreciar las vanidades de la corte.

Su esposa falleció en 1546. Entonces, entró en la Compañía de Jesús de la que llegó a ser superior general. Gobernó de una manera humilde y sabia e impulsó notablemente la expansión misionera. Murió en Roma el 1 de Octubre de 1572 y fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671. Se trató de uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.

Durante todo este año se celebra el quinto centenario del nacimiento de San Francisco de Borja. Se han programado muchos actos conmemorativos de modo singular en la región de Valencia, donde nació, y dentro de la Compañía de Jesús, donde ingresó hasta llegar a ser un dignísimo sucesor de San Ignacio de Loyola.

A nosotros, en estas fechas, nos interesa resaltar la figura de este santo en dos sentidos complementarios. En el primero, aparece como la persona que teniendo todo el poder del mundo político de aquel siglo XVI, cuando ve que la belleza humana, con la muerte, todo se convierte en una absoluta vaciedad, se queda exhausto buscando donde llenar el ansía de búsqueda de la verdad, y lo encuentra ingresando en los jesuitas.

En el segundo, dentro de la recién creada Compañía de Jesús entiende hondamente el carisma fundacional y llenándose de ese espíritu va subiendo en los varios cargos hasta ser el superior general de la institución.

Los tiempos nuestros, tan alejados de reconocer la inutilidad de los valores terrenales, como el dinero, el poder, la fama y el prestigio social, San Francisco de Borja nos ilumina para saber dejar todo esas cuestiones humanas, y volver a empezar de cero. Mucha gente lo hace hoy sin salir en las letras de molde de ningún periódico. El paro obrero está echando a mucha gente a las esquinas callejeras desprovistas de ese halo de ganadores que han tenido mientras los vientos les han sido favorables en sus negocios.

La única diferencia es que nadie se siente llamado por Dios a emprender el camino de la búsqueda de los bienes espirituales ingresando en algún monasterio buscando la santidad como hizo San Francisco de Borja.

Ahora se lleva más sumirse en una depresión psicológica, ponerse en manos de médicos y consultores de horóscopos, o acudir, algo tan andaluz, como a los curanderos populares esperando que le pueden dar la felicidad a esa persona tirada como una colilla, que olvida que solamente Dios es quien puede suministrar la felicidad, la ilusión y la alegría de vivir para los demás.

Tomás de la Torre Lendínez

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