22.04.09

Comprender la liturgia


Entrevista realizada por Bruno Volpe a Monseñor Nicola Bux.

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“Pero… ¿qué fiesta? La Liturgia es un drama”: lo afirma Monseñor Nicola Bux, teólogo y liturgista de reconocida fama. Con él, hemos afrontado el tema del sentido de lo sagrado en la Liturgia.


Creo que este sentido de lo sagrado se podrá recuperar cuando comprendamos que la Misa no es nunca un espectáculo, un entretenimiento o una propiedad de cada sacerdote, sino un verdadero y propio drama. A menudo nos llenamos la boca con la palabra “fiesta”, pero… ¿qué fiesta? En la Misa recordamos el sacrificio de Cristo, ésta es la verdad. Cristo se ha inmolado por nosotros y luego se usa la palabra fiesta… Es correcto hablar de fiesta sólo después de haber comprendido y aceptado el concepto de que Cristo ha dado la vida por nosotros. Sólo entonces es lícito hablar de fiesta, pero nunca antes.

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21.04.09

La sangre del cristiano

Cristianos somos quienes hemos renacido en Cristo. Hemos sido hechos linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las virtudes de aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. La misma Madre, que brotó del costado abierto de Cristo, y que nos ha traído a la vida, es la que dio a luz también a tantísimos ilustres hermanos que nos precedieron; incontable multitud de hombres y mujeres preclaros en cuyas venas corría la sangre del linaje escogido. La misma que corre en nuestras venas. La sangre de los mártires, de las vírgenes, de los confesores, de tantos santos y santas que combatieron el buen combate de la fe.


En medio de una de las peores épocas de persecución contra nuestra Madre Iglesia, nosotros sus hijos tenemos que defenderla en buen combate, sin miedo, sin nada que perder y mucho que ganar. ¿Cómo podríamos vernos derrotados? Imposible. Aquél que dijo: “no teman, yo he vencido al mundo”, va delante en la batalla. ¿Cómo que no vamos a poder?


Porque llevamos la misma sangre de Francisco de Asís y Ángela de la Cruz: podemos contra el materialismo y el consumismo, contra el orgullo, la vanidad y la discordia.

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17.04.09

¿Sólo en Johannesburgo?

Homilía pronunciada por el arzobispo de Johannesburgo el Jueves Santo

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El Papa Juan Pablo II declaró el año 2005, “Año de la Eucaristía”. En la conclusión de aquel año, canonizó a cinco santos que se distinguieron por su piedad eucarística (Sacramentum Caritatis 4). También publicó la Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine (2005) y una [previa] Encíclica sobre el Misterio y el Culto de la Santa Eucaristía. El Papa Benedicto continuó con la misma temática con su Exhortación Apostólica Post-Sinodal Sacramentum Caritatis. La Congregación para el Culto Divino publicó una Instrucción sobre el Sacramento de la Redención (2004). Estos valiosos documentos tratan sobre el Misterio de la Eucaristía, y están estrechamente relacionados con el sacerdocio.


El Año de la Eucaristía llegó y se fue, y todavía (como diócesis) difícilmente podremos presumir de tener una buena comprensión de estos documentos y de las enseñanzas que contienen. Pido con fuerza a los sacerdotes: pongan estos documentos al alcance de sus parroquianos. Ayúdennos a traducirlos a las lenguas vernáculas donde sea necesario.


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El Custodio de las cosas sagradas

Un importante aunque poco conocido colaborador del Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice es aquel que tiene la función de Custodio del Sagrario Apostólico. Hace algunos meses ha sido nombrado un nuevo Custodio que, en una entrevista concedida hoy a L’Osservatore Romano, ha hablado acerca de la historia del cargo, sus funciones, y los objetos litúrgicos de valor que se conservan en la Sacristía Pontificia. Ofrecemos nuestra traducción.

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Una función que se remonta al siglo XIV, un servicio constante y fiel al Papa en todo lo necesario para las celebraciones litúrgicas, una presencia atenta y discreta a la que se le ha confiado tesoros de gran valor religioso, artístico e histórico. Es la figura del Custodio del Sagrario Apostólico, que desde 1352 es elegido del interior de la Orden de San Agustín. Una vida en estrecho contacto con todo cuanto concierne a los objetos litúrgicos reservados al Papa: casullas, estolas, capas pluviales, cálices, patenas, cruces, mitras. El reciente nombramiento del padre Paolo (Pavel) Benedik es una ocasión para redescubrir esta figura que, a lo largo de los siglos, ha tenido roles y tareas importantes. Hemos pedido al religioso agustino eslovaco que ilustre las funciones actuales.

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¿Nos explica la figura y las funciones del Custodio del Sagrario Pontificio dentro del Palacio Apostólico?


Debemos remontarnos a 1352, cuando Clemente VI eligió a su sacristán de entre la Orden de San Agustín. En 1497, Alejandro VI con la Bula Ad sacram confió esta tarea exclusivamente a los agustinos y Clemente VIII en 1595 elevó el cargo de sacristán a la dignidad episcopal. Sucesivamente, León XII estableció que el sacristán fuera también párroco de los Palacios Apostólicos y camarlengo de los párrocos de Roma. En 1929, con la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano, Pío XI estableció que el sacristán pro tempore fuese también el Vicario general. Pablo VI, con el motu proprio Pontificalis domus del 28 de marzo de 1968, definió el oficio de sacristán, llamado también comúnmente “el párroco del Papa”: cuidar el culto divino y las capillas pontificias en el palacio apostólico, en la Casa Pontificia y en Castel Gandolfo; ocuparse del buen funcionamiento de la sacristía pontificia, de la lipsanoteca y del tesoro litúrgico, y ocupar el cargo de Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano, con excepción de algunos documentos papales y de lo publicado por L’Osservarore Romano.


El cargo de varios siglos terminó el 14 de enero de 1991 cuando Juan Pablo II, con un quirógrafo, suprimió la figura del sacristán como había sido concebida hasta entonces. El cuidado espiritual del Estado de la Ciudad del Vaticano fu confiada al Arcipreste pro tempore de la Basílica de San Pedro, mientras que la jurisdicción sobre el Palacio lateranense pasaba al cardenal vicario para la diócesis de Roma. El oficio de sacristán quedaba suprimido y sus funciones confiadas al Maestro de las celebraciones litúrgicas. La parroquia de Santa Ana continuaba siendo atendida por los agustinos, mientras que los religiosos en servicio en la sacristía pontificia pasaban a depender del Maestro y uno de ellos sería nombrado Custodio del Sagrario apostólico, es decir, de las reliquias y objetos preciosos que allí son conservados. El último sacristán fue el agustino holandés Pietro Canisio van Lierde.

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Ésta es la historia. ¿Y sus tareas específicas?

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15.04.09

Elogio vaticano al documento del obispo de Lancaster

Hace algunos meses, hacíamos referencia a un interesante documento de Mons. O’Donoghue, obispo de Lancaster, en el que afirmaba que la Iglesia de Inglaterra y Gales estaba perdiendo su identidad católica. Ahora ha sido el Cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino, quien ha elogiado el documento por aquellas partes en las que habla de la sagrada Liturgia.

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Otra importante figura vaticana ha intervenido para elogiar al excelente documento “Iglesia, ¿lista para la Misión?” del Obispo O’Donoghue. En esta ocasión, el Cardenal Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, ha dicho:


“Esta Congregación está agradecida por la referencia que Su Ilustrísima hizo a las muchas ‘sombras’ que han obstaculizado la celebración de la Liturgia en los recientes años, y por su observación de la necesidad de que brille la luz de la obediencia particularmente en la celebración de la Liturgia, ya que los sacerdotes y el pueblo ‘no tienen una libertad ilusoria por la cual pensar que podemos hacer lo que queremos’” (“Iglesia, ¿lista para la Misión?”, p.54).


El Cardenal Cañizares expresó también la gratitud de la Congregación hacia el Obispo Patrick O’ Donoghue por “insistir en que espera que todos dentro de su diócesis sigan las necesarias normas litúrgicas”.


Hablando del documento en su conjunto, el Cardenal dijo: “La consideración minuciosa de este documento, su competente presentación, y el deseo global de la publicación de Su Ilustrísima de tratar las cuestiones que la Iglesia afronta no sólo en la diócesis de Su Ilustrísima sino en toda Inglaterra, hacen de ‘Iglesia, ¿lista para la Misión?’ una lectura oportuna”.

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