7.03.09

Alegrémonos por compartir, por monseñor Martínez Sacristán

Queridos hermanos en el Señor Jesucristo: Comenzamos ya la Cuaresma poniendo la mirada con vistas a alcanzar y participar en la próxima celebración de la Pascua, para lo cual nos asociamos con toda nuestra vida al ejemplar y memorable itinerario de Jesucristo.

Además de acoger en la celebración introductoria de este tiempo el gesto de la imposición de la ceniza sobre nuestra cabeza, en el evangelio propio de dicha jornada nos ha sido mostrado por Jesús un estilo de vida caracterizado por tres actitudes.

Las tres actitudes, lo recordamos bien, son la oración, el ayuno y la limosna, a las que la enseñanza y el ejemplo de vida de Jesús les otorgan un nuevo sentido, ya que El, al tiempo que las recomienda como era habitual en su ambiente religioso y social, indica que han de ser realizadas siempre y sobre todo a los ojos del Padre Dios.

Motivadas por Jesús las tres señaladas actitudes siguen siendo válidas para nuestro tiempo, y, por lo tanto El nos las recomienda realizar por nosotros, ya que su práctica nos permite asimilar con mayor vigor la dinámica central del recorrido cuaresmal, que podemos sintetizar como la renovación de nuestro ser interior a imagen de Jesucristo de modo que se refleje en nuestra expresión exterior, por eso reconozcamos que nos conviene aplicarlas y mostrarlas en nuestra vida.

Queriendo acercarme y unirme a vosotros en nuestro eclesial sendero cuaresmal, como Pastor de esta comunidad diocesana de Zamora, me gustaría ayudaros a percibir con mayor fuerza el valor y el sentido que mantiene el ejercicio en la Cuaresma del presente año de una de las señaladas actitudes, en concreto, la práctica de la limosna.

Pudiera parecernos que hasta el mismo término “limosna” resulta desfasado extraño en nuestro vocabulario y en nuestra experiencia personal y social del presente, pero la limosna constituye una actitud que contiene una gran validez como intentaré brevemente describiros, teniendo ya en cuenta que nos corresponde entender la limosna como una expresión, por supuesto no la única, del ejercicio de la caridad, que como sabemos constituye la nota más distintiva de la vida cristiana.
Los cristianos sabemos que la práctica de la limosna aparece como un legado que recibimos del antiguo pueblo de Israel, tal como se nos refleja en diversos preceptos de los libros veterotestamentarios, y, de un modo apremiante, se invita a ejercitarla a través de las llamadas a la limosna que reclamaban los profetas hebreos.

Situado en esta dinámica el mismo Jesús dirigió la encomienda a sus discípulos de practicar la limosna a favor de aquellos que estaban necesitados, animándoles a que esta acción benevolente estuviera siempre motivada por el amor hacia quienes iba destinada y sostenida por la certeza de compartir con ellos la filiación del Padre Dios.

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23.02.09

"Cultura del amor frente a laicismo de Estado", por el Cardenal García-Gasco

La historia reciente muestra la debilidad y el fracaso de una cultura social y política basada en el laicismo radical. Ningún Estado es Dios ni puede pretender ocupar su lugar ante la persona humana.

Las mismas relaciones familiares no pueden ser comprendidas desde un esquema de egoísmo materialista. Es más, cuando estas concepciones tan reductoras se imponen, las relaciones familiares se ven afectadas y dañadas en su mismo núcleo pues la estructura de la familia se apoya en el pilar del amor incondicional entre esposos y consanguíneos y en el extraordinario universo de virtudes humanas que hace aflorar la conservación, crecimiento y restauración amorosa, generosa, abnegada de cada uno de los vínculos familiares. Mientras el Estado es incapaz de amar, la familia es el santuario del amor y de la vida personales, la fuente primaria de humanización de la entera sociedad.

El triunfo del laicismo radical como ideología de Estado pasa también por el silenciamiento de Dios en la vida pública. En ocasiones, dicho silenciamiento se disfraza bajo nobles finalidades. Esto sucede cuando se quiere conseguir el consenso entre las diversas posturas pagando el peaje de mantener la ausencia de Dios, de omitir los principios de la ley natural o de prescindir del potencial humanizador del Evangelio vivido activamente desde la libertad religiosa.

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16.02.09

Tú eres Pedro, por monseñor Sanz Montes

Queridos Hermanos y amigos: Paz y Bien.
Coincide este domingo con la conmemoración de la cátedra de San Pedro. Jesús qui-so sentar en esa sede apostólica principal al viejo pescador galileo, poniéndole al frente de su incipiente comunidad eclesial. Pedro será capaz de lo más grande por amor cuando esté cerca del Maestro en el Tabor o en Getsemaní. Pero también será capaz de lo más lamentable por temor, cuando en aquella noche inolvidable llegue a negar a Jesús hasta tres veces, junto a una fogata común en un patio cualquiera.

Bien sabía Jesús que Pedro era bueno, pero que también era pecador, que sería capaz de cortar la oreja a quien amenazase al Maestro, y un momento después renegar hasta la porfía que le conocía. Así sucede con cada uno de nosotros. Por eso consuela saber que quien nos llama es fiel, aunque nosotros seamos lentos y torpes. Al final, sólo nos queda decir como Pedro: Tú, Señor lo sabes todo. Sabes que te amo.

Bien viene la alusión litúrgica de esta festividad para situarnos como hijos de la Iglesia junto a quien en estos momentos prolonga aquel encargo pastoral que Jesús confiara a Pedro. El Papa Benedicto XVI, está sentado en esa misma sede de Pedro presidiendo en la caridad a toda la Iglesia universal. La Conferencia Episcopal ha publicado una nota de adhesión filial al Papa ante los ataques que viene recibiendo últimamente.

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15.02.09

Vivir con convicción , por monseñor Braulio Rodríguez

En muchas ocasiones he pensado que un católico puede vivir su fe de un modo razonable y que, aunque acepta su fe como un don de Dios, no necesita siempre estar viendo que lo que le diferencia de otras personas no cristianas, agnósticas, ateas o simplemente que organizan su vida «como si Dios no existiera», son los principios de su fe. Quiero decir que, sin prescindir de su fe, puede discutir las diferencias con los no “religiosos” partiendo simplemente de su modo de entender el ser humano y, por tanto, de entender la vida y tantas cuestiones en las que los hombres discrepan.

Siempre me ha parecido, por ello, poco razonable la creencia interesada de que los obispos, por ejemplo, u otros católicos discrepamos de medidas, pronunciamientos, programas o leyes llevadas y aprobadas por el Parlamento sólo porque nosotros pertenecemos a la Iglesia católica, que no ha evolucionado y no se pone al día. Rotundamente no. Nuestra fe tiene unos principios, sin duda, muy concretos, que nosotros aceptamos, pero nuestras discrepancias no son políticas, son antropológicas. Por eso no creemos que haya partido político alguno que se identifique con el Evangelio.

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9.02.09

"A nuestros hermanos enfermos", por monseñor Ramón del Hoyo

Desde hace ya 17 años venimos celebrando los cristianos la Jornada Mundial del ENFERMO el día 11 de este mes de febrero, en la memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes.

Con esta ocasión, como lo hacía hace pocas fechas con las “personas mayores”, os dirijo esta sencilla carta llena de afecto, en nombre también de todos los fieles diocesanos.

Queremos estar siempre muy cerca de todos vosotros con nuestro apoyo y oración. De forma especial, en esa fecha, pensaremos en cada uno de vosotros y en quienes os atienden día y noche.

Para los discípulos de Cristo Jesús, nuestra cercanía y preocupación por los enfermos y enfermas, forma parte de nuestra vocación. Nuestro Maestro va siempre por delante dándonos ejemplo y, junto a Él, los cristianos brindamos nuestra ayuda espiritual y amor a estos hermanos.

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