26.08.18

"La Jerarquía ha fracasado". Sí. ¿Y ahora, qué?

Lo ha dicho públicamente el Santo Padre, así que no creo que esta vez se me echen al cuello por decirlo yo: repito textualmente las mismas palabras que el Papa. Deberían, pues, algunos estar más que contentos al ver mi “conversión". Claro que nadie se contenta cuando no quiere contentarse. Como les pasa a los independentistas o a los terroristas o a los políticos o a los depredadores de todo signo; por ejemplo y por señalar.

La Jerarquía -las autoridades eclesiásticas- ha fracasado en un tema no menor, sino mayúsculo -lo sigue diciendo Francisco-, que va a la misma esencia de su ministerio y servicio, corrompiéndolo: prostituyéndolo, por usar un lenguaje propio de la Sagrada Escritura.

Unos cuantos de sus más encumbrados miembros -no todos, ni muchísimo menos; pero qué duda cabe que significativos por su “calidad” y su cantidad-, se han pegado el gran morrón en el interior de la Iglesia Católica; de la que eran sus “cabezas", sus “pastores", sus “legisladores", sus “maestros", y sus “padres", porque representaban a Cristo mismo. Y, con su pecaminoso hacer, han obrado contra Jesucristo, contra su misma Iglesia, y contra las almas todas. Amén sus pecados personales, por acción y por omisión, que hayan cometido. Y pecadores somos todos.

Copio del Romano Pontífice: “El fracaso de las autoridades eclesiásticas -obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros- al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes ha suscitado justamente indignación y permanece como causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica". Que es casi lo mismo que dijeron, públicamente y en conjunto, los obispos chilenos. Y con la que cayó y sigue cayendo en EEUU, el Papa no ha tenido otro remedio que hacerse eco del asunto, y salir, al menos de palabra y como sobre ascuas, al paso del escándalo. Un escándalo que va in crescendo. Y ya no solo por lo que ha sucedido, sino por la nula respuesta práctica y de calado por parte de la misma Iglesia.

No se puede denunciar públicamente con mayor claridad. O sí: porque cabría mucha más precisión y mucha más concreción de cara a los autores en un primer plano de inmediatez -muchos de los nombres se saben desde hace tiempo-; pero, mucho más importante aún, de cara a los rmedios que hay que poner para sanar las raíces del problema: sin esta sanatio a radice, cualquier otro medio que se quiera poner va a ser papel mojado; o seco; pero mero papel.

A estas alturas de la peli, ya no estamos en la Iglesia para perder más tiempo, ni para que crezcan los enanos, ni para seguir apareciendo como incompetentes e impotentes, por no decir cómplices. Porque la mera denuncia, por muy estentórea que pueda parecer en el primer acto de la función, no va más allá, como también se ha constatado en estos últimos años: no vale para nada mientras no venga la pertinente toma de decisiones para confirmar la verdad de tal denuncia, y para llevar a la práctica y hacer visible y creíble su contenido.

Dicho lo que el Papa ha dicho, ¿qué queda entonces? Pues lo que salía en el titular: ¿Y ahora qué? Porque por dicho y redicho no ha quedado; es más, a muchos de esos jerarcas se les ha llenado la boca con lo de “tolerancia cero” -oficialismo de mannual-, y han seguido callando vergonzantemente y actuando como si nada. Luego ya se ve que, si uno se descuida, las proclamas son como los mítines de campaña de los políticos que, dicho por más de uno de ellos, están para mentir a la gente, que se lo cree todo. Como dicen por Aragón: ¡Animalicos…!

El arzobispo de Los Ángeles (California) -condiscípulo mío en Roma, por cierto-, ha dicho, visto lo visto, que “la fractura más profunda hoy en la Iglesia es moral y espiritual". Y tiene más razón que un santo.

Por tanto, después de aplicar la “tolerancia cero” a todos los niveles en los casos -muchos ya- que sea preciso, sin ningún miedo a que haya menos sacerdotes o religiosos, y menos obispos y demás, habrá luego que reconstruir los seminarios y las casas de formación; habrá que poner por obra lo que reiterada y encarecidamente escribió san Juan Pablo II para los “curriculum” de estudio de los seminaristas; habrá  que reconstruir la vida de piedad de los seminaristas y postulantes; habrá que vestirlos como lo que son; habrá que dejarse de experimentos litúrgicos y de cualquier otra índole que desdigan de su vocación; habrá que cerciorarse sobre su progreso espiritual y vocacional, sobre su madurez humana, intelectual y moral; y habrá que arrumbar, de una vez por todas, todo lo que ha traido esta corrupción de las raíces más profundas de la vida en el interior de la Iglesia.

Porque la explicación de la desaparición de enteros países de más que milenaria tradición católica, la explicación del vaciamiento de las homilías, de la desaparición de la frecuencia de Sacramentos, de la Adoración del Santísimo, de la piedad popular -que ya se ve que donde se ha conseguido arrinconarlas y arrancarlas han desaparecido hasta los mismos cátolicos: algo tendría que ver por tanto; y no por el folclore, precisamente-, está en estos árboles malos que solo pueden dar frutos malos. ¡Y vaya si los han dado!

Y tendrán que llevarlo a cabo aquellos pastores con mando en plaza que, sin respetos humanos y con todos los respetos divinos que haga falta -y les van a hacer mucha falta-, se decidan a poner blanco sobre negro el problema y actuar en consecuencia, frente al “oficialismo” que, o bien está en el ajo o deja que lo sigan estando los implicados en primer plano.

Siguiendo con el arzobispo de Los Ángels: lo primero que hizo al tomar posesión de su sede fue poner en un auténtico “arresto domicialiario” a su antecesor, por poner un ejemplo; y no lo hizo porque no usaba bonete. Antecesor que no ha dicho ni pio: por la cuenta que le tenía.

Por supuesto: seguir con el “conciliarismo” de las Conferencias Espiscopales, que vienen a ser a nivel jerárquico-eclesial como las “comunidades de base” de la jerarquía católica para plantarse “colectivamente” y, de este modo, pretendida y erroneamente disminuir sus obligaciones de obediencia frente a las disposiciones papales, es un auténtico suicidio colectivo de toda la cadena de mando de la Iglesia Católica. Con las excepciones que haya, que las hay, naturalmente.

Y el Papa, ¿qué va a hacer? Pues lo mismo que ha dicho y hecho hasta ahora al respecto: buenas palabras, casi poéticas algunas, algún gestito que quede bien, pero nada práctico ni efectivo. Sería un “milagrazo” que, a estas alturas, fuese a cambiar su trayectoria o su discurso. Y no lo hará. 

Me encantaría no acertar, equivocarme totalmente. Pero me remito a su trayectoria pública y publicada. Lo último, recién dicho y calentito aún, han sido sus declaraciones en el viaje de vuelta de Dublín a Roma. Pues eso.

Vamos a seguir rezando para que se acorte el tiempo de prueba, si es la Voluntad de Dios.

24.08.18

¿Como leprosos? ¡Muy ciertamente!

En Dublín, el “padre"… -vaya, no me sale ahora el nombre-, se ha despachado a gusto contra la Iglesia Católica -en este último EMF que ha organizado Ella; y, se supone, que a Ella pertenece el susodicho y más que famoso “padre", jesuita para más señas- afirmando, entre otras lindezas, que “la Iglesia trata a los del “mundillo” -del que el tal “padre” es pregonero y valedor-  como leprosos".

Y me he quedado de piedra, como si dejéramos. Porque me da que el tiro “le ha salido por la culata": sin animus señalandi, y sin pretender “mentar la soga en casa del ahorcado", por favor: nada de maliciosidades

Y me explico.

¿Alguien sabe qué Institución, desde que la lepra está presente en el mundo y desde que existe tal institución, ha atentido, desde sus fieles hijos, a los que padecían tal enfermedad: execrados, repudiados y abandonados hasta por sus mismas familias, que eran los primeros que los arrojaban a los estercoleros?

¿Alguien recuerda en el seno de qué Institución de rango mundial se crearon las primeras y únicas leproserías? A cuya sombra y bajo cuyo aliento se incentivó la investigación y el tratamiento que ha llevado a la casi extinción de tales hospitales, exclusivos para tales enfermos, por falta de inquilinos.

¿Alguien tiene aún memoria del santo Padre Damián, sacerdote belga él para más señas -de éste, curiosamente, sí recuerdo el nombre-, que se fue casi al último confín del mundo como misionero, para acabar dedicándose enseguida a ellos en exlusiva, hasta el punto de morir leproso él mismo?

O sea, y para despejar cualquIier incógnita: la única Institución, en este tema como en tantísimos otros, que acoge a los que la gente “tira", es LA IGLESIA CATÓLICA. Y los únicos que se han empeñado en tales tareas, los fieles que la hacen realidad: hombres y mujeres, entregados por Jesús a dar su vida por “los más desechados” y “los más bajos habitantes de las más míseras periferias”, por usar un lenguaje “eclesialmente moderno": que yo también me sé cuando me pongo a ello.

Con lo que al “padre” este, al jesuita -¿mira que no acordarme? ¡si tengo su nombre en la punta de la lengua!-, al “oráculo de Dublín” por más señas y para que no se pierdan, su “pasión” por el “mundillo arcoiris” le ha jugado una mala pasada: ¡Ha dicho una verdad como una catedral de grande!, aunque haya pretendido lo contrario, claro. Pero, “Dios escribe derecho con renglones torcidos"; ya se sabe. Y la “pasión” -del tipo que sea, que no vamos a señalar ahora: “¿quién soy yo para juzgar?,” ¿les suena?- tiene estas cosas tan inesperadas como sorprendentes.

Porque el tal “padre jesuita” -que nada, ni una letra- lo ha clavado: No hay nadie, ninguna Institución en todo el mundo, que trate a los del “mundillo” como “leprosos"… ¡excepto, naturalmente, la Iglesia Católica! Que por algo es la Iglesia.

¿Quién -por poner un ejemplo-, desde el mismo principio de la enfermedad y de los enfermos -de los que se huía como de la peste o de la lepra-, se ha hecho cargo de la atención de los infectados del SIDA -en un 95% provenientes, como no podía ser de otra manera, del “arcoiris"? Lo adivinan? La Iglesia Católica. 

¿Quién recoge y vela por los deseheradados, los pobres, los desamparados, los enfermos, los abandonados, los enfermos mentales, los que están solos, los disminuidos, los juguetes rotos por cualquier causa o motivo, y sin preguntar? La Iglesia Católica. Aunque no sean católicos, que esto es lo más de lo más.

Da lo mismo que sea por el ébola, por un maremoto, un terremoto, un tsunami, la devastación de la guerra; unos presos, los que quieren salir de las esclavitudes de todo tipo que crea el hombre egoísta y despiadado; lo mismo le da niños, jóvenes, adultos o ancianos, hombres y mujeres de cualquier país, de cualquier color, de cualquier religión… ¡Es la Iglesia Católica!

Por eso, el tal… -nada, no lo recuerdo; debe ser que la edad no perdona…-, no ha podido hacer mayor elogio de la Iglesia Católica que decir públicamente y delante de muchos componentes LGTBI+ que a este “personal” los trata como “a leprosos"; porque eso significa que los busca, los quiere, los cuida y los trata como lo que son, y no como lo que no son: personas que necesitan comprensión y ayuda; y en la Iglesia Católica la tienen sobreabundantentemente. y sin “condenarlos” a ser unos parias o unos apestados.

Ni ha podido decirles a los pululantes del LGTBI-smo [perdón por la construcción lingüística], que están en las mejores manos: las de nuestra Madre, la Iglesia Santa. Ahí tienen cobijo, ayuda y remedio: con todo cariño, que es lo que las madres dan más específicamente y sin pedir nada a cambio. Y sin echar nada en cara tampoco. Lo que siempre les dirá la Iglesia, a todo el mundo que quiera oirla, es la VERDAD que les regenera y les salva.

Porque las madres que lo son verdaderamente, si ven una herida en un hijo, automáticamente se preocupan y buscan poner remedio: primero los remedios caseros y, si estos no bastan, otros más extraordinarios. Pero nunca dejan vendidos a sus hijos, ni se dan por enteradas de que les pasa algo: mucho menos cuanto más gordo sea lo que les pasa.

¡Ésto es la Iglesia Católica, hasta con los que no son sus hijos “técnicamente” si es el caso, por no estar bautizados en Ella! Como hacen tambiénlos padres buenos y generosos, de grandísimo corazón -conozco a muchos así- que, teniendo hijos o no, adoptan a otros y los tratan como hijos, sin distingos de ninguna clase. ¡Esto es la Iglesia Católica!

¿Que también hay pederastas y gente no digna de estar en la Iglesia? Pues sí. Y ladrones, y asesinos, y mentirosos, y lujuriosos, y adúlteros, y arrejuntados, y travestidos, y bufones, y estafadores, y políticos y jerarcas corrompidos…, que lo reconocen -se reconocen así, y hacen suyas, contritos, las palabras de Simón a Jesús: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador; y Éste, que no rechaza a nadie con esa real y eficaz contrición, fruto de ese reconocimiento, a Simón le hace “Pedro", “Piedra", “Roca", “Cabeza"-; y, todos, no conformándose con sus pecados, buscan cambiar, convertirse, confesarse, huir de las ocasiones… y volver a empezar tantas veces como sea necesario, porque Dios nos espera siempre.

Como hay cojos, y mancos, y paralíticos, y sordos, y mudos, y ricos y pobres, y de todos los colores…; y SANTOS: muchos SANTOS también: por eso la Iglesia puede hacer precisamente lo que ha hecho y lo que hace -y lo que hará, Dios mediante-, y que he descrito someramente más arriba: abrir sus brazos a todos.

¡Esto es la Iglesia Católica! ¡Gracias a Dios!

Y al “padre” ese tan mediático y multicolor -del que debería acordarme…, pero que sigo igual: ustedes perdonarán-, pues que le aproveche su “cruzada". “¡Hay gente pa’ too!” que diría el clásico; además, “al que Dios se la dé, san Pedro se la bendiga"; y ya puestos: “nunca es tarde si la dicha es buena"; finalmente: “infinito es el número de los imbéciles", como dice el AT: también “Palabra de Dios” que no mía; yo nunca me atrevería a decir tal cosa. Ni sé si Dios pensaba en este “padre” del que no recuerdo el nombre, cuando quiso que se escribiesen las susodichas y llegasen hasta hoy tal cual. 

Un último apunte, como pregunta que me inquieta últimamente: ¿se puede ser ‘padre’ siendo y ejerciendo de homosex? ¿Y ‘madre’? Lo digo en su genuino contenido semántico: sin subterfugios, subrogaciones, compras, inseminación artificial, clonaciones, etc.

¿Y “jesuita” estando a favor -pregonándolo a todo viento- del “mundillo arcoiris"?  ¿Y ejerciendo?

Pues eso.

Y recen por mí.

Amén

22.08.18

Ni 'encuentro', ni 'mundial', ni 'de las familias'.

Y me explico.

Más que un “encuentro” se va a convertir en un auténtico DESENCUENTRO: la “espantada” de algún que otro jerarca lo pone de manifiesto. Amén de la cancha que se le va a dar a ciertos temas que tienen de “familia” lo que yo de astrofísico.

Más que “mundial", como mucho se va a quedar en “MUNDIALITO”: cuatro gatos en comparaión con otros encuentros, por mucha pompa que se le quiera dar, inflado todo con el “mundillo” LGTBI, que ya no va a poder faltar en cosas así; porque la “cosa", visto cómo se han movido sus promotores, sus protagonistas y sus manifiestas intenciones, junto al lugar, “emblemático", qué duda cabe, tras las últimas “novedades” que han ocurrido por allí últimamente, no va a dar más de sí.

Y lo “de las familias” se va a mudar en “DE OTRAS REALIDADES NO-FAMILIARES” pues, ya desde mucho antes de empezar, la inclusión de ciertas “estrellas invitadas” no presagia otra cosa.

Entonces, ¿de qué va todo esto? De varias cosas; y me malicio que ninguna buena: pido perdón, ya de antemano, por mis pocas confianzas respecto al evento. Lo siento en el alma. Y me gustaría equivocarme, pero…

No obstante, vaya por delante que, tratar con seriedad doctrinal-teológica, pastoral y eclesial el tema de la FAMILIA CRISTIANA, es decir, desde Cristo y desde el autentico Magisterio de la Iglesia Catolica, con su único fundamento posible -para los católicos- del Sacramento del Matrimonio, es vital para la salud no sólo de la sociedad, sino de la misma Iglesia.

Por algo desde la Iglesia se titula a la familia como “Iglesia domestica"; y por algo ha enseñado y defendido que “los padres son los primeros educadores en la Fe"; especialmente frente a las injustas e intolerables injerencias y abusos de los Estados y sus gobiernos por sustituirlos y ningunearlos: desde corromper las conciencias de las criaturas, hasta quitarles la patria potestad a los padres. Las dos cosas, entre otras varias, “les ponen” a los políticos con mando en plaza; o sin mando: les basta y sobra con ser políticos por único “beneficio", ya que lo de “oficio” ni les roza. Y lo cobran más que bien, aparte otras prevendas, que las tienen..

Después, pero sólo después, la Iglesia Católica podrá ver la familia desde otros puntos de vista que, aún siendo importantes en sí mismos, vienen después, insisto; y no al revés, o todo mezclado, oscurecido y tergiversado, para “dar el cambiazo", que es la idea.

Entonces, insisto, ¿de qué va esto?

Pues va de “seguir construyendo la ‘nueva pastoral’, ayuna lógicamente de toda teología digna de ese nombre, para hacerse cargo de las ‘nuevas realidades’ que, en el ámbito del matrimonio y de la familia, se dan a día de hoy; realidades y ’situaciones personales’ a las que la ‘doctrina tradicional’, tan agria y avinagrada como antipática, tan rígida como deshumanizada, tan juzgadora como excluyente…, ya no puede comprender ni, mucho menos, atender: no digamos, solucionar". Todo en orden a la futura “nueva iglesia". [Para lo que no lo sepan aún, una de las señas de identidad -lo llevan en su ADN- tanto del marxismo como del socialismo como de los materialismos varios, es su “proyección al futuro", única manera de engañar a los presentes en el tiempos. Pues eso].

Sin olvidar -no puede ser de otra manera-, que “la Iglesia Católica no puede cerrarse a ‘otras realidades familiares’, a otras ‘formas del amor’ que, aunque no le gusten, están ahí y tienen sus ‘valores’ de los que todos podemos y debemos aprender; y no reconocerlas la harían caer en homofobia y demás malas hierbas, perdiendo su carácter de ‘madre misericordiosa’ al que no puede renunciar sin abandonar al hombre a su suerte".

¿Lo pillan? Está todo perfectamente cuadrado en el imaginario de la “progrez eclesial” que, pese a sus esfuerzos de márketing, nunca lleva hacia “adelante"  -otro de los temas que llenan el ideario marxista y de sus asimilados-, sino que siempre nos retrotrae al pasado, cuando Cristo ni había aparecido por ningún lado: y esto quieren que sea “la única iglesia de Cristo", que se consumará “el día de mañana": día que, curiosamente, nunca llega. Los ‘marxs’ lo dicen igual, y les pasa también lo mismo.

Porque, claro, pretender venir desde la Iglesia Católica, a estas alturas de la historia, con las Palabras de Cristo en la mano, “Palabras de Vida Eterna", ciertamente, Revelación y, por tanto, Verdad y Doctrina inmutables para la Iglesia y para sus hijos -”al principio los creó Dios varón y mujer“; “dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer“; “el que se une a una mujer casada, adúltera“; “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre“, etc.-, ya no es de recibo” para el mundo y las gentes de hoy.

¡Habrase visto atrevimiento igual en estos que pretenden una Iglesia Católica anclada en la misma retórica de siempre! ¡Pero qué se han creído! ¡Son como tiranosaurios rex, que deberían haberse extinguido hace muchísimo tiempo!

¿Por qué? “Porque el hombre de hoy, con las vicisitudes de hoy, no las puede ni entender; por tanto, cómo las va a aceptar? Imposible absolutamente. En consecuencia, la Iglesia debe ‘atemperar’ y ‘acomodar’ -aggiornar- su mensaje y su doctrina: no puede ya pedir ideales heroismos a la gente".

Y esto vale tanto para ‘casados’, para ‘arrejuntados’, para ‘coleccionistas de trofeos’, para difusores y componentes del ‘mundillo’, y para las múltiples variedades conocidas o por conocer en este nicho ecológico, rico en imaginaciones oníricas. Si son católicos, claro. Los no-católicos tienen otros componentes, de los que, sobre todo, sabe el Señor. Nosotros sabemos, en primer lugar, desde lo católico y para los católicos. A los ‘pseudos’ no los he tenido en cuenta ahora. Ni sé si los tendré en cuenta alguna vez, que no tengo tanto tiempo..

Pues eso. Y ojalá me equivoque, repito.

Amén.

20.08.18

Pederastia, y otras (malas) hierbas.

A estas alturas nadie puede “llamarse a andana", porque no es ningún secreto; más bien todo lo contrario: en la Iglesia Católica, no tanto ahora como desde hace bastantes años -en algunos sitios más de cincuenta, por ejemplo, aunque el asunto se esté destapando últimamente-, los casos de pederastia, de abusos de menores y mayores y de desmadre sexual -en general- de clero y religiosos -como “novedad” se anuncian ya casos con religiosas, tampoco actuales- se están conociendo en una cadencia repugnante y macabra. Son obra de una minoría -aunque pueda parecer un topico, es la verdad-, pero de una minoría que no debería ni haber existido.

Pero ha pasado. Y es algo gravísimo, especialmente por venir de quienes viene, y porque daña a todos: culpables e inocentes. Y a la misma Institución..Dejando por sentado que los primeros damnificados han sido y son las víctimas.

Lo que más luz aporta al tema -en mi opinión-, ha sido la declaración -valiente sin duda, además de realista y esclerecedora- de los Obispos chilenos: “hemos fallado a nuestro deber de pastores”..Totalmente. Irremisiblemente. Injustamente. Cruelmente.

¿De dónde ha podido surgir esta “plaga"? Aunque el número sea pequeño en proporción -es de justicia repetirlo; y es donde también se da el menor número de casos comparado con cualquier otro sector social, incluida la propia familia de tantas víctimas-, no deja de ser un auténtico horror, que no debería haberse dado. Nunca.

¿Qué ha fallado en el seno de la Iglesia?

Dan ganas de decir: TODO. Pero vamos a intentar poner algo de luz en medio de tanta tiniebla -eso ha de ser la Iglesia y los católicos: sicut lucem lucente in caliginoso loco ["como un farol encendido en un lugar tenebroso"]- y, un vez detectadas las causas, alumbrar remedios. El primero, ya se está poniendo, al menos en algunos sitios: “hemos fallado a nuestro deber de pastores" (perdón por la repetición, pero esta “confesión", pública y publicada, me parece importantísima. De lo más: para ver las causas y poner los remedios. No hay otro camino que sirva.

Sí, Cierto. Muy dolorosmaente cierto. Porque las causas estaban puestas, y “bien” puestas -ahí están los frutos, terroríficamente visibles y contables- ya en el mismo CV II, y no digamos en su “aplicación".

Se repite como un mantra al uso que el CV II fue un concilio “pastoralista". Y tuvo mucho de eso, pero no todo. EL CV II cambió el “modus operandi” multisecular de la misma Iglesia, de su doxa y de su praxis, porque la pastoral no se muda por arte de magia: hay que quitar mucha doctrina y poner unos fundamentos “pseudo"teológicos, pero que obran como si fueran perfectamente ortodoxos, no solo nuevos, sino nefastos. Como se está viendo también hoy..

Y, ¿qué pasó? Pues que al cambiar el por qué y el para qué de la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y “Romana” (esto último es tan vital para Ella como las anteriores Notas de autenticidad: por eso fue una de las cosas que la progrez clericalla quiso cargarse en primer lugar, y a punto estuvo), necesariamente tuvo que arrumbar el modelo de sacerdote que “necesitaba” esta “nueva” iglesia. Y se lo cargaron. Como se cargaron a Cristo.

Y así, a los sacerdotes se les quitaron sus señas de identidad “exteriores” -algo que saltó a la vista de todos los fieles inmediatamente::iban vestidos de cualquier manera-; pero mucho más dañino fue que le quitaran sus señas de identidad “interiores": su ser Cristo, de un modo inmediato, sacramental. Y se especuló cuasi criminalmente sobre la “identidad sacerdotal” hasta hacerles perder sus puntos de referencia: Cristo, la Iglesia, las almas.

Y todo ello, legislando en esa dirección. Fue muy llamativo que, lo primero que hicieron los obispos tras el CV en sus diócesis -no todos, pero fueron excepción: hablo de España pero es igual y/o peor en muchos otros sitios- fue desmontar los Seminarios tal como estaban concebidos.

Se les despojó de la piedad sacerdotal, quedando reducida a ridiculeces: las Misas fueron cualquier cosas menos lo que deberían ser; se les mudó la doctrina: se les quitó lo seguro -santo Tomás de Aquino, por ejemplo- dando entrada a todos los “manuales” cuyos autores habían mangoneado como “teólogos” o “peritos” los debates conciliares, especialmente desde fuera de su ámbito: cuanto más anticatólicos y rupturistas se hubiesen mostrado, mejor: más cancha en los seminarios y casas de ¿formación? -¡qué sarcasmo!-; se  pretendió que los curas fuesen “psicólogos", “sociólogos", que se alejasen de cualquier cosa que oliese a “paternalismo” y, sobre todo, que fuesen auténticos “animadore sociales"; se les ordenaba sacerdotes sin vestir siquiera de clérigoss y sin saber -ni tenerlo, por supusto- rezar el Breviario… Todo así.

Para mayor indefensión, se quitaron los confesonarios, se movió a la promiscuidad con el personal: “naturalidad", decían, “ser uno más", quitándoles todas las medidas de prudencia: “entre santa y santo, pared de cal y canto", sin ir más lejos. Y pasó lo que estaba cantado.

Primero y lo más llamativo -un auténtcio bombazo. la deserción, en muy pocos años, de unos 140.000 sacerdotes y de unos 80.000 religiosos. Lo cortó de raíz san Juan Pablo II. Luego, en una segunda fase -por decirlo así-, vino todo el desarreglo personal, con los abusos y demás.

La pinza se cerraba con el ocultamiento de tales prácticas por parte de los Ordinarios y Superiores. En el mejor de los casos, y si el interesado estaba de acuerdo, se les llevaba al “psquiatra” -al que cayera, y si no era católico, mejor-, para que les dijera que adelante, que habían de ser ellos mismos; si no lo estaba, se le cambiaba de sitio o, al final, ya ni eso. También era el psiquiatra el que tenía la última palabra a la hora de ordenar a un sacerdote, o admitir en religión a un postulante. Y la pinza se hacía impotente. También porque los mismos obispos habían sido ¿formados? en ese mismo nicho ecológico. 

De todo esto, ¿qué se deduce? En primer lugar, que las declaraciones de horror y de “nunca mais” y “tolerancia cero” por parte de la Jerarquía no sirven para nada. O solo sirven para los periódicos.

En segundo lugar: mientras no se reconozcan estas deficiencias que fueron legisladas e impuestas desde arriba -a pesar, por ejemplo, de los intentos de san Juan Pablo II por remediar el tema en profundidad, pero los obispos no le hicieron ni caso: era el triunfo del “conciliarismo", otro de los logros del CV II-, como han declarado casi todos los obispos chilenos -que fallaron ellos como pastores-, no se podrá poner ningún remedio. Porque los remedios no pueden ir hacia adelante, sino “hacia” atrás: porque es “detrás” donde está el tema.

Un ejemplo ilustrativo, aunque sea en otro ámbito: cuando en EEUU empezaron con el trágico asunto de los tiroteos en institutos y demás, ¿qué “remedio” acordaron? Poner máquinas detectoras de metales. ¿Han conseguido algo? Nada, al contrario. Porque, con esa pretendida solución, el tema no estaba ni siquiera planteado: es un tema MORAL, de formar las conciencias precisamente para que no hay que poner detectores de armas: las armas LAS DISPARAN las personas; y lo hacen por lo que tienen -o no tienen- en la cabeza y el corazón.

Pues lo mismo en la Iglesia Católica con los abusos sexuales. Es un problema MORAL, es un problema de VIRTUD, es un problema de GRACIA, es un problema de PRUDENCIA, es un problema de FORMACION, es un problema de ESPÍRITU, es un problema de MODELO. En definitiva, es un problema de orden SOBRENATURAL.

Y hasta que no se entre ahí, todo lo demás es humo. Incluido el detector de metales.

Amén.

12.08.18

Ecumenismo. ¿Significa algo hoy?

El “ecumenismo” fue una de las grandes “creaciones” del CV II. Y fue también uno de los grandes “caballos  de  Troya” que socavaron la Doctrina, la Pastoral y la misma Teologia católicas; y, por tanto y de intento, la misma “esencia” de la Iglesia Católica tal como fue fundada por Jesucristo y asistida por el Espiritu Santo, “para la salvación del mundo". Y, de hecho, así se había vivido y enseñado en  el seno de la Iglesia… casi hasta nuestros días.

Pero esto cambió radicalmente con el CV II y con el concurso, necesario y eficaz, de Juan XXIII y Pablo VI. Luego, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, se encontraron lo que se encontraron, e hicieron lo que hicieron, y lo que pudieron: lo que no pudieron, no..

¿Qué pretendió y, en consecuencia, qué trajo el CV II al respecto? ¿Cuál fue ese “cambio radical” del “entendimiento” y de la “doctrina” respecto al “ecumenismo", que ha marcado -profunda e inútimente, en mi opinión- el quehacer de la propia Iglesia, especialmente desde su Cabeza? Finalmente, ¿qué vueltas y revueltas ha dado el tema, y en qué ha quedado a día de hoy?

Empezando por esto último, hay que afirmar que ha quedado en “agua de borrajas", como se dice coloquialmente: algún que otro gesto -bienintencionado o no: dependerá de la conciencia de sus ejecutores y patrocinadores-, de cara a la galería y a la opinión pública; pero nada sustancial, porque no puede pasar de ahí, aunque se haya pretendido. Y, desde luego, no se puede ir a donde se ha querido llevar el tema, so capa y riesgo de cargarse la misma Iglesia Católica. Lo dijo muy bien Benedicto XVI cuando afirmó que “la deseada unión” era más “cosa de Dios” que nuestra. Pues eso.

Porque, ¿qué se pretendía? ¿Era razonable y bueno desearlo? Y, ¿qué precio se estaba dispuesto a pagar? Precio que, naturalmente, iba a pagar la Iglesia Católica: quien no tiene nada no puede pagar nada.

Con el ecumenismo se pretendía la “unidad". Pues muy bien: nada más deseable. ¿Con qué método? Muy “sencillo": la Iglesia Católica renunciaba a ser Una, Santa, Católica y Apostólica, es decir, perdía sus señas de identidad y sus notas fundacionales, para ser “una” con las demás iglesias y nunca sin las demás.

Por tanto, no podía ya presentarse como la única Iglesia Verdadera, poseedora de la Verdad Plena sobre Dios, sobre el mundo y sobre el hombre; con la plenitud de la Revelación divina en su seno y con todos los medios necesarios -de Doctrina, de Gracia- para obrar la Salvación que Cristo nos consiguió en el Calvario, Ni tampoco poseer la plenitud de Cristo. Y ya “lo de fuera de la Iglesia no hay salvación", ni mentarlo.

La Iglesia Católica no podía presentarse así porque las cosas -para los grandes “innovadores"; o sea, para la clericalla progre sin Fe y sin Doctrina, aunque sobrada de “títulos” y, también en muchos casos, de cargos oficiales y dinero a voluntad- no eran así. El camino era “caminar todas juntas hacia la plenitud del encuentro final con Cristo [siempre “el futuro": única manera de justificar cargarse el presente: puro marxismo y puro socialismo], porque ninguna lo posee en plenitud .-y menos aún en propiedad, y porque todas tienen “algo” de verdad". “Si incluso alguna tiene el Bautismo", aducían los “buenos” teloneros. Claro que se les podía responder que “para qué lo querían -a Cristo-, si no reconocían Quién era, ni a qué conducía ni comprometía".

De hecho, en los debates y discusiones conciliares, uno de los argumentos que constantemente la progrez clerical ponía sobre la mesa para cargarse la doctrina de siempre era: “es que esto va contra el ecumenismo", o “es que esto puede ir contra la unidad de las iglesias cristianas” o de los “hermanos separados", como se empeñaron en llamarles: como si eso no fuese la manifestación patente de que se habían largado con viento fresco, es decir, manifestación de la falsedad de querer presentarse aún como “iglesias".

Antes del Concilio ya se había tratado el tema con seriedad en la Iglesia Católica, desde su misma Cabeza. Y se había proclamado que ese deseo estaba muy bien; se reafirmaban las Notas de la Iglesia Católica, la única Verdadera, “sinmmancha ni arruga", fundada por Jesucristo para la Salvación de todos. Sentado esto, se definía que la “unidad” sólo podía hacerse en base a la “vuelta", al “retorno", a la “re-integración” de los que se habían separado. O sea: “pues que vuelvan".

En el CV II, donde se trata extensa y, en cierto modo, “agriamente” el tema, a la hora de las conclusiones y de los documentos que se publican, las bases anteriiores han desaparecido, así como cualquier palabra que pueda recordar o remitir, aunque sea de lejos, a las usadas por el Magisterio anterior.

Pero por la Iglesia no iba a quedar; y así, se crea un organismo para que trabaje la “unión” con los “hermanos separados” y las “iglesias cristianas"; y ya puestos y lanzados a la vorágine, otro organismo más para el “diálogo” [nuevo “caballo de Troya” conciliar: demoledor] con los “no-cristianos"; y -total ya-, otro más hasta con los “ateos", pasando por otro con los judíos. Como era de esperar, estos contestaron inmediatmante que “de eso, nada". Lo mismo que los ortodoxos. Y en eso están.

Por cierto, ateos organizados no había, ni hay, más que los “masones", que yo sepa; y su ADN se caracteriza, como se sabe porque es notorio, por “un deseo insaciable de unidad con la Iglesia Católica", creo. O sea: anticatólicos a más no poder, para lo que les valen todos los medios a su alcance. Y los usan, por supuesto. Sí, en el CV se alentó el trato con los masones: ¡todo por el diálogo y la unidad!. Y ahí se está.

A día de hoy, desde la Iglesia se está dispuesto a dialogar con todos. El problema es que delante no tiene a nadie que quiera eso mismo. Hay reuniones, sí. Se firma algún papelillo muy de vez en cuando, también; el problema es que luego en su aplicación, sólo lo hace la Iglesia, porque es Una y Única: de las demás, ya se sabe. Y algún que otro gesto público, con la TV delante, claro.

Por lo demás: si da lo mismo porque todo es lo mismo; si no se puede hablar ni de “apostolado” ni de “proselitismo", términos que se han usado en la Iglesia durante dos mil años y que no tenían ni tienen -en la Iglesia- ni rastro de negativos o peyorativos, ¿para qué tanto “diálogo", o tanto “ecumenismo” si, en el fondo y como pretende la clericalla progre, todo es “humo"? O sea: NADA.

Y en eso han quedado las ínfulas del CV II y del postconcilio, con tanta pompa y aparato como vacío e inaniidad.

Amén.