17.12.17

Diario de María: 17 de diciembre

“…La noticia nos llegó por sorpresa. Algunos comentaron que era previsible, dada la extensión y la prosperidad del Imperio. Pero José y yo, y mis padres, teníamos sólo una cosa que nos ocupaba por esos días: el Niño.

La orden era clara y taxativa. Algunos se enfurecieron, otros incluso propusieron rebelarse. No era razonable tener que ponerse en camino en esa época del año.

Yo tampoco supe cómo reaccionar. Esperaba que de alguna manera Dios me manifestara su voluntad, como lo había hecho hasta entonces. Esta vez, no fue a través de un Ángel como lo hizo, sino a través de mi esposo. 

Me impresionó su serenidad. Algo le decía, muy claramente, que el censo no era casual, y que también las decisiones del que tenía su trono en Roma entraban en el Plan de Dios.

Sólo entonces, luego de encontrar firmeza y claridad en su mirada y en su voz -las suficientes para despejar mi preocupación por la salud del Niño-, como un haz de luz se hizo inmenso en mi interior el texto Miqueas: “tú, Belén Efratá, no eres la menor… de tí me nacerá el que debe gobernar en Israel".

¡Belén! La ciudad de David. Todo se hacía claro, una vez más.

Mis padres y nuestros amigos se preocuparon. ¿Cómo podría yo resistir el viaje? ¿No era peligroso? Mi panza estaba ya tan grande, que el momento parecía llegar de hora en hora. Pero nosotros no podíamos contar a nadie nuestro secreto: sólo sonreíamos y nos mirábamos con gesto cómplice.

El Niño se mueve cada vez más. Siento el latir de su corazón. Paso horas silenciosas, e incluso en medio de la gente, imaginando cómo será su rostro.

Esta noche no puedo dormir. Partiremos al alba. Todo está preparado.

Gracias, Adonai. Hoy te digo, una vez más: yo soy tu esclava…”

 

Diario de María: un viaje imaginario al y en el Inmaculado Corazón

A partir de hoy, 17 de diciembre, publicaré en horas de la tarde (de Argentina) un texto y un video donde intento penetrar en los últimos días de gestación del Hijo de Dios en el seno de María, y su peregrinación física y espiritual hacia Belén.

Los videos serán publicados en mi página de facebook  Padre Leandro Bonnin.

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14.12.17

María embarazada: milagro y misterio

“…Cada embarazo, cada niño gestándose en el seno de su madre, es un milagro y un misterio.

Pero entre todos los de la historia, los nueve meses que tuve a mi Niño en mi seno fueron singulares. 

Porque todas las demás mamás saben o imaginan, de un modo u otro, cómo será su niño. Si parecido al papá o a ellas, si a la familia paterna o materna.

Pero mi Niño… fue concebido de manera especial. Mi Niño se formó en mi seno porque el Poder del Altísimo me cubrió con su sombra.

Esos meses fueron maravillosos y tremendos al mismo tiempo. 

Maravillosos, porque sentía la Vida palpitar en mi interior. 
Porque sentía que, en realidad, no sólo yo y José esperábamos: era toda la humanidad, más aún, todo el cosmos, los que estaban esperando su nacimiento.

Y sentía a cada paso a mi lado el anhelo de Abraham que deseaba ver cumplida la promesa, y la mirada de Moisés, que había hablado cara a cara con Dios… 

Y sentía muy cerca a David, anhelando ver realizada la esperanza de un reinado eterno de un descendiente suyo… e imaginaba y casi podía escuchar a Isaías, hablando de él, y diciéndome al oído: “…será llamado Príncipe de la paz… el Espíritu del Señor reposará sobre Él… será el Emmanuel”

Pero a la vez fue tremendo. Tremendo porque alrededor todo parecía igual. Porque el mundo y los hombres seguían en sus cosas, encarcelados en el estrecho límite de sus ocupaciones cotidianas, intentando llenar su anhelo de infinito con migajas… 
Y seguían ofendiendo a Dios, a ese Dios que había elegido el camino menos esperado para redimirlos.

Desde Niña había aprendido a rezar con las oraciones de mi pueblo, a veces con los ojos puestos en el Cielo, otras veces con ellos cerrados.

En esos meses, para rezar, miraba hacia adentro… y tocaba, ¡sí!, tocaba al Santo de Israel, y lo acariciaba presente en mi interior. Y le decía muchas veces a mi Niño: “…mi alma tiene sed de contemplar tu Rostro…”

Así transcurrieron los días, las semanas y los meses. Afuera pasaban cosas, se sucedían los problemas… José sufrió pero fue fiel, y aceptó… En Roma, el emperador tuvo la idea de convocar el censo; en mi patria, muchos se rebelaron. Nosotros, simplemente, obedecimos, porque sabíamos que algo tenía Dios preparado.

Pero para mí, la verdadera Realidad estaba en mi interior, estaba por Nacer. 

Intuía que con su Nacimiento, Dios comenzaría a cumplir su promesa: “aparecerán Cielos nuevos y tierra nueva". En ellos comencé a vivir desde entonces.

El Niño en mi seno es el mayor milagro y misterio de la historia. 

Por eso, mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador… 

Alégrense ustedes, también, los que han sido llamados a salir a su encuentro.”

12.11.17

La alegría sacerdotal: "llega el Esposo, salgan a su encuentro"

“Llega el Esposo, salgan a su encuentro”

Estas palabras del Evangelio de hoy han resonado fuerte en mi interior estos días.

Días que han estado repletos de actividades, inundados de proyectos, de iniciativas y de concreciones.

Días donde Jesús me ha regalado no sólo el gozo de sembrar, sino la luminosa e inmerecida experiencia de -algo- cosechar.

Pero aunque la “onda verde” en varios asuntos es capaz de traer entusiasmo a cualquier corazón, hay una experiencia que es aún más luminosa y plenificante: “llega el Esposo, salgan a su encuentro".

Y es que en estos días las ALEGRÍAS más intensas, alegrías de Cielo, Jesús me las ha regalado en la administración de los sacramentos.

Alegrías inmensas, paz sin fronteras, unificación interior en el momento de adorar el Cuerpo Sacrosanto luego de consagrar; alegría profunda y duradera al oír la confesión de los pecados de niños de catequesis, entrecortada por sus sollozos y lágrimas; alegría desbordante al Bautizar un niño que reía divertido cuando su padres y padrinos decían “sí, creo…"; alegría y esperanza, regocijo sereno al entregar el Cuerpo del Señor por primera vez a un grupo de niños…; alegría y emoción al compartir la de unos novios que, decididos a comenzar una nueva vida, juran amor eterno ante el altar.

Alegrías tan intensas e inocultables que me he sorprendido a mí mismo, varias veces, sonriendo y hasta riendo en medio de la solemne ocasión de celebrar un sacramento

En cada uno de esos momentos que jalonan la vida sacerdotal -intercalados con idas y venidas, con algunos enojos y decepciones, con compras y ventas, con encuentros fraternos, y viajes, y clases y charlas- en cada uno de esos momentos he experimentado, con fuerza y realismo: “LLEGA EL ESPOSO, SALGAN A SU ENCUENTRO".

¡Gracias, Jesús, Amor mío!

¡Ayúdame, Madre, a tener siempre mi lámpara encendida!

3.11.17

La belleza del celibato

celibato

Siempre me he preguntado: ¿por qué a mucha gente el celibato le parece imposible?

Sin negar el aspecto de renuncia que conlleva, yo he visto siempre la vida célibe como muy parecida a la vida de un hombre casado fiel a su esposa y viviendo su vocación conyugal de cara a Dios -es decir, en la apertura a la vida y en la práctica de la abstinencia periódica si es preciso espaciar los nacimientos-

Sólo varios años después de ordenarme, creo que voy encontrando la respuesta, una trágica respuesta.

Muchas ven imposible -o casi- el celibato porque en realidad ya han perdido también la confianza en la fidelidad. Porque asumen resignadamente que el varón no puede ser fiel a una opción de amor durante toda la vida.

Entonces, es lógico: si ser fiel a una sola mujer es “imposible", y si “todos los hombres son infieles” -así piensan muchos hoy, recien me “desayuno"- es obvio que el celibato será sólo una pantalla, algo falso, que se muestra hacia afuera pero que en realidad no se vive.

Esta concepción se ve profundizada cuando algunos hermanos en el sacerdocio eligen traicionar su promesa de consagración al Señor, dándoles pie a los detractores de este modo de vida para decir “ven, yo les decía… no podía ser".

Lo cierto es que el celibato es posible, y es hermoso, y es plenificante.

Es una “soledad” repleta del Absoluto, y de rostros, y de sueños, y de proyectos.

Lo cierto es que el Señor -sobre todo el Señor - y también sus cosas y la amistad sacerdotal y los vínculos sanos que nos ofrece el ministerio, y el ciento por uno en “madres, hijos y campos", son completamente capaces de brindar todo el amor y el afecto que cualquier ser humano necesita para vivir.

Lo cierto es que yo no concibo, no me logro imaginar cómo sería no ser célibe… porque el celibato me da una libertad y una disponibilidad sin la cual no entiendo cómo podría intentar ser, verdaderamente, padre y pastor. Una libertad que me hace capaz de amar más, de amar siempre, de amar entero.

Lo cierto es que el celibato como consagración total a Dios y como disponibilidad para servir a la Iglesia es una belleza, es fuente de alegría, es una vocación y una opción que no sólo no atentan contra mi pleno desenvolvimiento sino que lo potencian.

Lo cierto es que el celibato demuestra también que el hombre, incluso hombres tan débiles y falibles como yo y mis hermanos, somos capaces de ordenar nuestros impulsos y pasiones para un objetivo trascendente… el celibato demuestra que el hombre, renovado y siempre sostenido por la GRACIA, es capaz de vivir la castidad, en cualquier estado en que sea llamado.

Lo cierto es que el celibato se constituye, entonces, en fuente de esperanza. En evidencia del poder de Cristo, sobre todo en este mundo en el cual el pesimismo antropológico lleva a muchos a pensar que el hombre es, simplemente, un esclavo de sus pulsiones. El celibato es la reivindicación de la Libertad humana -sanada por la Gracia- frente a la fragilidad del estado del hombre caído.

¡Gracias, Jesús y María, por el don del celibato, del cual ustedes dos son los modelos perfectos!