4.10.18
3.10.18
Día 3: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO
Cuando el agua se derrama en su cabeza en la pila bautismal…
cuando comienza a aprender sus primeras oraciones…
al principio y al final de cada Misa…
al recibir el sacramento del Perdón, de la Unción, del Matrimonio…
y al ser despedido de este mundo en el rito de las exequias…
Día 2: Por la señal de la Santa Cruz...
POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ
En el vasto mundo de la espiritualidad de la Iglesia, la oración del Rosario ocupa un lugar especial. Es un modo de oración mixto, como a mitad de camino entre la oración mental y la vocal.
Involucra al hombre en su realidad espiritual y corporal. Participan de ella la inteligencia, la voluntad, la memoria, la imaginación, el mundo de los afectos y pasiones; y también interviene el cuerpo, especialmente a través de la recitación de las oraciones vocales.
Alcanzar la plena conjunción de todas estas potencias supone un proceso que nos lleva la vida entera. No es tarea fácil, además, porque la oración es, siempre, una auténtica lucha espiritual. Nuestro propio mundo interior se convierte en un campo de batalla, que tanto Dios como el Enemigo quieren conquistar.
Por eso, cada vez que comienzas a rezar tu Rosario, la Iglesia te invita a trazar tres cruces con tu dedo pulgar sobre tu frente, tus labios y tu pecho, acompañadas por las significativas palabras: “por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro”.
2.10.18
Día 1: El rosario que tienes en tus manos
Me he propuesto -con la Gracia de Dios- escribir cada día del mes de octubre una reflexión, catequesis o meditación sobre los diferentes aspectos del Santo Rosario y cada una de sus partes y elementos.
Lo comparto con el anhelo de que pueda servir a algunos a acercarse más a María, y por ella a Jesús.
Mes del Rosario, día 1
EL ROSARIO QUE TIENES EN TUS MANOS
Muchas pelotitas de plástico, madera, metal o piedra… pueden servir para ornamentar un vestido, hacer una artesanía, ser utilizadas como municiones, jugar a las bolita, hacer pulseras multicolores… Solos, sueltos, pueden incluso parecer inútiles, sin sentido.
Pero cuando estas pelotitas están unidas entre sí por un hilo o una cadena, y cuando, además, se agrupan de a diez… Y cuando, sobre todo, coronando el collar que reúne las cincuenta aparece una Cruz, estamos ante un Rosario.
Un objeto material que todos conocemos, y que sirve, fundamentalmente, para contar oraciones, para no “perdernos” en la repetición de los avemarías.
Pero el Rosario, tu Rosario, es mucho, muchísimo más.
Agarrarte fuertemente de él, pasar entre tus dedos sus pequeñas pelotitas, es un modo sensible, concreto, real, de sentir bien cerca a Mamá. A María.
¡Cuántas veces, frente a un problema, una angustia, una preocupación, una decisión importante, te aferraste fuertemente a ese pequeño objeto, y sentiste que Ella estaba ahí, sosteniéndote! Y sentiste que te tomabas de su mano materna, que ella te acariciaba y, como cuando tu madre de la tierra te tenía en brazos, era ahora María la que te decía: “no tengas miedo, no estás solo, estoy acá, no te dejaré caer…”
¡Cuántas veces, y no sólo luego de contemplar los Dolorosos, te quedaste con la mirada fija en el pequeño Crucifijo, lo besaste o acariciaste, y sentiste que las fuerzas y la esperanzas volvían a tu vida!
Por eso, no dejes de tenerlo, de llevarlo. Si lo pierdes o regalas, busca otro. Sus pequeñas dimensiones esconden una fuerza evocativa prodigiosa. Es casi un sacramental, un signo de la Gracia.
Y no solo eso: el Rosario que tienes en tus manos te recuerda que en tu vida sucede algo similar a la “historia” de las pelotitas que lo conforman.
¡Hay tantos hechos difíciles de interpretar, aparentemente vacíos de sentido, inexplicables y duros!
Pero cuando descubres el Amor Creador de Dios Padre, cuando despiertas y te das cuenta de que en tu Vida todo responde a un Plan, a un Proyecto…
Cuando descubres que ese Plan es como un hilo conductor que une entre sí todos los acontecimientos, entonces, entonces, todo cambia.
Y adquiere mayor sentido aun cuando descubres que al final de todo está el misterio de la Pascua. Que la Cruz y la Resurrección marcan el sentido último y definitivo de la historia de la humanidad, y que en la Cruz del Viviente puedes encontrar el sentido último y definitivo de cada paso de tu historia personal.
Todo eso y mucho más nos dice el Rosario.
25.08.18