Enrique I, el monarca que planta cara a la cultura de la muerte

"Tras la institución que representa la unidad de nuestro Estado hay un hombre con conciencia"

El Gran Duque Enrique, Jefe de Estado de Luxemburgo, se ha negado recientemente a sancionar y promulgar la ley de eutanasia aprobada en el Parlamento luxemburgués el pasado mes de febrero, «por razones de conciencia». A la ley se opone también una gran parte de la población, que es mayoritariamente católica. Por primera vez en la historia de Luxemburgo, el Gran Duque soberano se opone a una decisión de la Cámara de Diputados. Las consecuencias no se han hecho esperar. El primer ministro, Jean-Claude Juncker, ha propuesto reformar la Constitución y reducir el poder del jefe de Estado, para que ya no sancione sino que simplemente promulgue las leyes. Enrique I ha hablado de la cuestión en el mensaje de Navidad a su país.

(L. R. R./La Razón/L.F.P/InfoCatólica*) El ministro de Justicia de Luxemburgo, Luc Frieden, ha declarado que el Gran Duque «no participará más en el ejercicio del poder legislativo; a partir de ahora va a firmar la ley simplemente para constatar el cumplimiento del procedimiento». Sin embargo, el mismo primer ministro ha declarado que «con matices, yo tengo los mismos problemas», y su partido (el Partido Popular Social Cristiano) ha expresado el temor a una «banalización del acto de la eutanasia» con la nueva ley, pero ha añadido que «si la Cámara de Diputados ha votado una ley, la ley tiene que entrar en vigor».

Enrique I de Luxemburgo tomó juramento como el sexto Gran Duque en el año 2000 después de que su padre abdicara. El monarca nació el 6 de abril de 1955 en Berzdorf. Está casado desde 1981 con María Teresa Mestre, de origen cubano. El matrimonio tiene cinco hijos y dos nietos. Cuando asumió el cargo de Jefe de Estado, Juncker señaló que sería «el Gran Duque más digno» debido a su «carácter y el conocimiento a fondo de su población». En su primer discurso como Gran Duque, el monarca católico animó a los ciudadanos a conservar los valores familiares, asegurar la igualdad de derechos para hombres y mujeres y a no ser cegados por la propia prosperidad. Hoy, ocho años después, Enrique I ha demostrado que sus principios morales son verdaderos.

En el reciente discurso dirigido a su nación con motivo de la Navidad, el Gran Duque, tras explicar las razones de su oposición a sancionar la ley de la eutanasia, ha mostrado su disposición a que sean limitados sus poderes ya que "no corresponde a un único individuo cuestionar las decisiones de los representantes de nuestro pueblo. Por esta razón considero esta reforma como un paso hacia una monarquía moderna". Con todo, ha recordado que "detrás de la institución que representa la unidad y la continuidad de nuestro Estado, hay también un hombre. Un hombre que respeta al máximo vuestra libertad, pero también un hombre que tiene su propia conciencia".

La negativa del Gran Duque de Luxemburgo a sancionar la ley de la eutanasia recuerda la actitud de su tío, el rey Balduino de Bélgica, quien en el año 1990 se negó a sancionar la ley que legalizaba el aborto, también por razones de conciencia. Entonces, el monarca abdicó durante un día y medio, tiempo en que el Consejo de Ministros sancionó el nuevo texto del Código Penal. También recuerda la de la jefa de Estado de Luxemburgo en el año 1919, la Gran Duquesa María Adelaida, que abdicó para defender a los católicos de una ley que limitaba la influencia de la Iglesia en la enseñanza, aunque un referéndum confirmó la monarquía constitucional.

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