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17.09.20

«¿Examen de conciencia o autocrítica?» (Solsona, 1955). Parte Iª

Le tomo prestado el título a don Vicente Enrique y Tarancón, qepd, a la sazón obispo de Solsona por aquel entonces, pero ya apuntando maneras: había sido elevado a Secretario de la Conferencia de Metropolitanos. Luego, aún seguiría subiendo, por supuesto.

Y se lo tomo prestado porque, o nos paramos seriamente a pensar EN CATÓLICO, y rectificamos, o nos vamos todos al garete, católicos y no católicos… Porque, entre otras cosas, ya nos hemos ido. Aunque siempre hay esperanza, porque siempre se puede rectificar, y volver a empezar.

En su librito, el sr. obispo recogía dos cartas pastorales suyas, con las que trataba de justificar y proponer un cambio radical en las relaciones que, hasta entonces -y durante algunos años más-, había tenido y tenía la Iglesia Católica con el Gobierno de España: con Franco como Generalísimo y Jefe del Estado.

Un gobernante que, desde muy joven, había puesto como eje de su obrar su SER CATÓLICO: hijo de Dios en su Iglesia, en medio del mundo. También, insisto, desde ese puesto. Hasta su muerte: basta leer su testamento para certificarse de esto.

Eso significó, en España, que la Iglesia Católica pasó, de ser perseguida, a recuperar su lugar como “alma” y “ser” de la Nación Española. Por dar un dato bien concreto: todos los obispos que cayeron bajo la dominación roja, fueron brutalmente torturados y asesinados; solo se salvó Barraquer, con sede en Tarragona, al que salvó in extremis el gobierno de la Generalitat cuando ya se lo iban a apiolar los rojelios; por lo que les estuvo eternamente agradecido; y fue catalanista hasta su muerte.

Sí, España había sido católica desde siempre: desde fines del s. VI y, muy especialmente, desde el s. XV, con los Reyes Católicos -significativo título, que ya llevaron todos-; y hasta la democracia actual, España fue CATÓLICA. Todas sus empresas fueron CATÓLICAS. Salvo el pequeño paréntesis republicano, cuando comienza la sangrienta persecución, Hasta el punto de que su más alto representante se jactó de que “España ha dejado de ser católica", siempre lo fue. Empezando, lógicamente, por todos sus Reyes y siguiendo por sus súbditos: todos católicos, y “a mucha honra".

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