28.05.24

Don Luis Quinteiro, administrador apostólico de Tui-Vigo

He tenido el enorme privilegio, y espero seguir teniéndolo con el favor de Dios, de haber conocido y tratado a don Luis Quinteiro Fiúza, hasta hace muy poco obispo de Tui-Vigo y actualmente administrador apostólico de esta diócesis. Ya se ha hecho público el nombramiento de quien lo sucederá en el cargo, el sacerdote de Mondoñedo-Ferrol don Antonio Valín Valdés.

Don Luis destaca por su inteligencia y cultura. Normalmente, si uno ha estudiado y leído un poco, suele admirar a quien le sobrepasa en estudios y lecturas. Don Luis es un filósofo, doctor en esta disciplina, que ha dialogado personalmente con un pensador tan relevante para nuestro tiempo como Jürgen Habermas. Es un teólogo. Es un humanista. Un políglota, en esta España nuestra aún tan poco ducha en el conocimiento de otros idiomas. Habla, con fluidez, no solo gallego y castellano, sino asimismo inglés, francés, italiano y alemán. Es un gran amante y conocedor de la historia de la música. También de la de Wagner.

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24.05.24

La fe y los sentidos

Existe una tendencia a espiritualizar excesivamente la revelación y la fe, así como a disociar el alma del cuerpo. Se trata de un error, porque el cristianismo es la religión de la encarnación – “el Verbo se hizo carne” – y el hombre no es una inteligencia pura, una razón separada, sino que posee una inteligencia sentiente, una razón sensible. Todo nuestro conocimiento toma su origen en los sentidos y no es una excepción el conocimiento que proporciona la fe: “Los sentidos de nuestro cuerpo nos abren a la presencia de Dios en el instante del mundo”, escribe José Tolentino Mendonça.

La doctrina de los “sentidos espirituales” recurre a las imágenes de la experiencia de los cinco sentidos para usarlas como metáforas y símbolos de la experiencia que el hombre vive en relación con Dios. La fe está ligada al oído, viene de la escucha. Es preciso que Dios, con su gracia, prepare nuestros oídos para que podamos escuchar su Palabra; para curar nuestro mutismo y nuestra sordera, abriéndonos a la filiación y a la fraternidad. La palabra - y también el canto y la música - son mediaciones sensibles de lo invisible, la presencia de Cristo en medio de su pueblo.

Quien cree, ve. La fe, decía Pierre Rousselot, es la capacidad de ver lo que Dios quiere mostrar y que no puede ser visto sin ella. La gracia de la fe concede a los ojos ver acertadamente, proporcionalmente, su objeto. El mundo de nuestra experiencia no se empequeñece al creer, sino que se dilata: “Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso”, dice el papa Francisco. Podemos ver el mundo con ojos nuevos si nos sabemos bajo la mirada de Dios. La belleza en general, y el arte en particular, puede abrir la vía a la búsqueda de Dios y al encuentro con él.

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19.05.24

Religiosidad popular

El papa Francisco ha destacado la importancia de la piedad, o religiosidad, popular: “Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención, particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización”, nos dice. Un “lugar teológico” es una instancia testimonial de la Palabra de Dios que, por consiguiente, goza de autoridad a la hora de pensar la fe. La “nueva evangelización” es el esfuerzo misionero que tiene por destinatarios a aquellos que han recibido el bautismo pero que viven, de hecho, alejados de la práctica eclesial.

En las expresiones sencillas de la fe del pueblo – romerías, peregrinaciones, devoción a las imágenes, procesiones, etc. – lo religioso está muy vinculado con la sensibilidad. Hay toda una tradición que habla de los “sentidos espirituales”, de cómo la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto guardan relación con la experiencia de Dios. Por ejemplo, el acto de tocar una imagen, sin dejar de ser algo físico, puede llegar a convertirse en un gesto cargado de espiritualidad. Las imágenes sagradas poseen una dimensión simbólica, sacramental, que impide su grosera identificación con amuletos u objetos mágicos.

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17.05.24

Iglesia y carismas según Joseph Ratzinger: San Francisco de Asís

Para Joseph Ratzinger el lugar fontal y, al mismo tiempo, el signo diferenciador del Espíritu es la cruz[1]. No cabe separar cruz y resurrección, cristología y pneumatología. En un contexto cristiano, la pneumatología solo puede existir como cristología, desde el Señor resucitado[2]. Desde esta perspectiva se puede comprender el papel de los carismas en la Iglesia.

Siguiendo la enseñanza paulina sobre el significado del término «carisma» se observa una evolución que lleva de lo extraordinario a lo ordinario: «El fenómeno entusiasta se hace secundario, se convierte en signo del milagro propiamente dicho, que no consiste en la glosolalia ni en los prodigios asombrosos, sino en el don del amor de Dios. Ese amor es el milagro cristiano propiamente dicho, al que todos los prodigios solo como signos pueden apuntar»[3]. El capítulo de los carismas desemboca, en san Pablo, en el canto de alabanza del «agape», que constituye, en el fondo, la superación de la vivencia pentecostal corintia.

En 2 Cor 3 hallamos una teología del apostolado. El seguimiento de Jesús recibe su forma concreta en el atenerse al camino, al carisma apostólico, que adquiere, frente a todos los demás carismas, un carácter normativo. La pneumatología se integra en la fe en la resurrección, en la cristología. Y esta inclusión significa también «que solo puede existir desde el testimonio de la resurrección y desde el testigo de la resurrección»[4].

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14.05.24

Consagración del Seminario de Tui al Sagrado Corazón de Jesús

Ayer celebramos en Tui el aniversario de la Consagración del Seminario al Sagrado Corazón de Jesús, que tuvo lugar por primera vez el 13 de mayo de 1921. Don Avelino Bouzón, canónigo archivero de la catedral, resume el significado de ese día: La iniciativa de la Consagración del Seminario de Tui (entonces no existía el de San José de Vigo) al Sagrado Corazón partió de los alumnos, estimulados por sus formadores, al finalizar el curso 1917-1918. La idea entusiasmó al clero tudense y a los antiguos alumnos que se habían formado en el Seminario, pero que descubrieron que su vocación no era el sacerdocio.

El obispo D. Manuel Lago González, natural de Randufe (Tui), pone su celo ardiente para que “se levante en el patio del Seminario una estatua del Corazón de Jesús y que de una manera oficial y solemne se le consagre el bendito plantel de sacerdotes”. Con el obispo a la cabeza, se implicaron en llevar a feliz término el deseado proyecto todo el clero de la diócesis, las autoridades de la ciudad tudense y otras personalidades relevantes del ámbito cultural en aquella época.

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