3.10.22

Espiritualidad de los monjes visigodos

Con este tercer artículo dedicado a los monasterios de la época visigótica vamos a asomarnos a la vida espiritual de aquellos que consagraban su vida a Dios.

Aunque pudiera haber desviaciones, como indican las normas acerca de castigos en las reglas monásticas conservadas y como ocurre en cualquier realización humana, los que entraban en un monasterio lo hacían con un deseo sincero de perfección. Era un camino de exigencia que había que escoger libremente y con decisión. Así lo recoge san Isidoro:

…todo el que aspira esforzadamente a la disciplina de los antiguos, marche por esa vía ardua y angosta sin tropiezos, mas el que no pueda, que eche a andar por el camino de esta regla a fin de no desviarse por una disciplina relajada y pierda la vida y el nombre de monje.

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24.09.22

La vida en los monasterios

La práctica de huir del mundo y abandonar el disfrute de los bienes materiales es muy antigua en la historia de la Iglesia. Su origen estaría durante las persecuciones del Imperio romano, cuando algunos cristianos de Egipto, para no ser obligados a apostatar de la fe, huyeron de las ciudades y se escondieron en el desierto de la Tebaida. Al pasar el peligro no todos regresaron a su hogar sino que algunos se quedaron a vivir en la soledad, dedicados a la oración y la penitencia. A estos se unieron algunos discípulos con el deseo de recibir sus enseñanzas y de imitar su vida, naciendo así las primeras experiencias de vida comunitaria.

Extendido el monacato a Siria y Palestina fue necesario establecer normas y reglamentos para organizar su modo de vida. En los nuevos lugares donde surgían estas comunidades se iban haciendo adaptaciones propias según el carácter de las gentes y las condiciones físicas del entorno. A la vida espiritual se añadió el trabajo corporal e intelectual, y además surgieron los monasterios femeninos de vírgenes o viudas consagradas al Señor.

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15.09.22

Los monasterios visigodos: la consagración religiosa

En artículos anteriores hemos ido viendo la importancia que tuvieron los monasterios en la Hispania visigoda. Hubo obispos que antes habían sido monjes, abades que participaron en los concilios nacionales o regionales, nobles y reyes que hacían los votos monásticos dejándolo todo o en la misma hora de la muerte… ¿Cómo vivían en su día a día? ¿Por qué elegían este estado de vida tan exigente y sacrificado? ¿En qué consistía su consagración? Intentaremos verlo en algunos artículos.

Consagrar algo significa convertirlo en sagrado y dedicarlo a un uso exclusivamente religioso. Así ocurre con objetos o edificios que dedicamos a la liturgia, y de manera especialísima con el pan y el vino que, consagrados en la eucaristía, se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Si lo consagrado se utiliza para un fin distinto al que ha recibido es un sacrilegio, ha sido profanado.

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2.09.22

¿Qué nos aconseja san Fructuoso?

Redactó Fructuoso una Regla de monjes para los jóvenes que deseaban desprenderse de todo y entregarse totalmente al servicio de Dios. Probablemente lo hizo antes de ser ordenado obispo. Con gran fortaleza impone rigor y decisión sin reservas para los que quisieran entregarse con generosidad a la vida de virtud en el monasterio. Incluso prescribía castigos y duras sanciones para aquellos hombres recios de todas las clases sociales que eran atraídos por la santidad de este monje visigodo. Se inspira en textos de Pacomio, Jerónimo, Casiano, Agustín e Isidoro, e influyó notablemente en la vida monástica del noroeste peninsular.

Algunos consejos de san Fructuoso, que son válidos para nuestra vida espiritual…:

Regla de monjes de San Fructuoso de Braga

23.08.22

Padre de monjes

San Fructuoso de Astorga o de Braga

Es la principal figura del monacato visigodo. Nació a finales del siglo VI en una familia de la nobleza goda que tenían grandes posesiones en la comarca de El Bierzo. Al quedar huérfano en su juventud, ingresó en la escuela episcopal de Palencia, bajo la protección del obispo Conancio. Junto a este gran prelado, recibió una sólida formación en la Sagrada Escritura y en música, preparándose para la vida clerical.

Terminada su formación, la vocación a una vida de total entrega a Dios en la oración y la penitencia hizo que Fructuoso marchara a vivir en una cueva del valle de Compludo, cerca de Astorga. Muchos penitentes, atraídos por su fama de santidad, se le fueron uniendo, y así se fundó el primero de sus monasterios. Escribió para ellos una regla con el fin de inculcar en sus monjes el mismo fervor que le movía a él.

San Fructuoso de Montelios, cerca de Braga.

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