(696) La Apostasía en Occidente

–El post es muy largo…

–Gracias a Dios. Y pídale que le conforte con su gracia para que pueda leerlo. El tema es enorme.

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

I)
La gran apostasía

1.–En los últimos 60 años una gran parte de Occidente ha abandonado el cristianismo. En España, Francia y otros países de Europa son más los cristianos que en ese tiempo han salido de la Iglesia, que los que han permanecido fieles a la fe y la vida cristiana, y concretamente a la Eucaristía. Conviene señalar –que la apostasía ha sido especialmente numerosa en naciones de la más antigua filiación católica y de gran desarrollo económico, y –que siempre ha permanecido fiel «un Resto de Yavé» (Joel 3,5).

El historiador Guillaume Cuchet (1973-), profesor en la Sorbona, en su obra Notre monde a cessé d’être chrétiene. Anatomíe d’un effondrement (Paris, Ed. Points 2020), ofrece los datos estadísticos de este «derrumbamiento» sorprendentemente rápido, aunque ya venía gestándose desde hace siglos. Centra el estudio de ese colapso en Francia, y lo describe en sus datos sociológicos, sin entrar apenas en sus causas.

«La práctica católica colapsó en Occidente en la década de 1960: las estadísticas son abrumadoras. Francia, la hija mayor de la Iglesia, pasó del 25% de asistencia a la Misa dominical en la década de 1950 a menos del 2% actualmente. El colapso incluye regiones donde la asistencia a la Misa dominical había alcanzado el 97% a fines de la década de 1950 (esto se aplica también a Bélgica, Québec, etc.). Y el argumento cualitativo “¡pero ahora son mejores católicos!”… que, en general, nunca convenció, ya casi no se escucha».

En 2021, en Alemania, por ejemplo, 360.000 personas abandonaron la Iglesia Católica. En Austria, en 2010 abandonaron la Iglesia 85.960 fieles… En 2020, 58.727. En 2021, 72.222. En Suiza, más de 34.000. En Bélgica, en 1967, asistieron a la Misa dominical un 42,9% de los católicos, cifra que en 2021 quedó reducida a un 2,5%. En Inglaterra y Gales menos de la mitad de los residentes se consideran cristianos. Es la primera vez que esto sucede desde que las islas británicas se convirtieron al cristianismo (Censo 2021). En España y en naciones hermanas de América, en Occidente, se ha dado un proceso descristianizador semejante, aunque a veces no tan avanzado.

1960-2022, unos 60 años

Pensemos en la Iglesia como un gran Templo construido con «piedras vivas… edificadas en casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales gratos a Dios por Jesucristo» (1Pe 2,4-5). Y consideremos que el derrumbamiento (effondrement) total o parcial de un gran edificio puede darse bruscamente, con gran estruendo, o más lentamente, precedido quizá por ciertos crujidos. En Occidente la actual apostasía simultánea de tantas naciones antes cristianas es un suceso enorme, que no tiene precedente comparable en los veinte siglos de historia de la Iglesia.

* * *

Es conveniente para entender bien el presente artículo que se conozca bien el concepto preciso de «la apostasía». Lo expuse ya en el tercer artículo de mi blog (13-06-2009): (03) La apostasía, el máximo pecado.

2.–La gran Apostasía silenciada

Extrañamente, sin embargo, esa gravísima apostasía no ha sido «reconocida» generalmente en la Iglesia. Muchos Obispos y fieles «conocen» ese hundimiento eclesial tan evidente, tan rápido y espectacular. Saben que ese suceso se ha producido –no pueden ignorarlo–, pero «no lo reconocen», no lo mencionan abiertamente. Quizá con ello procuren evitar a pastores y fieles la tentación de un vértigo desesperante, que posiblemente acrecentaría el proceso. Las campanas parroquiales no tocan a rebato, como es costumbre ante peligros muy graves. No cambia apenas el régimen pastoral hacia «los no practicantes». Se sigue obrando en la vida pastoral normalmente.

Se formulan uno tras otro grandes Planes de Pastoral que, por ejemplo, no mencionan para nada cielo o infierno, y que lógicamente no dan fruto. No se considera apenas la necesidad de una fuerte pastoral misionera, que pretenda la evangelización de todas las naciones, y ni siquiera la conversión de los «alejados», persuadiéndolos de que sin la Iglesia es imposible la vida cristiana.

Más aún, para las promociones eclesiásticas de especial importancia, en buena parte de Occidente se exige al candidato a Pastor sagrado un optimismo eclesialmente correcto, una consideración de la situación de la Iglesia predominantemente positiva. Prevalece así en general un pacifismo buenista, que acusa a veces de falta de confianza en la Providencia a quienes «reconocen» la realidad extremadamente grave de la Iglesia local. Con ello la Apostasía occidental sigue creciendo y la Iglesia sigue disminuyendo.

Si el diagnóstico de una mala situación es erróneo o insuficiente, no se pondrán los medios eficaces para vencer ese mal. Como es obvio.

II)
¿Cómo Dios en su misteriosa providencia ha querido permitir la Apostasía, este hundimiento progresivo y últimamente acelerado?

La pregunta tiene muy difícil respuesta, porque la Providencia divina todo lo gobierna, y ella es inescrutable. Pero intentaré señalar ciertos diagnósticos deficientes o falsos, y aproximarme en lo que alcance a ciertas verdades misteriosas.

1.–Numerosas herejías se han difundido durante años impunemente en la Iglesia de naciones occidentales

Los inicios de la apostasía de Occidente asoman ya al final de la Edad Media. Nominalismo, luteranismo, renacimiento paganoide, semipelagianismo, naturalismo, liberalismo, relativismo, modernismo… prologan la pérdida de la fe. Pero la apostasía brusca y generalizada, simultánea en varias naciones cristianas, se da en Occidente desde hace medio siglo.

«Pablo VI le habló a su amigo Juan Gitton el 8 de septiembre de 1977 de “un pensamiento no católico y de la resistencia de una pequeña grey,,, Hay una gran turbación en este momento en el mundo y en la Iglesia… Lo que me llama la atención cuando considero el mundo católico es que en el seno del catolicismo a veces parece predominar un pensamiento de tipo no-católico, y puede ocurrir que este pensamiento no-católico dentro del catolicismo de mañana podría convertirse en el más fuerte. Pero nunca representará el pensamiento de la Iglesia. Es necesario que subsista una pequeña grey, por pequeña que sea» (Luigi Giussani, Un avvenimiento de vida, cioé una storia, introd. del Car. Joseph Ratzinger, Roma 1993, pgs.72-73).

Juan Pablo II: «Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones» (6-2-1981). No pocos de sus propagadores quedaron impunes.

Cardenal Ratzinger, en el vía crucis del Coliseo, un mes antes de ser Papa: «¡Cuántas veces se deforma y se abusa de la Palabra de Dios! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que por su sacerdocio deberían estar entregados a él! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías!… ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!… Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo» (25-3-2005).

2.–Inmensos avances científicos y técnicos en el siglo XX

Apoyándose en los conocimientos logrados en los siglos anteriores, en el siglo XX el mundo occidental eclosiona en cientos de novedades fascinantes de suma importancia. Electricidad, telefonía, radios y televisiones, anticonceptivos, abortos, seguridad social, automóviles, aviones y trenes, astronomía, viajes en la tierra y en la estratosfera, imprentas y editoriales, alfabetización, idiomas, medicinas y cirugías, informaciones de prensa locales y mundiales, colegios y universidades, fotografía y grabaciones, actores, cantantes, coros, etc. Un mundo nuevo digital lo penetra todo, y gratuita e instantáneamente comunica con familiares, amigos, colaboradores, y hace asequibles cientos de libros, conciertos, museos, competiciones deportivas nacionales o mundiales, debates políticos, reportajes audiovisuales, etc.

Esta sobreabundancia, en fuerte contraste con tiempos anteriores, facilita el predominio de ambientes libertarios y relativistas, alergia a la autoridad, subjetivismo anómico, culto al cuerpo, a la novedad, a la rebeldía, aversión al pasado y a la tradición, sexolatría, pornografía, neurosis, prisas…

Muchas cosas que antes eran escasas y exclusivas de pocos, se hacen sobreabundantes y asequibles a casi todos –los relojes, por ejemplo–. El simple silencio, propio de culturas agrícolas, cambia al ruido industrial y a la complejidad del tiempo nuevo. Parece en su conjunto que el siglo XX, pasadas las guerras mundiales, va construyendo un Nuevo Orden Mundial, que al menos en las naciones más desarrolladas, ofrece innumerables seducciones buenas o malas, lícitas o criminales, imponiéndolas con la presión social, e incluso a veces con leyes. Y en ese mundo sobreabundante, apenas queda un rincón, cada vez más reducido, para la Misa dominical, la catequesis, el rosario, la confesión, la familia numerosa, la oración, las buenas lecturas, las actividades apostólicas… Lo visible mundano se hace apremiante y dominante, al tiempo que se menos-precia lo sobrenatural e invisible, sobre todo en los países más ricos.

3.–Es imposible servir a Dios y a las riquezas

Así lo enseña Cristo. Los hombres modernos –muchos de ellos–, dedicando ante todo sus vidas a las nuevas e innumerables riquezas del mundo, dieron culto a las criaturas, en vez de darlo a su Creador. «Conociendo a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus pensamientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón. Alardeando de sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la imagen del hombre corruptible… Por eso los entregó Dios a los deseos de su corazón» (Rm 1,21-24).

«No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde los ladrones minan y roban, sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde los ladrones no minan ni roban. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón […] Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas» (Mt 6,19-21.24). La verdad de esas palabras se comprueba en la descristianización de tantos pueblos, especialmente creciente en los últimos años.

III)
Diagnósticos deficientes o falsos sobre la apostasía

Los grandes fenómenos históricos de la humanidad proceden al mismo tiempo de muchos orígenes, causas y ocasiones, que se potencian mutuamente. No siempre se conocen y diagnostican con verdad, y algunos son falsos.

1.–¿El Concilio Vaticano II es causa de la apostasía?

No son pocos los que así piensan, pero ese diagnóstico está equivocado. Todos los documentos conciliares fueron conformes a la tradición y a la doctrina de le fe, y aprobados por los Padres casi unánimemente, incluido Mons. Lefebvre. Es cierto que ningún Concilio ecuménico anterior tuvo una expresión escrita tan larga. Más de 1.000 páginas en la edición bilingüe madrileña de la Biblioteca de Autores cristianos. Y apenas es posible que en obra tan extensa, a veces por impulso retórico o por lo que sea, se halle alguna frase equívoca o incluso falsa, por ejemplo, cuando el Concilio, tratando del hombre moderno, afirma en una ocasión:

«El hombre contemporáneo camina hoy hacia el desarrollo pleno de su personalidad y hacia el descubrimiento y afirmación crecientes de sus derechos» (Gaudium et Spes 41a). Frase ciertamente falsa. Pero el propio Concilio, en otros textos, afirma con verdad y claridad lo contrario.

2.–¿La culpa de todo la tienen los Obispos y los Papas?

Esta afirmación, que para muchos es evidente –«Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Mt 26,31; Zac 13,7)–, para ser bien entendida requiere el complemento de varias verdades, que conviene recordar.

En todo caso, no sabemos, ni podemos saber, cuántos Pastores son buenos y cuántos son malos; qué bienes impulsa en ellos la inescrutable Providencia divina y qué males o deficiencias permite. Pero lo que sí sabemos es que calificar a la «inmensa mayoría» de los Obispos y sacerdotes católicos de «perros mudos» (cf. Is 56,10-12) –es decir, señalarlos como causas principales de la enorme apostasía de Occidente–, es un juicio temerario muy grave, no infrecuente entre «los buenos cristianos».

1+ «Los malos pastores» existen, y causan muy grandes males en los fieles por acción o por omisión Es un tema bíblico frecuente (p. ej., Is 40,10; 56,12; Ez 34,2-10; Mt 9,36; 26,31; Mc 14,27). También en la Tradición católica (San Agustín, San León Magno, San Pedro Damián y tantos otros) se ha descrito, llamando a conversión. Pues bien, si sabemos por la fe que Dios los ha elegido entre los bautizados y les ha concedido por el sacramento del Orden una confortación sagrada, que los configura de modo nuevo a Jesucristo («novo modo consecrati»: Vat.II, PO 12), de modo que puedan obrar en la persona de Cristo, podemos esperar dos resultados sólo aparentemente contrapuestos. 1) Que muchos Pastores serán muy buenos y benéficos, como lo muestra el Santoral cristiano; totalmente entregados al servicio de Cristo y de su Iglesia. Y 2), que los mayores males para la Iglesia vendrán no pocas veces por ellos –Judas el primero–, porque «la corrupción de lo mejor es lo peor» (corruptio optimi pessima). Así nos lo muestra la historia de la Iglesia. No insistiré en este punto, porque ya lo conocen los lectores.

2+ «Los buenos pastores» existen, y potenciados por el mismo sacramento del Orden, hacen innumerables y preciosos bienes para los hombres, obrando in persona Christi. Pero en su ministerio, por acción o por omisión, no faltarán ciertas deficiencias y limitaciones, incluso graves, aunque a veces la culpa sea en ellos leve o ninguna, como explicaré en lo que sigue.

Puede ser que, sin culpa o con fuertes atenuantes, incumplan ciertos deberes propios de su ministerio. La mala doctrina en la que fueron formados no pocos de ellos les llevó en tantas ocasiones a un ministerio pastoral permisivo e inoperante, que ellos entendieron, con malos resultados, como ejercicios de humildad, paciencia y bondad.

En tiempos y lugares de Iglesia muy confusos, no son raros los Pastores de escasa o/y mala formación que se muestran débiles en el pensamiento, e incluso vulnerables en su psicología. De hecho no son capaces de predicar ciertas verdades, ni de librar de ciertos males y errores al pueblo que la Iglesia les ha encomendado… ¿Han perdido la fe? Algunos sí, otros no. Pero «ad impossibilia nemo tenetur». Quizá, por otra parte –no tanto en privado, sino sobre todo en público–, guardan silencio en algunas cuestiones porque temen erróneamente agrietar la unidad de la Iglesia [sic]. En otros casos –que a veces son los mismos– se ven afectados por una papolatría tal, que consideran más culpable denunciar errores y abusos de las más altas Autoridades apostólicas, que sufrirlos en silencio, esperando del Señor tiempos mejores. Podría yo seguir señalando otras posibles excusas o atenuantes para Obispos y presbíteros, pero no lo haré.

Cuando el pueblo cristiano se desvía, no lo hace siempre por la culpa principal de sus pastores, aunque éstos sean los «máximos responsables» de la verdad católica en sus Iglesias locales. A veces sí serán ellos los máximos culpables. Pero, por ejemplo, cuando San Pablo afirma que “es ya público que entre vosotros [cristianos corintios] reina la fornicación” (1Cor 5,1), acusa a la comunidad que preside, no a sí mismo y a sus colaboradores.

La Providencia divina es inescrutable. Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2,4). Es Él quien «actúa el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). Y si en su providencia inescrutable quiere «podar» ciertas Iglesias «para que den más fruto»,

«humillaos bajo la poderosa mano de Dios, para que a su tiempo os ensalce, pues tiene providencia de vosotros. Estad alerta y vigilad, porque vuestro adversario, como león rugiente, busca a quién devorar. Resistidle firmes en la fe» (1Pe 5,6-9).

3.–¿La Misa postconciliar es parte causal de la apostasía?

No es raro que ciertos tradicionalistas –pocos–, que niegan la condición ortodoxa y tradicional de la Misa de Pablo VI, vean en ella una de las causas principales de la Apostasía del Occidente. En realidad, no son auténticos tradicionalistas, pues rechazan el testimonio unánime de los papas Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

Cito algunos fragmentos de la Institutio Generalis Missalis Romani que promulgó Juan Pablo II el Jueves santo del año 2000, perfeccionando la Institutio publicada por Pablo VI en 1975.

«Testimonio de fe inalterada

«La naturaleza sacrificial de la Misa, afirmada solemnemente por el Concilio Tridentino, ha sido expresada nuevamente por el Concilio Vaticano II… De este modo, en el nuevo Misal, la norma de la oración (lex orandi) de la Iglesia responde a la norma perenne de la fe (lex credendi)» (Proemio 2). Siguen en el subtítulo reafirmaciones de la Presencia real, las especies eucarísticas, el sacerdocio ministerial, el sacerdocio de los fieles, etc. (2-5).

«Manifestación de una tradición ininterrumpida

«Ambos Misales romanos [el de Pio V y el de Pablo VI], aunque medie entre ellos una distancia de cuatro siglos, recogen una misma a idéntica tradición. Si se examinan los elementos internos de esta tradición, se entiende cuán acertada y felizmente el primero es completado en el segundo» (ib. 6). Siguen argumentaciones de lo afirmado (7-9).

Yerran también los «tradicionalistas» –pocos– que afirman o sugieren que la Misa de Pablo VI es «menos santificante» que la de Pío V. En el Credo del Pueblo de Dios (1968, n, 24) confiesa Pablo VI, que «la Misa que es celebrada por el sacerdote representando la persona de Cristo, es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares». Es, pues, evidente quelas dos Misas tienen de suyo un mismo valor infinitamente santificante. Y no puede haber un infinito que sea mayor que otro infinito.

IV)
El Padre celestial «poda la Iglesia»

1.–El misterioso hundimiento moderno de la Iglesia en Occidente, precisamente en las naciones de más antigua filiación cristiana, sólo puede hallar su verdad más profunda en la providencia de Dios y de su Cristo. Sabemos por la fe que «todo lo que Dios creó, con su providencia lo conserva y lo gobierna» (Vaticano I, 1870: Dz 3003). Ahora bien, también sabemos «que son insondables sus juicios e inescrutables sus caminos. ¿Quién conoció el designio del Señor?» (Rm 11,33-34). Sus misteriosos planes de salvación son «para los judíos escándalo y locura para los gentiles, pero fuerza y sabiduría de Dios para los llamados» (1Cor 1,23-24).

«Fuerza y sabiduría» de Dios en el misterio. Sabemos que «Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Rm 8,28). ¿Todas las cosas? ¿También la brusca apostasía de un parte notable de la Iglesia? Sí, ciertamente. En la historia del mundo y de la Iglesia nada escapa al gobierno de la Providencia divina inescrutable, siempre omnipotente, sabia y justa, siempre plena de bondad y misericordia. La Pasión salvadora de nuestro Señor Jesucristo, causada por romanos y judíos, «realizó el plan que la autoridad [de Dios] había determinado de antemano» (Hch 4,27-28). Pero todo esto parece ser ignorado o no ser tenido en cuenta por quienes señalan a bulto las causas de la Apostasía occidental.

Mysterium fidei. Las criaturas existen por el amor del Creador, y como dice el salmista, «si esconde su rostro, se espantan; si les retira el aliento, expiran, y vuelven a ser polvo» (103,29). Tanto pecaron los hombres, que Dios «los abandonó a los deseos de su corazón» (Rm 1,24) … Esconde, retira, abandona, corta, poda… Palabras misteriosas, que el mismo Jesucristo emplea: «Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, [el Padre] lo cortará; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto» (Jn 15,2). Palabra de Cristo: Dios “podará” la Iglesia que da fruto…

Por el contrario, los diagnósticos de ciertos tradicionalistas sobre la actual Apostasía de Occidente se fijan sobre todo en las causas segundas, y parecen afectadas de un cierto trasfondo semipelagiano. «Querer es poder». En el binomio «gracia de Dios y voluntad del hombre», la parte decisiva está en la libertad del hombre. Consiguientemente, la causa principal de la Apostasía es el pecado de los hombres».

No insisten ellos tanto en afirmar lo que he recordado más arriba: «es Dios el que actúa en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13). Piensan que, si hay apostasía masiva en un momento de la Iglesia, ella tiene como única o al menos principal causa la infidelidad de las libertades humanas. Y que nada de la actual apostasía tiene relación alguna con una Providencia divina por la que Dios «a todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto».

La apostasía de cristianos es por supuesto obra del «príncipe de este mundo» (Jn 14,30), pues él es «homicida desde el principio… mentiroso y padre de la mentira» (8,44). Pero todo pecado, también el máximo de la Apostasía, no hubiera podido producirse si la Providencia divina, que todo lo gobierna, no lo hubiera permitido, como «poda» de comunidades cristianas fieles, para que den más fruto, o como «castigo» de otras comunidades infieles, para que se conviertan.

A Cristo le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra (Mt 28,18). Es infinitamente más fuerte que el diablo y los suyos.

2.–Grandes pecados atraen grandes castigos

A las Iglesias locales que desfallecen en la apostasía podrían aplicarse ciertas palabras severas de la Sagrada Escritura. Recuerdo algunas brevemente.

Jesús, de camino con sus discípulos, se acercó a una higuera que no daba fruto, y la maldijo: «Que jamás nazca fruto de ti. Y la higuera se secó al instante» (Mc 11,12-14). «Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, [el Padre] lo cortará» (Jn 15,2). Tanto pecaron los hombres, dando culto al mundo y negándolo a su Creador, que «Dios los entregó a los deseos de su corazón» (Rm 1,24). Esta frase de San Pablo recuerda la del salmista: «Mi pueblo no escuchó mi voz, no quiso obedecer: los entregué a su corazón obstinado, para que anduviesen según sus antojos» (Sal 80,13).

3.–Cristianos que durante siglos han sido testigos de la bondad de Jesús y de su fuerza santificante, después de haber recibido tantos bienes espirituales y materiales, se alejan de Él por la Apostasía, e incluso se tornan perseguidores de la fe cristiana… «Corruptio optimi pessima». El Nuevo Orden Mundial, el culto a la riqueza, la ideología de género, la grave destrucción de la familia, el derecho al aborto… Todo eso promueven ¡e imponen! numerosas naciones antes cristianas.

«¡Ay de ti, Corazein; ay de ti. Betsaida!… Si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistiría. Y yo os digo que el país de Sodoma será tratado con menos rigor que tú el día del juicio» (Mt 11,20-24).

4.–Anuncios de la Apostasía actual en los siglos XIX y XX

Se han dado en buen número, y casi todos nos los ha dado Dios por la Virgen María. Cito los principales.

+La Virgen de la Salette (1846)

Se aparece en la soledad del monte a dos niños pastores, Melania y Maximino. Según declara la niña, vieron a una Señora, que «nos dijo llorando todo el tiempo que nos habló (he visto correr sus lágrimas)»… Llora sobre todo por los pecados de los sacerdotes y religiosos: «Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias… Muchos [cristianos] abandonarán la fe, y el número de sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos»…

El papa Juan Pablo II escribe en carta al Obispo de Grenoble (6-V-1996): «La Virgen exhorta a renovarse; invita a la penitencia, a la perseverancia en la oración y, particularmente, a la fidelidad a la práctica dominical».

+La Virgen de Fátima (1917)

Como dice el cardenal Ratzinger, «el mensaje de Fátima, con un angustioso llamamiento a la conversión y a la penitencia, impulsa en realidad hacia el corazón del Evangelio. Fátima es sin duda la más profética de las apariciones modernas» (CDF, 26-VI.2000).

La Virgen a los tres niños, Lucía, Francisco y Jacinta: «¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido?… Tendréis que sufrir mucho… Rezad el Rosario todos los días…» (1ª aparición). «Muchas almas van al infierno» (4ª). «No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido» (6ª)… Nótese que en el tiempo de las apariciones de Fátima la vida cristiana –vocaciones, misa dominical, matrimonios monógamos perseverantes, misiones, etc.– se mantenía fiel en grado considerable. ¿Que nos diría hoy la Virgen de Fátima?

5.–«La maldad da muerte al malvado» (Sal 33,21). La Revelación anuncia desde el principio que en la historia de la humanidad habrá tiempos de una tribulación extrema, como consecuencias del pecado de los hombres y como castigo de ellos. Jesucristo lo confirma: «Habrá una gran calamidad en esta tierra, y un castigo para este pueblo» (Lc 21,23).

«Cuando vean en el lugar santo la abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel»… (Lc. 21,20; cf. Dan 9,27; 11,31; 12,11), «habrá entonces una tan gran tribulación cual no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá… De aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» (Mt 24,21.36).

Los grandes desastres profetizados por Jesucristo, previos al fin del mundo, son de algún modo anticipados en ciertos tiempos de la historia de la Iglesia (Mt 24,15-21; Lc 21,28-33). Y tanto para los tiempos trágicos como para la suma tribulación precedente a la Parusía gloriosa, valen las palabras confortadoras de Jesús: «Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está próxima vuestra redención… Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lc 21,28-33).

V)
Firmes en la fe, y alegres en la esperanza

La abundancia de males causados hoy en la Iglesia por el mundo, y no pocas veces generados dentro de la Iglesia, causa a veces desánimo y cansancio en cristianos, sacerdotes o laicos, que «combaten los buenos combates de la fe» (1Tim 6,12)… «Ya se ve que no hay nada que hacer. Llevamos años combatiendo herejías y sacrilegios, y no se acaban nunca, sino que aumentan en número y gravedad, en impunidad y atrevimiento»…

Estos pensamientos a veces no son más que pensaciones negativas. Pero si no se superan suficientemente por la esperanza, pueden llevar a una «mala tristeza» (2Cor 7,11), a un «celo amargo», a un «silencio defraudado», y en algún caso a «no ver ya» la verdadera situación de la Iglesia, cuando no son capaces de soportarla. Pero hay que perseverar en la caridad: «No se cansen de hacer el bien a todos, especialmente a los hermanos en la fe» (Gal 6,9-10).

Por otra parte, en personas enfermas, psicológicamente débiles, o de poca formación doctrinal, el proceso aludido puede mantenerlas en la Cruz, para que den en ella flor y fruto por la gracia de Dios. Bendito sea siempre y en toda situación.

Jesús: «¿Queréis iros vosotros también?» Pedro: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,66-67), Los fieles: «Perseveraban en oir la enseñanza de los apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan y en la oración» (Hch 2,42).

«¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra, hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios!» (2Cor 1,3-4).

 

José María Iraburu, sacerdote

 

 

Post post 1.– Aconsejo el post de Bruno M. ¿Qué podemos hacer para solucionar la crisis de la Iglesia?

Post post 2.– Dios me ha concedido escribir y publicar el libro «Providencia, alegres en la esperanza» (Ed. Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2022, 95 pgs.). Está escrito sobre todo para confortación de los católicos que en medio de las tormentas se ven desanimados y frustrados. Pero también para los fieles que por la fe en la Providencia se mantienen en la paz de la esperanza, viendo la realidad y diciendo sobre ella la verdad.

Doy en resumen el Índice de la obra.

Intención, Alegraos en la esperanza, 3. 1–Tiempos recios en la Iglesia, 4. 2–Profesión y defensa de la fe, 12. 3–Reformadores, Deformadores y Moderados, 17. 4–Sufrimiento y alegría, 26. 5–Errores sobre la Providencia divina, 33. 6–Todo lo que Dios creó por su providencia lo gobierna, 40. 7–La Providencia misteriosa y sus modos de acción, 45. 8–Dios providente hace milagros, 49. 9–La Providencia divina mantiene nuestra esperanza, 56. 10–La esperanza sana y eleva la memoria, 66. 11–Espiritualidad providencial, 75. 12–Alegres en la esperanza, 84.

Índice de Reforma o apostasía

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