El debate sobre el problema sinóptico continúa
Cuatro expertos defendieron sus respectivas hipótesis y criticaron las de los demás.
Daniel Iglesias Grèzes
El presente artículo es una breve reseña del siguiente libro electrónico: Stanley E. Porter y Bryan R. Dyer (editores), The Synoptic Problem: Four Views [El problema sinóptico: Cuatro perspectivas], Baker Academic, Grand Rapids, Michigan, 2016.
Este libro tiene diez capítulos. En el Capítulo 1, los editores hacen una presentación introductoria del problema sinóptico, es decir del problema planteado por las semejanzas y diferencias entre los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (los Evangelios sinópticos), que son muy parecidos entre sí en contenido, orden y redacción. En los Capítulos 2-5, cuatro expertos presentan y defienden sus hipótesis favoritas sobre el problema sinóptico.
En el Capítulo 2 Craig A. Evans propone la hipótesis de las dos fuentes, según la cual Marcos fue el primer Evangelio sinóptico, y Mateo y Lucas, sin depender entre sí, se basan cada uno en dos fuentes: Marcos y Q, una fuente hipotética. Ésta es actualmente la hipótesis más popular entre los biblistas.
En el Capítulo 3 Mark Goodacre propone la hipótesis de Farrer, que también se basa en la prioridad de Marcos, pero rechaza la fuente Q. El segundo Evangelio sinóptico (Mateo) dependería de Marcos y el tercero (Lucas) dependería de Marcos y de Mateo.
En el Capítulo 4 David Barrett Peabody propone la hipótesis de los dos Evangelios (también llamada hipótesis de Griesbach), que se basa en la prioridad de Mateo y sostiene que Lucas depende de Mateo y Marcos depende de los otros dos Evangelios sinópticos (Mateo y Lucas), siendo una especie de combinación de ambos.
En el Capítulo 5 Rainer Riesner propone la hipótesis de la oralidad y la memoria, que es mucho más difícil de explicar que las otras tres. Según el esquema que Riesner ofrece en la p. 107, esta hipótesis implicaría un proceso con cinco etapas. En la primera etapa tendríamos a Jesús, cuya enseñanza generó una tradición oral sobre sus dichos. En la segunda etapa tendríamos el desarrollo de cinco conjuntos de tradiciones orales: tres de los Doce y de Pedro (sobre los dichos, las historias y la Pasión de Jesús respectivamente), una de Galilea con narraciones y dichos de Jesús, y otra de la familia de Jesús. En la tercera etapa tendríamos el Proto-Marcos, una primera edición del Evangelio de Marcos basada en las tradiciones orales de los Doce y de Pedro. En la cuarta etapa tendríamos otros cuatro documentos escritos hipotéticos provenientes de distintas comunidades cristianas, todos ellos dependientes del Proto-Marcos. Y en la quinta etapa tendríamos los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, cada uno de ellos dependiendo directamente de dos o tres fuentes anteriores (sobre todo escritas), e indirectamente del Proto-Marcos.
En los Capítulos 6-9, cada uno de los cuatro expertos mencionados responde a los trabajos de los demás. Concretamente, en el Capítulo 6 Evans responde a Goodacre, Peabody y Reisner; en el Capítulo 7 Goodacre responde a Evans, Peabody y Reisner; en el Capítulo 8 Peabody responde a Evans, Goodacre y Reisner; y en el Capítulo 9 Reisner responde a Evans, Goodacre y Peabody. Finalmente, en el Capítulo 10 los editores presentan sus conclusiones, enfatizando algunos puntos de concordancia y sugiriendo algunos temas a profundizar.
Se trata de una obra sumamente interesante e instructiva para quienes quieran conocer más a fondo el estado actual del debate sobre el problema sinóptico.
Dado que es muy difícil resumir una obra así, a continuación me limitaré a hacer seis comentarios sobre puntos que me interesa destacar.
1. La limitación principal de esta obra es que no incluye a ningún experto que presente y defienda la hipótesis agustiniana, a la que considero como la solución más probable del problema sinóptico. La hipótesis agustiniana, como la de los dos Evangelios (o de Griesbach), se basa en la prioridad de Mateo, pero sostiene que el segundo Evangelio sinóptico fue el de Marcos, dependiente de Mateo, y el tercero fue el de Lucas, dependiente de Mateo y de Marcos. Esta fue durante más de 18 siglos la solución comúnmente aceptada del problema sinóptico y aún tiene defensores, aunque menos que las cuatro hipótesis consideradas en el libro aquí reseñado.
2. Una segunda limitación del libro es que, aunque se menciona de pasada un testimonio patrístico sobre el Evangelio de Mateo en hebreo, no se analiza el tema del idioma original de los Evangelios. Todos los expertos participantes concuerdan en que todos los Evangelios fueron escritos originalmente en griego. No se discuten las opiniones de los numerosos expertos que sostienen que uno o más de los Evangelios fueron escritos originalmente en hebreo o arameo y traducidos luego al griego.
3. La hipótesis de la oralidad y la memoria, tal como la presenta Reisner, no sólo es mucho más compleja que las hipótesis de las dos fuentes, de Farrer y de los dos Evangelios, sino que también es bastante más vaga o difusa. Podría decirse que la hipótesis de la oralidad y la memoria se destaca por su gran énfasis en las tradiciones orales, pero en realidad también las otras tres hipótesis consideradas reconocen la existencia e importancia de las tradiciones orales. Si nos atenemos al plano de las relaciones literarias, la hipótesis de la oralidad y la memoria parece ser en realidad una variante muy complicada de la hipótesis de las dos fuentes, puesto que entre los Evangelios escritos se da la prioridad a Marcos (mediante el Proto-Marcos) y que las cuatro fuentes escritas intermedias hipotéticas supuestas se podrían identificar con las que otros expertos llaman Q, M, L y Proto-Lucas. Así pues, la hipótesis de la oralidad y la memoria podría llamarse la hipótesis de las cinco fuentes: los tres Evangelios sinópticos dependerían de cinco fuentes anteriores: Proto-Marcos, Q, M, L y Proto-Lucas, aunque cada uno dependería sólo de algunas de ellas, no de las cinco. Como insinúa Peabody, la navaja de Ockham podría despachar esta hipótesis, dado que parece multiplicar los entes sin necesidad.
4. Otra limitación de la obra reseñada es que dedica relativamente poco espacio a la evidencia externa (sobre todo patrística) pertinente. No obstante, a continuación me detendré en dos puntos que sí se refieren a la evidencia patrística.
5. Evans ofrece un argumento, que a mi juicio es muy débil, para intentar probar la prioridad de Marcos con base en el testimonio de Papías. Su argumento es que Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica, cita dos pasajes de una obra perdida de Papías: primero un pasaje referido al Evangelio de Marcos y luego un pasaje referido al Evangelio de Mateo. Evans interpreta esto como una prueba o indicio de que Marcos fue escrito antes que Mateo. A este argumento se le puede hacer tres objeciones obvias. La primera es que Papías no dice ni insinúa en absoluto que el Evangelio de Marcos haya sido escrito antes que el Evangelio de Mateo. La segunda es que ni siquiera podemos estar seguros de que en la obra de Papías los dos pasajes en cuestión aparecían en el mismo orden en que Eusebio los cita. Eusebio hace sus citas a medida que las necesita según el plan de su obra, no necesariamente según el orden de la obra original citada. La tercera es que durante al menos 18 siglos (¿o hasta Evans?) nadie interpretó a Papías ni a Eusebio como afirmando la prioridad de Marcos, lo cual sería muy raro si efectivamente el Evangelio de Marcos hubiera sido el primero.
6. Por último, quisiera criticar un argumento de Peabody a favor de la hipótesis de los dos Evangelios. Haciendo referencia a La concordancia de los evangelistas de San Agustín de Hipona, Peabody dice que al principio de la obra Agustín sostiene un orden cronológico de los Evangelios que coincide con su orden canónico (primero Mateo, segundo Marcos, tercero Lucas y cuarto Juan), pero al final de la obra, después de haber analizado todos los textos paralelos de los Evangelios, Agustín expresa una opinión diferente, considerando más probable que Lucas fuera el segundo Evangelio y Marcos el tercero, como una especie de combinación o fusión de Mateo y de Lucas. Enseguida reproduciré los textos correspondientes, pero me adelanto a presentar dos objeciones a este argumento de Peabody. En primer lugar, no está nada claro que haya que interpretar el segundo texto de Agustín en el sentido señalado por Peabody (de una prioridad cronológica de Lucas con respecto a Marcos), puesto que también puede interpretarse en el sentido de que Marcos comparte muchos contenidos con Mateo y con Lucas, sin una referencia necesaria a un determinado orden de composición. En segundo lugar, y más importante aún, aunque la interpretación de Peabody fuera correcta, Agustín no estaría actuando allí como testigo de una tradición eclesial muy antigua, sino que estaría dando su opinión como exégeta, basada en su propio análisis de la evidencia interna. En ese caso su testimonio no tendría más peso como evidencia histórica que, por ejemplo, el testimonio de Griesbach en el siglo XVIII.
San Agustín, La concordancia de los evangelistas, Libro I, 2, 3: “Esos cuatro evangelistas son conocidísimos en todo el orbe de la tierra. Y, quizá, el motivo de que sean cuatro haya que verlo en que son cuatro las partes del mundo, por todo el cual ellos mismos anunciaron de alguna manera, mediante el simbolismo que encierra su número, que se iba a propagar la Iglesia de Cristo. Este es el orden en que escribieron, según se acepta tradicionalmente: el primero Mateo, luego Marcos, en tercer lugar Lucas, y por último Juan. En consecuencia, fue uno el orden por lo que a conocer y anunciar el Evangelio, y otro por lo que a escribirlo se refiere. En su conocimiento y anuncio fueron los primeros quienes, siguiendo al Señor, presente corporalmente, le oyeron hablar y le vieron obrar, y fueron enviados por él en persona a evangelizar. En cuanto a ponerlo por escrito —que hay que creer que aconteció por mandato divino—, ocupan los lugares extremos dos de los elegidos por el Señor antes de su pasión: Mateo el primero, Juan el último. Los dos restantes no pertenecían al número de aquéllos; no obstante, habían seguido a Cristo que hablaba en ellos, por lo que han de ser abrazados como hijos. Por eso ocupan los puestos centrales y están protegidos por los otros por uno y otro costado.”
San Agustín, La concordancia de los evangelistas, Libro IV, 10, 11: “Juan es el último y ya no queda con quien compararle. Lo que refirió individualmente cada uno y callaron los demás, es difícil que plantee algún problema de concordia. Y por eso consta claramente que estos tres, es decir, Mateo, Marcos y Lucas, se ocuparon sobre todo de la humanidad de nuestro Señor Jesucristo, según la cual es Sacerdote y Rey. Y por eso, Marcos, que en aquel simbolismo de los cuatro animales parece estar significado en el rostro del hombre, o parece más bien acompañante de Mateo, puesto que tiene en común con él muchas cosas sobre la persona del rey, que no suele ir sin séquito —dato que mencioné en el libro primero— o —dato que parece más probable— camina con ambos. Pues aunque concuerde con Mateo en muchas cosas, en algunas concuerda más con Lucas, para mostrar con eso mismo que el hecho de que Cristo es hombre, cuya realidad representa Marcos, pertenece al león y al buey, es decir, a la persona real, que representa Mateo, y a la sacerdotal, representada por Lucas, pues Marcos abarca a ambas (…)”
(Véase ambos textos citados en: https://www.augustinus.it/spagnolo/consenso_evangelisti/).
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1 comentario
1. Mateo y Lucas comienzan con genealogías incompatibles, no sólo en identidades de los ancestros sino en cantidad de generaciones desde Abraham. Parece más probable que Mateo y Lucas hayan redactado independientemente sus genealogías respectivas que que uno de ellos haya conscientemente contradicho la genealogía del otro. Por lo tanto este hecho apoya independencia mutua entre Mateo y Lucas.
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DIG: Hay otras explicaciones de las diferencias entre las genealogías, entre ellas la de que Mateo quería resaltar la realeza de Jesús y Lucas su sacerdocio.
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2. Al narrar la muerte de Juan el Bautista Marcos llama "rey" a Herodes 4 veces. Mateo, que como publicano tenía claro que Herodes era tetrarca y no rey, lo llama "tetrarca" en el verso correspondiente a la 1a instancia de "rey" en Marcos y "rey" en el verso correspondiente a la 4a instancia. Eso se explica por "fatiga editorial": Mateo, escribiendo su texto teniendo ante sí el de Marcos, cambia "rey" por "tetrarca" en la 1a instancia, lo omite en la 2a y 3a, y en la 4a por el cansancio lo deja pasar. Por lo tanto este hecho apoya que Mateo depende de Marcos y no al revés.
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DIG: La "fatiga editorial" no sirve para probar que un texto es anterior a otro porque es solo una de las dos formas de explicar el hecho. Un autor que copia a otro puede introducir una inconsistencia por fatiga editorial o bien a la inversa el segundo autor puede eliminar una inconsistencia del primero al copiarlo.
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3. Marcos y Mateo combinan en un solo evento, dos días antes de la Pascua en casa de Simón el leproso, dos comidas en que una mujer ungió los piés de Jesús con perfume y los enjugó con su cabellera:
- una mucho antes de la Pasión en casa de un fariseo Simón - al que es plausible que Jesús habiese curado de algun mal, lo cual explica por qué siendo fariseo "le rogaba que fuera a comer con él" (Lc 7,36) -, en que la mujer en cuestión era una prostituta, y
- otra 6 días antes de la Pascua en casa de Lázaro, en que la mujer en cuestión era María, la hermana de éste.
Parece más probable que Lucas haya suprimido el evento combinado de Mateo o Marcos e introducido la narración exacta del evento en casa del fariseo Simón que que Marcos o Mateo haya eliminado la narración exacta en Lucas e introducido el evento combinado. Por lo tanto este hecho apoya que Lucas depende de Mateo o de Marcos y no al revés.
La conjunción de las conclusiones a partir de estos 3 "hechos textuales" es la hipótesis de las dos fuentes.
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