La búsqueda de la verdad: De Newman a Benedicto XVI
El Instituto Teológico Compostelano está celebrando, desde el 5 al 7 de septiembre, las XII Jornadas de Teología con el título: “Que resuene en el corazón de Europa: Prioridad de la pregunta por Dios”, haciéndose así eco de la petición del papa en su visita a Santiago de Compostela.
Los tres días se han organizado en conformidad con el siguiente programa: el día 5: “A la búsqueda de sentido"; el día 6: “El diálogo entre la razón y la fe en la cultura hispana"; y el 7, “Propuestas de futuro".
Los organizadores han tenido la amabilidad de invitarme a pronunciar una conferencia el primer día sobre “La búsqueda de la verdad desde Newman hasta Benedicto XVI". El texto de todas las ponencias se publicará pronto en un volumen editado por el Instituto Teológico Compostelano.
Para los que siguen este blog les ofrezco la conclusión de mi intervención. Espero que sea de su interés:
La escucha de las aportaciones y propuestas del beato John Henry Newman y del papa Benedicto XVI se revelan como una bandera levantada en favor de la verdad y de la posibilidad del acceso personal a la misma. Esta apuesta por la verdad sigue siendo la gran aportación que el Cristianismo ha de hacer en nuestro tiempo.
Para Newman, en completa coherencia con su trayectoria vital, no cabe una separación entre religión y verdad. El conocimiento no se reduce al conocimiento científico ni la fe puede quedar relegada al ámbito del sentimiento o del entusiasmo. La fe es un modo de conocer perfectamente legítimo que se asemeja, desde el punto de vista epistemológico, a los procesos habituales con los que el hombre llega a la verdad.
En el conocimiento están implicadas todas las dimensiones del hombre. La toma de conciencia de este hecho ha de ampliar el uso de la razón, que no puede renunciar a ser racional pero tampoco a ser humana. La revelación cristiana se presenta como una verdad garantizada por Dios que incide de modo decisivo en la orientación de la propia existencia.
El Cristianismo, la religión de la Encarnación, no está llamado a caminar por los senderos de la mera opinión, sino por la vía de la certeza. En medio de los saberes del mundo, la revelación invita a los hombres a no mutilar lo real, a no renunciar a un saber tendencialmente universal.
En continuidad con el pensamiento de Newman, también el teólogo J. Ratzinger y el papa Benedicto XVI apuesta por situar la verdad en el centro del esfuerzo intelectual y de la tarea pastoral de la Iglesia. Frente al reto del relativismo, la Iglesia no puede intentar comprar su “derecho de ciudadanía” al precio de prescindir de la verdad. Y no puede hacerlo por un doble motivo: la fidelidad a Dios y la fidelidad a los hombres.
Mantener despierta la sensibilidad por la verdad se convierte en un compromiso inexcusable para todo cristiano, para todo hombre y, con mayor motivo, para los pastores de la Iglesia. Ha sido Cristo quien ha proclamado: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32). En realidad, conocer la verdad es conocerlo a Él y dejarse atraer por Él. Sin esta referencia, la Iglesia no tendría nada que decir al mundo y nada que aportar a la construcción de la sociedad.

Homilía para el Domingo XXIII del Tiempo Ordinario (Ciclo A)
No es aconsejable sacar más de un post al día. Yo no lo hago. Entre uno y otro pasan horas, a veces muchas horas.
Leyendo algunas páginas de la red que tratan sobre la religión o, específicamente, sobre la Iglesia no dejo de sorprenderme. Para algunas personas, incluso para personas de buena fe y para católicos devotos, parece existir una especie de ecuación muy simple: “sé ortodoxo, sé obediente al magisterio y tu parroquia, congregación o grupo crecerá como un vergel en medio del desierto”. No me lo creo.
Estamos tan acostumbrados a lo anormal y a lo esperpéntico que, a estas alturas, un gesto de normalidad se agradece. Que una persona inteligente diga a propósito de la JMJ que “todo transcurrió en paz, alegría y convivencia simpática” parece de sentido común. Ni siquiera los amargados consiguieron empañar ese espíritu de alegría; sobre todo, de alegría.












