La eclesialidad de la fe (III)
2. Creo/creemos. La comunionalidad de la fe
La eclesialidad del acto de creer se explica no solamente por la presencia en la historia de la revelación, presencia que la Tradición hace posible, sino también, y de modo complementario, por la estructura comunional de la fe: “Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo” . En realidad, la misma Tradición tiene esta estructura, pues, como hemos visto, el sujeto de la transmisión no es un individuo aislado, sino la comunidad creyente.
La revelación está dirigida al hombre, que es su destinatario. Al hombre concreto, una de cuyas relaciones constitutivas es la sociabilidad, la comunionalidad, la apertura a los demás. Un hecho tan básico como el nacimiento nos remite a otros: “Nacemos de otros, o incluso no nacemos, sino que ‘somos nacidos’, tal como se expresa en latín y en las lenguas anglosajonas (inglés y alemán)” . El individuo humano, que nace indefenso, no podría sobrevivir sin la ayuda de los otros; en especial, sin la ayuda de la madre.
También el aprendizaje, necesario para desenvolverse en la vida, es una realidad que se recibe de otros, ya que la formación del individuo se lleva a cabo a través de la relación interpersonal y social. El proceso de individualización es, de este modo, inseparablemente, un proceso de socialización, de integración en una comunidad humana, con su cultura, sus valores y sus pautas de conducta. En todo este proceso cumple un papel de primera importancia el lenguaje, como veremos más adelante.
Desde la perspectiva teológica, “el fondo del ser es comunión” . Desde el punto de vista de su objeto, la fe es communio porque se apoya en la Trinidad de Dios, en la comunión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, pues, como confiesa la Fides Damasi, “Dios es único, pero no solitario” . Desde el punto de vista del sujeto, el yo de las fórmulas del credo es “el yo de la Iglesia creyente, al que pertenecen todos los ‘yo’ particulares en cuanto creyentes” . La unidad del objeto de la fe – la Trinidad – es la causa que determina la unidad del sujeto creyente – la Iglesia - .
La fe es un don de Dios, pero un don que es entregado a la Iglesia, y a cada creyente en tanto que es recibido en la comunión de la Iglesia:
“Nadie puede establecer por sí mismo que es creyente. La fe es un proceso de muerte y de nacimiento, un pasivo activo y un activo pasivo, que necesita a los otros: que necesita el culto de la Iglesia, en el que se celebra la liturgia de la cruz y resurrección de Jesucristo. El bautismo es sacramento de la fe y también la Iglesia es sacramento de fe” (J. Ratzinger).

1. Recibir y transmitir
A propósito del valor eclesial del acto de fe, el Catecismo de la Iglesia Católica emplea una expresión que nos servirá de hilo conductor en este artículo: “Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes” . La cadena está formada por una serie de muchos eslabones enlazados entre sí, de modo que unos se sustentan en otros y, a su vez, ayudan a sustentar a otros.
Homilía para el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario (Ciclo A)












