InfoCatólica / No sin grave daño / Etiquetas: sacrilegio

25.11.16

Las consecuencias del sacrilegio eucarístico

Sobre el pecado de sacrilegio dice el Catecismo:

“2120 El sacrilegio consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas y los lugares consagrados a Dios. El sacrilegio es un pecado grave sobre todo cuando es cometido contra la Eucaristía, pues en este sacramento el Cuerpo de Cristo se nos hace presente substancialmente (cf CIC can. 1367. 1376).

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El sacrilegio es también un delito para el Derecho Canónico:

“1367  Quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; el clérigo puede ser castigado además con otra pena, sin excluir la expulsión del estado clerical.”

 “1376  Quien profana una cosa sagrada, mueble o inmueble, debe ser castigado con una pena justa.”

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25.05.16

Dos ejemplos más de uso de los textos magisteriales en "Amoris Laetitia"

Mons. FernándezSegún un artículo recientemente publicado en Chiesa. org, algunos párrafos de la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia” coinciden bastante a la letra con otros párrafos escritos en los años 2005 y 2006 por Mons. Víctor Fernández, con ocasión de un simposio dedicado a la Encíclica “Veritatis Splendor” de San Juan Pablo II.

Queremos comentar aquí dos de esos pasajes de Mons. Fernández, que tienen eco en la Exhortación Apostólica, y que extraemos del citado artículo de Chiesa.org.  Los subrayados en negrita son nuestros.

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18.05.16

Más sobre "Amoris Laetitia"

JudasLa Dra. Luiza Clelia Bingemer ha publicado un artículo sobre “Amoris Laetitia” en el cual hace algunas observaciones que nos interesa comentar, empezando por ésta:

“Algunos han puesto el grito en el cielo viendo el lugar que atribuye Amoris Laetitia a la conciencia personal a la hora de discernir cosas tan importantes como la posibilidad de comulgar, partir del reconocimiento de circunstancias atenuantes que disminuyen la culpabilidad. Parece que olvidan aquella afirmación de san Juan Pablo II: "El juicio sobre el estado de gracia, obviamente, corresponde solamente al interesado, tratándose de una valoración de conciencia” ("De gratiae statu, ut patet, iudicium solum ad singulos homines spectat, cum de conscientiae aestimatione agatur": Ecclesia de Eucharistia 37).

Se trata sólo de una cierta seguridad moral, la que puede tener una persona cuando se acerca a comulgar, porque el Concilio de Trento ha definido que, mirándonos a nosotros mismos, no podemos tener certeza acerca de nuestro estado de gracia (Ses. VI, cáp. 9), aunque mirando el amor y las promesas de Cristo podamos sí tener una “firmissima spes” (cáp. 13).”

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11.05.16

¿Qué debe hacer un sacerdote?

ConfesiónEl P. Jorge Costadoat S.J. ha publicado un artículo titulado “Ante la Amoris Laetitia, ¿qué hacemos los sacerdotes?

Lo transcribimos y comentamos intercaladamente a continuación. Las negritas en mis intervenciones son mías.

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“A propósito de la posibilidad de que los católicos divorciados vueltos a casar comulguen en misa, Amoris laetitia señala que la institución eclesiástica debe procurar “integrar” a todos a la comunidad eclesial. El documento afirma que estas personas -aunque se encuentren en una situación anómala desde un punto de vista objetivo- pueden encontrarse en gracia, y los sacerdotes que han de tratar con ellas, en vez hacerles sentir culpables, podrían ayudarles con los sacramentos (AL, nota 351).”

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11.04.16

Comer y beber indignamente el Cuerpo del Señor en "Amoris Laetitia"

Eucaristía IIComentamos aquí un pasaje de “Amoris Laetitia”, en su cap. V:

“185. En esta línea es conveniente tomar muy en serio un texto bíblico que suele ser interpretado fuera de su contexto, o de una manera muy general, con lo cual se puede descuidar su sentido más inmediato y directo, que es marcadamente social. Se trata de 1 Co 11,17-34, donde san Pablo enfrenta una situación vergonzosa de la comunidad. Allí, algunas personas acomodadas tendían a discriminar a los pobres, y esto se producía incluso en el ágape que acompañaba a la celebración de la Eucaristía. Mientras los ricos gustaban sus manjares, los pobres se quedaban mirando y sin tener qué comer: Así, «uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres?» (vv. 21-22).

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