15.10.16

Décimas para un mártir cristero. A San José Sánchez del Río

Mi amigo, el profesor José Ferrari, me envió estas hermosas décimas dedicadas al próximo santo mexicano, el joven cristero San José Sánchez del Río.

Amén de la letra (deliciosa de por sí) comparto también la música que hizo componer a un grupo folclórico argentino, con ritmo de corrido, en honor a este mártir de Cristo Rey.

Prosit.

P. Javier Olivera Ravasi

¿Quién fue heroica ligadura
entre fusil y poema,
entre rubí de diadema
y una frente prematura?
¿Quién paradoja y costura
de dos humanas fronteras?
Esas manos tempraneras
encumbraron estandarte
y se volvieron baluarte
de las entrañas cristeras.



Fue José Sánchez del Río
-de Michoacán, sahuayense-
clarín y juglar castrense;
niño en años, hombre en brío.
(Le parece un desvarío
a la gente indiferente
que vida tan incipiente
se trunque por un delirio,
no comprenden el martirio
de su amor intransigente).



Vida de juego y encanto
flor de harina su inocencia
grabado de providencia
en pliegos de risa y llanto.
Sobre su pecho un quebranto
rayaba la nueva aurora,
su savia apenas aflora
y ya irrumpe el infinito
con la plegaria de un grito
tras su pena redentora.



Animaba el campamento
su voz aguda, señera,
un rosario por hilera
le desgranaba el aliento.
La Fe quemaba su acento
como lumbre de candela,
tesón y metal de espuela
contra el blasfemo enemigo.
Acabó siendo testigo
por soldado y centinela.



Trenzado firme el Destino
apeó su temple inmortal
cuando salvó al general
inerme ante el asesino…
Designio angosto y divino
prestó su caballería,
rezumaba de porfía
por aquel cielo añorado
que se ha rasgado el costado
para calmar su agonía.



Sangre nupcial tu alabanza
por febrero sembradío,
San José Sánchez del Río
tierra y sudor de labranza.
Hora de Dios que te alcanza
con puñales inhumanos
rogando por tus hermanos
en ese cruento calvario;
callado como un sagrario
todo México en tus manos.


Lobreguez, miedo y tristeza
declinan en su letargo,
bebiste el cáliz amargo
por una dulce promesa.
Gloria de Cruz tu grandeza
traza victoria el suplicio,
se yergue un nuevo Tarsicio
sobre la faz de esta grey…
Vitoreando a Cristo Rey
a los pies del Sacrificio.

– _José A. Ferrari_ –

13.10.16

11.10.16

"Nosotros los indios". Prólogo para librarnos de España el 12 de Octubre

Comparto aquí el prólogo que el Prof. Cristián Rodrigo Iturralde me pidió redactar a su segundo volumen del “1492: fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América. Tomo 2, Unión Editorial, Buenos Aires, 2016″.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Pedidos a: [email protected]

http://cristianrodrigoiturralde.blogspot.com.ar/


PRÓLOGO a

1492: fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América. Tomo 2

 

 

El autor me ha pedido que prologue el presente libro, continuación de aquel 1492. Fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América, publicado exitosamente hace apenas dos años.

Debo decir que ha sido de un enorme fruto su lectura pues, amén de estar redactado didácticamente para nosotros, los poco-lectores del siglo XXI, se encuentra cuidadosa y apabullantemente documentado, conforme a las autoridades más sobresalientes en la materia.

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8.10.16

Nuevo libro: La contrarrevolución cristera (P. Javier Olivera Ravasi)

Luego de varios años de trabajo y con el apoyo del Dr. Enrique Díaz Araujo, el P. Alfredo Sáenz y el Prof. Jean Meyer, pude terminar de armar en formato libro mi tesis doctoral en Historia titulada “La contrarevolución cristera: dos cosmovisiones en pugna".

La tesis fue defendida ante el mismo Jean Meyer y un tribunal que no era totalmente favorable al enfoque propuesto; pero a Dios gracias todo terminó bien a pesar de las dificultades que encontré -incluso hasta inter medios cleros.

Providencialente, ante la pronta canonización de San José Sánchez del Río, el libro sale ahora a la luz en formato papel y en formato digital.

Para quien desee, venga aquí un extracto del prólogo del P. Alfredo Sáenz, SJ, y el índice de la obra que posee varias imágenes.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Para formato digital: aquí

Para formato papel (sólo para Argentina, por el momento): [email protected]


Prólogo del P. Alfredo Sáenz, SJ

Es para mí una verdadera satisfacción la posibilidad que se me ha ofrecido de anteponer algunas líneas a este excelente estudio sobre la gesta de los cristeros, uno de los episodios más gloriosos de la Iglesia del siglo XX. Nos limitaremos en estas páginas a destacar los principales logros del autor.

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7.10.16

El iscariotismo y el profesor Caturelli

Alberto Caturelli: un legado y una despedida

Dra. Andrea Greco de Álvarez

Ha fallecido Don Alberto Caturelli. Un honor para esta Patria haber tenido entre sus hijos a este eminente filósofo pero más encumbrado cristiano. María Virginia Gristelli ha publicado un homenaje al cual adherimos con sinceridad (aquí), como también recomendamos el in memoriam del P. Iraburu (aquí).

            Sólo quisiéramos traer aquí el recuerdo, si cabe agregar algo a lo dicho acerca de su luminosa existencia en este mundo, de su certísima percepción de los males y peligros que actualmente acosan al cristiano y a la Iglesia. 

Alberto Caturelli en la conclusión de su libro La Iglesia Católica y las catacumbas hoy expresa:

“¿Por qué escribí este libro?… he vuelto a repasar la doctrina de la tradición de siempre sobre el sacerdocio común de los laicos (…) han de dar testimonio de Él en todo lugar y circunstancia (Lumen gentium, II, 10) (…) En la situación actual del mundo su misión [la del laico] se vuelve dolorosísima: el mundo odia al laico católico quien sufre un asedio casi insoportable desde fuera y desde dentro de la Iglesia militante. Por eso he ido escribiendo este libro como testimonio de esa experiencia. Desde el mundo acontece lo que siempre es de esperar: las puertas se cierran, el acoso constante en la Universidad, en el trabajo y en la vida social; las dificultades que provienen de mis propias debilidades y pecados; desde dentro, el progresismo ‘teológico’ infiltrado en la Iglesia, el mutismo hostil, los celos, la persecución silenciosa, el abatimiento y la confusión de ovejas en soledad… el sufrimiento callado”[1].

Creo que esto que escribía Caturelli es lo que más de un cristiano percibe cuando pretende ser fiel a la Iglesia de Cristo, sin menguas ni concesiones. Está claro que, como dice don Alberto, hubiera sido para él, como lo sería para nosotros, más sencillo, tranquilo y “falsamente prudente” dedicarse y dedicarnos a nuestros problemas cotidianos y despreocuparnos de los problemas de la Iglesia. Seguramente eso hubiera disminuido para él, y para nosotros, el asedio que vivimos desde el mundo y desde dentro. Pero, como nos fue enseñado:

En esta vida emprestada

el buen vivir es la clave;

aquél que se salva, sabe,

y el que no, no sabe nada.

… Y por eso en esta vida en que vamos de paso no estamos para el descanso y la vida tranquila sino para dar la lucha que nos allane el camino hacia el cielo y Alberto Caturelli fue un ejemplo de laico comprometido con la vida eclesial.

Hay un mal de nuestro tiempo que Caturelli ha señalado con enorme claridad y lucidez: el iscariotismo. Se trata de un duro texto que sirve para mostrar los peligros que se ciernen sobre una Iglesia que no quiere confrontar con el mundo, que prefiere castigar con severidad puertas adentro para mostrar toda su blandura puertas afuera:

“Como un gas impalpable que penetra en la Iglesia por alguna grieta (como denunciaba Pablo VI) el iscariotismo no quiere “confrontaciones” ni recios testimonios (sí, sí; no, no) sino compromisos equívocos, “ponderados” y “prudentes”… que le permitan seguir viviendo “en paz” con el mundo.

No le preocupa “traer las ovejas perdidas a la Casa del Padre” (que podría costarle hasta el no deseado martirio) sino trasquilar sus ovejas, hacer de ellas obsecuentes cortesanos y desempeñar hasta el fin su papel de mercenario entregado al mundo. El pastor se alía con el Lobo. El iscariotismo acentúa la “enfermedad” radical del hombre, bajo el pretexto de ofrecerle una “mejor calidad de vida” terrena, le lleva a la muerte segunda y a padecer la lepra mortal de la opulencia.

El Iscariote ha sustituido el compromiso con Cristo por la “ética del discurso” (como dicen ciertos “filósofos” actuales) que se funda en el “consenso”… Los iscariotes de la Iglesia y el mundo no se atreven a oponerse a “las mayorías”[2].

Quiera Dios que a ejemplo de Don Alberto Caturelli, que ha llegado al fin del Camino, seamos fieles testigos de la fe, perseverantes en nuestro compromiso de laicos cristianos, seguros y claros, capaces de recios testimonios, nunca mercenarios, despreocupados de los consensos terrenales porque sólo nos importa el “consenso” de los santos, de los héroes, de los coros angélicos, de aquellos que nos han precedido en esta tierra y se encuentran ya frente al Rey de Reyes.

¡Dale Señor el descanso eterno y brille para él la luz que no tiene fin! ¡Que el alma de Don Alberto y de los fieles difuntos, por la Misericordia de Dios, descansen en paz!

 
Dra. Andrea Greco de Álvarez


[1] Caturelli, Alberto, La Iglesia Católica y las catacumbas de hoy, Buenos Aires: Gladius, 2006, p. 331.

[2] Ibíd, p. 327.

Imagen: “Judas", de O Alejadinho