La Iglesia Católica crece día a día en Estados Unidos
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Con todo respeto, pero también con una sonrisa: la fe no es una startup que aspire a convencer a inversores, ni la Iglesia una empresa sujeta al pánico trimestral de las cifras. El Reino de Dios no cotiza en bolsa, y lo suyo nunca ha sido crecer con linealidad bursátil. Más bien, si algo nos enseña la historia de la Iglesia, es que su curva ha sido siempre dentada, en forma de sierra: subidas gloriosas, bajadas misteriosas, persecuciones, resurgimientos, herejías, conversiones en masa... y así, en una especie de coreografía providencial donde no siempre lo visible revela lo real.
Sabemos, porque lo ha prometido el mismo Señor, que la guerra ya está ganada. Pero de aquí a la Parusía, lo que veremos será más bien un combate con momentos de silencio, avances invisibles, y una fidelidad que a menudo no da titulares. Como bien decía San Agustín, "muchos están dentro que no lo están, y muchos están fuera que lo están". Las estadísticas, por muy bien presentadas que vengan en PowerPoint, no capturan eso.
Preocuparse en exceso por las cifras puede revelar más una crisis de fe que una pasión apostólica. Porque cuando uno cree de verdad que Cristo es el Señor, sabe que el Reino no se mide por seguidores, sino por santos.
Así que sí, sigamos evangelizando con alegría, incluso en redes; pero recordando siempre que el algoritmo del Espíritu Santo no se deja encerrar en Excel.
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