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30.04.19

"No comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían ser garantes" (I Tim 1, 7)

En la Iglesia ha tardado [estamos en el año 2019: perdón por el dato], pero se ha cumplido de la a la z, la denuncia que hacía ya san Pablo en la Carta a Timoteo, que cito: Como te he recomendado al irme para Macedonia, quédate en Éfeso para impedirles a algunos que enseñen cosas diferentes (…): esto no lleva más que a vanas búsquedas, frente al designio de Dios que se acoge en la Fe. La intención de esta prohibición es el amor, la caridad, que viene de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe sin desvíos. Algunos, por apartarse de este camino, se han vuelto hacia discursos insustanciales; quieren pasar por especialistas de la Ley, mientras que *no comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían  ser garantes*. [La traducción es mía:¡no puedo con las traducciones falseadoras!].

Es algo que me lleva dando vueltas desde hace ya mucho tiempo: el lenguaje “eclesial” -mejor: pseudoeclesial; porque el verdadero lenguaje que cuadra con lo que la Iglesia ES y con todo aquello para lo que la Iglesia ESTÁ, ha desaparecido- se ha hecho irreconocible. Y no solo para los fieles de a pie, sino para tantísimos miembros de la Jerarquía que ya no saben ni lo que dicen. Porque ya no saben ni para lo que están.

Se les cumple -y desde ahi hacia abajo, a todos los niveles- lo que he recogido de san Pablo: No comprenden ni lo que dicen, ni nada de lo que ellos mismos deberían ser garantes. Es decir: ni oyen, ni ven, ni entienden.

Todo se ha quedado, en el mejor de los casos, en palabras retóricas, huecas y hueras, porque su carga semántica, el mensaje y la intención que les ha dado Jesucristo, se ha arrumbado porque se ha despreciado. NI cuando mantienen las palabras los que las pronuncian no pretenden que signifiquen lo que siempre han significado y deben seguir significando, para seguir siendo fieles al Señor que es Quien nos ha traido y puesto en SU Iglesia, en favor de todos, para que todos puedan oír hablar de Dios… y salvarse.

Pero, ¿cómo se van a salvar, si no creen? ¿y cómo van a creer, si no se les predica? ¿y quién les va a predicar si no son enviados; o, siéndolo, enseñan ya otras cosas porque lo que se les ha dicho que digan es que hay que recoger plásticos, y no hacer sufrir a la madre tierra? O que hay que dar de comer, sí; pero no convertir a nadie, porque el gran pecado en la Iglesia es el proselitismo. O ¡vamos a salvar a la Amazonia! -¡nunca a las almas!-, montando los bolos para hacer “sacerdotes” al personal ya con pilingui, o bien casados por la Iglesia…, o sin la Iglesia: que en Brasil ya queda muy poquita.

Porque es lo absolutamente lógico: ¡para salvar la Amazonia y demás hacen falta que los curas estén casados! ¡Esto no lo mejora ni Aristóteles con toda su Lógica, que ya es decir!

Como lo oyen. Aparte que ya lo saben.

¿Qué obispo -podría nombrar también a otros- escribe hoy, como san Pablo: Estoy lleno de gratitud hacia el que me fortalece, Jesucristo nuestro Señor, pues Él me ha estimado digno de confianza cuando me ha encargado el ministerio, a mí, que antes fui blasfemo, perseguidor y violento. Pero Él se ha volcado con su Misericordia, pues yo había obrado por ignorancia, no teniendo aún la Fe: la gracia de nuestro Señor ha sido aún más abundante, y con ella la fe, y el amor que está en Cristo Jesús (12-14)?

¿Por qué será que a san Pablo se le entiende todo? Y a san Juan, y a san Pedro, y a Cornelio, y a Cipriano, y a Tomás de Aquino, y a san Juan Pablo II y a Benedicto XVI? ¿A que con los santos da gusto? Nos hacen más listos, más penetrantes, más juiciosos, más honestos intelectual y moralmente.

A la vez que nos apartan de las “veleidades” -incluido el clericalismo, por supuesto-, por decirlo en fino, a las que estamos tan expuestos los clérigos y religios@s a todos los niveles; por no hablar de las herejías, que también tenemos muy a mano. Hoy, incluso, a manos llenas.

Porque, ¿qué quiere decir hoy, desde el oficialimo, “evangelizar", “catequesis", “acompañar", “escuchar", “pobres", “Fe", “Iglesia", “Jesucristo", “Vida Eterna", “dar doctrina", “administrar los Sacramentos", “pecado” y “perdonar los pecados", etc. Podría estar hasta mañana.

A la vez, se han arrinconado términos como “fidelidad", “salvación", “infierno", “resurrección de los muertos", “gobierno", “gracia", “santa Misa", “herejía", “Mandamientos", “Confesión", etc. También hasta mañana y más.

Un dato totalmente demostrativo de lo que estoy diciendo: ¿por qué tuvo que venir Juan Pablo II a ordenar que se hiciese un Catecismo de la Iglesia Católica"? Bueno, más parece una enciclopedia que un Catecismo, pero sirve; porque la intención y el deseo anunciado por el Papa era que las Conferencias Episcopales, a partir de ahí, hiciesen sus Catecismos para las catequesis. Nadie le hizo el más mínimo caso. Y así seguimos: sin catecismos escolares, por ejemplo.

Pues tuvo que venir JP II a ordenar esto PORQUE SE HABÍAN SUPRIMIDO TODOS LOS CATECISMOS habidos y por haber: ¡desaparecieron! Y, para más inri, SE PROHIBIERON REEDITAR los que ya existían, aunque seguían siendo necesarios.

¿Vamos luego a extrañarnos del fracaso absoluto de las catequesis en la Iglesia Católica, a todos los niveles y en todos los ambientes? La DESCRISTIANiZACIÓN estaba cantada -era cuestión de tiempo- porque los medios estaban puestos. Y siguen estando.

Cuando alguien de la Jerarquía dice, por ejemplo, que “es Voluntad de Dios la existencia de las diversas religiones", poniéndo este hecho al nivel de las diferencias de razas y culturas, por ejemplo; y, al decirlo así, pretende hacerlo desde su cargo jerárquico y presentarlo como doctrina católica…, pues ni sabe lo que quiere decir “Voluntad de Dios", ni “religión", ni “religiones", ni “Dios", ni “diioses"…, ni sabe lo que es ser miembro de la Jerarquía Católica.

Y lo mismo cuando alguien de la Jerarquía pretende cambiar la ley moral y sus fundamentos, en general, o la moralidad sobre la sexualidad, en particular: nadie en la Iglesia tiene esa potestad; y, si lo pretende, cae en herejía tout court. NO está en nuestras manos, aunque sean las de la Jerarquía, cambiár nada referente a la Fe -el Credo-, a la moral y las costumbres -los Mandamientos-, y a la liturgia:Misa y Sacramentos. No está en nuestras manos, ni en las de la Iglesia como Institución.

De ahí la necesidad de que los católicos, de los que aún queremos reconocernos como tales y ser fieles a nuestra vocación de hijos de Dios en su Iglesia, nos formemos muy bien. En caso contrario, se nos llevará la corriente. Que es fortísima, porque está de crecida,

Si no lo han hecho nunca, o hace ya mucho de eso, les recomiendo encarecidamente que vuelvan a beber con ansia en los Santos Padres; y, antes, del Nuevo Testamento. Es una bocanada de aire fresco, de agua limpia y clara, refrescante y vivificadora. Eleva el alma, y libera y protege de toda esta porquería pseudoeclesial que pretende asfixiarnos: o sea, matarnos el alma.

Y siempre nos quedarán los papas, cardenales, obispos y sacerdotes fieles. Confesores y, si hace falta, también mártires: pero fieles.