InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Serie meditaciones sobre El Credo

4.06.12

Meditaciones sobre el Credo 6.-Ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios Padre Omnipotente

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

6.- Ascendió a los cielos, y se sentó a la diestra de Dios Padre Omnipotente .

Está sentado a la derecha del Padre

Cuando Jesús resucitó tenía que cumplir con el camino que había establecido Dios para Su Hijo. Tenía que ascender a los cielos, prepararnos las estancias (cf. Jn 14, 2) que prometió a sus apóstoles y cuando fuera voluntad de Dios, volver en su Parusía.

Recoge los Hechos de los Apóstoles, exactamente al principio de los mismos (1, 1-11), lo que San Lucas escribe a Teófilo. Lo hace en los siguientes términos:

“El primer libro lo escribí, Teófilo, sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que, después de haber dado instrucciones por medio del Espíritu Santo a los apóstoles que había elegido, fue llevado al cielo. A estos mismos, después de su pasión, se les presentó dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Mientras estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la Promesa del Padre, ‘que oísteis de mí: Que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días’. Los que estaban reunidos le preguntaron: ‘Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?’ El les contestó: ‘A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad, sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.’ Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos.”

Jesús, el Cristo, ascendió a los cielos, a la Casa del Padre y el Hijo de Dios hizo lo que tenía que hacer antes de volver al definitivo Reino de su Padre.

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28.05.12

Meditaciones sobre el Credo 5.-Descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

5.- Descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos .

Resucitó

Como algunas veces había dicho Jesús, al tercer día después de su muerte, resucitaría de entre los muertos. Y, como era de esperar, así sucedió.

Pero nada de lo que iba a suceder era ignorado por Cristo sino que, en una ocasión, cuando mostró su enfado porque algunas personas habían convertido la Casa de Su Padre en un lugar de negocio y latrocinio (cf Jn 2, 16) tuvo que responder a las dudas de los judíos y sucedió tal que así (Jn 2, 18-22)

“Los judíos entonces le replicaron diciéndole: ‘Qué señal nos muestras para obrar así?’ Jesús les respondió: ‘Destruid este santuario y en tres días lo levantaré.’ Los judíos le contestaron: ‘Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?’ Pero él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.”

Por lo tanto, Jesucristo estaba en la seguridad, aceptada además, de que iba a ocurrir, exactamente, lo que luego sucedería.

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21.05.12

Meditaciones sobre el Credo 4.- Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

4.- Padeció Bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado .

Padeció bajo el poder...

El Evangelio de San Juan recoge, entre los versículos 18 y 27 de su capítulo 15 el argumento a favor de la persecución de los cristianos por sustentarse la misma sobre la que sufrió el mismo Jesucristo, fundador de la Iglesia que lleva el apellido de universal. Y dice lo que sigue:

“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me odia, odia también a mi Padre. Si no hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y nos odian a mí y a mi Padre. Pero es para que se cumpla lo que está escrito en su Ley: ‘Me han odiado sin motivo’. Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio”.

En realidad, Jesús sufrió un juicio que sabemos fue injusto por incumplir las características de tal tipo de procesos judíos. Luego que fue entregado al Gobernador Pilato para que lo condenara a muerte porque el pueblo judío no podía hacer tal cosa. Y que padeció…

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14.05.12

Meditaciones sobre el Credo 3.- Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

3.- Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María .

El Credo

En el texto de la Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968 al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XIX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma dice, en un momento determinado, el entonces Santo Padre, “Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas /…/y, luego, al referirse a la Virgen María, “Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, Fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro Jesucristo”.

En aquel especial Credo Pablo VI refiere los aspectos que, con la creencia en Dios Padre Todopoderoso, tienen especial relación con el creyente y con lo que suponen para el mismo. Por eso al referirse al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen María, explícita lo creído por todo católico: Jesucristo fue concebido con la intervención del Paráclito y se encarnó en María, joven judía que esperaba la salvación de Israel y oraba por la misma.

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7.05.12

Meditaciones sobre El Credo.- 2.- Creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer el mismo.

2.- Creo en Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor

Jesucristo

Siguiendo con la meditación sobre el Credo, es muy cierto que afirmar que Cristo es Hijo de Dios y que, además, es Señor nuestro, es sostener lo que, en verdad, llena nuestra vida de descendencia divina.

Decimos, en el Credo Niceno-Constantinopolitano, que Jesús fue “engendrado” y no creado por Dios. Por eso tenemos por cierto que el Emmanuel es Hijo Único del Creador en cuanto tal relación establecida entre estas dos personas de la Santísima Trinidad y no porque creamos que el ser humano no tenga tal filiación divina.

Pero Jesús, antes de aparecer entre nosotros con una realidad humana débil y mortal ya estaba en la eternidad en el seno del Padre. Y esto lo describe el evangelista Juan cuando dice (Jn 1, 1) que “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. O un poco después (1,4) cuando se establece entre nosotros: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad”, para certificar algo que es fundamental tener como verdad y siempre presente (1, 18) y que es que“ A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado”.

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