InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: S. Josemaría -Opus Dei

2.01.10

Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe". Ser pobres, de cuerpo y espíritu

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe -28
Ser pobres, de cuerpo y espíritu

No tienes espíritu de pobreza si, puesto a escoger de modo que la elección pase inadvertida, no escoges para ti lo peor.S. Josemaría
Camino, 635

Ser pobre parece, da la impresión, de no ser cosa deseada por nadie. Sin embargo, la pobreza no lo es sólo económica sino que, yendo más allá, existe una que es, incluso, más importante: la espiritual, la del alma con la que, no lo olvidemos, caminamos hacia el definitivo Reino de Dios.

Por eso, el fundador del Opus Dei tiene una comprensión adecuada de lo que es la pobreza.

Para empezar, dice que, en realidad, ser pobre no se refiere, únicamente, a no tener una posición económica buena sino que va más allá o, mejor, más acá del corazón: escoger para uno mismo lo peor. Tal es lo que, en verdad, hace al creyente pobre porque es, exactamente, lo que le pone en último lugar, en el que corresponde a quien sirve.

Por eso dice algo que resulta importante para quien quiera considerarse pobre pero en el sentido correcto:

Despégate de los bienes del mundo. —Ama y practica la pobreza de espíritu: conténtate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente. —Si no, nunca serás apóstol”.

Nada más y nada menos que dice, en el punto 631 de “Camino” que lo que corresponde a todo creyente es dejar los bienes del mundo a un lado. Pero no quiere decir, claro, que se tenga que vivir en la indigencia sino que la consideración de una vida cristiana ha de estar vinculada no al tener sino, más bien, al ser, exactamente, discípulos de Cristo.

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26.12.09

Opus Dei:"'Camino': el camino de la Fe"- Obedecer

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe -27
Obedecer

Si la obediencia no te da paz, es que eres soberbio
S. Josemaría
Camino, 620

Obedecer no siempre es fácil. Es más, en muchas ocasiones, nos resulta, simplemente, imposible. Quizá por soberbia o por no comprender cuál es nuestra situación ante las personas o ante Dios… el caso es que hacer lo que otra persona diga que hagamos es, las más de las veces, una cuesta demasiado empinada para subir.

Sin embargo, el cristiano sabe que ha de obedecer. No se trata de un comportamiento aborregado sino de un saber quién se es y qué es lo que tenemos, como deber, que llevar a cabo.

Por eso dice S. Josemaría (Punto 614) que “En los trabajos de apostolado no hay desobediencia pequeña” porque todo lo que vaya en contra de transmitir la Palabra de Dios y hacer presente, en el mundo, Su Ley, ha de ser considerado, por un creyente, como algo grave, de la mayor gravedad: es cuestión de Fe y de llevar, ésta, a efecto, en nuestra ordinario convivir.

Pero la pregunta salta, rápidamente, a la palestra de nuestro corazón: ¿Por qué ha de obedecer el cristiano? Es más, ¿No es, acaso, un ser libre cuya libertad le ha sido donada por Dios?

La respuesta a tales preguntas sólo puede venir desde la misma fe que tiene el que se considera hijo de Dios y así lo siente.
Por eso dejó escrito S. Josemaría (Punto 617) que “Obedeced, como en manos del artista obedece un instrumento —que no se para a considerar por qué hace esto o lo otro—, seguros de que nunca se os mandará cosa que no sea buena y para toda la gloria de Dios”.

Por tanto, como instrumentos que somos en manos de Dios, nos cabe, por decirlo así, seguir las instrucciones que el Creador tiene para cada uno de nosotros. Nada malo se nos puede mandar hacer porque nada malo puede salir del corazón del Padre. Siendo, además, lo que hacemos, para Su gloria lo que tenemos que llevar a cabo no es posible entender una falta de obediencia. Hacerlo así es, simplemente, comportarse como hijo desagradecido.

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12.12.09

Opus Dei: "Camino": el camino de la Fe - La Fe, nuestra fe

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe -25
La Fe, nuestra fe.

“Enciende tu fe. —No es Cristo una figura que pasó. No es un recuerdo que se pierde en la historia”.
S. Josemaría
Camino, 584.1

No se puede entender el camino del Opus Dei y el que, por eso mismo, inició su fundador sin el aporte de la fe. Sin ella nada podría haber hecho quien luego sería santo con el nombre de S. Josemaría.

Por eso la fe es, entre todos los demás apartados, uno que destaca sobremanera.

De algo, sin embargo, se da cuenta (ya entonces, cuando escribió “Camino”) el fundador del Opus Dei: no es oro todo lo que reluce:

Fe. —Da pena ver de qué abundante manera la tienen en su boca muchos cristianos, y con qué poca abundancia la ponen en sus obras.
—No parece sino que es virtud para predicarla, y no para practicarla

Y es que en el punto 579 se manifiesta algo que es, ciertamente, preocupante para un creyente católico y que no es otra cosa que el hecho de hacer como si se tiene fe pero, en verdad, poca se demuestra.

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5.12.09

Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe- Devoción por lo divino

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe -24
Devoción por lo divino

¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! —Te “metiste” en la Llaga santísima de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: “Si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¿qué no harán las cinco, abiertas en el madero?”
S. Josemaría
Camino, 555

El cristiano católico tiene devociones porque cree que, teniéndolas, está más cerca del definitivo Reino de Dios.

Y devociones hay muchas porque muchas son las almas que, en buen amor, ha suscitado Dios a lo largo de la historia para ser ejemplo de comportamiento filial y fiel.

Es más, siendo Josemaría Escrivá de Balaguer santo, también él se ha convertido en modelo de devoción y aunque seguro estoy de que no se creía tener la posibilidad de encontrarse en tal situación, debe sentirse especialmente gozoso de que hermanos suyos en la fe lo tengan por alguien, digamos, especial.

Por lo tanto, tenemos que tener en cuenta que las devociones son necesarias para la vida espiritual del católico. Así, nos dice en el número 552 de “Camino” lo siguiente: “Ten pocas devociones particulares, pero constantes”.

Eso no quiere decir, sin duda alguna, que no podamos tener varias sino, al contrario. Incide en dos aspectos a los que puede acogerse un creyente: tener devociones y no olvidar lo que significa eso, pues puede resultar fácil decir soy devoto de o cual santo o santa o de tal o cual beato o beata y luego, hacer como si no pudiera tener, tal devoción, ninguna importancia en nuestra vida.

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27.11.09

Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe" - Comunión de los Santos

Serie “El Camino de la Fe”.

San Josemaría

El Camino de la Fe -23

Hijo: ¡qué bien viviste la Comunión de los Santos, cuando me escribías: “ayer ’sentí’ que pedía usted por mí"!
S. Josemaría
Camino, 546

¡Qué bien saber que los Santos están en comunión con nosotros! No es, por más que se quiera manipular la expresión, ningún tipo de sometimiento a ninguna entidad superior a nosotros sino, al contrario, la gozosa aceptación de nuestra misma fe.

Ciertamente, sentir la Comunión de los Santos no es fácil. En un mundo tan materialista como el que nos ha tocado vivir, tal situación espiritual puede resultar, incluso, absurda para muchas mentes dominadas por la mundanidad.

Sin embargo, S. Josemaría nos lo explica con total claridad en el punto 544 de su “Camino”:

Comunión de los Santos. —¿Cómo te lo diría? —¿Ves lo que son las transfusiones de sangre para el cuerpo? Pues así viene a ser la Comunión de los Santos para el alma”.

Por eso, cuantos nos consideramos hijos de Dios y, añadimos a esto, la creencia en la realidad de la santificación, no nos cabe duda alguna de que la transfusión de comunión es, ciertamente, posible.

Es más, ¿Cuántas veces no hemos sentido que la misma se ha producido en nuestro corazón?

Por eso, en la cita que encabeza el artículo hoy se especifica o, mejor, se concreta, lo que puede ser la comunión de los santos para nosotros: cuando pedimos por alguien y tal persona siente, de alguna manera espiritual, que hemos hecho tan buena cosa. Ahí está la comunión que tanto nos debe unir.

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