InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Amigo de Lolo

28.02.22

Un amigo de Lolo “Lolo, libro a libro” - Vivir siempre de la esperanza

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

  

Vivir siempre de la esperanza 

“Sentado a la terraza, cuando la sirena ulula para recordarme el fin de la labor y la tarde se bruñe como un medallón antiguo, es útil tener delante un pasado que, aunque hermoso, no nos hiere, porque el corazón sigue echando raíces en la vida, al aire las ramas y esos nidos en medio que son la ilusión y el esfuerzo de cada hora y la conciencia de un espíritu común. Nuestro hoy no es más que una semilla del mañana y, el oro de entonces, se lo damos ya ahora mismo a los recuerdos.” (Las golondrinas nunca saben la hora, pp. 30-31)

 

Esto lo escribe Lolo en fecha de 19 de junio de 1961 y a nosotros, tantos años después de que dejara por escrito esta impresión de aquel día, nos parece que son las palabras de una persona que reconoce lo que ha pasado en su vida pero que, sobre todo, sabe muy bien que está, ahora, en aquel su “ahora” y que además tiene un mañana que ha de llegar.

Digamos que para el Beato de Linares (Jaén, España) aquel momento del día era muy especial. Y esto lo decimos porque habla de que la tarde se “bruñe” que es lo mismo que querer decir que aquel momento, en aquel momento, se saca brillo y se “lustra” o, lo que es lo mismo, se saca la luz que hay en, por ejemplo, aquel momento del día, como decimos arriba.

Esto lo decimos porque en tal momento a Lolo le vienen a la mente y al corazón los recuerdos del pasado. Lo que pasa es que para este nuestro amigo no es nada malo lo que refiere el mismo sino, al contrario, algo gozoso que tiene en cuenta para su propio bien espiritual.

Lo que dice Lolo es que su pasado, que fue hermoso, no le hiere el corazón o, lo que es lo mismo, no le amarga el presente que, digamos con franqueza, no es físicamente el mejor que pueda tener una persona. Sin embargo, para Manuel Lozano Garrido no es así la cosa sino que lo tiene, por pasado, como algo de lo que obtener fuerza para su presente y para lo que la vida le pueda deparar aún.

De todas formas, lo que nos ha hecho titular estas letras haciendo uso de la palabra “esperanza” es lo que dice Lolo después de escribir sobre el pasado que no le hiere. Y es que sabe que en su vida la ilusión es lo que prevalece y que la esperanza por lo que lleva a cabo y por lo que ha de venir, no empequeñece sino que engrandece a cada momento.

Sobre esto, hace uso Lolo de una imagen, la del árbol, que luego haría efectiva en su novela “El árbol desnudo” (algo más que autobiográfica) y, quizá podamos encontrar aquí lo que luego narraría en tal novela.

Pues bien, para este hombre, tan afectado ya entonces (veinte años le contemplan de enfermedad) su corazón no ha dejado de echar raíces sino que, al contrario, las sigue echando y teniendo, además, unas ramas a modo de brazos abiertos al mundo en las que anidan la ilusión y el esfuerzo de cada hora que, como sabemos por los testigos de aquello y por lo que dejó escrito, no fue poco sino mucho y más que mucho. Y creemos que con tal “echar raíces” nos quiere decir Lolo que no ha dejado de querer que su vida en el mundo se sustente en lo que él cree bueno y mejor para la misma.

¿Acaso el hoy termina en el hoy?

No. Lolo tiene por verdad que el mañana tiene un “ayer” y que el mismo no deja de ser “hoy” y que tal hoy no es más que una semilla que fructificará, precisamente, mañana. Por eso mantiene siempre viva la esperanza, la suya, de que lo que ha de venir tendrá su sustento, además, en el pasado al que no quita ni un ápice de importancia en su corazón y, así, en su propia existencia. Y lo llama “oro”, como lo más preciado en su vida sin olvidar el presente y lo que vendrá.

Esperanza, a eso bien le podemos llamar esperanza en estado puro.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

21.02.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” – Con un corazón chorreante

Presentación

Lolo junto a la Virgen sujetando un velón el día de su Primera Comunión

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

 

Con un corazón chorreante…

  

“A la Comunión, yo fui vestido de marinero, sin gorra, claro, con una gran vela de lazo y otro en el antebrazo, más una gran banda atravesada en el pecho, con un corazón chorreante, pintado por las monjitas.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 28)

 

Hoy hemos querido sustituir la imagen con la que iluminamos los artículos de Lolo porque lo que escribe en el texto que hemos traído invita a ello. Es decir, que el Lolo en su sillón de ruedas ha venido a ser el Lolo el día de su Primera Comunión o, al menos, con una fotografía que coincide a la perfección con lo que aquí nos dice. Esto último lo decimos porque es probable que en aquel entonces no se estilara la moda de fotografiar a quien recibe su Primera Comunión días antes en algún estudio de fotografía y, casi seguro, sea del mismo día. 

Pues bien, ahí tenemos a Manuel Lozano Garrido en el día en el que, por primera vez, recibió el Cuerpo y la Sangre de Cristo que, si nos atenemos a las cosas como son, fue el 9 de mayo de 1929. 

Debemos decir que nos alegramos más que mucho de que la descripción que hace Lolo de sí mismo en al día en ese su libro de Las Golondrinas nunca saben la hora coincida a la perfección con la imagen que aquí traemos. Y es que, se diga lo que se diga, esta imagen vale por muchas palabras aunque tengamos que decir algunas…

 Es casi seguro que nuestro amigo, a la edad en la que está tomada esta imagen fuera algo así como una fierecilla aún por domar. Y es que, como hemos dicho en anteriores artículos, él mismo habla de cómo eran en la escuela en aquel entonces y, francamente, distaban mucho de ser “angelitos” cosa que, por cierto, suele ser lo normal a tal edad. Pero aquí lo vemos serio y más que serio. Y es que la ocasión merecía tal seriedad. 

Lolo: 12 aniversario de Mi Primera Comunión | Beato Manuel Lozano Garrido,  beato Lolo

Todo apunta a lo que suele acompañar a quien recibe su primera Comunión: la velón, la medalla, el librito que puede adivinarse en su mano derecha apoyado en la mesa muy cerca de la imagen de la Virgen (en otra imagen, vemos a Lolo apoyado en la mesita con el librito abierto Pero en este caso hay algo que nos gustaría comentar y que muestra muy bien lo que sería Lolo en el futuro o, mejor, cómo se manifestaría Lolo en el futuro.

 Esto lo decimos para referirnos al “corazón chorreante” que lleva en una banda que le atraviesa el pecho (nunca mejor dicho esto al respecto de tal corazón) y que, al parecer, le pusieron allí las “monjitas”, como dice Lolo. 

Es cierto y verdad que Lolo, como suele decirse, nos ha dejado el balón botando para que lo rematemos a la perfección. Y es que todo, en su vida, fue expresión, precisamente, de tener un corazón chorreante de amor y, además y primero, de aceptar en la misma al que lo es de Cristo, chorreante de gozo por ser Hijo de Dios y por servir a su Padre del Cielo. 

Podemos imaginar que el tal corazón de refiere al Sagrado Corazón de Jesús al que se suele representar, eso, chorreando sangre pues la suya chorreó y mucho en el momento clave de su Pasión y tal expresión de sufrimiento y Amor es propia, la tenemos por propia, del Hijo de Dios. Y es que Lolo iba a recibir a Quien iba a ser su amigo y su Dios ya para siempre, siempre, siempre, como dice la santa llamada Teresa de Jesús al referirse a la vida eterna.

 El corazón de Lolo, a lo largo de su vida, podemos decir que aceptó en su existencia el sangrado que es el sufrimiento y el dolor. Y, poco a poco, “alfilerito” a alfilerito (como dice él mismo de cómo se sentía en cuanto al dolor, como si le clavasen…) fue conformando una existencia muy acorde con aquel “corazón chorreante” que las monjitas le pusieron allí, justo atravesando el pecho que es, además, una imagen muy fuerte de cómo fue la vida de Lolo: atravesado por el dolor pero, a la vez, gozoso por saber sobrenaturalizar el mismo.

 Es curioso, además, ahora que nos damos cuenta, que cuando el Beato de Linares (Jaén, España) habla de cómo se siente clavado en todo su cuerpo, no habla de “alfileres”, así dicho en normal, sino de “alfilerito” lo cual denota hasta, digamos, una aceptación mayor hacia lo que le pasa por hacer del diminutivo con el que, por lo general, expresamos cierto contento o, en todo caso, no desazón…

Y no hablamos, porque creemos que el artículo de hoy era por otra cosa, del gozo que debió suponer para Lolo recibir a Cristo en su cuerpo. Vamos, como para ponerse a saltar de alegría entonces que aún podía…

   

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

7.02.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - La gloria del martirio

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

  

La gloria del martirio

 

“Como digo, el Padre que nos pastoreaba era muy anciano y ya no hacía otra cosa que eso: contar cuentos en la sobremesa y fumar largos puros, que nosotros le regalábamos, por cajas, en su santo, para luego pedirle la ceniza durante las pausas que tenía que hacer en los relatos. En realidad, nunca refirió más que un solo cuento, el del Ojancoy la Ojanca, sin principio ni fin, que conocimos cuatro generaciones de hermanos. A lo más, el menor alcanzó hasta el Ojanquillo, cuya vida se quebró, al par que la del viejo, una tarde, ya en guerra, que preparó unos bizcochos, porque le indicaron que iba de viaje y con lo que se encontró fue con la muerte ante una pared, que para él vino dulce y esponjada en el vino de jerez de la gloria.“ (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 27)

 

Lolo se refería, en este texto, a un Padre ya muy mayor al que tenían encargado tener algo de cuidado de aquellas “fieras” entre las que se encontraba Lolo estudiando en los Escolapios de Linares (Jaén, España). Y lo hace con amor hacia quien, ya en su vejez más acentuada aún tenía ilusión por hacer aquello que, sí, era bien poco pero tan importante para él como lo más importante que pudiera llevar a cabo. 

Pues bien, aquel Padre “viejecito” (como dice Lolo) tuvo un final terrible y es lo que da título al artículo de hoy. 

En un libro de Lolo expresa muy íntimamente que a él también le hubiera gustado ser mártir. Pero no creemos que lo dijera porque buscara el martirio a propósito sino porque, al contrario, se encuentra sin buscarlo sino, así, por cosa de los hombres y sus maldades. Por eso comprende muy bien lo que entonces le pasó al Padre viejecito que tenía cuidado de aquellos chavales antes de que empezara a manifestarse lo peor que puede haber en el ser humano cuando el odio lo conduce todo. 

Digamos, aunque sea por apuntarlo siquiera, que el tratamiento que hace Lolo de aquel hombre de fe y piadoso es más que tierno. Y es que recuerda lo que su corazón guardo acerca de la actividad que llevaba a cabo un anciano que, siendo religioso, tenía seguridad más absoluta que hacía lo que debía hacer y aquel deber, por sólo ser lo que era, le llevó a una muerte que, seguramente, tampoco habría tardado mucho en llegar por la edad que tenía y como suele proceder la naturaleza… Sin embargo, para Manuel Lozano Garrido lo que más le dejó marcado fue, precisamente, el martirio del Padre viejecito. 

Hay que decir que la maldad, siendo mala, puede llegar a ser verdaderamente perversa y abusadora. Y es que entendemos de este texto que los matarifes del Padre viejecito le dijeron que se iba de viaje y por eso el bueno hombre se preparó unos bizcochos que, sin duda, acabaron por tierra cuando sonaron las descargas que lo llevaron a la muerte ante lo que sólo pudo ser incredulidad por su parte: ¿qué había hecho él para merecer aquello?, seguramente, se preguntó si es que le dio tiempo a hacerlo… si se iba de viaje y, claro, el viaje que le procuraron fue adelantar su llegada a la Casa del Padre en la que esperamos está gozando de la Visión Beatífica y de la Bienaventuranza. 

Aquella pared en la que fue fusilado el Padre viejecito cumplió un función para la que no estaba preparada: sirvió de pasaje a la gloria y lo hizo de una forma totalmente ajena a la propia naturaleza de una pared. Y es que la misma, con ser dura (imaginemos las de antes…), se había transformado en algo dulce y esponjoso pues aquel hombre, que había dado su vida por la fe que tenía y lo había hecho de forma totalmente inmerecida, bien merecía que deviniese muy bueno lo que, para él, había sido fatal de toda fatalidad. Aunque, a este respecto, nunca sabremos si, secretamente, también anhelaba el martirio como, como dijimos antes, Lolo ansiaba según las circunstancias por las que pasaban los creyentes de aquellos años. Aunque, claro, querer sí pero buscar, eso no y nunca.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

31.01.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Muy a pesar de todo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

  

Muy a pesar de todo

 

“A Juan le dijo no hace mucho una persona: -’Doctor: lo que hace usted con ese chico es un crimen’ 

-¿…? 

-’Pues, ¿qué ha de ser? Prolongarle la vida, con lo que sufre…’ 

Juan, claro, se ríe, y, como sabe que yo también, viene y me lo cuenta. En lo que no cae ése y otros alguien, es que en el mundo todo, con sus gentes y sus perspectivas, pueda caber entero en unas manos, así como está a la vez en los atlas. ¿Dónde vives, ilusión? Aquí, cerca, a mi lado, tan lozana y fosforescente, tan nueva siempre como en los días del bigotillo. ¿Qué es de ti, ideal? Ya no eres de hojalata, como entonces, pero sí de carne viva y de latidos fuertes, como martillazos.” (Las golondrinas no saben la hora, pp. 25-26)

  

Ciertamente, resulta espeluznante que alguien pueda decir de una persona que, a lo mejor, lo que se hace con su vida no está bien. Y es lo que le pasa al médico de Manuel Lozano Garrido que, como podemos suponer, debía hacer malabares con su técnica para conseguir que su amigo Lolo no sucumbiera ante alguno de los muchos ataques de la enfermedad que seguro padecía. Y es que, en cuanto a corazón… en fin, como que es mejor pensar otra cosa muy, pero que muy distinta, primero, por la labor del médico pero, sobre todo, por la situación del enfermo. 

Dice el médico que lo que hace con Lolo es prolongarle la vida pues otra cosa, primero, no podía hacer el hombre (hoy que tanto se habla de la eutanasia, por ejemplo) pero es que, además, no era un enfermo, digamos, anónimo sino que era su amigo. Y no me negarán ustedes que, en tal caso (y en todos los demás también pero en tal caso…) lo que hacía Juan era lo único que podía, debía y quería hacer… 

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24.01.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Lolo, antes de todo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Lolo, antes de todo

Manuel Lozano Garrido, «Lolo»

 “Aparece de pronto una foto mía de cuando tuviera veintiún años, meses apenas antes de la enfermedad. No se me ocurrió dejarme bigote más que una vez en mi vida, apenas una semana, y mire usted por ´donde se me vino entonces la idea de hacerme una foto; en ella estoy, ya digo, con el leve mostachito y una insignia en la solapa. Una ilusión y un ideal, buena síntesis de mi vida entonces. La ilusión, hacerse una carrera, crearse un hogar, situarse en el futuro. El ideal, cuajar en el interior una noble y divina figura, vivir con transparencia, ensancharse en el amor a los hombres” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 25)

Es verdad que este texto pudiera parecer extenso. Sin embargo, partiendo de saber que nada de Lolo es nunca demasiado extenso, es que, además, éste en concreto expresa muy bien y más que bien el pensar del Beato de Linares (Jaén, España) en un momento clave de su vida: justo antes de enfermar y de que su vida diera un giro radical de mucho más de 180º, como suele decirse cuando algo ha cambiado más que mucho. 

Podemos decir que Lolo, entonces y según este diario que es “Las golondrinas nunca saben la hora”, estaba haciendo la típica mudanza de casa. Y, como suele ser lo común que siempre pase, al remover las cosas que uno tiene en su antigua residencia sale a la luz aquello que, a lo mejor, hacía tiempo que no se veía. Y es lo que pasa con la fotografía que debía tener unos veinte años al estar fechado este primer apartado del libro el 2 de junio de 1961 y decir Lolo que tenía, cuando la foto, veintiún años. Y, habiendo nacido en 1920… salen muy bien las cuentas (1941). 

En efecto, hemos titulado este artículo “Lolo, antes de todo” pues, en efecto, él mismo dice que fue poco tiempo antes de su enfermedad pero es que, verdaderamente, luego de ella llegó su “todo” y, para sus amigos, “nuestro” todo pues lo que acabó pasando no es, sino, una historia de fe y de valentía. Lo que pasa es que Manuel Lozano Garrido, después de aquellos años pasados, 20, desde aquella foto, nada dice de su buen devenir en la vida dadas sus circunstancias… pues su humildad de verdad se lo impide. Pero a nosotros, mucho menos humildes que Lolo, nada nos impide decir que fueron años más que fructíferos y que los que vendrían, algo más de 10, aún lo serían más… 

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