InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Sobre Tradición y Conservadurismo

8.03.21

Serie tradición y conservadurismo – ¿El feminismo radical en el poder?

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

NOTA: Por ser un día muy señalado para el feminismo radical y aberrante, el 8 de marzo manipulado a su gusto, les pongo el artículo del libro que, si seguimos su orden, no corresponde pero que creo vale la pena recordar ciertas verdades para que piquen todo lo que tengan que picar y con su pan se lo coman.

 

Resulta curioso, pero cuando uno va a guardar el título de este artículo en la memoria, por ejemplo, en el ordenador, no le deja el sistema ponerle los signos de interrogación por algún tipo de imposibilidad técnica que nunca hemos entendido. Y resulta curioso porque de algo que se quiere preguntar resulta una afirmación. Así, pasamos de querer saber si el feminismo radical tiene el poder a afirmar, que sí, que lo tiene. Y es que, a veces, las cosas que pasan son así de reales.

En realidad, esto debe ser una, digamos, manifestación del subconsciente que acaba diciendo lo que en verdad se cree aunque, para eso, colabore una máquina… Y es que esto dicho arriba no es una ocurrencia y, ni siquiera, una broma es.  Y es que, en verdad, pareciera que el feminismo más radical tiene el poder cogido por donde se puede coger el poder: por lo políticamente correcto y por la cobardía de muchos y la conveniencia de otros muchos…

Al parecer, el ser humano de sexo masculino (nada de género, que es una manipulación propia de la ignorancia con intenciones torcidas, antinaturales y malsanas. Y aplíquese esto todo aquel que eso crea, sea quien sea quien lo crea…) ni vale nada ni nada bueno se puede esperar de un mundo donde, al parecer, la mujer (cierto tipo de mujer, digamos, roja) cree que ha llegado su momento de no sabemos qué y se ha “empoderado”, como ahora suele decirse, que es lo mismo que pretender ser lo que no se puede ser por mucho esfuerzo que se ponga en el intento y mucho poder que se tenga para procurarlo y, en fin, obligarlo por norma.

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1.03.21

Serie tradición y conservadurismo – Apologética conservadora

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

Cuando alguien piensa en el mundo occidental o, mejor, en la civilización que, con raíces judías y cristianas, ha dado en ser lo que es hoy día o, al menos, lo que fue, cree y está más que seguro que se trata de una sociedad libre donde la libertad, por tanto, está al orden del día y es posible tenerla por existente, cierta y verdadera porque no se puede creer otra cosa según se nos dice a todas horas.

Ser libre no es poca cosa. Es decir, poder ir por el mundo (al menos el que pisamos cada día) sin que haya nadie que te importune porque le interese y tenga poder para hacerlo, es una conquista que se ha conseguido con la aportación de una forma de pensar que no es, precisamente, la de otros lugares y religiones del mundo. Y es que aquí, entre nosotros, las aportaciones de lo mosaico (ya entendemos que quiere decir lo procedente del profeta Moisés y, así, relacionado con lo judío) y lo cristiano tienen todo que ver y no pueden ser dejadas de lado como si fuera algo de otro tiempo o algo, así, como pasado de moda.

Pues bien, resulta sencillo aceptar que la libertad ha de abarcar, además de la de movimientos y otros aspectos de la vida ordinaria, la que se refiere a poder defender ideas, pensamientos y, en suma, ideologías.

Esto, así dicho, parece el más perfecto de los mundos y, por decirlo de alguna forma, un paraíso, sí, con minúscula pero no por eso menos importante.

Las cosas, como sabemos y bien que sabemos, no son así sino que, en determinados aspectos de pensar, del tener ideas y de defender ideologías, hay una que ha llegado a ser, está siendo, maldita y a la que nadie, al parecer, puede con legitimidad acercarse. Y nos referimos a la que es denominada tradicional y, por ende, conservadora o, a lo mejor, al revés.

En efecto, nuestra sociedad actual ha llegado un punto en el que sostener que no se es “progresista” (ya sabemos qué se quiere decir con eso: rupturista con la tradición, sobre todo) supone ser zaherido de inmediato por la progresía en el poder político, económico o mediático, que de todo hay en esta especial viña de la ideología.

En realidad, lo que se pretende es acogotar a todo aquel ser humano que no se quiera ver inscrito en la ideología de izquierdas que tanto pulula en el mundo y que, desde la llamada Revolución francesa con sus negras luces, tanto se ha desarrollado, aplicado y, en definitiva, impuesto.

Nosotros, sin embargo, creemos que esto no está ni medio bien. Y no lo está porque lo mismo de legítimo ha de ser manifestarse en un sentido que en otro. Sin embargo, empezando por el lenguaje, tan aberrantemente utilizado hoy día (pues una aberración no es, sino, una desviación de su original sentido) y terminando por las leyes y reglamentos que sostienen lo que debiera ser insostenible (aborto, para empezar, manipulación sexual, para seguir y eutanasia, para terminar) no podemos decir que pueda haber espacio para lo que podríamos denominar, y denominamos, “Apología conservadora”, derecho a llevarla a cabo y a, como se dice hoy día, implementarla (valga el palabro) allí donde sea posible hacerlo.

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22.02.21

Serie tradición y conservadurismo – Dar gracias a Dios

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

  

La expresión “estos son otros tiempos” se puede utilizar para zaherir al cristianismo. No sin error por parte de quien así lo hace. Sin embargo, se argumenta, a partir de ella, acerca de la poca adaptación que quieren aplicar en su vida ciertos cristianos a los que se llama “carcas”, “anticuados” o sea la que sea la expresión referida y que supone, digamos, la poca adaptación a lo que hoy pasa o viene pasando desde hace un par de siglos…

En realidad, siempre son otros tiempos porque el hombre, creación de Dios a imagen y semejanza Suya, no se quedó parado ni siquiera cuando fue expulsado del Paraíso (entonces, menos, claro) Es más, entonces empezó a caminar como desterrado y aún no lo ha dejado de hacer ni lo dejará hasta que descanse en Dios y habite las praderas de su definitivo Reino al que llamamos Cielo por no tener mejor palabra que defina la Bienaventuranza y la Visión Beatífica que allí se gozan.

Sin embargo, nos referimos a tal expresión en materia de nuestra fe cristiana, aquí no referida sino a la que tenemos los discípulos de Cristo aunque, como bien sabemos, haya muchas diferencias (o puede haberlas) entre unas y otras consideraciones eclesiales de nuestra fe.

Bien sabemos que la cosa no es así sino que se han desmadrado, salido de madre (o, aquí, de Padre del Cielo) muchas personas que han hecho de su capa un sayo, se han olvidado del Todopoderoso y están queriendo hacer un mundo donde de Dios nada se sepa (lo cual es imposible), nada se pueda decir (entonces hablarían las piedras) y, en fin, de Quien lo mucho que se sostenga es que es un recuerdo del pasado (¿?)

Nosotros, los cristianos, más que alejados de unas consideraciones tan equivocadas y torticeras como las aquí apenas citadas, sabemos que debemos dar las gracias a Dios.

Dar gracias, en general, es buena cosa para el alma porque supone, en primer lugar, que reconocemos que se nos ha hecho determinado bien (sea el que sea) y, luego, que sabemos reconocer que se nos ha hecho pues no son pocas las ocasiones en las que miramos para otro lado cuando alguien nos favorece, algo así, como si tuviera la obligación de favorecernos.

Dios, como sabemos muy bien, nada nos debe porque es el Creador de todo y Quien todo mantiene. Y eso supone que debemos ser, aún, más agradecidos ante su bondad pues es posible que alguien nos beneficie en algo esperando algo a cambio (el famoso doy para que des) pero, en el caso del Todopoderoso no podemos decir lo mismo pues, como sostenemos arriba, nada nos debe Quien nos ha creado.

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15.02.21

Serie Tradición y Conservadurismo – Presentación

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

 

Algunas veces, el que esto escribe ha hecho uso de artículos publicados en este Blog de InfoCatólica para dar forma a un libro. Es una forma más que habitual de proceder por muchas de las personas que escriben lo que piensan en las más diversas formas en la red de redes.

Ahora, sin embargo, a partir de hoy, voy a hacer lo contrario: primero voy a publicar un libro y, luego (o de forma simultánea), voy a ir publicando, semana a semana y si Dios quiere, el contenido de tal libro. El título del mismo es “Sobre tradición y conservadurismo” y ya pueden imaginar ustedes de qué va la cosa. Y si no lo imaginan, lo sabrán pronto.

Pues bien, digamos, para entendernos, que la “traditio” es una especie, por decirlo así, de institución de Derecho romano que viene a estar referida a la “entrega”, a lo mejor, de una cosa. Tiene un sentido, por tanto, de continuidad porque cuando algo se entrega no es para que desaparezca sino para que continúe su ser y su sustancia siga siéndolo.

Esto lo decimos porque cuando hablamos de “tradición” nos estamos refiriendo a algo que no es nuevo, que no se ha inventado hoy o ayer sino que tiene su solera, sus años, en el mundo y que, por tanto, se ha aceptado como algo bueno y mejor.

Todo esto, claro está, tiene mucho que ver con lo que supone eso del conservadurismo pues, para que algo siga siendo lo que es, sin duda alguna, se ha de conservar pues, de otra forma, difícilmente podrá seguir siendo.

Aquellas personas que creen que el progreso supone romper con todo lo anterior, lo único que hacen, en todo caso, es tergiversar la realidad de las cosas y pretenden, sobre todo, imponer unos criterios que sin duda han de ser modernos y modernistas. Y no nosotros aborrecemos, lo debemos decir con franqueza, el modernismo con todas sus sustancias y realidades.

Lo moderno no es, sino, lo que ocurre ahora mismo y casi ahora mismo. No tiene en cuenta ni el pasado ni lo que supone, por ejemplo, la costumbre que tanto bien hace a la humanidad cuando no hay norma que aplicar. Sin embargo, para el moderno, todo lo que no esté de rabiosa actualidad deja de tener sentido y pasa, automáticamente, al cajón donde se mete lo carca, lo pasado y, en fin, todo aquello que no se quiere ver, como se dice, ni en pintura…

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