InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Defender la fe

8.09.16

La Madre que nace

 Natividad de Bamberg

 (Natividad de Bamberg, Alemania)

Independiente del día que se fijó como el del nacimiento de la Virgen María, el lugar de nacimiento o, en fin, el momento en el que la Iglesia católica decidió celebrar su natividad, el caso es que, en un momento determinado nació una niña de Joaquín y Ana. Aquella niña iba a ser muy especial para la historia de la salvación que, no podemos negarlo eso, era esperada por el pueblo judío desde hacía muchos siglos. Es más, seguramente, desde el mismo momento en el que Abrahám aceptó el mandato de Dios, desde entonces, aquel grupo de seres humanos supo que la salvación empezada a caminar con ellos.                   

Pues bien, cuando nace aquella niña nadie, salvo Dios, sabía qué era lo que iba a pasar. No es que el Creador supiera que, en un determinado momento, iba a forzar a María a aceptar lo que le dijera su Ángel. No. De lo que estaba seguro el Todopoderoso era que aquella recién nacida iba a ser fiel a su Padre del Cielo porque era lo que su Padre del Cielo quería de ella. Era, por así decirlo, una convicción mutua, una forma de saber que lo que debía pasar… iba a pasar. 

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15.08.16

Cuando María fue asunta al Cielo

 

“Por tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste (44)”.

Así, digamos, finaliza el análisis que hace Pío XII en su Constitución Apostólica de título “Munificentissimus Deus” dada a la luz pública el 1 de noviembre de 1950. A partir de entonces, pues, la Asunción de María en cuerpo y alma al Cielo es considerada dogma de la fe católica. No podemos, pues, dudar nada de nada acerca del mismo y de lo que eso supone. 

María, pues, fue “llevada” a los cielos por Dios mismo o por los ángeles. Y eso, digamos, establece una clara diferencia con Jesús, su hijo, que “ascendió” a la Casa del Padre por sí solo. 

Antes de seguir, digamos que los protestan hace su papel (es decir, protestar, poner objeciones a la Verdad) al respecto de esto. Es decir, entienden que la asunción de María a los cielos no está reflejada en la Biblia. Sin embargo, sí lo están otros casos como, por ejemplo, los de Enoc (Gn 5, 24) o el de Elías (2 Re 2, 11-12). 

Estas personas fueron llevadas al cielo por su especial fe y confianza en Dios Todopoderoso: de Enoc dice el propio Génesis (2, 22) que “Anduvo con Dios” pero San Pablo escribe, en la Epístola a los Hebreos (11, 5-6), esto que sigue: 

Así lo dice, de Enoc, San Pablo:

“Por su fe también Henoc fue trasladado al cielo en vez de morir, y los hombres no volvieron a verlo, porque Dios se lo había llevado. Antes de que fuera arrebatado al cielo, se nos dice que había agradado a Dios; pero sin la fe es imposible agradarle, pues nadie se acerca a Dios si antes no cree que existe y que recompensa a los que lo buscan.”

Y si esto pasó con aquellos grandes en la fe ¿es posible que no pudiese pasar con María, la Madre de Dios?

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3.06.16

La Iglesia católica no puede reconocer al ladrón

  

Desconcertante y preocupante. Eso es lo que es esto. 

En el Evangelio de San Lucas (12, 39) hay un texto que viene que ni pintado ahora: 

“Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa.”

Pues bien, en el siglo XVI hubo alguien que empezó a robar fieles y doctrina en el seno de la Iglesia católica de la que formaba parte. Tenía nombre y apellidos pero baste con decir Lutero. 

Tal persona, fraile agustino a más señas, no supo cómo dar solución a sus personales pensamientos espirituales y tiró por la calle de en medio manifestando una clara oposición a Roma, al Papado y a santa doctrina que, seguramente, había jurado tener por buena y mejor.

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18.05.16

Las aguas de la Iglesia católica

Las aguas de la Iglesia católica andan revueltas. Vamos, queremos decir que algunos están produciendo olas de pretendido gran tamaño para ver si zozobra la barca de la Esposa de Cristo. 

Debemos reconocer que llevan un tiempo agitando las aguas porque es la única manera de hacerse presentes. Además, no podemos negar que las ambigüedades espirituales no ayudan nada de nada para que la calma chicha del mar por donde navega la barca de Pedro sea lo que impere. 

Ahora, sin embargo, debemos decir varias cosas: 

Primera: la Iglesia católica ha de prevalecer y no ha de sucumbir. Eso lo dijo Cristo. 

Segunda: el barquero ha de llevar el timón con seguridad y no dando alas a los que aprovechan, grumetillos indignos de pisar la cubierta, lo más mínimo para zarandear la misma. 

Tercera: sólo la perseverancia en la fe y la negativa a las proposiciones de motín puede hacer que cada uno se dedique a lo suyo y no haga intentos de pasar por la quilla a los llamados ortodoxos como, por cierto, con algunos ya está pasando. 

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26.03.16

Triduo Pascual: el sábado que espera

 

El tercer paso que damos nos acerca mucho, ya, al domingo en el que se demuestra que Cristo venció a la muerte. Este sábado, Santo a más señas, parece como si reinase el silencio: han quedado lejos los ecos de las palabras de Cristo en la Última Cena, también apartados de nuestro corazón, los sufrimientos del Maestro en su Santa Pasión y, sobre todo, como olvidada aquella muerte en la cruz, su Cruz.

Pero las cosas no son tan fáciles como podemos imaginar. Y es que hoy tampoco podemos dejar de aprender lo que vale la pena de este día, en apariencia, tan neutro por ser de espera. Nosotros, como la Madre y los discípulos que estaban escondidos por miedo a los judíos, debieron orar mucho aquel día, especialmente aquel día en el que todo parecía quedar muy lejos.

Debemos, pues, orar. Y debemos hacerlo con perseverancia porque Dios espera de sus hijos que le pidan lo que necesitan y lo hagan así, insistiendo y siendo, así, “cabezones” espirituales. Y es que la blandenguería de nada nos sirve de cara al Todopoderoso. Vale, pues, la santa cabezonería como entendió, por ejemplo, San Josemaría a la que bien puede ser tenida por virtud.

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