InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Ventana a la Tierra Media – La Comarca de Tolkien

9.03.22

Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher –7. Sobre lo que fue y lo que es

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Continuamos, por cierto, y ya terminamos, con la carta que envía el 30 de abril de 1944.Y decía, en un momento determinado (numerada con el número 20 desde que empezó a hacer eso), esto: 

“Aunque sin ti no tengo a nadie con quien dar voz a mi pensamiento. Primero empecé a escribir la ‘H. de los Gnomos’ en cabañas del ejército, atestadas, llenas de los ruidos de los gramófonos; y allí te encuentras tú, en la misma prisión. Que también tú puedas escapar… fortalecido. Cuídate en cuerpo y alma de todo modo adecuado y posible, por el amor que le tienes a tu padre.”

Claros paralelismos. Eso es lo que, al menos en un aspecto importante de la vida de Tolkien padre e hijo, podemos apreciar en esta última parte de la carta que aquel 30 de abril de 1944 escribió el autor de “El Hobbit” (tal obra sí la había publicado en aquel tiempo) para aquel que andaba en la guerra lejos, muy lejos de su hogar común. 

En realidad, el apoyo que tenía J.R.R. en su hijo Christopher debió ser más que grande. Y así debió ser porque le dice algo que es, sin bien lo pensamos, verdaderamente terrible y que expresa muy bien su situación personal al respecto de su obre: “Sin ti no tengo a nadie con quien dar voz a mi pensamiento”. 

Ciertamente, la unión entre padre e hijo era más que importante pues, de otra manera, podría decirle algo así como “no te preocupes pues de lo mío hablo con tal o cual persona y me apoyo en sus comentarios o auxilios…”. No, no es eso lo que dice sino que no podía disimular una realidad como ésa.

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23.02.22

Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 6. Cuando la esperanza no se pierde

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 30 de abril de 1944 . Y decía, en un momento determinado (numerada con el número 20 desde que empezó a hacer eso) esto:

 “Todo lo que sabemos, y en gran medida por experiencia directa, es que el mal se afana con amplio poder y perpetuo éxito… en vano; siempre preparando tan sólo el terreno para que el bien brote en él. Así es en general, y así es también en nuestras propias vidas /…/ Probablemente nos volveremos a encontrar bajo la mirada de Dios ‘en entereza y unidad’ antes de no mucho, mi muy querido, y es seguro que tenemos un vínculo que perdurará más allá de este vida, sometido, claro está, al misterio del libre albedrío, por el cual cualquiera de nosotros podría desechar la ‘salvación’ ¡En ese caso, Dios dispondría las cosas de manera diferente!…

 

Como no es nada extraño, a Tolkien padre la separación de Christopher se le estaba haciendo muy larga pues no se trataba de una distancia procurada, por ejemplo, por un viaje de trabajo sino que estaba inmerso el segundo en una guerra y, además, a una distancia de Inglaterra más que considerable. Por eso J.R.R. debe agarrarse con fuerza a una virtud que, como la esperanza, ayuda a los corazones a no caer en fosas inadmisibles para un hijo de Dios que sabe que lo es. 

Es consciente Tolkien padre del Mal y, por eso mismo, como conocedor del mismo y del papel que está jugando en su subcreada Tierra Media sabe muy bien que la cosa no puede ir por buen camino si vence quien quiere el daño para el prójimo y, como dice él mismo, se afana mucho y más que mucho en que las cosas salgan mal. 

Resulta curioso que, a tal respecto, tenga a bien decir nuestro autora que sí, que el Mal procura ser Mal siempre y que busca su éxito siempre pero que, en realidad, de nada le sirve porque lo único que hace es que el Bien se le enfrente y salga vencedor. Y eso es lo que acabaría ocurriendo en el viaje del Anillo (por aquel entonces escrito en parte y, por tanto, aún no había llegado a su destino del Monte del destino…) 

Que venza el Bien sobre el Mal no es sólo, digamos, una exigencia del guion en una obra que, como él mismo reconocería más tarde, era en el fondo una obra católica, sino que es algo que se debe exigir cuando se tiene el convencimiento de que es mucho mejor para el ser humano que el Bien reine en su vida y que el Mal (como tentación o como lo que sea) se aleje lo más lejos posible, si ustedes nos entienden. 

Tolkien padre, por tanto, nunca pierde la esperanza de que el Bien venza al Mal y se yerga sobre todo aquello que pueda suponer una arena movediza de la que, cayendo, nunca se pueda salir de ella. Al contrario de la verdad: para J.R.R. Tolkien siempre es conveniente y conviene que el Bien salga vencedor de la batalla que el Mal le plantea cada dos por tres. 

Por otra parte, podemos ver, en esto de la esperanza y de la importancia que tiene la misma, que Tolkien padre nunca la pierde al respecto del regreso de Christopher de aquel lejano lugar donde está prestando servicio militar en pleno conflicto mundial. 

Claramente podemos ser conscientes, en sus palabras, de que la fe juega un papel más que importante en las mismas. Es más, todo está animado por Dios, por su Voluntad y, sobre todo, por su santa Providencia que la ve Tolkien padre, sencillamente, en todo lo que hace o puede preverse que va a pasar. 

Esto que decimos no es expresión de voluntarismo por parte de quien esto escribe o, algo así, como colocar aquí la Providencia de Dios porque viene bien al discurso… No. Y es que el autor de la carta dice que, sea lo que sea que tenga que ser, Dios “dispondría las cosas de manera diferente” que es lo mismo que decir que se acepta en la vida de uno que Dios, eso, disponga sobre la misma lo que tenga que disponer. 

Debemos destacar que, en esta carta, en esta parte de la carta (que es muy extensa) el autor de “El Hobbit”, etc. hace uso o, mejor, muestra una serie de principios que son aceptados por los creyentes católicos como verdad como, por ejemplo, 

- nuestra relación humana va más allá de esta vida porque va, precisamente o llega, hasta la “próxima” vida, más allá de la muerte, 

- la libertad que Dios da al ser humano es tan verdadera y cierta que abarca, incluso, el abandono del Creador por parte de su criatura.

Vemos que, incluso, la tal libertad de albedrío puede llegar a que seamos capaces de rechazar la “salvación” lo cual, se diga lo que se diga supone no darse cuenta de lo que la misma supone y es para todo hijo de Dios. Y es que ya sabemos que por nuestras acciones u omisiones eso puede llegar a ser una exacta y certera realidad

Sin embargo, estamos seguros de que J.R.R. Tolkien no podía esperar de parte de su hijo Christopher que actuara de tal forma que rechazara la salvación y, por tanto, a Dios mismo. Y es que lo debía conocer más que bien y sabía que su fe había arraigado en su corazón y eso hacía que no perdiese la esperanza al respecto de una vida junto a su hijo llevados de la mano en la creencia en Dios Padre Todopoderoso. 

Esperanza, por tanto, siempre atenta en el corazón de aquel que supo, a través de su subcreación, acercarnos a la contemplación de una serie de virtudes muy a tener en cuenta y, en el fondo, al mismo Dios que, en su caso, era llamado Eru pero que, en realidad, era y es la misma realidad espiritual en la que la esperanza se yergue por sobre todo el Mal que se manifiesta o manifestará.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

16.02.22

Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 5. Lo que quedó atrás o el agua pasada no mueve molino…

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 24 de abril de 1944 pero que contiene también lo que corresponde al día 26 del mismo mes. Y decía, ahora, esto:

 “Si llegas a Bloemfontein, me pregunto si la pequeña casa bancaria de piedra en la que nací (Bank of South Africa) se mantiene en pie todavía. Y me pregunto si la tumba de mi padre está allí aún. No he hecho nunca nada sobre ella, pero creo que mi madre hizo poner una cruz de piedra o la envió. Si no lo está, se habrá perdido ahora probablemente, a no ser que se mantengan registros…”

No podemos negar que cuando Tolkien padre escribe esta carta a Tolkien hijo, en este caso a Christopher, han pasado bastantes años desde que vino al mundo en a leja Sudáfrica. Y es que siendo el año de las misivas 1944 y habiendo nacido nuestro escritor en 1892… en fin, fáciles son las cuentas para saber que tenía, entonces,. 52 años y, seguramente, todo aquello que daba lejos para él. 

En realidad, que hubiera una separación, digamos, tan radical, tenía su razón de ser en que, verdaderamente, la relación de J.R.R. con Sudáfrica se había limitado a los cuatro años que allí vivió, a los tórridos veranos que tuvo que soportar y a la picadura de alguna araña que también tuvo que soportar y que, al parecer, tanta influencia tuvo en determinado personaje más que nigérrimo en El Señor de los Anillos… Y eso, se diga lo que se diga, no pueda dar para mucho más que para un recuerdo tan ligero como hace de aquellas tierras y de las circunstancias de su existir en ellas. 

Por qué Sudáfrica tiene tres ciudades capitales? │ elsiglocomve

Ciertamente, todo la impresión de que no le importa mucho. Y es que hace uso del condicional “si” lo cual, se diga lo que se diga, no expresa más que poca seguridad en lo que vaya a pasar. Y es que, de tener verdadero interés en tener un mejor conocimiento de lo que le dice a su hijo le hubiera bastado con decir algo así como “por favor, podrías pasarte por Bloemfontein” y eso determinaría que sí, que quería conocer las circunstancias de todo aquello. Pero no, dice eso de “si llegas a Bloemfontein” con lo cual admite que bien, que aquello pasó pero que tampoco le va a quitar el sueño… 

Por tanto, a Tolkien padre aquello que pasó hace tantos años (más de cinco décadas con todo lo que aconteció en su vida en las mismas y que no fue, precisamente, poco) era algo que estaba en su pasado y que, como suele decirse, es un agua que, por pasada, no puede mover molino alguno…. 

No mueve el molino de su vida el conocer si la casa en la que vino al mundo aún sigue en pie porque fue un lugar, en principio, como podría haberlo sido cualquier otro. Además, por el oficio de su padre y la razón de estar en Sudáfrica, aquello tenía tintes de ser algo provisional y algún día acabarían por ir a Inglaterra como, muy pronto, acabó pasando con lo que quedaba de su familia una vez muerto su padre. 

No mueve molino, tampoco, incluso, la tumba de su padre. Y es que reconoce Tolkien padre que nunca se ha preocupado por ella pero sí recuerda (o al menos eso le parece) que su madre, Edith, quiso que la misma tuviese el símbolo cristiano de una cruz. 

De todas formas, es cierto y verdad que todo aquello no debía quitarle el sueño al bueno de J.R.R. Tolkien que tenía otras muchas cosas en las que pensar y sobre las que trabajar como, por ejemplo, los capítulos que andaba escribiendo de su Señor de los Anillos (El) y que daba a leer a sus amigos de la forma habitual como hacían todos ellos con lo que escribían. 

Casi todo aquello pasado (la casa donde nació, la tumba de su padre) lo da casi por perdido y, a lo sumo, el único recuerdo lo circunscribe a algo tan prosaico como puede ser un registro pues, a tal respecto, ¿puede haber algo más vulgar, carente de emoción o interés por su relación con lo material que algo esté apuntado, así, literalmente, en una hoja? 

No, ciertamente, creemos que a Tolkien padre había otras muchas cosas que le importaban más que aquello… 

De todas formas, no podemos negar que, al menos, quisiera saber qué paso con la casa donde nació o con la tumba de su padre pues, aunque poca importancia le dé, sabe muy bien que es parte de su vida y no va a despreciar aquello de una manera poco elegante como si no hubiera sucedido porque sucedió. Eso sí, quedó atrás, muy atrás y nada de aquellas aguas movía ya molino alguno de la Tierra Media donde, en todo caso, eran sus ríos los que cumplían tal misión.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

Panecillos de meditación

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9.02.22

Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 4. El dificultoso camino de un libro, del Libro

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 5 de abril de 1944 al hijo citado arriba. Y decía, ahora, esto:

“Me he embarcado seriamente en un esfuerzo por acabar el libro y me he estado acostando más bien tarde: ha sido necesario reescribir e investigar mucho. Resulta bastante difícil adquirir de nuevo el ritmo. He vuelto a Sam y a Frodo, y estoy tratando de elaborar sus aventuras. Unas pocas páginas a cambio de mucho sudar; pero en este momento se encuentran con Gollum al borde de un precipicio. ¡Cuánto trabajo has puesto en la mecanografía y qué bellamente escritos están los capítulos! Me gustaría tener todavía cerca a mi amanuense y crítico. “

Para empezar, digamos que volvemos unos pocos días en el tiempo pues esta cara es, como ponemos arriba, del 5 de abril de 1944 y a la que nos referíamos en el artículo anterior era del 30 del mismo mes y año. Y es que aquí encontramos algo importante (al menos, a nuestro parecer) en la producción literaria de Tolkien padre. 

Al respecto de las palabras de J.R.R., es cierto y verdad que, para quien se haya dado a la escritura, lo hiciera en el pasado y tenga idea de hacerlo en el futuro, nada hay más verdad que lo que nos dice nuestro autor: ¡qué dificultad tiene, a veces, escribir! 

Es verdad que cada uno a su nivel tiene sus dificultades pero no podemos negar que las que recaían sobre el autor de “El Señor de los Anillos” eran bien grandes: su vida personal, su tarea como profesor, los hijos… en fin, que no podemos decir que el buen hombre tuviera mucho tiempo libre pues, según leemos en alguna carta, hasta de dar de comer a las gallinas y limpiarlas se ocupaba el hombre… 

De todas formas, empecemos por el final de esta carta

20 años de 'El Señor de los Anillos': una trilogía imposible que estuvo a  un paso de no existir

Sin duda que un padre echa de menos a un hijo y, más aún, cuando el mismo no es que se encuentre por trabajo lejos de donde vive habitualmente sino que el mismo se encuentra lejos por trabajo militar y, además, en todo el meollo de un conflicto mundial como fue la II Guerra Mundial. Y es lo que le pasaba a Tolkien padre al respecto de Tolkien hijo. Y es que, como sabemos, se había convertido en el ayudante perfecto para el escritor: lo conocía a la perfección, gozaba con lo mismo que su padre y, además, tenía el ímpetu necesario como para “soportar” algo tan dificultoso como era aquello que escribía su Padre.

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2.02.22

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher: 3 - Comprender el momento

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Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Pues bien, el 30 de abril de 1944, J.R.R. Tolkien escribe una carta a su hijo Christopher que se encuentra en plena Segunda Guerra Mundial. El caso es que es la número 20 desde que, el 18 de enero del mismo año empieza a numerarlas “de modo que si alguna se extravía lo sabrás… y podrás suplir las noticias de importancia.” 

Es cierto y verdad que tal precaución valía mucho la pena tomarla pues en tiempos de guerra no es nada extraño que las comunicaciones puedan llegar a cortarse… 

Pues bien, en un momento determinado, dice Tolkien padre

“El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen que soportarlo. Y siempre lo hubo (a pesar de los poetas) y siempre lo habrá (a pesar de los propagandistas); por supuesto, no es que no fue, es y será necesario enfrentarlo en un mundo maligno. Pero tan corta es la memoria humana y tan efímeras sus generaciones, que en sólo unos 30 años habrá poca o ninguna gente con la experiencia directa de ella, que es la única que llega realmente al corazón. La mano quemada es la que más enseña del fuego.”

Ciertamente, casi parece este texto un cuento con moraleja pues es así lo que nos dice al final de estas palabras y que resume en que sólo quien sufre en su ser algo es capaz de comprender lo que pasa

Podemos decir que no es nada extraño que quien ha vivido en sus propias carnes (por su vivencia particular) una guerra tenga una opinión tan clara sobre la misma. Y es que en la Primera Guerra Mundial (si bien podría decirse que no tuvo una duración muy extensa en el tiempo la intervención en la misma) J.R.R. Tolkien ya pisó las trincheras en Francia y eso le hizo ver las cosas con una perspectiva más que directa y personal. 

Antes que nada debemos decir que nuestro autor no es que creyera que la guerra es del todo inútil si es al Mal a quien hay que enfrentarse. Sin embargo, se comprende muy bien lo que supone la misma a pesar de un bien tan necesario como es la lucha contra lo malo de verdad… Y es que eso es lo que pasa, no por casualidad, en su más emblemática obra, a saber El Señor de los Anillos donde, muy a pesar de los daños que se causa a lo mejor de la Tierra Media, no poco que se luche contra lo peor de lo peor en busca de lo mejor de lo mejor, si ustedes nos entienden… 

Es claro, por tanto, que, a pesar de lo necesaria que pudiera parecer la guerra, la misma no causa más que desazón, desasosiego y, sobre todo, sí, desconcierto. Y es que las pérdidas de todo tipo que supone la misma es algo como para pensarlo, como para pensarlo dos veces porque en la misma no se pierde sólo lo material (que es más o menos fácilmente reemplazable) sino que se extravía algo que a veces no puede sustituirse por otra realidad: la moral o, en fin, lo que es espiritual. 

El ser humano, en muchas ocasiones y hablando de las guerras, se deshumaniza tanto que, en cuanto a lo espiritual, se da una degradación tan grande que casi resulta imposible sanar tal degradación. Y es que se acaba creyendo que el enemigo no es digno, no tiene dignidad cuando, a saber, la tiene por el sólo hecho de ser hijo de Dios. Y por eso se producen las aberraciones que se producen en los conflictos armados modernos pues en los antiguos ya sabemos que la lucha dábase entre ejércitos adiestrados para eso y no se inmiscuía a toda la población posible… cuando ahora es, justamente, casi lo contrario lo que se hace. Y es el Mal en toda su maligna dimensión el que se manifiesta degradando todo lo que puede degradar… hasta el alma, cual si se tratase de Orcos (y otras especies malignas) en plena batalla…

Quizá, como nos dice el profesor de Oxford, todo lo malo que conlleva una guerra (incluso por muy justa que sea) es olvidado pronto por el ser humano. Y es que basta un tiempo de bonanza en aspecto contrario al enfrentamiento con un supuesto o cierto enemigo para que a todo el mundo se olvide lo que supone aquella y, casi sin dudarlo, por el medio que sea, se prepare otra… 

Y, entonces, viene la moraleja: el daño que se nos ha causado nos pone sobre la pista del mismo… para que no se repita la cosa aunque sepamos muy bien que el Mal es tan y tan insistente…

 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

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