InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Sujetos activos contra la fe

14.11.12

Los muertos que vos matáis...

Por la libertad de Asia Bibi.
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Un buen propósito es creer que se cree. Así, no podremos negar nunca que lo que somos lo somos.

Y, ahora, el artículo de hoy.

-Voy a escribir sin decir a quién me refiero.

-Vaya, vaya, ¿así que va usted a copiar el P. Tomás de la Torre con sus adivinanzas?

-Me ha pillao…

A alguno se le hace la boca agua pensando en determinadas cosas. En realidad, poco pueden hacer aquellos que creen que tienen algún tipo de poder cuando, en realidad, llevan mucho tiempo montándose su “historia” particular y particularista a cuenta de progresías y otras lindezas.

A más de uno se le hace el corazón de carne cuando cree que uno de los suyos va a ocupar un cargo muy importante en la Conferencia Episcopal Española porque, según parece, al actual Presidente y Cardenal Rouco Varela le quedan apenas unos dos años para dejar el cargo para el que fue nombrado.

Alguno, que seguramente habrá sido consultado desde las más altas instancias vaticanas, para preguntarle quién cree que debería ser la persona a presidir la CEE y, a la par o al revés, ser el Obispo de Madrid, no quiere dar nombres. Son secretas sus conversaciones con los mandamases de Roma y no quisiera, dice además, “quemar” a algún obispo que podía estar en el grupo de los cuales tendrá que escoger quien tenga que escoger.

Seguramente, alguno, que está en el más franco conocimiento de los pensamientos de los Dicasterios romanos y que domina a la perfección los movimientos episcopales, querría poner en el lugar de Rouco Varela a algún obispo de los denominados “progres” para que el “tapón” que, al parecer supone para la Iglesia católica la presencia allí del gallego Varela se abra para siempre y entre en el seno de la Esposa de Cristo lo mejor de lo mejor y lo más bueno que pueda haber en el mundo eclesial. El caso es que sabemos lo que eso significaría y, como ejemplo, tenemos el de Tarancón, fallecido hace ya unos años y verdadero aniquilador de mucho bueno que entonces había en España.

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31.10.12

Sobre Halloween y lo imposible

Por la libertad de Asia Bibi.

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El título del artículo de hoy podría parecer que viene traído por la película española titulada, precisamente, “Lo imposible”, y que, dirigida por Juan Antonio Bayona trata, según cuenta la sinopsis de la misma de que

“María (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos pasan las vacaciones de invierno en Tailandia. Una mañana, mientras se encuentran en la piscina, un terrible rugido emerge del centro de la tierra. María se queda paralizada por el miedo, al ver cómo un inmenso muro de agua oscura avanza por los jardines del hotel hacia ella”.

Trae a la gran pantalla lo sucedido, en verdad, a una familia española durante el tsunami que asoló el sudeste asiático en 2004.

Y no, no se trata de eso porque si sobrevivir, entonces, pudo parecer imposible, lo que traigo aquí hoy, por hartazgo del asunto pero perseverando en su contra, sí que parece imposible.

Me refiero a Halloween.

Halloween

El que esto escribe ha tenido que hacer lo propio, en muchas ocasiones, sobre este tema. Y, como parece que no hay forma humana ni espiritual de que las cosas cambien, pues lo traigo todo otra vez para ver si alguien, al menos alguien que esté convencido de lo que le interesa y conviene tal celebración pagana, se lleva a engaño.

El que esto escribe ha dicho en otras ocasiones, esto:

“Invasiones Halloweenescas poco católicas”

La fe se puede manifestar de muchas formas. Una de ellas es, sin duda alguna, la de aceptar (o no) determinados comportamientos que, en apariencia, tienen relación con la cristiandad.

Así, en determinadas ocasiones, se aceptan costumbres que, viniendo allende del espíritu católico, tienen relación, al unísono, con alguna festividad que en nuestra fe tenemos como importante.

Por experiencia propia o, lo que es lo mismo, por haberlo visto y vivido, cuando se acerca el día 1 de noviembre, tradicionalmente dedicado al recuerdo de Todos los Santos y el 2 del undécimo mes del año dedicado a la Conmemoración de todos los Difuntos, siempre acude a las pantallas de nuestra vida una costumbre que trata de sustituir a las festividades citadas arriba: Halloween.

Es más que conocida la costumbre que encierra tal fiesta. Por tanto, no se trata aquí de hacer exposición alguna del contenido de la misma porque cualquier lector de este artículo sabe y conoce, seguramente más que de sobra, en qué consiste la tal festividad fantasmagórica.

Sin embargo, a mí me gustaría, mejor, hacer hincapié en algo que, para el esto escribe, es bastante peor que la fiesta misma: la aceptación católica de Halloween.

Sabemos, a este respecto, que, para no causarse excesivos problemas de convivencia, los seres humanos tenemos la tendencia a mimetizarnos con el terreno (“Donde fueres, haz lo que vieres”, se dice) Es decir, aceptar todo aquello que nos venga dado para que no se pueda decir eso, precisamente, de “qué dirán” es lo que, en general, se hace. Y eso es equivalente, exactamente, al comportamiento políticamente correcto.

Tendríamos que preguntarnos cómo ha sido posible que, siendo una fiesta eminentemente foránea haya ido calando en la sociedad española de tal forma que parece, ahora mismo, inseparable de las fechas en las que estamos.

Así, de haber empezando siendo, en exclusiva, una forma de festividad para los niños en la que se disfrazaban imitando los modelos televisivos, ha acabado por invadir (impulsada la misma por el desconocimiento de su origen o, lo que es peor, por el resultado de aquel principio) cada uno de los centros públicos de enseñanza que no pueden pasar, como así parece, sin su fiesta de Halloween.

¿Qué decir de los mismos en los que la gran mayoría de padres optan, para sus hijos, por la asignatura de Religión Católica?

Oponiéndose el catolicismo al sentido que ha adoptado la tal fiesta ¿Qué nivel de culpabilidad tenemos los padres por no oponernos a que pasen tales cosas? Seguramente, bastante grande.

Se trata, entre otras cosas, de una concesión al paganismo que debería ser impropia del católico cuando, además, de ninguna manera nos hace falta el recuerdo, así, de los muertos. Para tal memoria ya tenemos la celebración de Todos los Fieles Difuntos (el 2 de noviembre) y también, antes, la de Todos los Santos.

Nos debemos acoger, por tanto, no a la banalización de nuestros muertos sino, muy al contrario, a darles honra. Muy al contrario se hace en Halloween donde se hace mofa del que murió cuando no se le tiene como enemigo que ataca.

De otra forma nos dejaremos vencer por el mundo, por el siglo, por esa tibieza que hace de nosotros meros peleles en manos de los vencedores de la nada y el vacío y habremos caído en ese esoterismo y ese paganismo tan antiguo como el hombre y que, ahora, quieren que sea presente para dar al traste, seguro que es así, con la Verdad.

A esto lo podemos llamar de muchas formas: relativismo o, simplemente, comportarse de una forma políticamente correcta.

Lo que no podemos decir, de ninguna de las maneras, es que sea una actitud muy católica la aceptación de Halloween como algo que, dentro de la normalidad espiritual, pueda sustituir a alguna fecha importante para la Iglesia de Cristo.

Espero, de todas formas, que se pueda decir, en esto también, Eppur si muove… aunque cueste tanto y tanto que se siga moviendo, la Iglesia católica, con tanto enemigo detrás cuando no delante de ella.
Eppur si muove… Dios quiera.

O esto otro:

“Eppur si muove - ¿Contra Halloween?

Es posible que más de uno pueda pensar que la pregunta del título de hoy sobra. Efectivamente sobra porque, en realidad, todo católico ha de estar contra la dizque fiesta de Halloween pero no por llevar la contraria sino por lo que supone el sentido que se le da y la razón por la que se hace.

Sin embargo resulta, por eso mismo, acertado preguntar si, en efecto, hay que estar contra Halloween para decir las causas de tal posicionamiento aún a sabiendas que, con casi toda seguridad, a lo largo de esta semana en la que estamos muchos centros, públicos, privados o concertados habrán llevado a cabo algún tipo de celebración entorno a tan extraña forma de traer a la muerte a nuestra vida.
La fe se puede manifestar de muchas formas. Una de ellas es, sin duda alguna, la de aceptar (o no) determinados comportamientos que, en apariencia, tienen relación con la cristiandad.

Así, en determinadas ocasiones, se aceptan costumbres que, viniendo allende del espíritu católico, tienen relación, al unísono, con alguna festividad que en nuestra fe tenemos como importante.

Por experiencia propia o, lo que es lo mismo, por haberlo visto y vivido, cuando se acerca el día 1 de noviembre, tradicionalmente dedicado al recuerdo de Todos los Santos y el 2 del undécimo mes del año dedicado a la Conmemoración de todos los Difuntos, siempre acude a las pantallas de nuestra vida una costumbre que trata de sustituir a las festividades citadas arriba: Halloween.

Es más que conocida la costumbre que encierra tal fiesta. Por tanto, no se trata aquí de hacer exposición alguna del contenido de la misma porque cualquier lector de este artículo sabe y conoce, seguramente más que de sobra, en qué consiste la tal festividad fantasmagórica.

Sin embargo, a mí me gustaría, mejor, hacer hincapié en algo que, para el esto escribe, es bastante peor que la fiesta misma: la aceptación católica de Halloween.

Sabemos, a este respecto, que, para no causarse excesivos problemas de convivencia, los seres humanos tenemos la tendencia a mimetizarnos con el terreno (“Donde fueres, haz lo que vieres”, se dice) Es decir, aceptar todo aquello que nos venga dado para que no se pueda decir eso, precisamente, de “qué dirán” es lo que, en general, se hace. Y eso es equivalente, exactamente, al comportamiento políticamente correcto.
Tendríamos que preguntarnos cómo ha sido posible que, siendo una fiesta eminentemente foránea haya ido calando en la sociedad española de tal forma que parece, ahora mismo, inseparable de las fechas en las que estamos.

Así, de haber empezando siendo, en exclusiva, una forma de festividad para los niños en la que se disfrazaban imitando los modelos televisivos, ha acabado por invadir (impulsada la misma por el desconocimiento de su origen o, lo que es peor, por el resultado de aquel principio) cada uno de los centros públicos de enseñanza que no pueden pasar, como así parece, sin su fiesta de Halloween.

¿Qué decir de los mismos en los que la gran mayoría de padres optan, para sus hijos, por la asignatura de Religión Católica?

Oponiéndose el catolicismo al sentido que ha adoptado la tal fiesta ¿Qué nivel de culpabilidad tenemos los padres por no oponernos a que pasen tales cosas? Seguramente, elevado.

Para los cristianos y para los que no siéndolo, tienen un respeto por sus antepasados (pues esto es un principio de derecho natural totalmente insoslayable) el que un día al año se celebre su recuerdo, se acuda o no al cementerio a hacerlo patente (pues hoy día muchas personas tienen las cenizas de sus difuntos en su propia casa) tiene más importancia de la que muchos quieren darle como si se tratase de algo anecdótico que ocupa espacio en el telediario como algo simpático o gracioso.

Por eso, ese recuerdo hay que diferenciarlo, claramente, de ese día por el que pretenden sustituirlo, que no es más que una fiesta claramente pervertidora del sentido aquel que celebramos y que respetamos. La presencia de la muerte, de la que se hace escarnio y risa no es, creo yo, para hacerla menos gravosa sino, precisamente, para hacerle una mueca. Sin embargo, para los creyentes, o no, esa muerte, que no es el final (como dice la célebre canción militar) es, al contrario, un dejar de existir para alcanzar la vida eterna, muy al contrario del concepto que esa fiesta extraña tiene de la misma cosa.

Se trata, entre otras cosas, de una concesión al paganismo que debería ser impropia del católico cuando, además, de ninguna manera nos hace falta el recuerdo, así, de los muertos. Para tal memoria ya tenemos la celebración de Todos los Fieles Difuntos (el 2 de noviembre) y también, antes, el 1 de noviembre, la de Todos los Santos.

Nos debemos acoger, por tanto, no a la banalización de nuestros muertos sino, muy al contrario, a darles honra que no es, precisamente, lo que se hace en Halloween sino mofa del que murió cuando no se le tiene como enemigo que ataca.

De otra forma nos dejaremos vencer por el mundo, por el siglo, por esa tibieza que hace de nosotros meros peleles en manos de los vencedores de la nada y el vacío y habremos caído en ese esoterismo y ese paganismo tan antiguo como el hombre y que, ahora, quieren que sea presente para dar al traste, seguro que es así, con la Verdad.

A esto lo podemos llamar de muchas formas: relativismo o, simplemente, comportarse de una forma políticamente correcta.

Lo que no podemos decir, de ninguna de las maneras, es que sea una actitud muy católica la aceptación de Halloween como algo que, dentro de la normalidad espiritual, pueda sustituir a alguna fecha importante para la Iglesia de Cristo.

Sin embargo, a lo mejor no todo está perdido porque quisiera decir que se puede hacer algo positivo para tratar de mitigar el efecto de la calabaza y la muerte.

En tanto en cuanto parece que se va a acabar imponiendo esta “fiesta” entre nosotros (si es que no se ha impuesto ya) y, sobre todo, entre las jóvenes generaciones que son las tienen, en sus manos, el futuro, sería conveniente, necesario, obligado, el dar a conocer el verdadero sentido de lo que el día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos tiene y, así, dejar claro que, aunque ellos se vean “obligados”, por los medios y el propio centro en el que estudian, a llevar a cabo juegos, disfraces, etc., relacionados con Halloween, en el fondo, y en la superficie de su vida diaria, lo que, en verdad deben de tener en cuenta es que los Santos y los Difuntos que nos precedieron han de gustar, por fuerza, de que su recuerdo no esté manchado por deformaciones del mismo.

Por eso, sí hemos de manifestarnos contra Halloween porque es una forma, como diría san Pedro, de “dar razón de nuestra esperanza”. Y a eso no podemos negarnos.

Todos los Santos y todos los Fieles Difuntos

Aún, creo, están a tiempo de no hacer el ridículo ante Dios quienes, siendo católicos, hacen lo que hacen en estas fechas. Pero también creo que ya no estaré a tiempo para que prevengan ciertas actuaciones en centros educativos donde, impartiendo la asignatura de religión católica, se “divierten” con la fiesta pagana y alejada de la cultura y espiritualidad católica.

Y para las personas que, repito, siendo católicas, se sometan a la publicidad engañosa y a la supuesta espiritualidad halloweenesca … que Dios las pille confesadas. Literalmente.

Y, por cierto, alguien podría acusarme de haber traído aquí lo mismo que he escrito antes y que, incluso, dentro de los dos artículos también se repiten cosas pero, en verdad y con franqueza, respondo con lo mismo a lo mismo de siempre para ver si…

¿Saben, además, qué es lo más triste para un católico consciente de serlo? Pues que haya empresas, digamos, grandes, como, por ejemplo, El Corte Inglés, Mercadona y así, que pongan a la venta muchos artículos relacionados con esta celebración pagana de Halloween. Pero no es triste porque pretendan vender tales artículos sino porque han de estar en la seguridad de que los van a vender todos o una gran mayoría de ellos y que, por lo tanto, asumen que muchos católicos están dispuestos a adquirirlos sin ningún tipo de remordimiento de conciencia.

Y lo malo es que eso es cierto y verdad y que gustan, con gozo además, mostrar la marca de la Bestia en la mano (por lo que hacen) y en la frente (por lo que piensan) sin olvidar que miran, también, al abismo en el que poco a poco van cayendo con la delectación de quien se somete al Mal suponiendo que no lo hace.

¡Roguemos al Señor para que convierta tantos corazones desviados!

Eleuterio Fernández Guzmán
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25.10.12

¡Fariseos!

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Digan lo que digan y se piense lo que se quiera pensar, hay cosas que dan bastante asco y que, si las miramos bien, es para mandar a esparragar a más de uno o, como poco, a hacer puñetas.

Sean como sean las cosas y se alcancen a comprenderlas o resulten imposibles de entender, lo bien cierto es que hay realidades que dan para pensar que más de uno cree que está rodeado de personas con algún retraso que no les hace darse cuenta de la verdad de las cosas.

Esté quien esté ante nosotros y sea quien sea el que quiere defenderlo contrario, en algunas ocasiones lo mejor es sostener que lo blanco es blanco, lo negro es negro y, como dijo Cristo, donde es sí, ha de ser sí y donde es no, ha de ser no.

En realidad, lo que es, es y lo que es no es nada bueno para nadie que tenga dos dedos de frente y tenga por bueno lo que es bueno y malo lo que es malo y, sobre todo, que no valen actitudes más propias de fariseos en el sentido de hipócrita y no, ¡Ay!, entendido el mismo como persona que es rigurosa y recta con la Ley de Dios.

Todo esto tiene relación con lo que sigue.

El Ministro del Interior del Reino de España, Jorge Fernández Díaz, es un hombre bastante locuaz o, lo que es lo mismo, que ha demostrado, hasta el momento, que es capaz de meter la extremidad inferior con sólo hablar. Y ahora no se ha quedado lejos demostrando que es mejor estar callado que hablar sin darse cuenta de que hay personas que se dan cuenta de su estulticia y falsedad.

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10.10.12

¿Se murió el perro?

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Uno de los refranes más conocidos que se aplica mucho es el que dice que “muerto el perro se acabó la rabia”. A grandes rasgos quiere decir que cuando hay algún mal o daño producido por una persona cuando la misma desaparece del medio en el que se encuentra, el daño o mal que producía se deja de producir. Es una forma, además, de mantener una actitud esperanzada porque se tiene la seguridad de que, tarde o temprano, lo malo pasará y es probable que cambie el panorama.

Sin embargo, como se ha dicho arriba, a veces se incumple el citado refrán y, por desgracia, el corazón de más de uno se manifiesta duro, de piedra.

Los españoles (y, en la distancia, aquellos que puedan estar en una situación similar) sabemos que era muy necesario que el Ejecutivo que (mal)Presidía Rodríguez Zapatero desapareciera para que la inmundicia que había sembrado a base de leyes y reglamentos, se sumiera en el olvido y viviéramos otros tiempos mejores. Era, digamos, una ilusión que queríamos ver colmada porque, con franqueza, la situación por la que pasaba no era de las mejores (como fácilmente puede verse hoy mismo) Queríamos, por eso, que muerto aquel perro (y lo siento por la equiparación de tan buenos amigos perrunos con ciertos elementos de la especia humana) aquella rabia consistente en la micción de ideas sustentadas en una ideología-basura como es la izquierdista desapareciera.

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26.09.12

Santiago Carrillo Solares: descanse en la paz que se ha merecido

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Hace unos días que dejó el mundo de los vivos una persona a la había que darle de comer aparte. Además de que era lo que era y nunca dejó de serlo porque no quería dejar de serlo, fue muy agraciado con las alabanzas más groseras, impresentables pero esperadas que, en estos casos siempre salen de la boca de muchos.

Cuando el cuerpo aún estaba caliente pero ya no estaba entre los mortales, muchas personas (Rey de España incluido; Presidente del Gobierno de España, por supuesto) no dudaron en proferir grandes loas hacia la persona que hacía poco acababa de fallecer. Todo era bueno porque nada malo se dijo y, ya, sabemos, que quien calla, otorga…

Pues bien aquella persona que tan alabada ha sido por los adláteres de una falsa democracia como la que sostiene con su dinero y poder a personas que como aquella que murió hace pocos días y que, en tiempos pretéritos (pero no olvidados por todos) provocó (por acción u omisión) una matanza de inocentes en el municipio de Paracuellos (España), también tiene, claro, una parte muy negra en su existencia. Es más, podemos decir que si, además, contribuyó a que España esté como esté en aquella tan loada “transición” hacia el desastre en el que estamos, aún podemos decir legítimamente (los resultados están ahí) que aquella persona que murió hace pocos días y que tan contentos dejó a muchos, ha sido una de la que sólo podemos decir malas, muy malas cosas.

Y, como, lo mejor es recordar para que no se olvide nada de nada de lo que aquí se ha escrito sobre tal persona, esto es lo que escribí cuando correspondió escribirlo.

En una ocasión, esto:

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