InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Febrero 2021

18.02.21

J.R.R. Tolkien - Entre Bloemfontein y Bournemouth- Capítulo 8 – Inklings

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Es cierto y verdad que los capítulos, hasta ahora, de esta humilde biografía de J.R.R. Tolkien se refieren, cada uno de ellos, a varios aspectos de su vida. Sin embargo, creemos que el tema del grupo que se reunía y del que formaba parte nuestro autor, de nombre “Inklings”, tiene entidad suficiente, por sí solo, como para dedicarle un solo artículo.

Sobre esto, sobre el hecho mismo de que nuestro autor forme parte de un grupo de tal jaez, ya sabemos que no tiene nada de extraño. Y es que ya formó parte de otro llamado T.C.B.S (Tea Club and Barrovian Society (1)) que se formó en la King Edward’s School, en Birmingham y que tuvo que disolverse por las bajas que produjo en el mismo la I Guerra Mundial. Ahora, sin embargo, no iba a pasar lo mismo pues no había guerra (aunque la hubiera, la II Guerra Mundial en la que sí participó uno de sus miembros del que hablaremos al final de esto) que hiciera que sus componentes pudiesen perder la vida de forma trágica a cómo la perdieron algunos de los componentes del otro grupo. Pero es que, además, cuando J.R.R. Tolkien fue a la Universidad de Oxford, también constituyó otro grupo similar, de nombre “Apolausticks” por mucho que TCBS siguiera reuniéndose

En 1931 quien fuera alumno del Oxford (University College), a la sazón Edward Tangye-Lean, fundó una especie de asociación literaria a la que denominó “Inklings”. De ella formaron parte tanto C.S. Lewis como J.R.R. Tolkien. Allí se leía aquello que sus miembros estaban escribiendo por aquel entonces.

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17.02.21

Temas de nuestra fe católica: Ceniza, Cuaresma, nuestra esencia misma

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Es bien cierto que hoy, para un católico (las demás, digamos, confesiones cristianas, francamente, nos las traen al pairo; nos pueden llamar brutos, pero…) es un día muy importante. Y siendo bien cierto que esto de la pandemia, a lo mejor el rito de la ceniza cambia un poco, para nada ha de cambiar lo que significa y, sobre todo, el qué comienza hoy mismo que no es otra cosa que un tiempo de conversión profunda que terminará (ya no pensando en Pentecostés) con la resurrección de Nuestro Señor, fundador de la Iglesia que, con el tiempo se llamó católica. 

Pues bien, en principio, las cosas del mundo no deberían afectar a las del alma. Sin embargo, bien sabemos que eso no siempre se cumple y, por unas cosas o por otras, nuestro espíritu puede verse afectado por aquello que, en el fondo, es también parte de nuestra vida. Pero, en el fondo, nada debería cambiar nada. 

En esto del alma y de lo que creemos, ha de valer y servir mucho más lo que creemos. Es decir, que cuando llega un tiempo como el que viene pronto, el de Cuaresma, debemos mantenernos firmes en las prácticas materiales que la misma lleva explícita (ayuno, abstinencia, etc.) pero, sobre todo, debemos mantenernos firmes en lo que supone la misma: limpiamos el alma de suciedad para cuando llegue el momento glorioso de la muerte y resurrección de Nuestro Señor. Y es que, en el fondo, nada debería cambiar nada. 

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15.02.21

Serie Tradición y Conservadurismo – Presentación

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

 

Algunas veces, el que esto escribe ha hecho uso de artículos publicados en este Blog de InfoCatólica para dar forma a un libro. Es una forma más que habitual de proceder por muchas de las personas que escriben lo que piensan en las más diversas formas en la red de redes.

Ahora, sin embargo, a partir de hoy, voy a hacer lo contrario: primero voy a publicar un libro y, luego (o de forma simultánea), voy a ir publicando, semana a semana y si Dios quiere, el contenido de tal libro. El título del mismo es “Sobre tradición y conservadurismo” y ya pueden imaginar ustedes de qué va la cosa. Y si no lo imaginan, lo sabrán pronto.

Pues bien, digamos, para entendernos, que la “traditio” es una especie, por decirlo así, de institución de Derecho romano que viene a estar referida a la “entrega”, a lo mejor, de una cosa. Tiene un sentido, por tanto, de continuidad porque cuando algo se entrega no es para que desaparezca sino para que continúe su ser y su sustancia siga siéndolo.

Esto lo decimos porque cuando hablamos de “tradición” nos estamos refiriendo a algo que no es nuevo, que no se ha inventado hoy o ayer sino que tiene su solera, sus años, en el mundo y que, por tanto, se ha aceptado como algo bueno y mejor.

Todo esto, claro está, tiene mucho que ver con lo que supone eso del conservadurismo pues, para que algo siga siendo lo que es, sin duda alguna, se ha de conservar pues, de otra forma, difícilmente podrá seguir siendo.

Aquellas personas que creen que el progreso supone romper con todo lo anterior, lo único que hacen, en todo caso, es tergiversar la realidad de las cosas y pretenden, sobre todo, imponer unos criterios que sin duda han de ser modernos y modernistas. Y no nosotros aborrecemos, lo debemos decir con franqueza, el modernismo con todas sus sustancias y realidades.

Lo moderno no es, sino, lo que ocurre ahora mismo y casi ahora mismo. No tiene en cuenta ni el pasado ni lo que supone, por ejemplo, la costumbre que tanto bien hace a la humanidad cuando no hay norma que aplicar. Sin embargo, para el moderno, todo lo que no esté de rabiosa actualidad deja de tener sentido y pasa, automáticamente, al cajón donde se mete lo carca, lo pasado y, en fin, todo aquello que no se quiere ver, como se dice, ni en pintura…

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13.02.21

La Palabra para el Domingo - 14 de febrero de 2021

Hoy es San Valentín. Artículo aquí.

 

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Como es obvio, hoy no es domingo 14 sino sábado, 13 de febrero de 2021. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.  

 

 

 

 

Mc 1, 40-45

 

“40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: ‘Si quieres, puedes limpiarme.’ 41     Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: ‘Quiero; queda limpio.’ 42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente: 44 ‘Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.’ 45  Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús  presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían  a él de todas partes.”

 

 MEDITACIÓN

 

1.-Es conocida la existencia, para aquellos que tienen un conocimiento del contenido del cristianismo, de las tres virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Mientras que, mediante la primera de ellas sabemos que la existencia, por ejemplo, de Dios, es real aunque no podamos probarla con medios humanos (recordemos lo que le dijo Cristo a Tomás cuando se apareció a los discípulos y sabía lo que el incrédulo había dicho; y le dijo: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído, Jn 20, 29); en virtud de la esperanza esperamos nuestro bien y, extendiendo ese pensamiento, el bien de todos aquellos que nos rodean; incluso, llevando al primer extremo (y no al último ya que esto ha de ser lo primero) lo que ha de ser la creencia cristiana; también deseamos el bien de todos, en general; y, por último, sabido es que la caridad es la Ley del Reino de Dios, y que, sin ella, nada de lo otro se entiende. 

Particularmente creo que en este texto de Marcos las tres virtudes citadas se dan la mano ayudándose unas a otras.

 

2.-La fe y la esperanza

Seguramente el leproso tenía conocimiento, o sabía quién era, la persona que se acercaba, o se alejaba, de él. Jesús, cuya fama ya había comenzado a extenderse, como podemos ver en Mc 1, 21-28, era a quien tenía que dirigirse si quería que ese terrible mal que le aquejaba desapareciera. Vemos, aquí, una esperanza que podríamos denominar antecedente de la fe, mediante la cual poner el sentido de una vida en manos de otro se asiente en la voluntad de cambio. 

El leproso, al decir si quieres…expresa, por una parte, el hecho de que el Mesías tenía el poder de curarlo. Era, así, expresión, de conocimiento natural del Hijo de Dios. Confiado, con la esperanza netamente intacta, pues de tal gravedad era su enfermedad que no otra cosa podía hacer, se acerca, es decir, va hacia Jesús en busca de algo más que consuelo. Puedo decir que tiene puesta su esperanza en una fama que precede al Enviado y, por eso, una fe primera que acentúa su existir. Busca porque cree que ha encontrado solución a su situación. Ve en aquella persona, rodeada de otras, una luz que, posiblemente, podía iluminar su ser. 

Como reconocimiento a esa divinidad que ve en Jesús, se pone de rodillas, signo de sometimiento al Señor; pero de un someterse suplicante, demandante de ayuda, esperanzado, implorante. Y de rodillas espera la acción del que cura, salva, sana…perdona. 

Y la curación que espera no es sólo física. Conocida es la relación que, para el pueblo judío, existía entre enfermedad y pecado, la una era según pensaban, resultado del segundo –bien fuera de derivación familiar o propiamente personal del enfermo-. Pues bien, la esperanza de este leproso, aquejado por ese mal que lo apartaba de forma radical de la sociedad, era, aunque de forma indirecta, seguramente pensaba, que el pecado que la había ocasionado tal mal (aunque realmente no fuera así) podía ser borrado por aquel que era capaz de echar demonios del cuerpo de otros. Por eso, la confianza en Jesús debía de correr pareja a todo aquello que lo aquejaba: muy grande, pues grande era esa necesidad. 

Y como el magisterio de Jesús limpia el corazón de las acechanzas del maligno, lo libera de las inmundicias del mundo en que vivimos, se compadeció de él, hizo uso de esa virtud fundamental: la caridad.

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11.02.21

J.R.R. Tolkien - Entre Bloemfontein y Bournemouth- Capítulo 7 – De clase con Tolkien

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Dijimos en el capítulo anterior que J.R.R. Tolkien vuelve de la guerra enfermo o, mejor, que lo envían a Inglaterra a curarse de la “fiebre de las trincheras”. Sin embargo, nunca más volvería al campo de batalla pues, además de tal enfermedad contrajo otras que le impidieron volver al continente. Así pasa el tiempo desde aquel momento en el que volvió a pisar tierra inglesa y el que consigue un puesto como lexicógrafo en el Nuevo Diccionario Inglés donde  su labor en el mismo se refleja en el estudio de entradas como waiscoat (chaleco), walnut (nuez o nogal) o, por ejemplo, walrus (morsa). Eso le obliga a trasladarse a Oxford desde Staffordshire donde vivía junto a Edith, su esposa y su hijo, el primero que nació, al que pusieron por nombre John Francis Reuel.

De todas formas, la vida universitaria de nuestro autor aún no había dado comienzo, digamos, de forma continua porque, aún creyendo que no le van a conceder un puesto en la Universidad de Leeds, lo solicita y cuál no sería su sorpresa (y la de Edith) cuando, en efecto, le conceden tal plaza y eso hace que, de nuevo, se trasladen desde Oxford al norte de Inglaterra donde, por cierto, nace su segundo hijo, de nombre Michael Hilary Reuel.

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No podemos negar que, siendo Tolkien como es y sabiendo que prefería un ambiente menos industrial que el de Leeds, parecía que se iba a arrepentir de un traslado así pero acaban integrándose perfectamente en su nueva ciudad. De tal manera lo hacen que en 1924 (tenía, entonces, apenas 32 años) lo nombran catedrático de Lengua inglesa con lo que contribuyó, y no nos extraña nada de nada, a que aquel departamento, el de Inglés, se convirtiera en el mejor de la nación aunque, no por eso, iba a olvidar fácilmente a Oxford. Y allí, además, nacería su hijo Christopher.

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